Mi niño Domingo (parte III)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi vida sexual junto al pequeño Domi se había vuelto poderosamente continua. Ya no sólo bastaban uno o dos días a la semana, Domingo había tomado por costumbre pasar a mi casa todos los días después del colegio un par de horas, y en algunas oportunidades dormíamos juntos durante los fines de semana; mi matrimonio se encontraba definitivamente disuelto y no tardé mucho tiempo en recibir una notificación judicial de divorcio por parte de mi ex mujer.
Eran días de ensueño, día a día recibía su dulce beso de 13 añitos, recorría su espectacular cuerpo impúber y taladraba ese culito de bambi del que tanto les he mencionado. Por su parte Domingo se había convertido en un experto mamador de mi verga, conocía cada punto débil en mi cuerpo y era capaz de llevarme mucho más allá de todo placer carnal que se pueda imaginar.
Después de cada práctica de fútbol, nos asegurábamos que el resto de los muchachos se marchara hacia sus casas para desnudarnos y darnos una ducha juntos, recorríamos nuestros cuerpos húmedos y parejos, nos besábamos con tal intensidad que se nos iba la noción del tiempo, para luego sentarme en las butacas de aquel camarín con olor a vergas y culitos vírgenes y hacer cabalgar a mi Domi hasta hacerlo explotar y a la vez reventar dentro de él regando todo su estrecho ano, terminar mordisqueando y lamiendo sus tetillas y besarlo nuevamente mirando sus ojitos color miel que me tenían loco. Sí, cada entrenamiento era algo único, nadie tenía sospecha alguna acerca de nuestra secreta lujuria desbocada puesto que durante la práctica poco y nada hablábamos, sólo nos limitábamos a echarnos una que otra mirada, una que otra palabra breve para darle alguna instrucción, muy de lejos observaba su respingado y delgado cuerpo, del que sobresalía en demasía su potito levantado, perfecto, que últimamente tantas miradas perversas conseguía de los demás entrenadores, a los cuáles mantenía alejado de mi Domi, con la falsa excusa que era su vecino y su madre me había encargado personalmente el transporte hacia su casa.
Nuestra historia tendría un vuelco profundo una tarde de jueves. Tomábamos nuestra habitual ducha post práctica, ya había recibido su exquisita felación y se había tragado toda mi pieza, lo había acabado por segunda vez con sus manitos apoyadas en la pared de la ducha y lo cogía de sus caderas con su culito levantado bien pegado a mi pubis, y el orgasmo se extendía por nuestros cuerpos una tercera vez más con sus brazos en mi cuello, sus piernas alrededor de mis caderas y mi pichula entrando y saliendo de su botoncito como una máquina imparable cuando Matías, uno de los compañeros de Domingo, nos sorprendió. Abrió una de las regaderas y comenzó su ducha express, enjuagando su cuerpecito de 14 años, muy bien formado, con sus genitales un poco más desarrollados que los de mi Domi, y sus grandes ojos verdes mirándonos fijamente. De su boca salió una sutil sonrisa mostrándonos sus blancos dientecillos y sus ojos acompañaron una maquiavélica mirada hacia nuestros desnudos cuerpos, aún entrelazados, presos del pánico y paralizados del miedo ante este inesperado testigo. Bajé a Domingo, quién no se movió, parecía aterrado; mientras observábamos cómo el nuevo integrante del club concluía su baño como si nada, se envolvió con una toalla y finalmente se acercó. Nos miró fijamente de arriba abajo para terminar analizando el culo de mi niño y mi aún erecta verga, y nos habló con una dulce voz de muchacho en vías de pubertad:
-Uff, eso debió doler…nos vemos Domingo.-
Se marchó con su sonrisa en el rostro y la malicia en sus ojos. “Este muchacho va a hablar” pensé…”se acabó, ahora sí que se acabó”. Apuré la marcha y le pedí a mi niño que se vistiera, lo cual obedeció presuroso, quise alcanzar al joven Matías e intentar hablarle, pero me fue imposible, ya se había ido y desconocía domicilio alguno de él, puesto que llevaba menos dos meses en la ciudad y al club se había integrado hace un par de semanas. A pesar de su indiscutible belleza, con sus ojos verdes, cabellos negros y tez blanca como porcelana, yo sólo tenía ojos para mi Domi. En una oportunidad, Matías me pidió prestada una camiseta para entrenar, y al cambiársela ya había notado su pechito de futbolista y su abdomen marcado, con un ombligo pequeño y caderas que sobresalían de sus pantaloncillos; sus depiladas piernas contorneadas eran perfectas, y más allá de lo atlético de su cuerpo representaba mucho menos de sus 14 años, pero sin duda que éste inesperado episodio cambiaría las cosas en aquel muchacho que había examinado el culo de mi nene con la más perversa de las miradas.
Llevé a mi bebito hasta su casa, la cual se encontraba vacía. Era increíble cómo su madre lo podía dejar solo tantas horas durante el día, al despedirme de mi niño (no sin antes volver a coger como si fuese la última vez) me dijo que intentaría hablar con Matías, que lo convencería de no delatarnos y que no quería perderme por nada del mundo, lo miré con ternura y lo vuelvo a besar como si fuese la primera vez; maldita sea cuánto amaba a este nene impúber de 13 años, a estas alturas era mi vida, no podía estar sin él, no quería compartir su cariño con absolutamente nadie. Soñaba con robarme a mi Domi y llevármelo lejos, muy lejos, donde nadie pudiese encontrarnos, y ser felices solos él y yo.
Los días pasaron y parecían haber vuelto a su absoluta normalidad, mi niño seguía visitando mi casa, aunque acordamos no volver a coger en las duchas del club. No podíamos correr nuevamente ese riesgo, ya era bastante fortuito con ver a Matías silente y reservado, al parecer el putito ese no hablaría y hasta parecía haber olvidado el tema; me había vuelto el alma al cuerpo y me contentaba con llevar a mi Domi hasta su casa y hacerlo mío en menos de 30 mezquinos minutos (antes de la llegada de su madre). Sin embargo en un día jueves y tras ir al cabezazo, dos de los chicos del club colisionaron en una jugada propia de fútbol, sufriendo heridas en su sien y frente, y era tal el sangrado que junto a otro profesor decidimos llevarlos de urgencia a un hospital. Pasé rápidamente por al lado de mi Domingo y le susurré al oído “espérame bebé, volveré lo más pronto que pueda…te amo” y aprovechando que toda la atención estaba sobre los accidentados lo besé fugazmente en la oreja y él me agarró suavemente la verga diciéndome “yo también te amo” y bajo todo riesgo, me regaló un cálido beso que rozó la parte izquierda de mis labios.
Tras asistir a los chicos al hospital y previa llamada a sus padres, tomé el primer taxi que pasó y lo abordé rumbo a las canchas para buscar a mi Domi. Había tardado casi una hora en todo el incidente, y estaba tan desesperado por verlo que apuraba de mala gana al taxista…“maldita sea, ¿que acaso no puede ir un poco más a prisa?”… le pagué el valor del viaje y entré corriendo por el complejo deportivo, no veía a mi niño por ningún lado y al parecer todo el mundo se había marchado, según lo que me dijo el portero, “dónde estás bebé” pensaba, y al ver a lo lejos cómo aún las luces de los vestuarios se encontraban encendidas, emprendí mi loca carrera hacia allá. Lo que vería a continuación me arrancó el alma de golpe…
Domingo, desnudo y sudoroso, cabalgaba sobre el cuerpo de Matías. Sus manos estaban apoyadas sobre los hombros de aquel chico de ojos verdes mientras que sus piernas se encontraban separadas sobre sus caderas, su desvirgado ano se contraía en la entrada y salida del miembro de Matías que tenía a mi joven amante asido firmemente de la cintura, gemían en un orgasmo profundo y prolongado mientras Matías se atrevía a lamer el pecho de mi muchacho, que se encontraba de espaldas a mí. “Más rápido Domingo, más rápido” le pedía el puto de 14 años, y mi niño obediente parecía haber aumentado al doble la velocidad de su montura…Matías se encontraba apoyado sobre una de las grandes bancas en las que los muchachos se sientan para cambiar vestuario, con las piernas casi recogidas y sus manos ahora apoyadas hacia atrás sobre la misma butaca mientras mi Domi también apoyaba sus manos hacia atrás y se dejaba penetrar mientras recogía un poco sus depiladas piernas al igual que Matías, casi como un espejo, mirándose el uno al otro, ojitos miel, ojitos verdes, hermosa piel morena de mi Domi, perfecto cutis de porcelana del casi púber Matías, y yo en medio del umbral, petrificado por la incredulidad, rabia, impotencia, miedo de perder a mi niño amado por culpa de este puto de 14 años, mi culito de gacela siendo cogido por otra verga que no era la mía…fui entrando a pasos torpes, lentamente, y divisé la erecta pichulita de mi nene, que parecía más grande, y los ojos desorbitados de aquel ladrón que por fin me miró, no detuvo su ritmo, y que al igual que mi Domi tenía ríos de sudor por todo su hermoso cuerpo níveo, me miró y esbozó una malévola sonrisa irónica en señal de triunfo mientras seguía culeando a mi bebé, quien por fin volteó para ver la dirección de la mirada de su nuevo amante hasta encontrar mis ojos, de los cuales brotaron sus primeras lágrimas de tristeza.
– Do…Do…Domi…no puede ser…mi niño…co… ¿cómo?
– Profe…profe…no…profe yo…
– Pero…pero por qué Domi…
– Profe…mi profe…perdóneme…
– ¡No te atrevas a parar Domingo, ya sabes bien qué pasará si llego a hablar!- rugió Matías con una voz autoritaria que estremeció a mi niño.
– Lo…lo…lo siento profe.- exclamó Domingo
Domingo siguió montando en esa misma posición a Matías, quien levantaba sus caderas con mayor fiereza en busca del orgasmo…”vamos Domi, vamos Domi, sigue así Domi, no te atrevas a parar, no te atrevas…ooohhhh…” sin dejar de mirarme, mi niño seguía gimiendo, sudando y dando espasmo de la cogida que le proporcionaba Matías…”ya queda poco Domi, queda poco, voy a acabar Chumita, voy a terminar, ooohhhh, ohhh, ooohhhh, aaaaaaaahhhhh!!!…gimió Matías mientras le llenaba de leche el culito a mi niño hermoso, quien se seguía moviendo y me miraba fijamente a los ojos…”ooohhhh profe, ohhh profe, ooohhhh profeeeee, perdóneme, perdóneme, aaahhhh, aaahhhhhhh” y alcanzaba una esplendorosa eyaculación que disparó en todas direcciones, cayendo sobre las pubis de ambos chicos, sobre el mentón y pecho de Matías y sobre la palma de mi mano derecha, dado que me encontraba casi al lado de ellos. No pude evitar llevar hasta mi boca ese dulce manjar que tantas veces había saboreado, y sin saber por qué, y aunque permanecía con la pichula de Matías dentro de él, besé a mi Domi intensamente mientras lloraba, con su semen en mi lengua, con mis manos en su rostro lo miraba y lo seguía besando, con el corazón lleno de ira por su infidelidad, me miraba con sus ojitos miel llenos de lágrimas, suplicando mi perdón, el cual sabía jamás podría negarle, Domi era mi vida y no renunciaría a él nunca.
– Ya paren la escenita romántica…quítate Domi que me quiero salir.- dijo Matías con brutalidad.
– Pendejo hijo de puta, te voy a matar.- rugí
– ¿Así?…y por qué entonces no lo hiciste apenas nos viste…porque te gustó, ¿no es cierto? Te gustó mirarnos maldito profe marica.
Y a pesar de que el pendejo ese tenía razón, no pude evitar darle un buen revés en el rostro que lo dio vuelta, y quería darle otro más pero rápidamente mi Domi me contuvo, me abrazó y entre sollozos me lo pidió:
– No lo hagas, por favor no lo hagas…si acepté coger con él fue porque de lo contrario te acusaría a la dirigencia…por favor profe Iván, no le pegues.-
Mi niño lloraba profundamente con su cabeza refugiada en mi pecho, mientras Matías permanecía en el piso, desnudo y con las piernas abiertas, con un hilillo de sangre corriendo por sus labios que aún me esbozaban una perversa sonrisa de triunfo de dientecillos blancos. Sí, tenía toda la razón, más allá de la tristeza de ver a mi niño ser follado por otro, me causó cierto placer ver a dos chicos de 13 y 14 años coger de esa manera, por un segundo me vi participando de la escena y disfrutando a la par los placeres compartidos, ambos eran distintamente hermosos, impúberes, y exuberantes.
– ¡Sí, no te atrevas a pegarme marica, o le diré al profesor Alberto lo que ocurre aquí!…un profe de 30 y tantos años con un chico de 13, todo el mundo sabe que eso es delito y te vas preso…o bien puedo mentir y decir que también me cogiste a mí y nadie dudará de la palabra de un niño de 14 como yo… ¿o vas a decirme lo contrario marica?
Sentí unas ganas tremendas de agarrarlo a golpes. Rió burlonamente mientras se incorporaba del suelo donde se encontraba, mi Domi seguía abrazado a mí, con su cuerpo aún desnudo, y a pesar de encontrarme consolándolo no pude evitar tener una erección, provocada por el abrazo cálido de mi niño y la visión del espectacular cuerpecito del joven Matías, quien rápidamente se acercó y cogió mi verga por encima de mi buzo sintético y la comenzó a sobar mirándome fijamente con sus ojos verdes. Al sentir toda mi madura dureza me volvió a sonreír con su habitual ironía, me separó de mi niño y sin oponerle resistencia me despojó bruscamente de mi playera, dejando mi torso desnudo, para luego quitarme el buzo y dejar mi miembro al descubierto.
Guiado por los efectos del placer contenido me quité mis zapatillas deportivas y mis calcetines, poco a poco me estaba emborrachando de lujuria, dejé que el intrépido muchacho me sentara en una de las butacas del camarín, se montó en mis piernas como si me encontrara a la merced de mil demonios y dejé que me besara, con tanta pasión como lo hacía mi Domi. Los ojos verdes de Matías eran maravillosos, cautivantes y peligrosos, su verga erecta debía medir unos 16 centímetros, un poco más que la de mi niño, y se encontrara tan junto a la mía que empecé a gemir al sentir la suya palpitar, bese sus pequeños pezones y lamí su marcado y blanco abdomen, volví a sus labios relamiendo la fila de dientecillos perfectos y chupé su cuello, lo que le provocó cierta risa cosquillosa. Quise seguir besándolo, pero me contuve al recordar que mi niño estaba ahí, y Matías al percatarse de aquello lo miró con esa perversión que le caracterizaba y le invitó a la improvisada orgía que estaba a punto de comenzar:
– Es tu turno Chumita, vamos Domingo, es hora de que pasemos el mal rato
Mi Domi no se hizo esperar, y se me sentó con su desnudo cuerpo entre mis piernas, sus delgados brazos rodearon mi cuello, besándome con desbocada excitación mientras frotaba su pene contra el mío. Mi líquido pre seminal anunció que mi glande tenía ganas tremendas de penetrar, y mientras seguía juntando su lengua con la mía mi hermoso chico de 13 años se empinaba un poco más para masajear mi humectado glande con la comisura de su ano, mis manos recorrían su cuerpecito infantil, mi lengua nuevamente saboreaba su pecho pronunciado. Matías mientras tanto se masturbaba intensamente al mismo tiempo que nos observaba hacer el amor, cosa que hasta el día de hoy supongo ese chico jamás había experimentado, lo suyo era solo placer mientras que con mi Domi el asunto era amor secreto; mi niño salvajemente besaba ahora mi pecho, bajando hasta la zona del ombligo, hundiendo su lengua en él y haciéndome estremecer.
Con su manito izquierda cogió la base de mi pija para lentamente expandir sus labios y permitirme penetrar nuevamente su boquita, ¡mierda!, cuan rica sabía esa lengüita, qué bien recorría mi verga y mis testículos; estuvo así un buen rato hasta que Matías decidió integrarse, venía con la pichula tan pero tan parada que parecía iba a estallar, se arrodilló tras mi Domi, una mano en la cadera de mi nene, la otra asiendo su erecto bulto que luchaba por entrar nuevamente en el culito apretado de Domingo, hasta que lentamente lo fue penetrando y de paso arrancándole un par de lágrimas a mi niño, copulando de forma mansa primero para después darle violentas embestidas una y otra vez. Domi no soltaba mi glande, y a pesar de emitir gemidos no paró en ningún momento la felación; así pasaron unos buenos minutos hasta que Matías se puso de pie y aproveché inmediatamente de levantar a mi Domi y colocarlo entre mis piernas, ya no daba más y me faltaba poco para eyacular, y aprovechando que su culito de gacela se encontraba dilatado separé sus duras nalgas, puse mi glande en su anito sin ayuda de mis manos y lo penetré profundamente, como jamás antes, ayudado del peso de su cuerpo sobre el mío.
Era impresionante la energía y vigorosidad de mi Domingo, quien no paraba de brincar y cabalgarme la pichula, la lubricación estaba a full y el sube y baja era exquisito; Matías aprovechándose de la calentura de mi niño le enterró la pija en su boquita, moviéndose al ritmo de nuestra cópula. Matías era tan impúber como mi Domi, aunque un poco más desarrollado, podía verle algunos pelos y poco a poco fui deseando su verga, a tal punto que lo cogí de sus caderas y lo atraje hacia mí, dándole una intensa chupada mientras mi Domi no paraba de brincarme, era una locura todo, mi Domi lamiéndome la oreja izquierda mientras mi verga gozaba de las contracciones de su ano exquisito, y yo con la pija de este crío de 14 años apunto de llenarme de leche la boca. Dejé a un lado el pene de Matías para volver a besar a mi niño, ya iba a acabar, estaba a punto de estallar, cuando Matías puso su pija entre nosotros, y en el intento de besarnos con Domi besábamos a la par el miembro de este chico insaciable, lo chupábamos y lamíamos sus apretadas bolitas lampiñas, Domi aumentaba la cabalgada hasta que no di mas.
– ¡Ooohhhh Domi, oooo bebé, ya no aguanto más, ahí te va, ahí te vaaaa!-
– ¡Ayyyy profe, ohhh profe, profe, mi profe, ahhh, ahhh!
– ¡Domiiiii, Domiiii, Domii, ahhhhh, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh!!!!
Eyaculé profundamente todo su culito rico y apretado, sentí salir de mi verga casi 5 chorros intensos, fruto de una excitación a la que sin duda Matías había contribuido. Domingo había regado todo mi pecho y alcanzó parte de mi rostro y labios, y al ver a Matías a punto de estallar seguimos lamiendo y chupando su pija y huevos, hasta que el muchacho eligió mi boca como clímax de su orgasmo y me lleno de semen en una cantidad impresionante. Tragué toda su verga hasta el fondo, y mientras saboreaba su espesa leche Domingo también quiso algo para sí, cogió el tronco de Matías llevándolo a su boquita y succionó intentando rescatar las gotas restantes de aquel néctar impúber, al mismo tiempo que me dediqué a besar el abdomen del muchacho de 14 años. Domi cayo rendido en mi pecho, lo abrazaba con la respiración aún agitada, Matías terminaba de sobar su miembro en la espalda de mi bebé hermoso, pero al verlo excluido lo atraje hacia mí y lo besé intensamente, era tan hermoso como mi niño, aunque su inocencia parecía haberse perdido desde hace muchos años antes, lo miré con ternura…era realmente muy hermoso, sus labios eran dóciles y suaves y sus ojos de ensueño. Domingo levantó su cabeza, se unió a nuestras cómplices miradas, y los tres nos fundimos en un beso único, atrás habían quedado la rabia, la impotencia, la pena…aún permanecía dentro de mi niño mientras las paredes de su culo masajeaban la cabeza de mi glande, mi pene poco a poco recuperaba su natural flacidez y abandonaba el culito de Domi, y al notarlo Matías rápidamente se arrodillo para lamer el dilatado ano de mi niño, tragando y lamiendo el semen que salía de él, haciendo gemir a mi niño una última vez.
Fui a dejar a ambos chicos a sus casas, nos dirigimos primero a casa de Matías en donde su madre se notaba sumamente preocupada y a la vez molesta. Realmente se nos había ido la noción del tiempo y era tarde, le expliqué el accidente de la práctica y que había encontrado a Matías con problemas de locomoción para devolverse prontamente a casa, y que por lo mismo había ofrecido traerlo personalmente. Se veía una mujer sumamente desconfiada y de mal carácter, dijo que no tenía problemas en que para futuras ocasiones trajera a su hijo al término de las prácticas, pero que antes necesitaba conversar conmigo para contarme algo muy profundo acerca de Matías, a lo cual le dije que apenas pudiera pasaría por su casa. Nos despedimos y finalmente me llevé a Domi a su casa…para variar, su madre no llegaba, lo besé, lo dejé en la puerta y me fui camino al auto, su dulce voz me detuvo:
– ¿No se va a quedar esta vez conmigo hasta que llegue mi madre profe?- dijo con cierto grado de complicidad.
– ¡Mi niño hermoso, claro que lo haré!
Y feliz me devolví, al llegar al umbral lo levanté de sus piernas siempre cerquita de sus nalgas y cerré la puerta. Sus brazos nuevamente rodeaban mi cuello y nuestros labios se encontraban como la primera vez…lo llevé camino a la habitación de su madre, aunque ésta vez sólo seríamos mi niño y yo.
Espero hayan disfrutado el relato, y nos vemos la próxima para contarles de los episodios vividos en Brasil, lugar al cual visitamos junto a nuestro club deportivo, y en donde seguí experimentando placeres infinitos que jamás había soñado vivir.
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