MI NOVIECITO; 11 AÑOS Y YO; 25
Al cabo de unos instantes, le ofrecí el culo para que lo penetrase. Fue genial ¡Cómo me cogió aquel chico! ¡Qué locura! Inclusive acabó dentro de mi culo. .
Hola a todos nuevamente. En mis relatos anteriores, todos ellos ciento por ciento reales, he hecho públicas mis experiencias sexuales con personas mayores, siendo yo un niño, pero en esta ocasión, los voy a hacer partícipes de algo que me ocurrió, cuando yo ya contaba con 25 años de edad.
A medida que fui creciendo, ya no me resultaba tan fácil satisfacer mis necesidades sexuales, tal y como cuando era más chico (eso es algo que aún hoy en día añoro).
Hay una imagen muy particular, que yo trato de describir con palabras, para que los lectores comprendan cabalmente, lo fácil, lo absolutamente fácil que resultaba tener sexo conmigo, por aquellos años.
Tendría yo unos 10 años y estábamos, en una de las tantas esquinas del barrio, un grupo de 5 chicos, todos más o menos de mi misma edad; 2 de ellos sentados en el suelo y otros 3 de pie (yo, entre estos últimos), cuando, en un determinado momento, uno de los chicos que estaba sentado, estira su mano para tocar mi super culo; yo, muy lejos de molestarme o incomodarme de alguna manera, le facilito la tarea ¿Cómo? Estiro mi diminuto, ajustado y cavado pantaloncito corto, en la parte de mi muslo, para que el chico pueda introducir su mano y dar con mis “carnosos cachetes desnudos”.
A todo esto, la conversación continúa, como si ello fuera lo más natural y normal, o sea que, si bien el resto de los chicos repara en esa acción, todos la dan por sentada, es decir que la charla continúa por sus carriles normales, con la única diferencia que, uno de los chicos me manosea el culo y mientras lo hace, el chico que está parado a mi lado, también mete su mano por debajo de mi pantaloncito, para también toquetearme ¿Cómo concluye aquello? La mayoría de las veces “cada uno por su lado” y, en ocasiones, alguno de los chicos (o más de uno) me llevaba a algún lugar, más o menos reservado, para cogerme.
Retomando el hilo del relato, a mis 25 años yo ya vivía solo, porque quería explotar mi condición de gay “ultra-super-hiper” pasivo, pero sin afectar a mi entorno familiar. Tenía mi actividad laboral y también estaba culminado una “tecnicatura terciaria”, porque el horario me lo permitía. Me había podido comprar un auto, usado, pero en muy buen estado y por suerte no tenía que pagar alquiler, porque un amigo me había cedido su casa, con tal que la mantenga, que pague los servicios, etc., así que mi vida proseguía sin mayores sobresaltos y mi actividad sexual giraba alrededor de circunstanciales hombres, que conseguía por ahí, para satisfacerme.
Detrás de mi casa, vivía una familia muy promiscua; una madre con 3 hijos (el mayor, con un padre diferente al de los dos menores), quienes, por razones que desconocía, se separaron de la mujer. Ella trabajaba todo el día para mantenerlos y por supuesto, tanto el orden, como la limpieza y todo lo concerniente a un grupo familiar bien constituido, “brillaba por su ausencia”.
Uno de esos chicos, Nicolás (tal su nombre), tenía por aquel entonces unos 11 años de edad y solía jugar a la pelota en el patio de su casa, pero cada tanto, el balón caía en mi patio trasero y el buen chico, a los gritos, me pedía que se la devolviera por sobre el paredón que dividía ambas propiedades.
Yo llevaba solo unos pocos meses viviendo allí, pero ya me había acostumbrado a los gritos y peleas constantes entre madre e hijos y hermanos entre sí, quienes literalmente solían “decirse de todo”.
Una tarde, aquel chico, Nicolás, como de costumbre, había tirado la pelota hacia el patio de mi casa y comenzó a gritar, para que se la devolviera.
“Da la vuelta y vení por adelante. Así te doy la pelota” – Le dije, algo molesto ya.
A los pocos segundos, el chico estaba llamando a la puerta, así que lo hice pasa y lo acompañé hacia el patio trasero de mi casa, a donde había caído su pelota.
Yo vestía un diminuto, ajustado y muy cavado pantaloncito corto, que, obviamente, no podía contener en su totalidad a mi precioso culo (a todo esto, mi super culo seguía siendo “un poema”) y, como tampoco podía ser de otra manera, Nicolás, rápidamente reparó en aquel “pedazo de culo”, acompañando con su mirada, todo el trayecto hacia el patio trasero y luego hacia la salida.
“¿Me da un poco de agua?” – Dijo Nicolás.
“¡Sí! ¡Pasá!” – Exclamé, abriendo la puerta y permitiéndole el paso.
Ya dentro de la casa, fui hasta la heladera, para ofrecerle un vaso de agua fresca, el cual se tomó casi de un sorbo.
“¡Qué tranquilidad hay acá!” – Dijo el chico y agregó:
-“En mi casa siempre hay gritos, peleas… A veces ni la televisión puedo mirar”.
Esta última frase, caló muy hondo en mí y haciéndome eco de aquello y con el solo objetivo de ayudar a aquel chico, aunque más no fuera, a que tuviera un momento de paz, de tranquilidad y de relax, entre tanto alboroto, le dije:
-“Mirá. Yo estoy siempre a esta hora en casa, así que si querés, podés venir a mirar televisión acá, mientras yo estudio o hago algunas cosas”.
El chico sonrió y se fue con la pelota, no sin antes darle una última mirada a mi “parte trasera”.
Al día siguiente (yo en realidad estaba tan absorto en mis tareas, que no reparé en lo que había sucedía el día anterior), golpean a mi puerta y era Nicolás, mi vecinito.
“Hola vecino ¿Puedo entrar a mirar televisión?” – Preguntó:
“¡Sí! ¡Pasá! ¡Sentate en el sillón y poné el canal de quieras!” – Le respondí y agregué:
“Yo voy a estar ocupado, porque tengo mucho para estudiar.”
El chico se sentó en el sillón del living, encendió la televisión, comenzó a buscar en los diversos canales y yo enseguida me acordé que había adquirido un pack de “canales condicionados”, para mirar videos, películas y films “porno gay”, así que inmediatamente, bloqueé esos canales y le di de nuevo el control remoto.
A partir de ese día, casi todas las tardes, venía Nicolás a mi casa para mirar televisión, hasta que un día, la madre vino hasta mi casa, justo cuando su hijo estaba adentro y me preguntó qué hacía el chico.
“Solo mira televisión, Señora, no me molesta para nada. Es un chico muy educado” – Le dije a la mujer, emulando aquella frase que Carlos, le había dicho a mi madre, “allá lejos y hacía tiempo”, para que me dejase ir hasta su casa.
“¡Bueno Vecino! ¡Está bien! Pero si lo molesta, me lo manda derechito a casa” – Me dijo la madre y luego de intercambiar un par de sonrisas, se alejó.
Ya con el visto bueno de su madre, Nicolás solía pasar tardes enteras en mi casa y, si mi actividad lo permitía, hasta merendábamos juntos e incluso, conversábamos acerca de las cosas del barrio y de la escuela, aunque siempre, el chico aprovechaba toda ocasión, para fijar la vista en mi maravilloso culo.
Una tarde, yo estaba haciendo algunos arreglos en la cocina de la casa, vestido, como de costumbre, con otro de mis tantos diminutos, ajustados y exageradamente cavados, pantaloncitos cortos y, con mi movimiento constante, el pantaloncito se metió por completo dentro de mi profunda zanja, quedando casi al descubierto por completo, mi tremendo culo.
Tan alucinante habría resultado aquello, que Nicolás ya directamente dejó de mirar la televisión, para seguirme con la mirada, hacia donde iba y cuando yo lo sorprendía mirándome el culo, intercambiábamos una sonrisa cómplice y una mirada picaresca y socarrona. Era más que evidente que, a todas luces, mi súper culo había concitado la atención de aquel chico.
Al día siguiente y a propósito, para observar cual sería su reacción, me vestí con un pantalón largo y muy holgado, el cual no mostraba absolutamente nada, algo que rápidamente molestó de mi vecinito, al punto tal que, luego de un rato, exclamó a modo de pregunta:
-“¿No se va a poner el pantaloncito que tenía puesto ayer?”
“¿Te gusta ese pantaloncito?” – Le pregunté, haciéndome el que no intuía el porqué de aquel pedido e inmediatamente agregué:
-“¿O te gusta mirarme el culo?”
Sin esperar una respuesta, fui hasta mi dormitorio y volví, a los pocos segundos, con aquel pantaloncito que dejaba casi al descubierto, por completo, mi fenomenal culo.
“¡Acá está el pantaloncito que tanto te gusta! ¡Miralo y tocalo también!” – Exclamé poniendo el culo casi en la cara del chico e inmediatamente comenzó a toquetear eso que tanto le había llamado la atención; mientras lo hacía, yo le acaricié el cabello y sonreí picaresca y socarronamente, como asintiendo que ya contaba con mi permiso para tocar y manosear.
“¡Bueno! ¡Ya te diste el gusto de mirar y de tocar! ¡Ahora sigo con lo mío!” – Exclamé, aunque, en realidad, tenía muchas ganas de que continuara encargándose de mi culo.
A día siguiente, Nicolás ya vino dispuesto a seguir en esa tesitura y yo no lo iría a defraudar, así que ni bien ingresó a mi casa, le di el culo para unos breves toquecitos, pero lo mejor estaría aún por llegar, porque antes, yo había desbloqueado los “canales televisivos condicionados”, puse uno de ellos, justo para ser visto al encender el televisor y salí del living, para observar la reacción de mi vecinito.
Apenas el chico encendió el televisor, apareció en escena una pareja de jovencitos, cogiendo a más no poder y su reacción fue una mezcla de sorpresa, asombro y excitación. A todo eso, yo lo observaba sin que él se diera cuenta de ello y rápidamente, noté como llevó la mano a su entrepierna, para tocarse.
Hice algo de ruido como para que notase que regresaba al living e inmediatamente, Nicolás cambió de canal, aunque en su cara se notaba aún un estado de “calentura”.
Yo me puse a hacer unos arreglos en la cocino, debajo de la mesada (con el culo al aire) y al cabo de un instante, empecé a sentir las manos de mi vecinito, hurgando en mis “carnosos cachetes” y si bien ello ya no tenía nada de extraño, sí lo fue lo que siguió a continuación, ya que se arrodilló detrás de mí y apoyándome su entrepierna, comenzó a hacer el típico movimiento pélvico.
Si yo me excitaba tan sólo con ver a Nicolás cómo observaba mi culo, esto superaba todo, así que lo dejé hacer y me dediqué a disfrutar.
“¡Te quiero coger!” – Exclamó mi vecinito.
“¡Dale! ¡Vení! ¡Vamos a mi cama!” – Le respondí ya preso de una calentura que volaba.
Fuimos hasta mi habitación y después de desnudarnos por completo, nos recostamos sobre mi cama y el chico enseguida quiso apoderarse de mi súper culo.
“¡Esperá!” – Le dije y agregué:
“Primero te tengo que chupar la pija. Así se hace esto”.
Dicho y hecho, comencé a chupar esa deliciosa verga del chico pre-adolescente (que, entre paréntesis, la tenía más grande que yo). No lo podía creer; pensar que yo, a los 8 años de edad, ya había sido cogido por un hombre de 30 y ahora se estaba dando a la inversa; un chico de 11 me estaba por coger a mí, que ya contaba con 25.
Con total y absoluta desesperación le besé, lamí, chupé y comí toda su pija y sus huevos, una y otra vez, hasta que lo abracé fuertemente y comencé a refregar mi cuerpo contra el suyo.
A mi pulcritud, limpieza profunda y mi cuerpo encremado y perfumando, se contraponía la piel de Nicolás; sucia y maloliente, pero por demás excitante.
Sin preguntarle nada al respecto, empecé a besarlo en la boca y para mi grata sorpresa, no obtuve resistencia alguna.
El cuadro no podía ser más alucinante y yo que suponía no tendría con quien coger en mi nuevo barrio; había conseguido a un vecino de 11 años, viviendo detrás de mi casa, paredón mediante.
Al cabo de unos instantes, le ofrecí el culo para que lo penetrase. Fue genial ¡Cómo me cogió aquel chico! ¡Qué locura! Inclusive acabó dentro de mi culo. Yo estaba en una nube, no daba más de excitación, de calentura.
“¿Ya habías cogido antes?” – Le pregunté a Nicolás.
“¡No! ¡Es la primera vez!” – Me respondió.
“¿Con una chica tampoco?” – Volví a preguntar.
“¡No! ¡Nunca estuve con una chica!” – Respondió nuevamente.
“Genial” Pensé yo para mis adentros; sigo siendo primerizo en todo. Qué bueno lo mío.
Esa noche dormí envolviéndome en las sábanas, ya que habían quedado impregnadas de ese olor a sucio que me excitaba y vaya si me excitaba.
A partir de aquella vez, Nicolás, mi vecino de 11 años, empezó a cogerme casi a diario e inclusive, se quedó a dormir conmigo todo un fin de semana, pero eso será materia de algún otro relato.
Besos a todos. Voten y comenten, por favor.
Soy marcoscomodoro y pueden contactarse conmigo a: [email protected]
Qué buena oportunidad del chico, la de conocer el sexo con un culo como el tuyo.
Muy bueno. Quizá mejorar las descripciones físicas.
gran relato como sigue