Mi Novio, Yo y el Heterosexual
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Pablo se encontraba nuevamente en el ojo de la tormenta.
Su vida era un caos. Había tenido un hijo recientemente, la ex novia lo buscaba por todos lados y él ya estaba con una tercera mujer empezando una relación.
– Yo no puedo creer el nivel de locura que genera Pablo en las mujeres – dijo Lucas, mi novio, en una reunión con unos amigos.
– Debe tener algo que hace bien – se limitó a decir Iván.
Lucas vio como sonreía sutilmente, aunque sin que nadie se percatara.
Es que mi novio es el único que sabe que, tiempo atrás, antes que Lucas apareciera, Pablo y yo tuvimos un par de encuentros sexuales.
Nada serio.
Cosa de chicos, diremos.
Unas noches de vacaciones, unos videos porno y se la mamé un par de veces.
Desde entonces, se barajó la posibilidad de que lo invitara a Pablo a participar sexualmente cuando estoy con Lucas, pero jamás tuve la oportunidad de proponérselo.
Y es que en defensa de Pablo, será el gran generador de conflictos entre todos, pero es muy atractivo. Lo suficientemente perverso como para llamar la atención.
Era la noche de año nuevo y él aparecería en la fiesta eventualmente.
Hablar con Pablo, desde que es padre, se convirtió en uno de los momentos más aburridos de mi vida. Como criatura ante un juguete nuevo, ahora se pasa comentando todos los momentos que considera significativos sobre la vida de su bebé.
Hubo un momento, finalmente, en que nos quedamos a solas, así que era la oportunidad de llevarlo al nuevo padre hacia mi terreno.
– ¿A qué se debe que Lucas esté aquí? – preguntó, dándome el pie.
– Decidió recibir año nuevo conmigo – respondí. – Algo que, por supuesto, no le agradó a la familia, pero de todos modos aquí está.
Vale la aclaración de que la familia de Lucas no acepta ni admite su condición sexual. Ergo, tampoco el novio es aceptado.
– Así que ahora nos dedicaremos a recibir el año con sexo salvaje – anuncié, sonriente.
Pablo lanzó una sonrisa silenciosa, como si en su cabeza se estuviera imaginando a nosotros dos haciéndolo.
– Me hubiera gustado recibirlo así también – confesó. – Pero ahora que soy padre, tengo que tener en cuenta que mi bebé es prioridad. Nunca pensé que una cosita tan pequeña podría inspirarme tanta ternura. Es como si…
– ¿Te interesaría hacer un trío? – interrumpí. De ninguna manera iba a permitir que vuelva a hablarme de su hijo.
Pablo palideció al instante. Está claro que si esta misma propuesta se la hiciera a otra persona, probablemente terminaría con un ojo morado. Pero sabía que Pablo, en su defecto, rechazaría la oferta con caballerosidad.
O aceptaría.
– ¿Alguna vez lo hicieron? – preguntó Pablo, sin responder mi pregunta.
– Un par de veces – reconocí. – Ya sabes, sólo sexo.
Se quedó con la mirada perdida. Realmente la estaba analizando.
– Está claro que muere en ti – advertí.
– Sí, también espero lo mismo – dedujo. – Te avisaré mañana o pasado.
Y así, como si nada, nos perdimos entre la multitud y continuamos hablando como grandes amigos que éramos.
Había sido más sencillo de lo que imaginé.
Por la tarde del día siguiente, llegó el mensaje inesperado. Parecía que había pasado una vida desde que le propuse a Pablo hacer un trío con Lucas, y fue tan grande mi coraje en aquel entonces, que me desentendí del tema.
Sin embargo, ahí estaba la prueba de que Pablo lo había pensado y había quedado de acuerdo con la idea.
PABLO: ¿Qué hacen?
YO: En la cama, despertándonos. ¿Tú?
PABLO: Aburrido.
No me la iba a hacer fácil, aunque yo ya sabía hacia donde apuntaba.
YO: ¿Pensaste en lo que te propuse?
PABLO: Sí.
No respondí.
PABLO: ¿No te van a dar celos si le hago cosas a tu novio?
YO: No. Eso me excita.
PABLO: ¿Tu novio no tendrá celos cuando te haga cosas a ti?
YO: Creo que lo disfrutará.
PABLO: Bien.
Nuevamente dejé que volviera a hablar él.
PABLO: Me gusta dirigir.
YO: Me gusta que tomen la iniciativa.
PABLO: Fantástico. ¿Voy ya?
Miré a Lucas, quien automáticamente entró a la ducha apenas vio que estábamos quedando con Pablo.
YO: Dame un minuto que Lucas se termine de bañar, ya te aviso.
PABLO: Ok.
Aquello era mágico. Encontré la forma de detener la verborragia de Pablo.
Después de que Lucas salió de darse una ducha, hice lo propio y, una vez que nos vestimos, le di luz verde a Pablo para que cayera en casa.
Habrá demorado su media hora, lo que aumentaba mi ansiedad y mi expectativa, pero finalmente llegó con su rostro inexpresivo más una campera por el cambio de clima.
Estábamos listos.
Pablo saludó con un gesto tosco a Lucas. Mi novio ya estaba en la cama, con su mejor gesto despreocupado, concentrado en su computadora, como si restara importancia a lo que estaba por pasar.
Pablo se sentó en el otro extremo de la cama. Para ser alguien que quería dirigir, estaba demorando demasiado en tomar una decisión.
Me senté a su lado mientras mi novio guardaba la computadora. No íbamos a perder más tiempo en silencios incómodos.
Como dije anteriormente, con Pablo fueron un par de mamadas cuando veíamos unos videos pornográficos, hace mucho años atrás. No hubo gesto romántico ni nada que saliera de una simple calentura que lo podía catalogar como heterosexual. Por ende, no sabía si besarlo ayudaría con la ocasión.
Por las dudas, me dirigí hacia su cuello. Fue un movimiento acertado porque se estremeció. Lanzó un leve gemido en silencio y cerró los ojos.
Lucas, por su parte, notó que ya había empezado. Se acercó gateando hacia nosotros y se detuvo a la altura de nuestras entrepiernas. Con una mano masajeaba mi entrepierna y hacía lo propio con la de Pablo con su mano libre.
Yo continuaba en el cuello de Pablo. Tenía un gusto salado, como si hubiera pasado el día transpirando, lo cual carecía de sentido porque hacía mucho frío. Tal vez sólo eran los nervios por lo que estaba por pasar. Con mis manos acariciaba su estómago por debajo de la remera. Era un muchacho robusto, pero tenía el cuerpo aún en forma. Lo sentía duro, por más que no tenía los abdominales marcados.
Lucas desabrochó el cinto de Pablo y tuvo vía libre para atacar al jean. Era con cierre, así que no le costó demasiado. Al poco rato, el miembro de Pablo estaba a la vista. No era demasiado largo, pero sí terriblemente gordo.
Me volví loco de lujuria cuando vi que mi novio se lo llevó a la boca y comenzó a succionar. Pablo no pudo evitar un gemido de satisfacción, como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien se lo mamó.
Me desabroché el pantalón solo, dejando mi verga erecta en el aire. Lucas tomó nota y dejó de chupar el pene del invitado para venir hacia mí.
Pablo, entonces, decidido a participar, agarró la cabeza de Lucas y la aplastó contra mi entrepierna.
El sádico se había despertado y estaba dispuesto a jugar.
Lucas hizo un gemido de asfixia. Tenía mi miembro tapando su boca y la pesada mano de Pablo impidiéndole hacer algo más que seguir succionando.
Me encontraba en el cielo, al verlo hacer algo así, pero al escucharlo tocer, me preocupé.
– Creo que lo estás lastimando – dije.
– Puede hacerlo – murmuró Pablo, con una sonrisa malévola en el rostro. – ¿Te gusta, verdad?
Lucas asintió, entre el pequeño movimiento que le permitía. Estaba disfrutando ser poseído por aquel pervertido.
– Sigue así, sigue así – lo alentó Pablo.
Pablo se despegó de Lucas y se sacó la remera, tirándola en algún lugar del piso. Luego hizo lo propio con su pantalón.
Lucas aprovechó esa libertad para despegarse. Tenía los ojos inyectados en lágrimas pero sonreía. Aquella experiencia también lo estaba poniendo a mil.
Imitamos a Pablo a las apuradas. Nuestra ropa quedó desparramada por la habitación. Ahí estábamos, tres hombres y sus penes de pie, como si dijeran que estaban listos para hacernos pasar una buena tarde.
Esta vez yo encarrilé hacia la verga de Pablo. No tenía gusto a nada en particular, pero me la metí en mi boca como si fuera un helado que quería saborear con placer. Lucas me imitó y se dirigió hacia sus testículos. Los metía dentro de su boca, con la capacidad innata con la que nació de succionarlos con suavidad y placer.
Entonces Pablo hizo algo que jamás pensé que haría.
Nos empujó a los dos boca arriba y se agachó para quedar a la altura de dos penes erectos.
Tomó el de Lucas con la mano y lo masajeó suavemente, con la delicadeza que no ameritaba a la situación salvaje que experimentábamos.
Luego me dedicó una mirada confusa, que no supe descifrar, pero tomó mi verga y se la llevó a la boca.
¿Acaso sería la primera verga que Pablo mamaba? Me resultaba completamente difícil de creer, porque lo hacía con tanta habilidad que parecía que llevaba años de práctica.
Dejó de chupar la mía para hacer lo propio con la de Lucas. Noté que mi novio cerró los ojos y se dejó llevar por el placer.
Pablo cerraba los ojos mientras lo hacía, no manteniendo el contacto visual con ninguno, como si le costara reconocer que fuera él el que tuviera que darle placer a alguien. O como si no quisiera pensar que su hombría se perdía por mamarle la verga a otro hombre. Y en este caso, eran dos.
Luego, como si ya se hubiera cansado de hacerlo, tomó a Lucas desde la cintura y lo dio vuelta, poniéndolo boca abajo y dejando su trasero a su disposición.
La imagen de Pablo analizando su siguiente paso, con la cola de mi novio resignada a ser penetrada por otro, mantenía un nivel de excitación para mí que sentía que iba a morir.
Lucas decidió moverse ante la lentitud de Pablo. Solo y por propia voluntad, se puso en cuatro, dejando su trasero más accesible para el invitado y dándome un beso de lleno a mí.
Pablo aceptó la nueva propuesta. Noté que sus dedos comenzaron a jugar por el ano de Lucas, mientras mi novio comenzaba a besarme con pasión.
Aquello me estaba volviendo loco de verdad.
Me puse de pie sobre la cama y le metí de lleno mi pene en la boca de Lucas. Pablo, por su parte, jugaba a pasar su verga por la cola de Lucas, tomándolo del pelo y continuando en su lucha de meterle presión para que me la succionara completamente.
– Es un poco más arriba – escuché que Lucas le indicaba a Pablo.
– Todavía no quiero metértela – le indicó Pablo. – Sólo estoy jugando.
Era realmente brillante haciendo la previa, porque cada instante iba subiendo más las ansias.
Pero el llamado de atención de Lucas no pasó inadvertido, y pocos segundos después, introdujo su verga dentro de Lucas.
Mi novio gimió de placer. Tenía una verga en la cola y otra en la boca. Lo teníamos amarrado y sin poder moverse, sostenido por dos hierros que le impedían escapar.
Yo sacaba mi verga de su boca y se la pasaba por la cara, consiguendo que su lengua pasara por toda mi verga, mientras era objeto de penetración.
Gemidos.
Muchos gemidos que inauguraban la noche.
Pablo dejó su lugar para contestar una llamada. No sabía si ese detalle iba a interrumpir lo que estábamos haciendo, pero no me importaba.
Aproveché su ausencia para tirarme en la cama, dejando mi cola al aire y a merced de mi novio.
– ¿Quieres que te penetre? – me preguntó, como inocente.
– ¿Tú qué crees? – respondí, arqueando las cejas.
Metió sus dedos con saliva en mi ano. Pese a la excitación, no me encontraba totalmente dilatado, por lo que el proceso llevó unos segundos de paciencia.
Luego se tiró sobre mí y colocó la punta de su pene en mi apertura.
Entró de a poco, como si la situación ameritara desacelerar la lujuria que nos poseía.
– Oh, sí – alcancé a decir. – Cógeme.
– ¿Te gusta? – me preguntaba.
– Sí, cógeme, cógeme duro – le supliqué.
Pablo apareció un minuto más tarde, testigo de la escena que estábamos montando entre nosotros. Sin preguntar ni dudarlo, se puso delante mío, con su pene fláccido delante de mi cara.
Me lo metí en la boca y dejé que comenzara a crecer, mientras las embestidas de Lucas no cesaban en ningún momento.
Poco a poco, el pene de Pablo consiguió su tamaño habitual, mientras que me tomaba por la cabeza y me enterraba en su entrepierna.
Luego me la sacó para dársela en la boca a Lucas. Así, mi novio me penetraba mientras se la succionaba. Pude ver algo de la imagen y eso me encendía aún más.
Entonces pasó algo que no me lo esperaba.
Pablo caminó hacia atrás, subiéndose hacia la cama.
No pude apreciarlo bien, pero sí lo sentí. Comenzó a penetrar a mi novio mientras mi novio me penetraba a mí.
Lucas comenzó a gemir por el doble placer que estaba recibiendo. Por un lado se la metían y por el otro, su pene estaba en fricción dentro mío.
Me dilaté más aún, lo que llevaba toda la situación a un climax inesperado.
Lucas no aguantó más y pidió un poco de tiempo.
Mientras Lucas se refrescaba en el baño, Pablo y yo nos quedamos a solas.
El muchacho, como había imaginado, no besaba, pero su arte consistía en pasar su lengua por mi oreja, como si fuera una vagina a la que le estuviera regalando sexo oral.
– Oh, por Dios – gemí, lleno de excitación.
No me soltaba. Quedé boca arriba y abierto ante él, y mientras que su boca jugaba en mi oído, su pene comenzaba a entrar en mi interior.
Me dolió un poco cuando la colocó, pero no me importaba. Estaba lleno de placer, dominado e inmovilizado por ese armario que me representaba su cuerpo.
Su mete y saca era lento. Su verga se detenía en mi interior, pero el resto de su cuerpo continuaba en movimiento, como si supiera que no me quedaba más opción que someterme a su voluntad.
Lucas apareció al cabo de un rato. Noté que intentó entrar dentro de Pablo, pero le fue imposible. Resignado, se echó a un lado de la cama, abierto de piernas y boca arriba, tocándose mientras veía como el invitado me daba una gran embestida.
– Penétralo – me indicó, señalando a Lucas.
Obediente, fui hacia mi novio y metí mi verga en su ano, consiguiendo que sus piernas descanzaran en mis brazos.
Lucas gimió de placer. Era fácil entrar en él, después de todo lo que veníamos cargando.
Pensé que Pablo iba a ir hacia su boca, pero entonces pasó algo que me sorprendió.
El muchacho continuó con intenciones de penetrarme a mí y entró dentro mientras yo lo hacía con mi novio.
La sensación era extraña. Por un lado, el placer que me provocaba meterle el pene hasta los huevos a Lucas y por el otro, el que alguien me estuviera cogiendo.
– Deja que me penetre él – me pidió Lucas.
Me aparté y le di el camino libre a Pablo. A esas alturas, yo ya no daba más.
– Voy a acabar – les anuncié.
– ¿Ya? – preguntó Pablo, como quien no se dio cuenta que había pasado más de una hora y media.
No pedí permiso, esta vez no iba a controlarme.
Me acerqué hacia ellos y derramé mucho semen sobre el estómago de Lucas.
Luego, los dejé disfrutar mientras yo me fui a tomar un cigarrillo.
Pablo penetraba a Lucas, mientras que yo me mantenía ajeno a aquella imagen.
Seguía siendo excitante, pero mi nivel de morbo estaba descendiendo. De todos modos, me parecía correcto que terminen de hacer lo que empezaron. Después de todo, creo que fue uno de los mejores tríos de mi vida.
Lucas acabó masturbándose, mezclando nuestro semen en su estómago, pero Pablo renunció a la idea una vez que vio que ya no podía estirarlo más.
Me pregunté si eso lo frustraría, pero no iba a decirlo en voz alta.
– Iré a bañarme – anunció, marchando con su cuerpo lleno de líquido blanco.
Pablo se vistió en absoluto silencio. Tampoco me nacía comentarle nada, ni siquiera ser simpático con él. Había cumplido la función por la cual había sido convocado y estaba seguro que moriría entre las perversiones de su cabeza.
Caso contrario, siempre sería su palabra contra la nuestra.
– Adiós, Lucas – saludó en dirección al baño. Mi novio no respondió. – Creo que no me escuchó.
– No – dije, lacónico.
– Estamos en contacto – aseguró Pablo, subiendo a su moto y marchándose.
Cuando volví a mi habitación, Lucas ya había salido del baño.
– ¿Qué te pareció? – le pregunté.
– Un mal pasivo – respondió mi novio. – Fuera de eso, estuvo bien.
Nos acostamos un rato a descansar, agotados de una experiencia fabulosa. Aunque no teníamos mucho tiempo, ya habíamos hecho planes y la vida continuaba, ya que no todo se limitaba al sexo.
¿O sí?
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