Mi padrastro me cogía mientras mi mamá dormía
En esa posición comenzó a acabarme adentro sin decirme nada. Yo al principio no entendía, después me lo hizo saber. Nos tumbamos en la cama, él encima de mí, abriéndome las piernas, y dándome besos bruscos, casi pasándome la lengua por los labios. .
Mi padrastro me cogía mientras mi mamá dormía
A mis 8 años era un niño bastante normal, o eso pensaba. Fue cuando vi a mi padrastro desnudo en el baño cuando algo empezó a moverse dentro de mí, un gusto irracional por ver a hombres desnudos, verles el guebo y soñar tocárselos, porque era prácticamente imposible que alguien me permitiera que eso sucediera. Cuando lo vi desnudo, él se quedó como paralizado, esperando a ver qué hacía o decía yo, vio que le vi el guebo y enseguida se tapó con el paño. Luego me devolví sin decir nada. Todo había quedado ahí. Pero a mí ya me había entrado en gusanito de la curiosidad. Es que se lo vi y me pareció muy grande y grueso.
Mi padrastro se llama José, tiene 47 años, es un hombre bastante grande, grueso, fornido, con cuerpo definido porque trabaja en la calle, haciendo cosas de hombres que requieren fuerza. Está algo quemado por el sol, tiene barba espesa y es de pecho peludo. Similar al actor porno Ed Hunter, ¿saben? Yo, por mi parte blanquito y delgadito. Cabello liso negro.
Un día me desperté de madrugada porque tuve una especie de pesadilla, salí de mi cuarto, busqué mi teléfono y entré a mi perfil @alfrestrada en instagram. Tenía un mensaje de un amigo de la escuela, Daniel, pero no le presté atención y utilicé el celular para alumbrar por donde caminaba. Llegué a la cocina y estaba mi padrastro en la nevera buscando agua y sin franela, solo un mono tipo pijama. Se le marcaba el guebo.
— ¿Qué pasó? — me preguntó.
— Tuve un sueño feo y vine a buscar agua.
— Se ve que tienes sed. Estás sudado.
— Un poquito.
— ¿Qué soñaste?
— No recuerdo muy bien, pero sentía que me tapaban la boca y me ahogaba.
— Verga… mejor toma agua rápido y ve a dormir.
Cuando comenzó a caminar para ir al cuarto, le pregunté si podía quedarse conmigo hasta que me durmiera. Me vio como si creyera que algo estaba tramando yo. Pero aceptó de igual modo. Caminamos hasta mi cuarto y cuando entramos me quité la pijama y quedé en interiores.
— Tengo mucho calor — dije, antes de que me preguntara algo.
— Dale pues, acuéstate y duerme que tu mamá está dormida.
— ¿Se pone brava si estás aquí?
— No creo, ¿por qué?
— Por nada.
— Dime, ¿te pasa algo?
— No, nada, es que siento que a veces ella no me quiere.
— ¿Por qué dices eso, Armandito? Si ella es quien te mantiene. Bueno, los dos.
— No sé.
Nos acostamos los dos y luego él habló:
— Armandito.
— ¿Qué?
— ¿Tú tienes amigos en la escuela?
— Sí, ¿por?
— Amigos varones, amigos hombre, quiero decir.
— Bueno, no, no muchos. Tengo más amigas.
— Mmm… ¿y eso por qué?
— No sé, los demás niños no les gusta pasársela conmigo.
— ¿Y te tratan mal o te dicen cosas?
Silencio.
— Bueno, a veces.
— ¿Qué te dicen?
— Me da pena.
— ¿Pena? ¿Conmigo?
— Sí.
— No vale, tranquilo. Dime.
— Bueno, me dicen a veces “mariposa” o “pato”.
— ¿Y tú sabes lo que eso significa?
— Creo que sí.
— ¿Qué?
— Que me gustan más las cosas de niñas.
Rió un poco.
— Bueno, es algo parecido. Pero…
— Y que me gustan los niños y no las niñas.
— ¿Y qué te gusta a ti? — me preguntó.
— Bueno…
— Dime, no seas bobo, no le voy a decir nada a tu mamá.
— Es que me da miedo.
— ¿Qué?
— Que mi mamá me vaya a regañar.
— ¿Y por qué te va a regañar?
— No sé.
Duramos un rato en silencio y luego me dijo que mejor nos durmiéramos. Así lo intenté, pero tenerlo ahí tan cerca me dio muchas ganas de tocarlo, y después de lo que me pareció una eternidad, sentí sus ronquidos. Era mi oportunidad.
Me di vuelta y comencé a acercarme, le empecé a tocar el pecho y pasé mis manitos por sus pelos, tenía el cuerpo duro, de hombre grande. Después bajé hasta su guebote, lo medio toqué por encima del mono y estaba grueso. Las manos me temblaban, y el corazón se me aceleró mucho, le bajé el mono y me di cuenta que no tenía bóxer. Estaba desnudo por completo. Con mi mano derecha le agarré el guebo y lo apreté un poquito. Era demasiado grande. Y grueso. Yo a esa edad lo veía inmenso, además, tenía venas y mucho pelo en la parte de arriba. Y sus bolas eran grandotas y llenas de pelos. Empecé a acariciarlo. Luego de un rato, acerqué mi boca y le comencé a chupar la cabecita, y sentía algo amarguito en mi boca, seguí chupando hasta que me metía más y más en la boca. De repente se despertó y me apartó de golpe. Me asusté demasiado. El corazón se me iba a salir.
— ¡Armando!
— No le digas a mi mamá, por favor, no le digas. — decía yo casi llorando.
— Cálmate, cállate, haz silencio coño, que nos puede escuchar tu mamá.
— Pero no le digas nada, yo solo…
— Shhh…ya…ya… tranquilo. No le voy a decir nada.
— ¿En serio?
— En serio.
— Qué bue…
— Pero con una condición.
— ¿Cuál?
— Que me lo sigas mamando.
— ¿Qué?
— Ay ya, quédate quieto y no te hagas el duro que se ve que te gusta. ¿Cierto?
Asentí. Luego todo se quedó en silencio, y procedí a hacer lo que quería que hiciera.
Ahora me puse más cómodo y él abrió sus piernas, mientras yo me metía entre las dos y con mis dos manos se lo agarraba mientras se lo mamaba lo mejor que podía. Al principio le lamía la cabecita y él cerraba los ojos y suspiraba, luego se la chupaba y él gemía un poco, después intentaba metérmelo todo, haciéndolo gemir mucho más y que me agarrara de la cabeza para intentar metérmelo hasta donde más podía.
Enseguida me separó de él y se me quedó viendo unos segundos, como pensado qué hacer conmigo. Rápidamente me lanzó en la cama y me bajó la pijama que yo tenía, y enseguida acercó su cara a mi culo, cosa que me intrigó, hasta que puso su mano en mi espalda para que me acostara tranquilamente y cuando pasó su lengua por mi culo, me dio un corrientazo en todo el cuerpo que me hizo erizar la piel por completo, y cuando intenté gemir él me hizo callar. Siguió lamiéndome el culo hasta que hizo que me acostumbrara, y sentir cómo mordía cada una de mis nalgas era la gloria, además de sentir cómo me chupaba el culo y le metía la lengua. En susurros le pedía que no se detuviera, que siguiera. Y así lo hacía. Después de unos minutos, se detuvo y me puso su pecho en mi espalda, para así hablarme en el oído.
— ¿Te gusta que te hice, Armandito?
— Sí +respondía yo, en voz casi inaudible.
— ¿Quieres que te haga algo más?
— ¿Qué más se puede hacer?
— ¿No sabes?
— No.
— ¿En serio?
— Sí, dime.
— Bueno, te puedo meter mi pipi, aquí en tu culito — explicaba mientras me tocaba el culo morbosamente.
— ¿De verdad? ¿Pero, tu pipi no es muy grande?
— No, vale, ahí cabe.
— No creo, se ve muy grande y grueso.
En eso, él se paró e hizo como que se iba.
— Bueno, entonces, voy a dormir, duer…
— No, no, no, ya va. No te vayas. — le rogaba yo, agarrándolo de una mano, a mi edad, no me daba cuenta que eso era chantaje.
— Bueno, pero tienes que ser obediente.
— Está bien.
— Y hacer lo que yo te diga, ¿estamos?
— Estamos.
— Ponte de espaldas.
Así lo hice y cuando estaba yo en 4 patas, acercó su guebo a mi culo y echó saliva en la punta y comenzó a hacer presión y cuando sentí que me entró la cabecita de un solo golpe quise gritar, pero él me tapaba la boca.
— Me duele, sácamelo, sacamelooo, aaay. — intentaba decir yo, mientras me tenía la boca con sus manos.
— Cállate mariquito, quédate quieto, que apenas te entró la cabeza, ahora es que falta.
Eso me dio miedo, pero después comenzó a hacerme cariñito en la espalda o a chuparme la oreja, cosa que hacía que abriera más el culo.
Al rato me lo sacó y se sentía raro, era como si tuviera un hueco más grande. Seguidamente echó saliva de nuevo en mi culo y en su guebo y sin avisarme siquiera me lo metió, causándome dolor, pero no tanto como antes. Este proceso lo repitió por un buen rato, hasta que calculé que habían pasado como 15 minutos, fue ahí cuando me lo empujó hasta el fondo.
— Auch, auch, auch. — decía yo.
— Calladito y quietecito, marico er coño, ¿tú no querías guebo, ah?
— Duele, me duele.
— Aprovecha, y gózalo, ¿no te gusta?
— No, me duele.
— En un rato te va a gustar — me decía él mientras se quedaba quieto por segundos para que yo “me acostumbrara”
Y así me sucedió. Al principio me dolía a horrores, pero luego me empezaba a gustar, al menos la manera en que él estaba disfrutando de mi culo.
— Uff, este culito sí está rico, vale. — lo escuchaba decir para sí.
— ¿Le gusta? — le pregunté
— ¿Qué si me gusta?
— Sí.
— Me encanta este culo, me encanta y ahora sé que te lo voy a destrozar.
Y de verdad llegó el momento en el que sentía que me lo iba a destrozar, cuando me hizo darme la vuelta y levantaba mis piernas.
En esa posición sentía que el guebo me entraba hasta el alma. De momentos intentaba pararlo, o colocarle mi mano en su pecho para que me diera más lento, pero era inútil. En lugar de eso, quitaba mi mano de un coñazo y me daba una cachetada.
— Aguanta, mariconcete.
— Pero me duele.
— Me sabe a mierda, aguanta o vas a ver.
— ¿Qué?
— Te voy a sacar sangre de ese culo pa que seas serio, carajito.
Así, como estábamos, me agarraba él con sus dos manos, las ponía en mis piernas, para abrírmelas más y levantarlas al mismo tiempo. A los 20 minutos de estar dándome guebo, comenzaba a estar más brusco que nadie. Me escupió y me quedé perplejo, pero como él no le dio tanta importancia, yo suponía que debía era disfrutarlo.
— Escúpame.
— ¿Cómo dices? — preguntaba.
— Que me escupa. Y deme más duro. — dije.
— Ajaa, con que eso es lo que quieres, mariquito.
— Sí, sí, por favor.
— Yo sabía que eras una putica, siempre lo supe. Se te notaba a leguas que te iba a gustar que te dieran guebo.
— Sí, sí, sí. — decía yo, mientras él ejercía más presión y me escupía.
— Y ahora este culo es para mí nada más.
— Sí, así, así.
— ¿De quién es este culo?
— Suyo, suyo. Suyo, padrastro.
— Sí, mío, mío. — Mientras decía esto, me agarró y me cargó entre sus brazos, de manera que ahora yo abrazaba su cuello. Así siguió dándome guebo. Esa manera de cogerme me encantaba porque yo arqueaba mi espalda y se sentía estar en el cielo. Él también disfrutaba esa demasiado.
— ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te cojo? — me preguntaba en la punta del oído, eso me prendía más.
— Sí, me gusta, métamelo más, más.
— Ya te lo tragaste todo, qué putica. Pero si te puedo dar más duro, ¿quieres que te dé más duro?
— Sí, sí, deme más duro.
— ¿Así? ¿Así, ah? — me preguntaba mientras me daba con más fuerza, como una bestia. Me ardía un poco pero aguantaba, en mayor parte, para complacerlo a él.
— Sí, ay, ay, ay, así. — respondía yo.
En esa posición comenzó a acabarme adentro sin decirme nada. Yo al principio no entendía, después me lo hizo saber.
Nos tumbamos en la cama, él encima de mí, abriéndome las piernas, y dándome besos bruscos, casi pasándome la lengua por los labios.
FUE AHÍ CUANDO ESCUCHAMOS A MI MAMÁ.
Me dio mucho miedo, porque sentía que nos iba a encontrar así, ahí, pero él improvisó y se puso su mono y salió. Escuché que estaba hablando con mi mamá frente a la puerta de mi cuarto. Noté que había dejado su teléfono en la mesita de noche y en seguida, mientras hablaba él con mi mamá, intenté entrar en su teléfono. Recordaba perfectamente el patrón de desbloqueo. Quería era chismear, nada del otro mundo. Entré a Instagram y coloqué en el buscador “@alfrestrada” para seguirme. En ese momento llega un mensaje de un usuario que conocía perfectamente. ¡Era el de mi mejor amiguito de la escuela! ¡Danielito! Obviamente entré y se me aceleró el corazón cuando vi que este le había enviado una foto desnudo mostrándole el culo a mi padrastro, seguido de un “¿Te gusta así?”. En seguida salí de su teléfono y busqué el mío. En eso entró él.
— ¿Qué dijo mi mamá?
— Nada, le dije que tenías pesadillas y que me pediste que te acompañara a dormir. Le dije que no tenía ni 15 minutos aquí, así que me puedo quedar un rato más. Ella se fue a acostar un rato más.
— Ahhh, está bien. Voy al baño.
— Aquí te espero — dijo mientras me daba una nalgada.
Cuando entré al baño, busqué en mi teléfono el mensaje que Daniel me había escrito en Instagram hace apenas casi 2 horas. Solo decía:
“Te tengo que contar algo, es de tu padrastro”.
Escriban a instagram, aunque lo tengo privado, si escriben diciéndome que leyeron el relato, los puedo aceptar y les envío foto o screenshots de alguna conversación. Saludos.
Muy excitante tu historia…
suerte del padrastro que tuviste 😉
Muy excitante, buen relato