MI NOVIECITO; 11 AÑOS Y YO; 25 (QUINTA Y ÚLTIMA PARTE)
“¡Ah! ¡Ah! ¡Qué lindo es esto! ¡Por favor! ¡Cómo me gusta la pija! ¡Viviría con una pija en el culo!” ¡Ay! ¡Si! ¡Sí, mi amor! ¡Cogeme! ¡Cogeme toda otra vez! ¡Cogele el culo a la puta de tu novia! ¡Seguro que nunca tuviste una novia tan puta como yo!.
Hola a tod@s
Después de haber cogido como verdaderos desaforados, durante todo el día sábado, aún nos quedaba para disfrutar todo el domingo y parte del lunes, antes de que la madre de mi noviecito, volviese a su casa y yo estaba dispuesto a seguir entregándome por completo, a los placeres del sexo, después de todo, eso hice a partir de mis 8 añitos de edad, cuando me penetraron por primera vez, cuando probé la pija y directamente “me enloqueció por completo”.
Siempre me felicito a mí mismo por la decisión y determinación que tomé “Allá lejos y hace tiempo”, aunque lo único que hice, fue aplicar “lógica pura” y en lugar de reprimir mis deseos y necesidades sexuales, los acrecenté; después de todo ¿Por qué dejaría de hacer aquello que tanto placer, gozo y satisfacción sexual me brindaba?
Conozco a muchas personas que, por no haberse animado en su momento (por distintas causas, razones, motivos o circunstancias), hoy en día lo padecen y no pueden hacer realidad sus deseos, fantasías o necesidades sexuales.
Retomando el hilo de este relato (la quinta y última parte y a tal efecto, sugiero leer los relatos anteriores) y tal como comenté anteriormente, aquel sábado pude explotar al máximo a Wanda, en cuando a las necesidades sexuales de ella, pero así y todo, yo estaba plenamente consiente de que todo ello tendría un corto final, no solo porque a partir del próximo lunes, ya no tendría más a Nicolás viviendo en casa conmigo, sino porque, interiormente, era consiente que ese noviazgo no podía alargarse en el tiempo.
Exhaustos ambos (Nico y yo) por lo intenso del día anterior, nos dormimos casi instantáneamente, pero ya en la madrugada del domingo, el sentir el cuerpo desnudo de mi noviecito, me volvió a excitar y empecé a tocar suavemente, a acariciar esa verga aún fláccida, hasta que bucee bajo las sábanas y comencé a besar, a lamer y a comer ligeramente aquel manjar, siempre tratando de que Nicolás no despertase. Hice un trabajo tan bien hecho, que logré varias erecciones a su pija y él ni siquiera lo notó.
A media mañana, me despertó, por un lado, el sonido de la intensa lluvia sobre el techo de zinc de la casa y por el otro, el resplandor del televisor en la habitación.
Creía que era yo “la ninfómana en celo”, pero Nico se había despertado y con el volumen muy bajo, casi en silencio, había encendido el televisor y estaba mirando una película porno gay, mientras se tocaba la verga por debajo de la sábana.
“Amor ¿Todavía seguís con ganas de coger?” – Le dije, haciéndome la dormida y la sorprendida.
“Mañana vuelvo a mi casa y tengo que aprovechar” – Respondió sonriendo pícara y socarronamente.
Lo abracé y le di un beso en la boca, mientras hurgaba con mi mano debajo de la sábana, para dar con su pija ya erecta.
Desabroché los botones de mi camisolín, para dejar mis tetitas al aire y exclamé:
-“Acá tenés mis tetas, amor, así te entretenés un rato”.
Mi noviecito empezó a tocarme los pezones e inmediatamente puse uno de ellos en su boca y comenzó a succionar ¡Cómo me calentaba aquello! Y mientras él chupaba mis tetas, yo ya le hacía una fuerte paja, algo que me excitó de tal manera que no pude más con todo ello.
“¡Cogeme amor! ¡Metémela en el culo! ¡Sí amor! ¡Dale! ¡Vamos! ¡Cogeme toda! – Exclamé mientras volteaba y acercaba mi super y maravilloso culo, ya con la bombacha baja.
Aún no habíamos cogido en esa posición (de costado, en la cama) y una vez que Nico me penetró, me retorcí de placer ¡Qué maravilla era todo aquello! Mi lindo noviecito estaba pegado a mí, sin aún moverse y yo sentía toda esa verga dura y caliente, bien adentro de mi culazo.
“¡Ay, amor! ¡Qué lindo es esto!” – Volví a exclamar, presa de placer, de gozo y de satisfacción, pero aún quería más, así que, en un rápido movimiento y sin que la pija de Nicolás saliera de mi culo, me puse boba abajo y él quedó encima de mí.
“¡Ahora sí, amor, con todo!” – Dije, entre jadeos y gemidos de placer y mi noviecito comenzó a moverse fuertemente.
El golpeteo de su pelvis sobre mi culo, hacía mucho más ruido que la lluvia sobre el techo y si bien yo hubiese querido que ello durase un buen rato; luego de un ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! De mi noviecito, quedé bien llena de leche caliente.
Nico acabó dentro de mi y, por suerte, me la dejó adentro hasta que, totalmente fláccida, su verga abandonó mi cuerpo.
“¡Qué locura es todo esto, amor!” – Exclamé mientras lo volví a abrazar y a besar en la boca.
“En toda la mañana no escuché ningún ¡Mi amor! ¡Linda! ¡Te amo! ¡Te quiero! ¿Estás enojado conmigo?” – Dije, haciéndome la malhumorada.
“¡No amor! ¡Cómo voy a estar enojado con vos! ¡Claro que amo! ¡Te amo muchísimo! ¡Te quiero, hermosa, te quiero mucho!” – Respondió Nicolás, haciendo que me derritiera de amor.
El amor después del amor ¿Es posible? ¡Claro que sí! Mí jovencísimo noviecito y yo, éramos la prueba de ello, ya que luego de esa furiosa cogida, nos quedamos en la cama abrazándonos, acariciándonos y besándonos.
Recién era media mañana y ya nos habíamos entregado, otra vez, por completo a las pasiones.
Todo lo lindo, en cuanto al clima, que había estado el día anterior, lo tenía de malo este domingo (fuerte lluvia y baja temperatura, en toda la jornada), pero bueno, “Al mal tiempo, buena cara”, dice el refrán y así habíamos comenzado.
Nos disponíamos a almorzar, cuando sonó el teléfono; atendí y era la madre de Nicolás, preguntando ¿Cómo habíamos estado? ¿Si habría andado todo bien? Etc., a lo que le respondí que sí, que efectivamente “estaba todo bien” (y vaya si lo estaba) y que su hijo se estaba comportando “más que bien”.
“¡Nicolás! ¡Tu mamá al teléfono!” – Exclamé, como si mi noviecito no estuviese allí, a mi lado y agregué:
-“¡Ya viene! ¡Está terminando de tender la cama!”
“¡Pendejo de mierda!” – Dijo la madre y agregó:
-“¡Perdón, vecino, disculpe mi vocabulario, pero en la casa, no hace nada y mucho menos, tender su cama!”.
Yo esbocé una leve sonrisa y mi lindo y desnudo noviecito, tomó el teléfono, para hablar con su madre; mientras lo hacía, yo me arrodillé y comencé a chuparle la pija, sonriendo pícara y socarronamente.
“¡Si la madre nos viera! – Pensé para mis adentros.
A todo esto, yo ya me había dado una ligera ducha (obviamente Nico no, ya que no era muy “de bañarse” y ello era, tal vez, lo que más gusto me daba) y me había puesto una tanga y una hermosa solera.
“¿Tampoco te vas a vestir hoy amor? ¿Vas a quedarte desnudo todo el día?” – Le pregunté, mientras servía el almuerzo.
“¿Vamos a ir a algún lado hoy?” – Me preguntó, sin responderme.
-“¡No creo, amor! ¡Está muy feo el día!” – Contesté.
“¡Ah! ¡Bueno! ¡Después me visto, entonces!” – Volvió a responder.
Terminamos de almorzar (él, desnudo a mi lado, tocándome las tetas y yo tocándole permanentemente su pija) y llevé los enceres a la cocina, para lavarlos.
“Amor, mientras lavo los platos ¿Te podés encargar de esto?” – Le dije levantaba mi solera y le ofrecía mi increíble culo “entangado”.
Ni lerdo ni perezoso, mi lindo y desnudo noviecito se paró detrás de mí y empezó a toquetearme y a manosearme el culo, hasta que me corrió la tirita de la tanga y me “ensartó de una”.
“¡Otra vez a coger!” – Exclamé para mis adentros.
“¡Ah! ¡Ah! ¡Qué lindo es esto! ¡Por favor! ¡Cómo me gusta la pija! ¡Viviría con una pija en el culo!” ¡Ay! ¡Si! ¡Sí, mi amor! ¡Cogeme! ¡Cogeme toda otra vez! ¡Cogele el culo a la puta de tu novia! ¡Seguro que nunca tuviste una novia tan puta como yo! ¡Ayyyyyy! ¡Cómo me gusta esto!” – Gritaba, gemía, jadeaba; ya no sabía qué hacer, ni qué decir, sólo quería que Nico me cogiera, que me cogiera una y otra vez.
“¡No acabes adentro, amor! ¡Quiero tomar tu lechita!” – Le dije pegando un culazo hacía atrás, para sacar la verga de mi culo e inmediatamente me di vuelta, me arrodillé y empecé a pajearlo muy fuertemente, hasta que comenzó a salir el chorro de semen y me tragué hasta la última gota.
El día seguía horrible y la lluvia era cada vez más intensa, así que no nos quedaba otra que permanecer en la casa y dejarnos llevar por el placer.
Fue increíble aquella tarde, ya que me vestí con todo el vestuario que Wanda tenía a su disposición. Calzas, medias, porta ligas, bombachas de todo tipo, polleras, vestidos. Toda la ropa que había comprado desde que pude hacerlo por mi cuenta.
Desfilaba delante de Nicolás y me exhibía como toda una “puta en celo” y, por supuesto, como no podía ser de otra manera, cogimos una y mil veces, hasta que mi lindo y jovencísimo noviecito, quedó exhausto y su pija “no se paró más”.
A la hora de cenar, volvimos a coger; nos acostamos y otra vez cogimos, yo siempre en mi condición de Wanda.
Estaba tan feliz, me sentía tan realizada; estaba cumpliendo uno de mis deseos; lo estaba haciendo realidad.
“¡Mañana viene tu mamá, amor!” – Le dije y agregué:
-“¿Le vas a contar de lo nuestro? ¿Le vas a decir que somos novios? ¿Qué yo soy una mujer?”. Obviamente largué una carcajada y Nico enseguida se dio cuenta que ello no era más que una broma.
“¡Hasta mañana, amor! ¡Hay que dormir! ¡Yo mañana trabajo y vos tenés que ir a la escuela!” – Le dije mientras buscaba su boca para besarlo.
Última noche y debía ser muy especial, motivo por el cual, estrené un hermoso y sensual camisón de raso. No se imaginan lo excitante que era, la sensación del roce entre aquella prenda femenina y el cuerpo desnudo de mi noviecito.
Después de besarnos durante largo rato, nos quedamos profundamente dormidos, profundamente hasta que yo me desperté, por la madrugada, total y absolutamente excitada y sedienta de sexo (como si no hubiésemos cogida nada), así que rápidamente destapé a Nico y me abalancé sobre su pija; quería comer, comer y comer; no tenía otra cosa en mente; no pensaba, no razonaba, “no nada”, solo quería verga y más verga.
La chupaba, la lamía, la besaba y la volvía a chupar, una y otra vez y, como no podía ser de otra manera, mi noviecito se despertó (le costó, porque estaba muy dormido).
“¡Quiero pija, amor! ¡Quiero más pija! ¡La quiero en el culo! ¡Bien adentro del culo! ¿Si, amor? ¿La vas a coger toda a Wanda? ¡Dale, amor! ¿Sí? ¡Cogeme toda! ¡Toda! ¡Dejame el culo bien cogido!” – Volví a gritar, a gemir y a jadear, hasta que monté sobre esa preciosa verga y comencé a cabalgar furiosamente.
“¡Si! ¡Sí! ¡Así! ¡Mucha pija! ¡Mucha pija, dale a este culazo de puta que tengo! ¡Por eso todo el mundo me cogía, cuando era chico! ¡Por el culazo que tengo! ¿Viste que semejante culo tengo? ¿Alguna vez tuviste un culo como el mío?” – Volví a gritar.
“¡No, amor! ¡Nunca tuve semejante culo! ¡Nadie tiene un culo como el tuyo!” – Decía Nicolás, preso de calentura, porque, obviamente, a sus 11 años de edad, nunca habría podido tener muchos culos para comparar.
Coger, coger y coger; era lo único que tenía en mente; no quería otra cosa, solamente sentir la pija bien adentro de mi culo (seguramente, nadie que no fuese tan adicto al sexo como lo soy yo, pueda comprenderme).
“¡Así! ¡Si! ¡Si, amor! ¡Llename el culo de leche! ¡Toda la leche adentro de mi culo!” – Exclamé, mientras Nicolás acababa hasta la última gota.
El reloj marcaba las 3 de la madrugada y había que dormir, aunque más no fuera solo un poco, ya que era lunes y ambos, mi lindo noviecito y yo, teníamos actividades bien temprano, por la mañana.
Nicolás ingresaba a sus clases escolares en primer término, así que mientras él se vestía, yo le preparé el desayuno.
“¡Adios, amor, nos vemos a la tarde!” – Le dije, dándole un dulce y tierno beso en la boca, antes de abrir la puerta (la escuela estaba muy cerca de mi casa, por lo que mi noviecito, iba caminando).
Yo le había dado la llave, porque él llegaría antes que yo, para que pudiese entrar. No se como le habría ido a Nico en la escuela, pero yo, en el trabajo, no podía concentrarme, no podía dejar de pensar en ese alucinante fin de semana que habíamos pasado; creo que ni en mis sueños hubiera imaginado algo así, aunque mucho tiene que ver, mi decisión, mi determinación, mi falta total y absoluta de prejuicios, de tapujos, etc., a la hora de disfrutar de los placeres del sexo.
15:30 horas volví a casa; según lo que me había dicho la madre de Nicolás, ella estaría arribando a la ciudad más o menos a las 18 horas, así que nos quedaba un margen para una última cogida y ello fue, precisamente, lo que hicimos ni bien traspuse la puerta de ingreso a mi casa.
“¡Mirá, amor, lo que me puse hoy para ir al trabajo!” – Le dije mientras me bajaba el pantalón y le mostraba la sensual y excitante tanga que llevaba.
“¿Fuiste al trabajo con esa tanga?” – Preguntó Nico, muy sorprendido, por mi audacia.
“¡Obvio, amor! ¡Soy una mujer! ¿O no?” – Respondí y agregué:
“¡Dale amor! ¡Desvestite rápido! ¡Desnudate, así cogemos!”
Nicolás se desvistió rápidamente, mientras yo me despojaba de mis ropas, quedándome, solamente con la tanga y de ahí, nos fuimos derecho al sillón del living.
Podría describir con lujo de detalles, cómo fue esa última cogida de aquel maravilloso, sublime y alucinante fin de semana, pero realmente creo que no es necesario hacerlo (apelo a la imaginación de l@s lector@s).
A eso de las 20 horas, llegó la madre de Nico y luego de conversar un breve instante, en el cual le dije, entre otras cosas:
-“Por mi trabajo y mis estudios, no tuve tiempo suficiente, señora y su hijo se las tuvo que arreglar prácticamente solo, pero créame que lo hizo muy bien”
Y agregué, sonriendo pícara y socarronamente, haciéndole un guiño a mí noviecito:
“Se nota que es un buen chico”.
Mi noviazgo con Nicolás, mi lindo, sucio y maloliente noviecito, de solo 11 años de edad, fue tan intenso como breve y se fue diluyendo con el correr de los días sucesivos; si bien, cada tanto y en la medida de la disponibilidad de ambos, alguna que otra cogida entre él y Wanda, solía darse esporádicamente.
Todo lo que Nico aprendió conmigo, en materia de sexo, lo puso en práctica con las chicas del barrio y se volvió muy popular al respecto; inclusive su debut fue con una chica, fue con una de 16 años.
Recuerdo que, antes de mudarme yo del barrio, cada vez que me cruzaba con mi “ya ex noviecito” y él iba acompañado de una chica, volvíamos a intercambiar aquella “sonrisa pícara y socarrona, junto con un cruce de miradas cómplices”.
Soy marcoscomodoro y me pueden encontrar en: [email protected]
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Qué pena no haber seguido disfrutando se él y seguro q le creció la verga