Mi nene, mi verdadero amor (2)
Ya os introduje a mi nene Dieguito, de 3 añitos. Ahora veréis nuestras aventuritas de preescolar.
Buenas, de nuevo, soy Ramón y ahora mismo me estoy bañando con mi hijito Diego. Me acaba de sacar la leche con su hermoso y pequeño culito, usando su pañal sucio de mierda y meados para darle placer a su padre. Como es un día especial para él, después de que me cubriera el miembro enorme que tengo de mierda y le echara todo mi semen dentro de su culito de pre escolar, voy a lavarlo bien!
Empecé por sus bracitos. Me gusta sentarme detrás suyo, poniéndolo justo encima de mi pene (ahora morcillón, no del todo flácido), con mis piernas peludas atrapándolo cariñosamente. Primero agarré con amor sus bracitos, que tanto se habían esforzado para masturbarme antes, y con una mano sostuve sus dos manitas diminutas en el aire, mientras que pude enjabonarlo con mi mano derecha. Es tan pequeñito, pero tan puto, que de nuevo estaba cerrando sus ojitos y moviendo sus caderitas, con su penecito apareciendo y sumergiéndose en el agua de la bañera, ahora más asquerosa por la mierda y meados de nuestros cuerpos.
«Papi…» – suspiró mi hijito. «Cuánta energía tienes todavía, si acabas de tener a tu papá dentro!» le respondí. «Pero siempre quiero más…»
Me puse a enjabonar los pezonitos de mi hijito, haciéndolo gemir con la alta sensibilidad de su pequeño cuerpo. Tras enjabonar sus pezones un ratito (para quedarme seguro de que sus pezonitos estaban limpitos), me propuse a limpiar el resto de su cuerpito. Con mis grandes piernas de adulto, separé más las piernitas de mi bebé, dejando expuesta la pequeña erección de mi bebito, con algo de residuos de mierda y meados de la sesión de antes.
«Ay hijo mío, si estás todo sucio ahí» dije mientras que empecé a tocar sus partes más íntimas, acariciando su penecito, sus bolitas y su anito perfecto, que se había agrandado por haber tenido la polla de su padre dentro de él. Mi hijito se limitaba a gemir y suspirar «papi…» todo el rato. Dieguito, con 3 años, ya conocía la mágica sensación del orgasmo, pero todavía le faltaban años para eyacular. «Venga hijito, que para mañana tienes que estar bien limpio, va a ser tu primer día de parvulitos.»
Mientras que mi hijo gemía y disfrutaba con mis dedos de adulto acariciando su penecito y su anito, me puse a pensar en mi hijo creciendo, yendo a la escuela como los otros niños, socializando. No sé, no me lo imaginaba mucho porque hasta ahora había sido mi putito personal, y no había socializado demasiado con otros niños, solo un par de veces en reuniones familiares. Mi nene está hecho para masturbar, sacar leche y es lo que conoce. Seguro que cuando lo lleve a la escuela mañana estará muy triste, así que pienso en maneras para que no me eche mucho de menos.
Dieguito estaba gimiendo a más no poder. Estaba suspirando, respirando fuerte y casi tiritando del placer que solo su papá le puede dar. Ya conocía a mi bebé desde que nació, así que obviamente sabía cuando estaba teniendo un orgasmo seco, y estaba pasando ahora mismo en la bañera, con sus bracitos agarrando mis piernas peludas, su penecito arriba del agua de la bañera y el mío, gordo, rozando el culito de mi bebé. Mi Dieguito es perfecto.
El día siguiente era el primer día de parvulitos. Para ponerle su ropa, le preparé su pañal nuevo y eché una enorme lefada para que me recuerde todo el día. Así, cuando se haga pis en medio de la clase (ya que nunca le enseñé a usar el baño, lo quiero de putito sucio meado y cagado encima), quiero que su pis se mezcle con mi semen.
Mi hijito estaba casi llorando cuando lo dejé en el colegio, pobrecito. Le dije «no te preocupes, que luego más tarde te llevo a comer pizza y te doy los besos que te gustan, amor mío.» Le planté un beso romántico en los labios, que me reciprocó y me metió su pequeña lengua. Estábamos delante del colegio, y pensé que no pasa nada ya que muchos papás besan a sus hijos en la boca. Así, lo dejé en clase, y yo me volví a casa a seguir viendo porno en el salón, pero ahora ya tenía unos cuantos míos y de mi bebé.
Pasaron las horas y fui a recoger a Dieguito. Para mi sorpresa, estaba sonriendo de oreja a oreja. «Bueno, qué hiciste en tu primer día de parvulitos?» le pregunté. «Me lo pasé muy bien!» me dijo mi bebé, mientras que se bajó el pantalón y reveló algo que me dejó con la boca abierta.
Mi bebé volvió del colegio, con unos calzoncillos «nuevos» y una lefada de otro! Me quedé tan confuso. «Hijo, qué hiciste?» «Pues el maestro José me sacó de clase y me dijo que los pañales son para bebés, que me iba a enseñar lo que hacen los niños grandes.» Buf, José debió cambiarlo, y debió ver la lefada que le eché en su pañal. Por un momento, pensé que me había metido un problema, pero claramente no, porque hay otra lefada perfecta en este calzoncillo nuevo. Son de su talla, pero yo nunca le había comprado un calzón de nene de su edad, él siempre llevaba pañal.
«Y esos calzoncillos, hijo mío? Son nuevos» «Sí! El maestro tenía unos cuantos en su cajón, me quitó mi pañal y jugó conmigo como tú, pero me dijo que le hiciera una paja con los calzones que tenía ahí!» Así que José tiene unos cuantos calzoncillos de niños de su edad! Me parece que Dieguito está en buenas manos…
«El maestro me llevó a su oficina y cuando vio la lefada de mi papi me preguntó que quién había hecho esto, así que le dije que mi papi!» Mi erección estaba enorme en este momento, no lo sabía hasta ahora, pero había creado una putita no solo para mí, si no para otros hombres como yo. Dieguito continuó «la polla del maestro era un poco más grande que la tuya papá, pero no me la metió porque dijo que no me quería romper, cómo le digo que quiero que me la meta?» Hijito… qué puta te hice. «Dieguito, por supuesto, le tienes que decir algo. La lefada en tus calzones es suya, no?» «Sí!» me sonrió de nuevo, de oreja a oreja.
Me arrodillé para oler el calzoncillo nuevo de mi hijito. Olía a niño pequeño, y a corrida de hombre, pero seguro que esta no era la primera corrida de este maestro en estos calzones. Me pregunto cuántas corridas echó en estos calzones, y con cuántos niños en ese colegio habrá jugado. Desde luego, esto me hizo querer conocerlo, e introducirme correctamente como el papá de Dieguito.
Con toda esta conversación, mi pene estaba erecto a más no poder. Mi hijito miraba el prepucio de su padre, de la polla que lo hizo. Mi Dieguito me miraba con tales ojos, que decidí poner su manita en mi polla gorda y peluda, dentro de mi pantalón. «Hijito, por favor prométeme que yo soy el único que te rompe el culo, vale? Estoy un poco celoso, y tú eres mi amor de verdad.» Mi hijito, por las hormonas y tal y como veía su penecito crecer en esos calzones lefados de otro, me decía «sí, papá! Pero de verdad quiero seguir jugando con el maestro José, su pene babeaba mucho!»
A mi hijo no le puedo decir que no, pero es tan difícil. Realmente me dio celos que mi bebé estuviera jugando así con su maestro. En el primer día de escuela, parecía que lo había perdido. De repente, me enfadé.
«Hijo, ese señor no te va a follar» le dije seriamente, mientras que usaba su manita para jugar con mi pene, enorme y venoso, que ahora comenzaba a babear. Mi hijito me miró como con sorpresa, y de un movimento lo puse a cuatro patas y le bajé bruscamente el calzón. «Mi hijo no lleva calzón, lleva pañales» le dije mentras que rozaba su anito con mi glande, noté que obviamente no sabía limpiarse su anito bien tras ir al baño porque veía residuos de mierda en el calzón y en su anito, cosa que me puso a mil. «Mi hijo… va a tener otra lefada dentro».
Empecé a meterle la polla andentro, gracias a su mierda en su ano pude llegar a la mitad. Nunca llegué más allá de la mitad, pero esta vez, enfadado y con celos, le metí toda la polla. Mi nene empezó a llorar «papi, lo siento!» «Hijo, tienes que aprender una lección hoy. Soy el único que te folla.»
Me follé a mi hijo durante unos cuantos largos minutos, y sentí que echaba la lefada de mi vida. Lo llené entero de leche de hombre, la misma leche que lo hizo. Le dije «Dieguito, la única leche que te puede llenar es la de tu papi, el que te hizo quien eres.» Mi hijito sollozaba, pero su penecito erecto lo delataba. Lo toqué un poco y acaricié con un poco más de amor su ano, que estaba más abierto y casi a punto de echar mi leche. Con esos tocamientos, mi hijo estaba más receptivo y me dijo «sí papá, eres el único que me puede amar así». Mi hijito no duró mucho, y tuvo su orgasmo seco con mis manos de hombre. Así es como un papá toca a su hijo, y le hace sentir todo lo que tiene que sentir.
Tras esto, lo único que quiero hacer es hacerle una visita a ese maestro que seguro que querrá follarse a mi hijo. Estoy tan enfadado y me siento tan celoso…
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