Mi nuevo compañero de piso
Debía entrar a su cuarto, algo dentro de mi me impulsaba a hacerlo….
Primero, permíteme describirme. Soy una persona bastante reservada; no me atraen mucho las fiestas, lo que ha ocasionado que no conozca a muchas personas nuevas. Mi complexión es delgada pero ligeramente musculosa. Tengo 23 años y mido 1.80 metros, soy de tes clara y poseo un miembro normal de no má de 18 cm.
Siempre he sido alguien que disfruta de la tranquilidad de su hogar, de un buen libro o de una película en lugar de una fiesta ruidosa. Sin embargo, esta forma de ser ha limitado mis interacciones sociales. Pero, ¿quién sabe? Tal vez esta historia que estás a punto de leer cambie esa percepción.»
Esto pasó hace unos meses. Estaba culminando mi tercer semestre en la universidad cuando mi compañero de piso decidió volver a su país debido a unos asuntos familiares. Por lo tanto, me quedé sin compañero de piso. Con el paso de los días, me había acostumbrado a estar solo, hasta que mi arrendador me presentó a mi nuevo compañero de piso sin preguntarme primero.
El chico era de tez blanca, alto, de no más de 1,90 metros, con un buen físico para tener 23 años, un año mayor que yo. Desde el principio, me mostró mala cara, pero no le di importancia porque pensé que solo estaba cansado.
Al día siguiente, ya había terminado de desempacar sus cosas y se encontraba preparándose un desayuno que, según lo que vi, era solo proteínas debido a que iba a entrenar. No le di importancia y fui al baño a lavarme la cara. Cuando regresé a la cocina para prepararme algo de comer, lo vi desde la puerta y pude observar muy bien su cuerpo, ya que solo se encontraba en ropa interior. Se notaba que tenía unas nalgas muy definidas y un físico bastante trabajado, y lo más importante, se le marcaba un muy buen paquete eso me puso muy cachondo, pero no pude desahogar mi excitación debido a que iba a llegar tarde a la universidad.
En la noche, una vez terminado de estudiar, me dirigí a mi casa. Al llegar a la puerta, vi a mi nuevo compañero de cuarto salir con mucha prisa. Lo único que me dijo, mostrando una actitud de superioridad, fue que iba a verse con unos amigos y que dejara la llave por fuera, porque no sabía dónde había dejado su par de llaves.
Una vez que me cambié de ropa y me dirigí a la sala, pude ver que su puerta estaba entreabierta. Algo dentro de mí se encendió y quería entrar a indagar sobre él. Sabía que estaba mal, pero me intrigaba qué era lo que mi nuevo compañero de piso guardaba.
Quizás era su actitud distante, o tal vez la curiosidad natural de conocer a la persona con la que compartiría mi espacio. Pero algo me decía que detrás de esa puerta había más que solo un cuarto desordenado. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar algo que me ayudara a entender mejor a mi nuevo compañero de cuarto.
Al abrir la puerta, un olor a sudor y perfume barato invadió mi nariz. Lo primero que noté fue que había pegado muchos pósters de jugadores y que su cuarto estaba muy desordenado. Pero lo que más me llamó la atención fue que, en todo ese desorden, el cesto de ropa sucia sobresalía. Sabía que estaba mal, pero sin poder evitarlo, me acerqué.
El cesto de ropa parecía una montaña en medio del caos, una señal de vida cotidiana en medio del desorden. Me pregunté qué historias contarían esas prendas si pudieran hablar. ¿Serían historias de largas horas en el gimnasio, de noches de estudio o de encuentros con amigos? A pesar de mi mejor juicio, la curiosidad me ganó y me encontré cada vez más intrigado por este misterioso compañero de cuarto.
Lo primero que vi fue una camiseta negra que parecía que la había usado para entrenar. Sin titubeos, la agarré y me la llevé a la nariz. Una mezcla de sudor y desodorante invadió mis fosas nasales. Eso me provocó una sensación de excitación masiva, iba a dejar la prenda para irme a masturbarme en mi cuarto cundo me percate de un bóxer, dude si llevármelo a mi nariz, pero la excitación me gano.
Sostuve el boxer entre mis manos, llevándolo lentamente hacia mi rostro. El fuerte aroma a sudor y virilidad llena mis fosas nasales, provocándome una oleada de excitación. Pude apreciar el sutil pero poderoso olor que emana de la zona del miembro, una mezcla de testosterona y fluidos masculinos que me hace estremecer de anticipación.
Pero fue cuando acerque el boxer a la zona del ano que siento que mi cordura se desvanece. El aroma a piel limpia pero impregnada de sudor un impulso hizo que la enterrara en mi rostro en ese rincón íntimo y deleitarme con cada fragancia pecaminosa.
Presioné aún más el bóxer contra mi rostro, deleitándome con cada nota olfativa que emanaba de la tela. El fuerte olor a sudor masculino me embriagaba los sentidos, mientras que el sutil aroma a esfínter y fluidos corporales me hacían temblar de puro deseo.
Me calentaba saber que esa prenda sutilmente había rosado su ano virgen. Lo primero que vino a mi nariz cuando olfateé esa parte fue un fuerte olor a culo limpio, pero sudado; ese olor me ponía cachondo, deseaba que ese culo quede en mi cara.
Sentía como si estuviera al borde de un abismo, a punto de entregarme por completo a mis más bajos instintos. Cada fibra de mi ser anhelaba explorar ese cuerpo joven e inocente, ultrajar cada rincón y ensuciar cada recoveco con mis perversas fantasías. Apretaba con fuerza el bóxer entre mis manos, la tela impregnada de ese aroma embriagador que me nublaba el juicio. Sabía que debía detenerme, que existía una línea que no debía cruzar. Pero la tentación era demasiado poderosa, y una voz en mi interior me impulsaba a continuar, a dejarme llevar por el torrente de lujuria que amenazaba con consumirme.
Fue entonces cuando escuché un ruido proveniente del pasillo. Mi corazón se detuvo por un instante, consciente de que mi perverso acto podía ser descubierto en cualquier momento. Rápidamente me incorporé, ocultando el bóxer entre mis ropas y tratando de recuperar la compostura. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo podría ocultar mis turbios deseos?
Continuara………….
gran relato como sigue
Que rico, olerlos