Mi niño novio II
El amor sin posesión y entrega, no es amor.
Por fin iniciábamos la vuelta, esta vez solos mi Jairo y yo, tenía que pensar rápido nos esperaba ese callejón oscuro y no volvería a tener una oportunidad mejor de enamorar a mi pequeño niño. Así que apenas nos alejamos unos metros de la casa de mi amigo, me detuve para abrocharme las zapatillas. ¡Espera! Le dije, dame un minuto, deja fumarme un cigarro. Así nos retiramos para apoyarnos en un árbol en el espacio que quedaba entre éste y un murete de piedra, muy resguardados en la ya resguardada oscuridad. ¿tú me conocías? Le pregunté. Sipo, estás en la escuela, te he visto varias veces, me dijo. Yo también a ti, siempre te miro, eres un niño muy lindo… él se rio nervioso, avergonzado. “No tengas vergüenza, no tiene nada de malo que seas lindo y que otros hombres se den cuenta… y que le gustes” el miraba el suelo, pero de reojo levantaba la vista para mirarme, así que estiré la mano y tomé su carita con cuidado, muy suave. Era el primer contacto con esa piel tan rica, que sentí un escalofrío que me recorría y que hacía explosión en mi pene, que estaba ya durísimo y llegaba a doler de apretado contra la tela de mis jeans.
Jairo estaba muy callado, pero no había amago de rechazo, así que siguiendo con mi plan de seducción, quise pasar a algo más de piel, de contacto, así que con suavidad lo atraje hacia mi y él se dejó, hasta tenerlo pegado a mí, su cabeza quedó a la altura de mi pecho y mi pene henchido sobre su panza (guata decimos por aquí) Lo apretaba fuertemente, pero sin forzarlo. Levanté su cara y me agache hasta besarlo en la frente, se quedó quietito, así que acerque mi boca a sus labios y lo besé tiernamente, él los entreabrió permitiendo que mi lengua sintiera la suya, sintiendo como todo su cuerpecito se estremecía. Yo estaba en la gloria, Jairo estaba entregado y dispuesto a mi amor. Él me abrazaba sin yo pedírselo, tomé una de sus manos y sin oposición la guie a mi pico, la puse sobré el y ejerciendo algo de presión le dije mira como me tienes de tanto que me gustas ¿yo te gusto también? Me respondió solo moviendo la cabeza, así que de un empellón lo levanté quedando frente a frente superando la diferencia de altura, al estar sus pies colgando, intuitivamente cruzó sus piernas a mi cintura, quedando mi pico rozando su penecito que se sentía durito también, puse mis manos en su trasero al tiempo que le decía al oído “me tiene loco tu potito tan rico” el contacto de algunos de mis dedos en el hoyito de su culito sobre la tela de su pantalón hizo que mi niño pegara un respingo, por las cosquillas que se sienten en un culito virgen.
Nos besábamos ya con mucha más soltura, así que en un respiro le dije si quería ser mi novio como un secreto entre nosotros y nuevamente asintió con su cabeza y con una sonrisa picara que iluminaba su carita de niño. ¿Quieres? Insistí y esta vez obtuve un sí desde su vocecita susurrada ¿Me besarías mi pene, mira que me duele donde lo tengo tan apretado? Entre novios es normal hacerlo, rematé. Soltándolo de a poco de mis brazos lo puse de nuevo en el suelo y desatándome los jeans, dejé expuesto ante sus ojos mi pico durísimo que llegó a saltar al verse liberado. Tome sus manitos y las llevé a mi herramienta para que la acariciara e instintivamente la agarró apretándolo con suavidad, lo dejé que lo sintiera un rato. Ahora bésalo, le dije, y con sus manitas rodeando mi pico, acercó su boquita y empezó a chupar, eran más bien besos al principio, pero de a poco empezó a metérselo en la boca, en la medida que podía, llegó hasta la mitad sin hacer arcadas, sentía muy rico y se lo hice saber “Así mi amor, es todo tuyo, se siente muy rico ¿a ti te gusta?” Con la boca llena por la mitad de mi tronco, levantó la vista ofreciéndome un espectáculo maravilloso al ver sus ojos muy abiertos y lagrimeando y mi pico ensartado entre sus labios rojos y sus mejillas hundidas por la succión que hacia su boca, así haciéndome una señal con su cabeza de que sí le gustaba. Ante ese espectáculo tuve que contenerme para no acabar y llenarle de leche toda su garganta.
Lo separé un rato de su golosina, lo levante besando esa boca llena de mi presemen, que sabía mucho más rica que hace unos minutos y que esta vez habría completa haciendo que nuestro beso fuera completo, como de dos viejos amantes donde mi lengua exploraba toda su cavidad bucal y la suya la mía.
Le dije que me dejara disfrutar un poco de ese culito que me traía loco desde hace unas semanas, solito se giró dándome la espalda, quedó quietecito afirmándose del árbol, me puse en cuclillas y parsimoniosamente le fui bajando sus pantalones, dejando expuesto cuadro a cuadro sus inmaculadas nalgas pequeñas, redondas, blancas y suaves y entre medio esa rajita que conduce al más delicioso agujero, fui bajando de a poco, con mis narices oliendo su aroma infantil y de a poco acercando la lengua para además saborear su culito, cuando terminé de bajarle los pantalones, por supuesto con calzoncillitos y todo, con mis manos abrí sus nalgas y metí mi boca entre ellas, con la lengua alcancé el orificio de su culo y lo empecé a lamer, despacio primero y luego con locura hasta levantar su ligero cuerpo con mi cabeza entre sus piernitas, abriéndolas completamente. Mi niño novio solo gemía ante esa invasión a la que solo le faltaba lo que todo hombre desea, depositar adentro su pico y preñar con toda la leche los intestinos estrechos de un niño.
No me podía aguantar, dejando ese delicioso bocado me acerque un poco para susurrarle “amor ¿me vas a dejar que meta mi pico en tu culito?” Me da susto, me dijo, el Antonio me dijo que dolía mucho. No me dijo que no, eso significa que sí lo traté de calmar con lo que todos argumentamos, agregando que lo hacía porque lo quería mucho y que si él me quería debía entregarme su culito. Lo giré y lo puse frente a mi, mirada con mirada, dime que sí le supliqué. Sí me dijo, te entrego mi culito, pero que no me duela tanto. Solo un poquito, mi amor, le dije.
Le bajé los pantaloncitos hasta sacárselos, quería que pudiera abrir completa las piernas si se necesitaba, y con la morbosa idea de que no arrancara si el dolor era mucho.
Me lubriqué el pico con un pote de crema lechuga que siempre ando trayendo, también embadurné su hoyito por dentro y por fuera, cuando le metí los dedos se le arrancó un gritito de dolor, los dejé quietos un rato para que se acostumbrara, luego los moví en círculos para masajear su próstata y que sintiera gustito lo que dio efecto ya que se calmó y gimió con unos suspiros que terminaron de enamorarme por completo de ese niño que tenía a mi completa disposición. Ya lubricado y un poco más dilatado coloqué la cabeza de mi pico en su entrada y le dije, ya mi amor, vas a ser mío, siente como ya estoy en la entrada. Presioné de forma intermitente, pero constante, muchas veces, como besando el culito con mi pico, cada vez hacía un poco más de presión, sin traspasar el anillo, pero sintiendo como se empezaba iba dilatando. Lo sentí llorar despacio, así que lo tranquilicé con besos en su nuca. Seguí con algo más de ímpetu hasta que traspasé el esfínter por primera vez, donde esta vez sí soltó un grito que ahogué de inmediato cubriendo su boca con mi mano. Me que quedé quieto hasta que se calmó, avanzando un poco y de nuevo deteniéndome y de nuevo avanzando, sentía como su cavidad me apretaba el pico y como éste se deslizaba milímetro a milímetro y luego centímetro a centímetro. Él ya no lloraba, pero su cuerpito temblaba entero y a pesar de estar rendido su culo y completamente entregado, sentía las contracciones que hacía contra mi pico sus paredes intestinales. Era la gloria, él era mío, yo su amo y la demostración fue cuando estuvo entero mi pico adentro, Lo abrazaba y sentía en su panza la punta de la herramienta que lo tenía ensartado, lo besé completo cuando empecé a bombear mientras mi niño pataleaba y aleteaba al sentirse poseído. Ya no me controlaba y lo penetraba con toda mi fuerza, sin resistencia alguna de su parte, sintiendo el golpeteo de mi ingle y testículos contar sus nalguitas, hasta que me vine completamente adentro. Ahora era mi pico el que convulsionaba botando los chorros de moco hasta lo más adentro de su cuerpito frágil.
Me quedé quieto unos segundos, extendiendo el gozo del dominio lo más que pude, despacio lo fui sacando de su culo hasta dejarlo vacío, donde se vino entre semen, algo de sangre y caquita, que limpié con todo el amor que le tenía, le puse de nuevo sus pantalones, le arreglé el resto de la ropa y hasta ordené su pelo, estando de frente nos miramos, te amo le dije y lo abracé fuertemente. El también me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente; lo mantuve así un rato hasta que se calmó, lo besé tiernamente y le dije “nos vamos, ya se hizo tarde y tus papas deben estar preocupados” caminamos hacia el pueblo, al principio le tenía que sostener ya que sus piernas no le obedecían pero luego se afianzó y pudo caminar solito.
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