Mi padre, mi fantasía -1ª Parte
Algunas fantasías adolescentes se vuelven realidad.
o ya sabía a una edad temprana que era diferente a los demás. Y raro.
A los doce años, por ejemplo, cuando veía a mi papá en calzoncillos con un bulto enorme, tenía una sensación de hormigueo que hacía que me pene cambiara, que creciera o se pusiera duro, como cuando te despiertas por la noche y tienes muchas ganas de mear. Aunque claro, en esas ocasiones sólo quieres vaciar tu vejiga y tu polla endurecida es sólo un incordio… Sin embargo, aquellas primeras erecciones que recuerdo no eran un fastidio. Molaban, pero entonces yo no sabía qué hacer con ellas. Ni tampoco olvidaba la imagen de mi progenitor en calzoncillos.
Más tarde en el instituto, con catorce años, un amigo mío que tenía trece años me preguntó si me masturbaba. Siendo yo muy tímido, simplemente respondí que no. Me explicó detalladamente cómo masturbarse, lo que no me pareció muy complicado. Esa noche en la cama agarré tembloroso mi polla adolescente en mi mano y comencé a acariciarla. Para mi asombro, la experiencia fue increíble. Pero la mejor parte fue esa sensación increíble que se apoderó de mi cuerpo cuando esta sustancia blancuzca y con olor a pescado comenzó a salir disparada de mi polla. Me quedé allí pensando: ¡Guau! Esto es lo mejor que me ha pasado. Ya soy un hombre. No hace falta decir que se convirtió en una obsesión mía masturbarme dos o tres veces al día. Sabía que mis amigos de clase también lo hacían porque a menudo hablábamos de ello. Pero lo que yo no contaba era que en mis pajas, evocaba a algunos chicos de la clase y más tarde, a hombres adultos. Me excitaba con todo eso. Y a veces, machacándomela, algunos de esos hombres en mis fantasías púberes, se transformaban en mi propio padre… mi padre desnudo, o vestido solamente con aquellos bóxers que delataban su enorme bulto, apremiándome a tener sexo con él, masturbándonos juntos, como si eso fuese lo más normal del mundo. No eran fantasías recurrentes, pero cuando me corría me sentía un poco culpable, pero satisfecho. No le concedí demasiada importancia a aquellas fantasías masturbatorias de adolescente, simplemente sucedían, iban y venían, y se esfumaban con mi orgasmo.
Uno año más tarde, mi mamá se enfermó de una enfermedad rara, hasta el punto en que estuvo postrada en la cama. Mi mamá y mi papá solo tenían veintiún años cada uno cuando vine al mundo. Su relación no era la relación normal que tendrían un marido y una mujer. Se peleaban constantemente por todo, y no les importaba demasiado hacerlo en mi presencia. No lo entendí en ese momento y casi se convirtió en una rutina normal en nuestro hogar. Tristemente mi mamá falleció después de una larga batalla contra su dolencia.
Ahora estábamos solos mi papá y yo, pero él tras el funeral no parecía molesto con su fallecimiento, y luego me di cuenta de que únicamente permanecían juntos por mi culpa. Mi papá solo tenía treinta y seis años y por la rutina de la convivencia nos volvimos muy cercanos, aunque yo siempre extrañé a mi mamá. Participé en deportes en la escuela, especialmente hockey y baloncesto y mi pubertad siguió su camino y en el trasiego mi padre siempre estuvo en mis juegos para apoyarme y animarme. Amaba a mi papá, llegué a pensar en mis fantasías onanistas, agarrando mi polla entre mis manos, que él era el hombre más guapo del mundo… 1.82 de altura, cuerpo delgado y musculoso, aspecto de estrella de cine, moreno de cabellos rizados, ojos bien negros y un hoyuelo en la barbilla. Ahora sé que una de las causas de que él apareciera en mis ensoñaciones eróticas se debía a que a él, como a mi, le gustaba estar por la casa vestido sólo con sus bóxers, como si el resto de la ropa nos molestara, mostrando un enorme bulto que yo evocaba en las noches y terminaba por ponerme el rabo tieso. Para más agravio, solía juntarme con un compañero de clase que vivía en mi mismo barrio y en ocasiones nos íbamos al bosque detrás de mi casa y nos masturbábamos el uno frente al otro. Con el tiempo, quisimos experimentar cosas y empezamos a hacernos mamadas el uno al otro como si fuera lo más natural del mundo. Mi libido estaba por las nubes ya que todo lo que pensaba era en pollas, rabos, vergas…
Recuerdo que era un sábado, cuando se rompió una tubería principal y nos dejó sin agua. Pronto llegaron los trabajadores del departamento de servicios públicos de agua. Le dijeron a mi papá que tendrían que cavar en la calle para llegar a la tubería rota, que se necesitaban un par o tres de días para reparar la avería
-Bueno, hijo, parece que bien podríamos registrarnos en un motel por unos días- dijo mi papá. Empacamos algunas cosas y luego nos dirigimos a un motel cercano, no demasiado pretencioso. Entramos en la habitación con una bonita cama de matrimonio.
– Roberto – me dijo papá- ¿No te importa dormir en la misma cama, porque ya me dijeron en recepción que esto es todo lo que tienen disponible.
-No papá, esto está bien para mí- contesté.
A primera hora de la noche salimos del motel rumbo a un restaurante del centro para cenar. Papá y yo siempre disfrutamos de nuestras conversaciones, como dos íntimos amigos. Me preguntó si estaba interesado en alguna chica de la escuela. Le dije que no lo estaba, pero que tenía mucho sexo en mi mente. Le aclaré que yo pensaba en el sexo con cautela, pero que no me había acostado aún con nadie. Obviamente le oculté mis aventuras en el bosque.
-Bueno hijo, es normal para un chico de tu edad pensar en el sexo. -dijo papá.
-Papá, ¿Tu ya has encontrado una amiga? -pregunté. La cuestión era inútil porqué yo sabía que mi padre seguía estando sólo, y que no se veía con nadie en términos de un romance.
-No Roberto, no tengo planes de conocer a nadie- sentenció. Lo que me hacía creer que él seguía sin pareja, era que le había escuchado gemir en su habitación. Sus gemidos no eran entrecortados, sino muy elevados y ruidosos. Parecía que mi padre se lo estuviera pasando muy bien él solo. Yo luego me masturbaba con sus gemidos en la soledad de mi cuarto, como un poseso.
De vuelta al motel papá fue a darse una ducha, cuando salió se estaba secando con una toalla. Frente a mi, pronto su desnudez atrajo mi atrajo mi atención. Cuando miré el tamaño de su polla me sorprendió. Aún en reposo era gruesa, con una gran cabeza en forma de hongo, junto con un par de respetables y poco peludas bolas. Se dio cuenta cómo le miraba yo embelesado y se echó a reír.
-Es bastante grande, ¿no? -bromeó- ¿Qué te parece hijo?
-Sí papá es enorme – asentí siguiendo la broma- ¿La mía se volverá tan grande?
-Estoy seguro de que lo hará Roberto -dijo mi padre- La tendrás como la mía, y si no la tienes no debes preocuparte. El tamaño del pene es una tontería. No es importante.
-¡Pues menos mal papá si no no sabría cómo guardarme semejante pollón en mis pantalones!
Y ambos estallamos en una sonora carcajada.
-¡Hijo mío te colgará como la verga de un caballo!
Y de nuevo los dos nos fundimos en nuevas risotadas
Cuando en el televisor terminó la película horrenda de bichos y adolescentes que acaba siendo siempre víctimas, yo aún no sé por qué, pero miré a mi papá dispuesto a aclarar un enigma. Estábamos los dos en la cama, él en bóxers, yo con un viejo pijama descosido, nuestras espaldas apoyadas en el cabecero de la cama.
– Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?
Y disparé:
-¿Te masturbas?
Mi padre no pareció muy sorprendido por la pregunta, pero yo ya sabía respuesta.
-Claro Roberto, todos los tíos se pajean si no tienen pareja -contestó.
El hormigueo entre mis piernas comenzó en el instante en que él pronunció esas palabras. Sus gemidos, los que yo escuchaba algunas noches, resonaron en mi cabeza en mal momento. Un bulto apareció entre mis piernas, como una tienda de campaña. Luego noté que el bulto de mi papá en sus calzoncillos se agrandaba, bien a la vista. ¿Qué estaba ocurriendo?
-Papá… Pues como yo no tengo pareja, y me aburre cascármela solo, algún día podríamos masturbarnos juntos -susurré sin perder detalle de su entrepierna. Me miró. Quizás pensaba que yo hablaba en broma. Ni yo mismo sé por qué dijo aquello, pero el caso es que él comenzó a frotar su bulto lentamente en crecimiento. Pronto la punta de su pene pareció asomar de sus calzoncillos. ¡Asombroso!
-¡Quieres que nos hagamos un pajote, hijo! -exclamó él riendo – ¿Padre e hijo haciéndose un pajote?
Sin decir una palabra más, se bajó los calzoncillos y su enorme polla se disparó contra su pubis. Su polla debía de tener unos 19 o 20 cm de largo, y si te fijabas bien, parecía palpitar. Sus pelotas, contraídas por la enorme erección, le daban un aspecto como irreal a todo el conjunto. Yo jamás había visto algo así, y ni en mis más calenturientas fantasías había imaginado semejante belleza. Me sentí arder por dentro. Me sentí caliente como el infierno y me dolían los cojones de la calentura. Embelesado, bajé mis calzoncillos y mi pijama hasta mis rodillas mientras mi papá miraba sonriendo.
-¡Caray Roberto, estás bien equipado! -dijo él- No estás mal.
Sin más empezamos a masturbarnos mientras yo agarraba mi polla, contemplándole. Mis ojos iban de su rostro sin afeitar, a su pene erecto. El pre-cum comenzó a gotear de nuestras dos pollas y papá tomó el suyo con sus dedos lamiéndolos. A mi nunca se me hubiera ocurrido hacer algo así, de modo que le imité, lamiendo mi propio líquido pre-seminal, amando su salado sabor. Cada uno se frotó su miembro como supo y pudo, sacudiéndolo ahora suavemente y luego de manera frenética. Pronto papá arqueó la espalda gritando que se estaba corriendo. Vi chorro tras chorro de esperma salir disparado de su polla. Su semen espeso se estrellaba contra su pubis y su liso vientre, mientras él gemía fuertemente, como lo hacía hacía aquellas noches solo en su cuarto. Yo le seguí, descargando mi leche por todo mi estómago, gimiendo y exhalando como un loco.
Cuando nos hubimos corrido, papá fue al baño. Escuché el agua correr por el grifo, pero yo me limpié con mi camiseta sudada que yacía tirada en el piso y me cambié los calzoncillos. Cuando regresó, se sentó al borde de la cama y me hizo sentarme a su lado.
-Esto que hoy he hecho contigo es para que veas que la masturbación es algo normal en los hombres -dijo él, ahora con voz autoritaria – No debe ser una obsesión, pero a veces es algo recurrente. Probablemente cuando tengas una novia, y ya tengas relaciones sexuales con ella, la masturbación quedará relegada a … algo que hacías de adolescente, de joven ¿sabes?
Si alguna vez mi padre me había hablado de sexo seriamente, fue aquella. Sus serias y autoritarias palabras quitaron parte del encanto de lo que acabábamos de hacer, pero yo sabía que desde ese punto en adelante en mis fantasías sexuales mi padre y lo que él tenía entre las piernas, serían protagonistas absolutos. Y me estremecí.
Recuerdo que dormí mal. Mi sueño fue inquieto y soñé con mi padre, que nos masturbábamos de nuevo juntos una y otra vez. Y lo más surrealista fue que mientras yo soñaba, él dormía a mi lado, en aquella cama del motel.
Mi roba interior amaneció mojada, oliendo a semen. Me asusté.
Durante el trascurso de la mañana, mi papá dijo que quería hablar conmigo. Me sentó preguntándome por qué no veía chicas o no tenía novia. Algo avergonzado y sudoroso por el pudor le dije que no me interesaban las chicas y que me gustaba mirar a los chicos.
-Roberto tu solo catorce años, ¿por qué crees que estás tan interesado en los chicos? -preguntó amorosamente.
-Papá, desde que tengo uso de razón, me encantaba mirar a los hombres y también a los chicos. Me encanta mirar sus bultos, sobre todo cuando se ponen esos jeans tan ceñidos…Sé que soy joven -añadí- pero sé que me gustan los chicos, no las chicas.
Tras un leve suspiro mi padre añadió:
-Bueno, sabes que cualquiera que sea tu elección, te apoyaré.
Y me abrazó.
A partir de ahí yo quise sincerarme del todo con él. Y decirle, ¡Papá, cuando estoy en la cama masturbándome, pienso en ti…! Hoy he soñado contigo y con en esa polla que tienes, que nos hacíamos pajas juntos, como anoche…
Pero no me atreví, por no romper aquel momento tan íntimo entre nosotros dos.
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FIN 1ª PARTE.
Autor: Butch
Traducción: Pedrope
Habría deseado ser cogido por mi padre. Te amo. Besos.
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Espero que sigas con el relato, es muy bueno
yo tuve relaciones con mi padre desde los 8 años y fue algo maravilloso que nos paso a los dos, tiene ya varios años de muerto y lo extraño mucho, pero amo los momentos que me hizo pasar, muy buen relato me encanto.