Mi Negro y Peludo Amante Callejero
A los 15, un perro maduro de volvió mi dueño.
Todo inició cuando tenía 15 años, apenas estaba descubriendo mi gusto hacia los hombres por encima de las mujeres, era un muchacho algo delgado, bastante tímido en la escuela, pero para ese entonces bastante caliente. En la escuela era muy común ver a mis compañeros varones con el bulto marcado en el pantalón, intentaba disimular, pero era muy difícil no mirarlos con deseo. Fantaseaba con que uno que otro quisiera llenarme con su líquido especial, obviamente inclinandome por los más guapos, y por los que se les marcaba más el bulto, a pesar de eso, en la escuela casi ni hablaba, eran puras fantasías que jamás ocurrirían, pero que no podía sacarme de la cabeza. Obviamente a esa edad, ver videos eróticos era algo casi del diario, con cada uno aprendía más y más. Como masturbarme correctamente, como prepararme para recibir una buena verga, y hasta como mamar una, cosas que no sabía que me serían útiles muy pronto. Entre todos los videos que miraba, de vez en cuando aparecian algunos «especiales», videos de orgías, fetiches intensos, videos de furros, hasta que de la nada, un día apareció en mi pantalla, la imagen de un hombre siento penetrado por un caballo. Al principio no entendí que sucedía, era algo que jamás había pensado que alguien podría hacer, la curiosidad, y el morbo hicieron de las suyas, abrí la imagen, me llevo hasta un vídeo, lo reproduje, y mientras más veía, más dura se ponía mi verga. Quedé impresionado por lo que sucedía, era algo nuevo y sobre todo excitante, podía sentir como mi boxer se estaba empapando con mi precum, a causa de la enorme excitación que sentía. Cuando el vídeo terminó, me arrojaron más videos de recomendación, y entre todos ellos, mire el de un hombre con un perro. Mi imaginación voló por los cielos, como si hubiera desbloqueado una nueva habilidad a punto de ser explotada al máximo, solo tenía que encontrar el momento y al sujeto correcto. El lugar donde vivía era chico, un departamento en un segundo piso, el primero era usado como cochera, mientras que yo y mi familia vivíamos arriba, no éramos muchos, pero éramos suficientes para que la privacidad se volviera solo una fantasía. De vez en cuando me quedaba solo, pues mi familia salía de paseo o a fiestas, yo prefería quedarme pues no me gusta convivir con muchas personas. Pase mucho tiempo pensando en el fascinante video que había visto, pensando si es que podría llevarlo a cabo, ya solo tenía que encontrar el momento, pues ya tenía en la mira a un buen candidato. Detrás de mi casa, uno de mis vecinos tenía un perro negro con manchas blancas en las patas y el pecho, se veía corpulento, bien alimentado, cuidado, pero en especial, tenía una verga de buen tamaño. Todos los demás perros de la cuadra eran chicos, se veían descuidados o se les miraba pequeña la verga, pero el perro negro era todo lo que buscaba en un amante canino, casi siempre estaba fuera de su casa, no era muy agresivo, y era bastante confiado, podías llamarlo y el te seguiría a todos lados, siempre y cuando no te alejaras mucho de su casa. Era el candidato perfecto, solo hacía falta hallar el momento.
Poco tiempo después, comenzó la fiesta del pueblo vecino, habían juegos mecánicos y carros alegóricos, mi familia obviamente iba a ir, pero yo no, no solo porque no quisiera estar con mucha gente, sino porque ese era el momento que tanto había estado esperando. Cuando salieron, esperé media hora para asegurarme de que no volverían de imprevisto. Con el corazón latiendo a tope, salí a la calle a plena luz del día, en busca del perro para su audición. Tarde un poco mientras lo buscaba, pues no quería parecer sospechoso, estuve dando vueltas unos minutos hasta que lo vi, caminaba despacio, con calma, balanceando su verga y sus huevos, alzando la cola y mostrando el ano de forma hipnótica, una hipnosis que solo me afectaba a mi. Mantuve la calma, esperé a que se acercara más, y cuando lo hizo, discretamente lo llamé, nadie parecía estar cerca, aún así no quería arriesgarme, lo llamé insistente, hasta que me vió, se acercó despacio siguiéndome, así que comencé a caminar hasta mi casa, disimulando, como si no supiera que estaba siguiéndome, aunque a veces miraba hacia atrás para asegurarme de que aún me seguía, abrí la puerta y entre, y una vez ahí, lo llamé con más intensidad, el sin prisa y sin preocupación entró, miré que nadie hubiera visto al perro entrar, e inmediatamente cerré la puerta detrás de el, lo guíe hasta el departamento y le di unas cuantas tortillas mientras yo cerraba la puerta con llave y las cortinas, al fin estábamos solos, el y yo, era un perro de buen tamaño, aunque se veía algo viejo, pero para mí eso solo significaba que ya sabía como coger, no sabía muy bien que hacer, por impulso, comencé a quitarme la ropa, quedé completamente desnudo, mientras el seguía comiendo sus tortillas, me puse en 4, y lentamente comencé a gatear hacia el, el no me hacía caso y seguía con lo suyo, mientras yo solo lo veía de cerca, mientras varias ideas pasaban por mi cabeza, una tras otra. Me puse a gatear a su alrededor, intentando replicar lo que haría otro perro, llegué hasta atrás de el, tenía una vista perfecta de su ano que se miraba apretadito, y justo debajo sus dos huevos grandes, pensé en olerle el culo como lo hacen los perros, pero me pareció demasiado desagradable, aunque tenía dueño, olía como si no le hubieran dado un baño en mucho tiempo, así que preferí no hacerlo, también pensé en tratar de cogermelo, pero era demasiado para ser nuestra primera vez, además podría morderme, seguí gateando hasta ponerme al lado suyo, ahí estaba, su hermosa verga, al verla de cerca, vi que tenía un pezón justo a la mitad de la verga, inmediatamente pensé en ponerme a chuparsela como si me estuviera amamantando, pero aún no sabía que tanto me dejaría hacerle, el seguía concentrado en su comida mientras yo lo miraba con deseo, justo en la punta de la verga tenía una gotita verde, era obvió que era su leche, quizas apenas se había cogido a una perra y por eso estaba tan tranquilo, estaría cansado, eso me desánimo un poco, pues tal vez no pasaría algo emocionante ese día. Seguí dándole vueltas, contemplándolo, mientras estaba quieto, hasta que dejó de comer, comenzó a moverse por el departamento, había cerrado todas las puertas, solo se paseaba por el comedor, olfateando, intenté que me prestará atención pero el solo estaba explorando el lugar, las cosas no estaban saliendo como yo quería, y en cualquier momento podría regresar mi familia, decidí tomar la iniciativa, y lo lleve al lugar más amplió del comedor, intenté cargarlo pero era muy pesado, así que solo le hice señas para que se me acercara, cuando lo tuve de frente, empecé a acariciarlo, primero de la cabeza para que me tuviera confianza, con una mano lo acariciaba ahí, mientras la otra se movía por su espalda, parecía gustarle, pues ya no intentó ir a otro lado, sin dejar de acariciar su cabeza, mi otra mano se fue moviendo hasta llegar muy cerca de su cola, la cual movía de un lado al otro, baje despacio hasta su pierna, y luego hasta su panza, se la rascaba de arriba hacia abajo, cada vez llegando más abajo, y en uno de esos movimientos, su verga se unió, acariciaba su panza y luego bajaba bruscamente hasta la base de su verga, el líquido verde que tenía se había untado en mi mano, seguía con el mismo movimiento, hasta que su estómago dejó de ser parte de las caricias, tenía todo su pene en mi mano, se sentía delgado, como si solo fuese un lápiz, inicie con la masturbación, lento, deje de acariciar su cabeza, aún así el no se movía de ahí, fui aumentando la velocidad hasta que pude ver la punta rojiza y húmeda de su pene, unas pocas gotas verdes más cayeron al suelo, intenté subir más la intensidad, pero a él no parecía importarle, al mismo tiempo que lo masturbaba me estaba jalando la verga mientras veía la suya, no tarde mucho tiempo en correrme y en se momento fue como si un interruptor se activará en mi, pensando en todo lo que había hecho, en todo lo malo que estaba haciendo, rápidamente me vestí, y trate de sacar al perro, pero el no quería irse, no podía dejarlo ahí, intenté llamarlo y convencerlo con comida, pero era inútil, entonces tome un atomizador con agua y lo rocíe, funcionó, el perro rápidamente comenzó a bajar las escaleras, antes de abrir me cerciore de que no hubiera nadie viendo, abrí la puerta y el se fue, subí rápidamente y limpie los restos de tortillas que había dejado, con una toallita desinfectante limpie las gotas de semen de perro que había en el suelo, lave mis manos varias veces con jabón y volví a abrir las cortinas, me estaba arrepintiendo de lo que había hecho, prometiendo no volver a hacerlo, sin embargo era obvió que esa promesa no duraría.



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