Mi niño Domingo (parte IV)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde aquel episodio en el camarín junto a Matías y Domingo, pocos días pasaron hasta sentir la necesidad de estar nuevamente los tres juntos, follando y explotando nuestros cuerpos al máximo, y si bien amaba a mi Domi, lo cierto es que aquel chico Matías aumentaba nuestra lujuria más allá de lo que nuestros cuerpos podían soportar.
Tal como me lo había pedido, a los pocos días de haber conocido a la madre de Matías me decidí visitarla a fin de hablar las cosas ocultas de su hijo, que tanta preocupación le arrancaban. Estuve un poco menos de una hora siendo interrogado por esta desconfiada madre que preguntaba de todo, si tenía hijos, dónde vivía, que si era casado o no, a lo cual le respondí que era casado, pero nunca llegué a relatarle verdaderamente que mi matrimonio se encontraba definitivamente disuelto desde hace solo un mes. Disipadas muchas de sus dudas, y valiéndome de mi encanto con las mujeres para ganar su confianza, me confesó que Matías, cuando tenía sólo 8 años, había sido abusado sexualmente por un tío paterno de 19 años junto dos amigos más, quienes estando ebrios y aprovechándose de la circunstancia de encontrarse a solas con él lo habrían violado en reiteradas oportunidades, lo que definitivamente habría traído cambios conductuales importantes en la vida de este chico. Ya cuando tenía 11 años fue sorprendido realizando tocaciones a niños más pequeños en su colegio, en otra oportunidad habría sido descubierto practicándole sexo oral a algunos de los alumnos de cursos más grandes, y en una oportunidad cuando tenía 12 años habría sido sorprendido desnudo junto a dos niños de 7 años, sobando sus cuerpecitos mientras intentaba penetrarlos.
Al relatar estos episodios su madre rompió en llanto, me pidió mil disculpas por haber puesto en duda mi calidad humana, pero que definitivamente le costaba mucho confiar en las personas. Que se veía que yo era un buen tipo, honesto y trabajador, y que si tenía mi mujer sería un indicio de que no habría problemas en traer a su hijo a casa después de las prácticas, sumado a que le mentí asquerosamente diciéndole que era padre de un chico de 11 años que vivía con su madre en otra región del país, de la cual me encontraba desde hace años separado. Por otra parte, veía el cariño y respeto que Domingo me tenía, y que para ella era más que suficiente para darme la confianza necesaria con su hijo, y pedirme ayuda y paciencia si notaba algún tipo de conducta extraña en él durante las prácticas, a lo cual le dije que no se preocupara, y que en el viaje a Brasil cuidaría de él al igual que de Domingo. No pude evitar quedar algo pasmado con el pasado de este chico, que sexualmente se encontraba activo desde muy pequeño, sin duda disfrutar de su cuerpo sería en extremo placentero, pero a la vez en extremo peligroso…tendría que tener cuidado.
Finalmente llegó el día en que nuestro club viajaría a Brasil, contábamos con dos buses climatizados, salón cama y muy amplio. En el primer bus íbamos mi Domi y yo mientras que a Matías, por orden de asignación, lo derivaron al segundo bus; y para no levantar ningún tipo de sospechas me fui sentado junto a otro profesor mientras que Domingo viajó al lado de otro de los chicos, el viaje era largo y duraba al menos dos días y dos noches. Cada chico iba vestido con el buzo del club, pero a las pocas horas de viaje y con un calor insoportable cada cual se puso cómodo como mejor pudiese, mi niño se desprendió de sus incómodas prendas para quedar con una playera blanca tipo musculosa sin mangas, unos diminutos shorts verdes que resaltaban como siempre su culo respingado y sus deliciosas piernas largas, y unas sandalias negras, maldita sea, cuántas ganas tenía de manosearlo ahí mismo, no sabía bien cuando podría volver a cogerlo en medio de tanta gente, el riesgo existía, pero a medida que pasaban las horas y el trayecto mi pene parecía iba a estallar. Al llegar la noche, decidí sentarme en los últimos asientos que se encontraban desocupados para darme una buena paja apenas pudiera, pero el cansancio me venció y caí dormido como todos en el bus.
Jamás recordaré qué hora era ni en qué lugar íbamos, sólo recuerdo que me había despertado y tenía a mi Domi sobre mis piernas. Se veía muy hermoso, sus labios rojizos estaban muy cerca de los míos y sus ojitos miel me volvían a sonreír, podía sentir el calor de sus resbaladizas piernas puesto que yo también vestía shorts, y me dejé besar por la boca experta de mi muchacho, que con su lengua tenía el cuidado de recorrer cada centímetro de la mía. A pesar de estar desesperado de placer, le devolví las caricias con la misma ternura que las de él, me tomé todo el tiempo del mundo en recorrerlo con mis manos, levantaba su playera para besar sus tetillas y lamer su pecho, no se la quité sino que decidí dejársela puesta, para después seguir besando su cuello, sus orejas, me encantaba el olor de sus castaños cabellos…” ¡este muchacho me está volviendo realmente loco!” –pensé. Los asientos que se encontraban delante de nosotros iban desocupados, al igual que los del costado; la mayoría del plantel había sido ubicado en el otro bus, de tal manera que quienes éramos parte del plantel restante nos correspondía este bendito bus. Lentamente me fui desprendiendo de mis shorts, y mientras lo besaba le ayudaba a quitarse los suyos totalmente, cogí sus bóxers y los aspiré profundamente como el mejor hachís, su esencia me llegaba a lo más profundo y aumentaba mis pulsaciones al máximo; como era salón cama acomodé el asiento lo más reclinado posible, y con ayuda del lubricante que tenía para masturbarme humecté mi dedo y con suavidad acariciaba su ano, mientras mi niño se empinaba cada vez más y me permitía oler su verguita de 13 años desde muy cerca, ya la tenía al alcance de mi lengua que comenzaba a saborear ese glandecito a medio descubrir, y poquito a poco fui chupándosela con ternura. Lo hacía de la forma más delicada posible, pausada y con sutileza, mis dedos sentían las contracciones de su culito humectado por el lubricante, cálido y apretado, me tomaba mi tiempo para no hacerlo gemir en demasía, sabía que mi Domi puede gimotear como hembra en celo si lo cogía como tantas otras veces.
Besaba su pubis sin vellos, lamía su ombligo y su duro torso, con la otra mano apretaba sus nalgas y las masajeaba, si bien no gemía suspiraba en demasía, su respiración comenzó a agitarse y toda la sangre del cuerpo llegaba hasta mi glande, tomé a mi niño y lo senté en la acolchada butaca que tenía por asiento y me puse enfrente de él con mi verga a la altura de sus rojizos labios; la besaba prolongadamente haciéndola sobresaltar, su lengua recorría la punta de mi cabeza dejando un hilillo de saliva que caía por mi erecto tronco. Como me encontraba sin zapatillas ni calcetín alguno, sentía la suavidad de sus pies que se posaban sobre los míos con sus deditos acariciándome, sus manos recorrían mi torso y mis nalgas hasta aumentar la velocidad de su felación tragándose toda mi pieza una y otra vez; mis manos sobaban sus delgados brazos y sus castaños cabellos que se entrelazaban en mis dedos, sentía que no me quedaba mucho para acabar, era imposible contenerse un segundo siquiera cuando haces el amor con un niño como Domingo.
Detuve la succión de mi bebé, y aprovechando lo reclinado del asiento tipo cama me eché sobre mi niño, ubiqué sus piernas sobre mis hombros y puse mi rígida pichula en su culito, y despacito lo fui penetrando con una facilidad inusual ayudado por el lubricante que había comprado en aquella farmacia el día anterior; la entrada y salida de mi miembro era exquisita, el anito de mi niño se dilataba al entrar y se contraía al salir, su anillo anal me apretaba como no queriendo dejarme abandonar su interior por nada del mundo. La imagen era excitante, yo encima de mi Domi pujando a ritmos suaves mientras él se encontraba rendido en aquel asiento semidesnudo, vistiendo sólo su playera blanca con sus piernas sobre mis hombros, gimiendo muy suavemente y suspirando de forma estremecedora; de paso le chupaba los deditos de sus pies como si fuesen pequeños granos de uvas mientras mi niño sobaba sus tetillas. Sentía cómo lentamente mi pene pedía a gritos estallar de una buena vez.
– Domingo, ohhh Domingo, Domi, Domi, Domi, Domi, Domi…- repetía una y otra vez en voz baja.
– Ahhh, Ahhhhh, Ahhhh, Ahhhhh, profe, mi profe, mi profe.
– Mi Chumita, ohhh mi niño, baja la voz bebé, shhhhht, cómo te amo Domi, me tienes loco.
– Por favor profe, no pare, mire que ya no doy más, no doy más profe, ohhhh, ohhhh.
– No pienso salirme Domi, no pienso parar hasta que acabemos, que rico Domi, ¿te duele mi niño hermoso?- susurré.
– Ahhhh profe, ahhhh, ahhhhh, no profe, siento como electricidad en el cuerpo, dele más duro profe, por favor profe, oohhhh mi profe, oohhh, ohhhhhhhh.
– Mi niño, oohhh Domingo, cómo me alegra haberte encontrado solo aquella tarde que te llevé a mi casa, oohhh mi Domi, oohhh Domi, voy a acabar, voy a acabar, voy a acabar.
– Yo también profe, yo también, ahí va, ahí va, ahí va, ahh, ahhhhh, aaaaaaaahhhhhhhhh!!
– Ohhhhh Chumitaaaaaaaaa!!!!!!!
Tuve que poner una mano en su boca para ahogar el fuerte grito de placer que estuvo a punto de despertar a toda la delegación. Temblaba por completo mientras mi semen fluía y llenaba todo su interior; parecía que mientras más veces hacía el amor con Domingo más aumentaba la cantidad de chorros que le depositaba en su ano o en su boca, iba en el quinto chorro y mi Domi aún orgasmeaba con sus fuertes gimoteos que acababan en la palma de mi mano. Al sentirme derramar mi leche en su culo su clímax se maximizó y explotó sobre su abdomen y pecho, llegando a salpicar también su rostro y mi mano que cubría su boca; limpié con mi lengua aquella dulce leche condensada en cada rincón de su cuerpo en donde se hubiese derramado, y besé a mi niño una y otra vez, agradeciendo tan lindo regalo de su cuerpo que me había brindado una vez más.
Me pidió si podía quedarse a dormir a mi lado pero me negué, no quería levantar ningún tipo de sospecha ni ser objeto de malentendido alguno, y tras permanecer conmigo un buen rato le pedí que regresara a su asiento e intentara dormir un poco, y así lo hizo, no sin antes volver a montarse en mis piernas y regalarme de sus labios el más hermoso de los besos que puede dar un chico de 13 años. Me dormí profundamente, con la linda satisfacción de haber cogido en un bus como tantas veces había fantaseado, aunque en otros tiempos me imaginaba con mujeres, pero lo vivido con mi Domi en esa oportunidad cruzó todos los límites que mi mente podía idear.
Sin embargo, una brusca jugada de Matías pondría en jaque todo el amor que Domingo y yo comenzábamos a cultivar. La más imprevista de las situaciones que jamás había pensado vivir, y que posiblemente mi Domi jamás me podría perdonar.
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