MI NOVIECITO; 11 AÑOS Y YO; 25 (CUARTA PARTE)
“¡Fuerte amor! ¡Más fuerte! ¡Que se mueva el auto! ¡Que noten desde afuera que estamos cogiendo!” – Grité y mi novio me cogió tal y como yo quería, deseaba, anhelaba, hasta que volví a sentir el corro de leche caliente adentro de mi culo..
Hola todos.
Tal vez les resulten algo aburridas mis introducciones, pero creo que son muy útiles, sobre todo para diferenciar todo aquello que sea “relato ficticio, una fantasía no consumada, un deseo oculto, etc.”, con mis experiencias de vida, todas ciento por ciento reales y sucedidas tal cual las hago públicas.
La verdad es que, desde que Casandra, aquel travesti que no sólo me bautizó con el nombre de Wanda (cuando yo apenas contaba con 16 años), sino que, además, me enseñó todo acerca del “mundo de las mujeres” (fue la primera persona a la oí hablar del género “Andrógino”, ya que ella me definió a mí, de esa manera), comencé a sentir una profunda atracción hacia el lado femenino de mi cuerpo.
No me sentía mujer, pero sí me veía como toda una fémina cuando me vestía como tal y además me excitaba muchísimo. Muchas veces, teniendo el mismo sexo tanto como Marcos y como Wanda, de ésta última me quedaba mucho más satisfecha, mucho más realizada y gozaba muchísimo más y como nunca tuve ningún tipo de prejuicios al respeto, simplemente me dejé llevar por todo aquello que me resultaba total y absolutamente placentero.
Dicho esto, continúo con la cuarta parte de “mi noviazgo con Nicolás y aquel maravilloso fin de semana”.
Después de todo el sexo que mantuvimos viernes y sábado por la mañana inclusive, yo estaba dispuesta a seguir disfrutando al máximo de esa situación y así se lo hice saber a Nico.
“Amor ¿Tenés algo que quieras hacer o me dejás a mí que yo lo decida?” – Pregunté.
Nicolás solamente se encogió de hombros, gesto que interpreté como “¡Sí! ¡Decidilo vos!”.
“¡Bien!” – Pensé para mis adentros y le dije:
“Tengo que hacer unas compras ¿Querés venir conmigo amor?”
“¡Si Wanda! ¡Vamos!” – Respondió y yo volví a exclamar para mis adentros “¡Bien! ¡Me dijo Wanda y no Marcos! ¡Arrancamos bien el día!”
Tenía que ir al Súper, para aprovisionarme bastante, así no tendríamos que volver a salir y tendríamos más tiempo para estar en casa ¿Para qué? ¡Obvio! ¡Para coger, coger y no parar de coger! ¿Para qué otra cosa?
Me quité el delantal que llevaba puesto desde la mañana, quedándome total y completamente desnuda (Nico no me sacaba la vista de encima), así que fui hasta mi cuarto para cambiarme y mi noviecito, me siguió de atrás (él también estaba desnudo).
“¿Te vas a poner una bombacha?” – Preguntó mientras yo revolvía el cajón de la cómoda.
“¡Obvio! ¿Qué otra cosa me voy a poner? ¿No soy mujer acaso?” – Respondí, mientras me calzaba una preciosa bombacha de encaje, sumamente sensual y excitante, para luego ponerme el jean y una camisola que, si bien era unisex, se asemejaba mucho más a una prenda femenina.
A todo esto, Nicolás se había ya vestido rápidamente, porque para él era mucho más fácil (la misma ropa de siempre).
Me di una última mirada al espejo y la verdad, me vi muy pero muy linda y sensual, así que salimos de casa, nos subimos a mi auto y emprendimos rumbo al Súper.
Mientras conducía, empecé a tocarle la entrepierna a Nico, por encima del pantalón y rápidamente ello surgió efecto, porque su bulto comenzó a crecer.
“¡Tenés una pija grande para tu edad!” – Le dije y agregué:
“Las chicas van a quedar más que satisfechas con vos” – Y finalicé diciendo:
“¡Ya me estoy poniendo celosa!”
Nico solamente sonreía (creo que la situación lo tenía un poco incómodo, ya que una cosa eran las relaciones sexuales en mi casa, con toda la reserva del caso y otra, muy distinta, era que “hiciésemos algunas cositas por ahí y en lugares públicos”).
Ya en el Súper, nos dedicamos pura y exclusivamente a hacer las compras, aunque a la menor de las oportunidades, o yo le tocaba la pija o hacía que él me tocara el culo, además de decirle al oído “¡Amor! ¡Si la gente supiera que somos novios y que yo llevo bombacha debajo del jean!”.
Otra más; me incliné hacia adelante, en una góndola, para agarrar un par de latas de atún en conserva y, como tenía los botones de la blusa desprendidos, Nicolás aprovechó para mirar las tetitas.
“¡Degenerado! – Estás mirándome las tetas” – Le dije, provocando una carcajada en mi novio.
De vuelta a casa (la ida al Súper había resultado sumamente excitante) y después de guardar las compras, le dije a Nico:
– “¡Amor! Voy a ponerme más cómoda. Ya vengo”.
Fui hasta mi cuarto y me puse una calza, bien ajustada y semi traslúcida, en la parte superior, un hermoso top, que solamente me cubría las tetas.
Al volver al living ¡Oh Sorpresa! Nicolás se había quitado todas sus ropas, quedando completamente desnudo. Nuevamente, el cuadro no podía ser más excitante y “se respiraba sexo en el ambiente”.
“¡Amor! Hoy está muy lindo el día. A la tarde, vamos a ir un rato a la playa ¿Querés?” – Le pregunté mientras me sentaba a su lado, en el sillón del living y le agarraba la pija.
“¡Sí Amor! ¡Vamos! ¡Qué lindo!” – Respondió Nicolás, mientras me tocaba el culo por encima de la calza.
Si bien, mi intención, en un principio, era ponerme inmediatamente a preparar el almuerzo, no pude contener mis fervientes deseos sexuales y rápidamente empecé a abrazar y a besar en la boca a mi novio, el que, ni lerdo ni perezoso, comenzó a manosearme furiosamente el culo y las tetas.
“¡Te quiero chupar las tetas!” – Exclamó Nico.
“¡Hay amor! ¡Te quedaste con hambre! ¡Sí! ¡Chupame las tetas! ¡Tomá toda la leche!” – Respondí, bajándome el top y poniendo mis pezones (ya duros) en su boca.
“¡Cómo me calienta darte las tetas!” – Grité, mientras noté que su pija ya estaba a punto de estallar:
“¡Cogeme amor! ¡Metémela toda! ¡No desperdicies tu lechita!” – Volví a gritar e inmediatamente me bajé la calza (no llevaba bombacha debajo); monté sobre su verga y una vez bien adentro de mi culo, comencé a cabalgar, con la intención de que, la cabalgata fuese duradera, pero mi lindo noviecito también estaba super excitado, así que acabó, llenándome el culo con su rica leche.
“¡Si no me embarazo este fin de semana, no me embarazo más!” – Pensé para mis adentros.
Después de la cogida matinal y esta última “garchada”, almorzamos ligeramente (no preparé nada especial, jajaja) y luego de descansar un rato, nos preparamos para ir a la playa; ¡Bah! En realidad, me preparé yo, porque Nicolás andaba siempre con la misma ropa.
Me puse una bikini colaless, muy bonita; un jean corto, súper ajustado y cavado y una blusa, la que desabroché por completo y le hice un nudo, a modo de top. Me di una última mirada en el espejo y, como siempre, me vi muy pero muy bonita.
Tomé mi mochila (llevaba algo más de ropa y también algunas cositas para comer), nos subimos al auto y tomamos rumbo a la playa.
Hacia la zona sur de la cuidad de Comodoro Rivadavia (Chubut – Argentina), hay unas playas muy pintorescas y de un paisaje que nada tiene que envidiar a otros lugares, salvo porque el clima, por estas latitudes, no es muy benévolo; sobre todo, hay una playa conocida con el nombre de “Las Cuevas”, porque se trata de una zona en la que el mar socavó las paredes del acantilado, formando verdaderas “cavernas”, que quedan al descubierto con la bajamar.
Allí fuimos pues, con mi jovencísimo novio y con el fin de pasar un lindo y distendido momento, sobre todo teniendo en cuenta que, si bien el clima era favorable, el estar fuera ya de la temporada, hacía que aquella playa, a priori, estuviese prácticamente “sin gente” y, por suerte para nosotros, fue así, precisamente.
Una vez en la playa y luego de cerciorarme de que “no había moros en la costa” (estábamos solos Nicolás y yo), puse mi jean y mi camisola en la mochila, quedándome solo con mi bikini colaless y empezamos a caminar sobre la arena, tomados de la mano; yo me sentía tan feliz, tan realizada; cada, ciertos pasos, nos deteníamos para abrazarnos y besarnos en la boca.
Allí estábamos, mi hermosísimo noviecito de 11 años y yo, Wanda y su tremendo culo al aire ¡Qué podría ser mejor! A priori nada, sin embargo, yo tenía en mente algo más.
Después de esa preciosa y por demás excitante caminata, llegamos hasta una de “las cuevas” e ingresamos a su interior; en el lugar se podía escuchar “el eco” hasta de nuestros pasos.
“¿Qué harán las parejas acá adentro, amor?” – Le pregunté a Nico.
“¡Coger!” – Exclamó.
“¿Y qué tendríamos que hacer nosotros, entonces?” – Volví a preguntar, ya sabiendo la respuesta.
“¡También coger!” – Volvió a decir.
Una vez en el fondo de la cueva, me puse contra la pared de roca, le bajé la malla a Nicolás, me arrodillé y empecé a chupar esa deliciosa pija; la chupé una, otra y otra vez y cuando ya no podía conmigo misma, de tanta excitación, de tanta calentura, me di vuelta, corrí la tirita de mi colaless y grité.
“¡Cogeme amor! ¡Cogeme toda! ¡Cogeme! ¡Cogeme!
El eco del lugar hacía que ese “cogeme, resonara fuertemente, haciendo que la excitación propia de la cogida, se eleve hacia niveles superiores.
“¡Se amor! ¡Te cojo! ¡Te cojo todo ese culo hermoso que tenés!” – Gritó también Nico.
Tanto nuestros gritos, como nuestros jadeos y gemidos, sumados al fuerte golpetear de la pelvis de mi novio, sobre mi culo, ante cada furiosa embestida, también resonaban fuertemente en la cueva.
¿Podría haber algo tan maravillosamente excitante, más alucinante, más sublime que una verdadera yegua en celo, como yo, con una adicción al sexo que ni yo misma podía controlar, cogiendo a más no poder con un chico de 11 años, a quien había hecho mi novio y a quien tendría para disfrutarlo todo un fin de semana?
Creo que ni en mis mejores sueños sexuales, me hubiera imaginado el poder vivir aquella experiencia y me vuelvo a felicitar a mí misma, una y otra vez, por nunca haber tenido ningún tipo de prejuicios, ni de límites, a la hora de buscar mi satisfacción sexual plena.
Aquella tarde fue, a todas luces, algo muy difícil de describir con palabras, pero como todo lo bueno, también tuvo su final, así que volvimos a casa; yo a darme una ligera ducha y Nicolás, bueno, él no era muy afectuoso a la higiene personal, por eso, creo, que me gustaba y excitaba tanto.
Había sido esta última, la tercera cogida de ese sábado y si bien podríamos habernos ya quedado plenamente satisfechos, no estaba ello entre mis planes, así que, luego de cenar, le dije a mi amor:
“¡Vamos a dar una vuelta en el auto! ¡Te voy a llevar a otro lugar que te va a gustar mucho!”
Subimos nuevamente al auto y luego de un breve paseo, puse rumbo hacia una zona súper, híper y ultra conocida por mí; nada más y nada menos que “Villa Cariño”; un sitio retirado de la zona céntrica, al cual las parejas suelen ir en sus vehículos ¿Para qué? (No voy a responder. Es demasiado obvio).
“¡Listo amor! ¡Acá es! ¡Villa Cariño!” – Dije mientras sonreía picara y socarronamente, y agregué:
“Algún día, cuando tengas auto, vas a venir acá y seguro que te vas a acordar de mí, por haber sido ya la primera en traerte acá” – Y finalicé diciendo en tono de pregunta:
-“¿Qué te imaginás que hacen las parejas acá, dentro de los autos?”
“¡Coger!” – Exclamó simplemente mi novio, pero antes de continuar, agregó:
-“¿Pero nadie nos puede ver desde afuera? ¿Y si viene la Policía?”
“¡No amor! ¡Nadie nos ve desde afuera, porque los vidrios del auto son oscuros ¿No te diste cuenta? No se puede ver nada desde afuera hacia adentro y ¿La Policía? ¡Jajaja! Es probable que estén cogiendo en alguno de tantos autos” – Le respondí a sus dudas y agregué:
“¡Sentémos atrás amor” (el asiento trasero).
Primero nos abrazamos y empezamos a besarnos y si bien nadie podía ver absolutamente nada adentro del resto de los vehículos que estaban en el lugar, creo, sin temor a equivocarme que, el 99 por ciento, serían parejas convencionales (hombre/mujer) y un 1 por ciento, podría ser alguna pareja gay o lesbiana o tal vez, un hombre con un travesti, pero otra “yegua en celo andrógina”, como yo, con un hermoso pendejito de 11 años, dispuestos “a cogerse todo”, es casi improbable que haya habido.
“¡Ayudame a desvestirme amor! ¡Ayudame con el jean!” – Le dije, porque mi pantalón me calzaba tan, pero tan justo que no me podía sacar yo, sin ayuda, así que, una vez fuera el jean, grata fue la sorpresa de Nico, al ver una tanga, toda calada, preciosa.
“¿Te gusta amor? ¡Es nueva! ¡La estoy estrenando para vos!” – Le dije y antes de esperar su respuesta, me quité la blusa, quedándome con un precioso corpiño, muy sensual.
“Yo, abajo amor, a las mujeres nos gusta empezar abajo” – Volví a decir mientras me recostaba, sobre el asiento trasero, solamente con mi tanga y el corpiño.
El chico se subió encima de mí y lo que aconteció inmediatamente, fue una sucesión de besos, abrazos, toqueteos.
“¡Te amo, mi amor, te amo tanto!” ¿Vos me amás?” – Susurré en su oído.
“¡Sí, mi Wanda, yo te amo, te amo muchísimo!” – Exclamó suavemente.
“¡Desabrochame el corpiño, amor! ¡Así me chupas las tetas!” – No terminé de decirlo y mi noviecito ya se había prendido a mis pezones “cual ternero”.
Yo no podía más de calentura; no cabía en mí de tanta lujuria, de pasión desenfrenada; juro que inclusive hasta hubiese deseado que se abrieran las puertas del auto, para que todo el mundo me viese, allí, tendida en el asiento, total y absolutamente entregada.
Después que mis tetas quedaron hasta marcadas, de los chupones que les dio Nico, me llegó el turno a mí, para llevarme algo a la boca, así que agarré la pija y empecé a tocarla, a acariciarle suavemente, a besarla, hasta que, presa de mi inmensa calentura, comencé a chuparla como realmente se debe hacer.
“¡Hay! ¡Qué puta soy! ¡Y me encanta ser puta! – Exclamé y ya subiendo el volumen de mi voz y agregué.
-¡Hay amor! ¡No doy más! ¡Cogeme! ¡Meteme la pija en el culo! ¡Cogeme toda otra vez!”
En un rápido movimiento, me puse “en cuatro patas” sobre el asiento del auto y corrí la tirita de mi tanga. (Como se habrán dado cuenta, me fascina que me cojan con las bombachas puestas).
Nico se ubicó detrás de mi y merced a mi agujero ya abierto, lubricado y hambriento a más no poder, me penetró de una, muy fácilmente y comenzó a cogerme, a cogerme como realmente a mí me gustaba que lo hiciera.
“¡Fuerte amor! ¡Más fuerte! ¡Que se mueva el auto! ¡Que noten desde afuera que estamos cogiendo!” – Grité y mi novio me cogió tal y como yo quería, deseaba, anhelaba, hasta que volví a sentir el corro de leche caliente adentro de mi culo.
Nicolas sacó su pija, ya fláccida y yo quedé allí, en cuatro patas, con la respiración entre cortada y sintiendo como las gotas de semen chorreaban por mis muslos. Me pasé la mano por el culo y por las piernas, porque no estaba dispuesta a desperdiciar ese néctar, así que mientras chupaba mis dedos, empecé a acomodarme la ropa; volví a colocarme el corpiño, la blusa y el jean (la prenda que más trabajo me llevó).
Ya nuevamente en casa, llegó la hora de acostarnos y dormir, porque nuestra jornada había sido más que ajetreada ¿Dormir? Ni por asomo. Nico se acostó sin bañarse o mejor dicho, sin siquiera asearse; yo, en cambio, luego de la ducha, me encremé todo el cuerpo, peiné mi largo cabello rubio, ondulado, me puse la bombacha y el camisolín y me acosté a lado de mi lindo, sucio, maloliente y desnudo noviecito.
Nico me abrazó y me besó con una dulzura y una ternura tal, que me estremeció por completo y más aún cuando me dijo:
“¡Te amo, Wanda! ¡Te amo muchísimo! ¡Viviría con vos, acá!”
Yo me derretí de amor y todavía faltaba todo el domingo y parte del lunes, pero ello será motivo de otro, tal vez la última parte de toda esta hermosa y alucinante experiencia, que viví, en aquella ocasión, con mi jovencísimo noviecito.
Besos a todos y, como siempre, les piso de comenten y vote, si este relato les resultó agradable (Ni hablar si alguien se excita con su lectura. Sería maravilloso para mí el saberlo).
Son marcoscomodoro y pueden contactarse conmigo en: [email protected]
No hubiera estado mal contar si el mayor se corre en algún momento y es raro q el pequeño no tenga curiosidad por tocarle tb