Mi jardinero…
El dueño de una casa contrata a un joven jardinero, pero mientras el joven trabaja, el dueño de la casa al ver sus paradas nalguitas queda prendado de ellas, .
Mi jardinero…
La verdad es que cuando comencé a hacer las gestiones para comprar nuestra casa, jamás pensé en dedicarme a cuidar el jardín, por lo que cuando mi esposa, me preguntó que flores o que arboles pensaba sembrar, le respondí que dejaría que la naturaleza se encargase de eso.
Pero la madre naturaleza, me jugó una mala pasada, a los pocos meses, lo que para mí era el gran patio trasero de casa, se convirtió en una jungla de todo tipo de maleza.
Nuevamente mi esposa me preguntó, y no me quedó más remedio que decirle que contrataría algún jardinero para que se dedicase a limpiar ese patio.
No es que yo sea un lisiado, ni que no pueda hacer nada, es que simplemente ese tipo de trabajo manual, no se me dan, y aunque trabajo desde mi casa, preparando programas, para distintos tipos de clientes.
Eso no me da el tiempo para agarrar una azada y ponerme a limpiar ese condenado patio.
Así que como a los pocos días pasó un joven por casa, diciéndome que mi mujer lo había llamado por teléfono, para que se hiciera cargo del patio.
Yo quedé encantado, y tras ubicarlo, y llegar a un acuerdo económico, me desentendí del patio, en pocos días lo que era una espesa selva de monte y maleza, fue tomando forma, y como al mes, ya el cambio había sido completamente radical.
Al grado que por primera vez desde que vivíamos en esa casa, aun con mi pijama de dormir puesta, tal y como me encontraba, bajé a caminar por el fabuloso jardín que nuestro jardinero había hecho.
Casualmente me lo encontré trabajando, arrodillado sobre la tierra, plantando unas cuantas matas de flores, les juro que hasta ese momento jamás ni nunca me había fijado en las nalgas de ningún otro hombre.
Pero la manera en que él se encontraba postrado, dándome la espalda, y enfundado en un pequeño y ajustado pantalón corto, hizo que me fijase en las nalgas de nuestro jardinero.
Desde luego que me sentí hasta mal, conmigo mismo por eso, pero aun y así la curiosidad fue más fuerte, y sin quitar mis ojos de su apretado culito, me fui acercando, y buscándole conversación.
No estoy muy seguro, pero creo que se dio cuenta de que yo no podía apartar mi vista de sus nalgas, ya que, de manera algo seductora, constantemente pasaba sus manos sobre alguna de sus paradas nalgas.
Además, su manera de hablar, y su tono de voz los noté mucho más suave, menos varonil, hasta puede que hubiera sido algo afeminada.
De momento se quitó el gran sobrero de ala ancha, que le cubría la cabeza y el rostro del sol, y moviendo de manera llamativa dejó que su larga cabellera castaña, que hasta entonces no me había fijado en ella, volase.
Yo no soy un analista de conductas, pero el sentido común me indicaba que el chico, abiertamente estaba coqueteándome, además, cuando se levantó del piso, por unos instantes fijó su vista en mi entrepierna.
Al punto que hasta pensé que había dejado a la vista mi miembro, pero no fue así, y caminando unos cuantos pasos frente a mí, lo vi como contoneaba sus llamativas caderas, cual si fuera toda una hembra en celo.
De momento dándome la espalda se inclinó para recoger no sé qué cosa del piso, y mis ojos no hacían otra cosa, que fijarse en todo momento en su lindo y llamativo culito.
La verdad es que él, seguramente tenía plan montado, ya que de momento me llamó para que lo ayudase a sacar un gran matero de su camioneta.
La cosa es que luego que él agarró el gran matero, me pidió que me colocase tras de él, para los dos jalar a un mismo tiempo.
Para mí era mucho más práctico, y efectivo, que yo me colocase al otro lado del matero, pero él insistió en que lo hiciéramos como él decía.
Por lo que al colocarme tras de él, de inmediato sentí sus paradas nalguitas, presionando mi verga por encima del pantalón de mi pijama.
El efecto fue casi inmediato, mi verga sin la menor intención de mi parte se ha parado, y puesto bien dura, a medida que él continuaba restregando sus nalguitas contra mi cuerpo.
De inmediato, volteó a verme a los ojos diciendo, de manera bien sugestiva. “Mejor antes de bajar este matero, quisiera que me dijera si el lugar donde pienso ponerlo es el más adecuado.”
Yo me sentí de momento sumamente atraído, por ese joven, o mejor dicho por su caliente culito, y sin pensar en más nada, cuando él se dirigió al patio, yo lo seguí cual perrito faldero, hasta que llegamos a la casucha de las herramientas, la que abrió y entrando en ella, me tomó de la mano, haciéndome que lo siguiera.
Ya dentro, tras cerrar la pequeña puerta, prendió la luz, y se me quedó viendo directamente a los ojos, sin decir palabra alguna, dio media vuelta, al mismo tiempo que se las arregló, para bajarse sus apretados pantaloncitos cortos.
Quedando ese bello y hermoso culito ante mis abiertos ojos, yo como si hubiera sido hipnotizado, separé el broche de mi pijama, agarré mi parada verga, y acercándome a sus nalgas, la dirigí al centro de la rajita que tiene entre sus paradas nalgas.
Él separó sus piernas, terminando de quitarse sus pequeños, y ajustados pantalones, quedando del todo desnudito de la cintura para abajo, en esos momentos sentí su cálido esfínter, como fue cediendo fácilmente ante la presión que ejercía yo, con mi verga sobre su hueco.
En cosa de pocos segundos, ya lo tenía bien calzado, mi verga la tenía por completo dentro de su caliente culo, al tiempo que comenzó a mover sus caderas, mientras que yo lo tomé por la cintura, y sin compasión alguna, comencé a meter y sacar toda mi verga de ese apretado y divino culito.
El jardinero chillaba y gemía cual su fuera una verdadera puta en celo.
Así estuvimos por un buen y largo rato, él diciéndome, con su afeminada voz, lo mucho que le gustaba que yo le continuase enterrándole toda mi verga una y otra vez.
A medida que continué haciendo que su apretado culito, fuera todo mío, una de mis manos se fue corriendo hacia el frente de su cuerpo, acariciando sus pequeñas tetillas, su plano vientre, hasta que se fue deslizando, hasta el centro de sus piernas, fue cuando me topé con su erecto miembro, él que no tuve problema alguno en agarrar firmemente entre mis dedos.
Así que a medida que yo continuaba metiendo y sacando mi verga de su culo, mi mano lo fue masturbando.
Lo cierto es que perdí la noción del tiempo, yo disfrutaba del placer de darle por el culo al mariconcito ese, como si fuera lo único realmente importante para mí en esos momentos.
Hasta que inevitablemente y después de estar controlándome por un buen rato, finalmente tanto él como yo nos vinimos, apretándolo salvajemente contra mi cuerpo, besando y mordisqueando su nuca, y escuchándolo como gemía de placer.
Al terminar y extraer mi verga de su culo, casi de inmediato, él se agachó, y mirándome como quien va a cometer una travesura, agarró un paño húmedo y tras limpiar de manera exhaustiva toda mi verga, sin más ni más se dedicó a mamármela, como nunca nadie lo había hecho.
La verdad es que no pude, ni quise impedírselo, así que, por otro largo rato, me proporcionó uno de los más grandes placeres del mundo, que hasta esos momentos yo hubiera disfrutado.
Después de que irremisiblemente me vine dentro de su boca, me sorprendió el ver que se tragase todo mi semen, sin dejar que se perdiera ni una sola gota.
Cosa que mi esposa, jamás ni nunca se atrevería hacer, es más hasta se niega a mamarme la verga.
Él ha continuado siendo nuestro jardinerito, y ocasionalmente mantenemos nuestros arrebatadores encuentros, dentro de la casucha de las herramientas.
Lo raro es que, en ocasiones, aunque no se lo he comentado, me ha provocado cambiar de lugar con él, solo por curiosidad, para ver que se siente.
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