Mi hijo, mi verdadero amor (3)
Mi hijo de 3 años confesó querer follarse a su maestro, él ayer le había puesto unos calzconcillos nuevos y le echó una lefada… esto es tan raro, mi hijo debe ser mi putito exclusivo..
El día siguiente de haberle metido la polla por completo a mi bebé Dieguito de 3 años, yo sabía que teníamos que tener una reunión urgente con el maestro José. Este hombre había hecho que mi bebé sintiera pasión, que jugara con una polla más grande que la de su padre, así que tenía que encontrar alguna manera para meterlo en problemas.
Fui a la reunión con mi hijito con su pañal y una camisetita. Tal y como entramos en la sala, José dijo «ah sí, Ramón. Entre, creo que quería usted que habláramos sobre Dieguito?» Mi hijito estaba completamente rojo, sonrojado y nervioso. Nunca habíamos hablado de nada de sexo fuera de casa, y más que nada, el día anterior había estado en esta misma sala desnudo, con las manos de este maestro en todo su cuerpo y con una nueva lefada en unos calzoncillos reusados para mi hijo… en realidad, todo esto me estaba poniendo cachondísimo.
José era un maestro que aparentaba haber trabajado en ese colegio bastante tiempo. Lo veía un señor un poco corpulento, de quizás unos 50 años. Tenía el botón de arriba de su camisa abierto, así que se podía ver su vello en el pecho. Bastante sexy, aunque fuera un señor mayor. En ese momento me sentí rápidamente atraído por este hombre, que ayer había jugado con mi nene.
«Ramón, está usted bien?» me preguntó José. Me había quedado embelesado por este maravilloso hombre, y no me había dado cuenta de que me había estado hablando estos segundos. «Sí, presente» dije como si fuera yo el estudiante. Me miró con una sonrisa sexy, y me dijo que nos sentáramos mi hijo y yo.
Nos sentamos los tres en sillas de colegio, bastante pequeñas. Mi bebé se sentó al lado de mí, y el maestro puso su silla delante de las dos nuestras. «José, yo quería decirle que, creo que encontré algo extraño en mi hijo cuando volvimos a casa…» José me miró sonriente, y me preguntó «ah sí? Como qué?»
En ese momento, posó su grande mano derecha en el hombro de mi hijito, mi bebé Dieguito. Instantáneamente sentí mi pene erecto, sacando un poco de líquido preseminal. «Qué se encontró, Ramón?» fueron las palabras del maestro. Pude concentrarme lo suficiente mientras que su mano masajeaba el torso de mi hijito, tocando su pezón como lo toco yo, haciéndolo gemir. «Pues que volvió a casa con un calzón extraño, y…» «y? Algo más, Ramón?»
En ese momento, desató uno de los lados del pañal de mi niño. Mi Dieguito estaba sonrojado a más no poder, y ahora estaba suspirando y gimiendo, revolviéndose en su sillita. «Sí, José, me encontré… una lefada.» «Ah eso!» Tras haber estado ojeando tanto a mi hijo y manoseándolo, me volvió a mirar a mí y me dijo «ya sabe usted que los niños de 3 años ya son nenes grandes, y es raro que lleven un pañal como Dieguito.» Acto seguido, abrió el otro lado del pañal e hizo que la parte delantera se cayera. Ajustó la silla un poco, y los dos nos quedamos mirando a mi hijito, semi desnudo y con su penecito erectísimo, con su pañal meadito, tan sexy y expuesto a sus dos adultos que parecían pelearse por él.
«Mire Ramón, solo pensé hacerle un favor a su hijito y lo cambié en mi oficina.» Embelesado, me quedé mirando el penecito y los huevitos de mi hijito mientras que le dije al maestro «bueno, tiene razón, pero mi hijito no sabe usar el baño…» «ah, en serio? Bueno, muchísimas gracias por decirme.» Tras decir eso, miró de nuevo a mi hijito en sus ojos, y observó todo su cuerpo mientras que puso su mano derecha sobre su pecho de nuevo, con su pulgar rozando su pezón. «Estoy seguro de que su hijo va a estar bien cuidado en este colegio. No se preocupe, yo mismo le enseñaré a usar el baño. Ya sé la trágica situación de su ex mujer, no pasa nada. Ya veo a Dieguito casi como mi nieto.»
Esas palabras deberían enfadarme, pero solo me pusieron más cachondo. «Sabe usted? Por este colegio han pasado muchos nenes con problemas de incontinencia, suele ser por el divorcio de sus padres. No se preocupe, en mi oficina tengo muchos pares de calzones y pantalones de talla de parvulito, por lo que pasara.» Con mi erección enorme, pude decir tartamudeando, «pe-pero, y la lefada?» «Ah muchacho! Por supuesto, ese calzón debió ser de algún nene muy cachondo, que debió haberse masturbado en ese calzón antes. Por algo esos calzoncillos son los que sobran, se dejaron por ahí en el colegio y yo me adueñé de ellos.»
Mentira. Este hombre, hermoso, grande y peludo, que estaba manoseando a mi hijo con su erección de niño expuesta, me estaba mintiendo. Esa lefada era nueva, parecía mucho más fresca que las otras que podía notar en el calzón. En ese momento, no pude decir nada, pero mi hijito gemía «m-maestro.» Ahí mi hijito pareció delatarme. Necesitaba las manos de su maestro.
«Ah Ramón, no se preocupe. Parece que su hijito necesita algo, me llama. Dime, nietito, qué pasa?» «M-maestro, t-toca mi p-pene.» Mi hijito… necesitaba que su maestro lo tocara. «Si no le importa, Ramón, voy a hacer lo que me pide su hijo.» El maestro empezó a masturbar el enano pene de mi hijito Diego con su dedo pulgar e índice. Con su otra mano, retiró el pañal que estaba ya suelto, y me lo dio a mí en la mano. «Sé que le gusta mirar, Ramón. Mira y disfruta de lo que le has enseñado a tu hijito, ahora mi nieto.» No me lo creo. Está llamando a mi Dieguito «su nieto»! Me lo está quitando delante de mis ojos!
«Ramón, échate el pañalito de Dieguito a tu cara, que voy a cambiarlo de nuevo.» Me lo dijo con mucho encanto, y yo estaba tan cachondo… no estoy orgulloso de ello, pero en el momento me eché el pañal de Dieguito a mi cara. El olor y la sensación de sus meados de nene de 3 años, mezclado con la situación y los gemidos de mi hijo, hicieron que me sacara el miembro peludo y empezara a pajearme en la oficina del maestro, en la escuela. «Así está bien, mi hijito Ramón. No se puede usted negar a los encantos de Dieguito y yo tampoco.»
Mientras me dijo eso, se levantó y guió a mi hijo Dieguito a un cajón, expuesto y llevando solo su camisita ya que andaba sin pañal ya. «Ya sabes qué hacer, nietito.» Del cajón que él ya había visto, sacó otro calzón de niño. «Ramón, tenía usted razón en pensar que no le había contado toda la verdad: estos calzones son de nenes que han pasado por mi oficina. Sabe usted que he sido maestro aquí muchos años ya, pues debe saber que han sido muchos los nenes que han necesitado un poco más de cariño en clase.»
En ese momento, con mucho arrepentimiento, me corrí en el pañal de mi hijo. Así, con toda esta presión sexual, tuve que echar mi lefada. «Ramón! Se ha corrido usted demasiado pronto, yo voy a necesitar algo más de tiempo con mi nietito.» Acto seguido, mi niño cogió unos calzones rojos, manchados de corridas antiguas. «Dieguito, ayúdame a sacar mi leche también, nietito.»
Mi hijito estaba bien entrenado. Deshizo el cinturón de vestir del maestro, y abrió los pantalones, revelando una erección enorme. Cuando mi hijito, enanito, bajó el calzón del maestro, vi un pollón enorme que debía medir unos 22cm; definitivamente más grande que la mía de 18. Los dos se sentaron de nuevo en esas sillitas, delante de mi, y el maestro dijo «venga nietito, ya sabes cómo hacerlo no? Tienes a un papi estupendo» y mi hijito lo empezó a masturbar.
La polla del maestro… era preciosa. No solo era enorme, también tenía un prepucio que me dejó con la boca abierta. Cuando mi hijito echó para atrás el prepucio… vi oro. Tenía una polla asquerosa, como me gustan a mí. Muchísimo esmegma, quesito de polla, abundaba en el miembro enorme del maestro. Entre eso y los pelos blancos alrededor de sus enormes huevos y su miembro, la sala olía a polla, a hormonas de hombre. Si alguien debía follarse a mi hijo, tenía que ser alguien así, que enseñe a mi hijito qué vale una buena polla asquerosa.
«Ramón, no sea tímido.» Ver esta escena, con mi hijito casi a punto de meterse la polla de su maestro en la boca, con ese esmegma y el olor en la habitación, con el calzón rojo de algún niño al que se folló este maestro quién sabe cuando, hizo que mi erección volviera. Me puse arrodillado al lado de mi nene y lo besé en la boca delante el maestro, y ví cómo esa polla asquerosa babeaba con preseminal.
«Sabía yo que era usted un guarro, Ramón, es que eres como mi hijo.» Yo tenía mis veinti-algo años, así que este maestro podría ser mi padre también, con sus cincuenta. Mi hijito no paraba de gemir «papi, abuelo…» estaba hipnotizado por las hormonas, y ya lo llamaba abuelo. No podía lucharlo, mi hijo lo tenía que compartir con su nuevo abuelo. Mejor él que otro cualquiera.
Mi hijito y yo compartimos la polla asquerosa y babosa del abuelo. Con los pantalones abajo, yo me puse a lamerle el culo también, obvio que no se había lavado bien ya que su ano estaba buenísimo. Mi hijito de 3 años lamió y lamió el glande lleno de esmegma del abue-maestro! No quiero liarme yo demasiado tampoco. El maestro de mi niño solo puso su enorme mano en la cabeza de mi bebé y la bajó más adentro, metiendo su polla en la garganta de mi hijito.
«Venga Dieguito, hijo mío, como eres mi nieto, mi polla tiene que llegar lo más profundo posible.» La polla del maestro estaba violando la garganta de mi hijo. Mi hijito, que empezó a llorar un poco, seguía erecto, así que empecé a masturbarlo y a jugar con su anito mientras que me comía el culo del maestro. Al poco tiempo, oí unos ruidos y supe que la garganta de mi hijito estaría rota para siempre: vómito empezó a caer de la boca de mi bebé, de mi hijito de 3 años, ya que el maestro lo hizo atragantar tanto.
Su nuevo abuelito y yo lo acariciamos y le dijimos «muy bien hecho Dieguito.» En ese momento estuve tan orgulloso de él. Usé su vómito para meterle los dedos en el ano a mi hijito, y también me puse a besarlo más. «Ramón, yo creo que ya sabe usted dónde tiene que ir esta polla apestosa, no?»
Sí. Debía ir en el ano de mi hijito. Al escucharlo, puse a mi hijito de vuelta, con su ano preparado con su propio vómito para ser follado por su nuevo abuelito, su maestro de escuela al que va a ver todos los días. «Es todo suyo, José.»
José se puso a follar el anito de mi hijo de 3 años. Algo que yo pensaba que me enfadaría más allá de palabras, de repente me pareció la cosa más cachonda que me había pasado nunca. Mi hijo me había engañado con su maestro en su primer día de escuela, y ahora, tras su segundo día de escuela, estaba siendo follado y ensanchado por él. Metí mi polla de 18 cm en la boca vomitosa de mi hijo, y le hice tener arcadas de nuevo, pero esta vez no me correría dentro.
Mientras que su maestro lo follaba y se corría dentro de mi hijo, mi Dieguito estaba disfrutando de todo. Mi putito, a quien yo había entrenado tan, tan bien, estaba disfrutando de ser violado forzosamente por este enorme hombre de 50 y su papá en sus 20s. Teniendo esa estampa, me corrí de nuevo, pero esta vez en los calzones rojos de ese niño que no conozco, pero que el maestro habíá follado en su oficina como mi hijo. «Bien hecho Ramón, ah-ahora mismo me estoy corriendo e-en tu hijo!»
El maestro se corrió en mi hijo, yo le puse los calzoncillos rojos «nuevos» con una corrida mía. No traje pantalones, mi hijo iría en público con estas corridas. Le dí las gracias del corazón a José, y me dio un beso en la boca que me embelesó. Tras este día, yo le decía a mi hijo «y qué tal el maestro?» con lo que siempre me respondía «muy bien! le he sacado la leche otra vez!»
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