Mi Padre y la Obra en Construcción
El día que descubrí que mi Padre no era lo que yo creía….
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Advertencia:
Esta es una fantasía con sexo sucio y fuerte, con fetiches de humillación y BDSM; si eso no es lo tuyo, mejor abstente de leerlo.
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Esa mañana bajé a desayunar y mi padre ya estaba sentado a la mesa, con su taza de café y el periódico en mano. Di los buenos días y fue mi mamá la que respondió, sirviéndole el plato de comida a su esposo primero y luego a mí. Para ser franco, los tiempos familiares como este son siempre algo tensos, pues mi papá es un hombre serio y severo, realmente intimidante. Él tiene 45 años; es alto, fornido y panzón. Sus enormes bíceps parecen que desgarraran las mangas cortas de sus camisas a cuadros; las cuales suele usar parcialmente desabotonadas y por la abertura se le ven los abundantes rizos castaños del pecho. Mi padre usa mostacho y el resto de su rostro siempre tiene una marcada sombra de barba áspera, es de cejas tupidas y ceño fruncido; el típico prototipo de macho. Yo soy su único hijo y con 17 años puedo asegurar que no me parezco físicamente en nada a él. Soy bajo, delgado y lampiño, y más parecido a mi madre; además no me gustan los deportes y tampoco soy machista como lo es él.
Entonces mientras desayunábamos, me armé de valor y les informé a ambos que ya me había decidido a estudiar en la escuela de artes el próximo año. Mi mamá de inmediato se mostró entusiasmada con la idea; pero mi padre le dijo bruscamente que se callara, en lo que doblaba tranquilamente el diario, y luego me miró fijamente y me indicó que yo estudiaría ingeniería estructural como lo hizo él y que el tema no estaba para discusión. Por supuesto me molesté muchísimo y quise protestar; pero fue mi madre la que habló para interceder por mí y en eso mi papá la volvió a silenciar con un ademán de golpe y de ahí simplemente se levantó, terminó su café de un sorbo y se marchó diciendo que su único hijo no sería un artista maricón. Ni mi mamá ni yo terminamos de comer, sólo levantamos la mesa en silencio; los dos conteniendo las lágrimas y compartiendo nuestra frustración sin necesidad de palabras.
Todo el resto de la mañana de ese sábado me la pasé muy mal, encerrado en mi alcoba pensando en mi nefasto futuro y odiando a mi padre por ello. Y para colmo, mi mamá cerca del mediodía me pidió que le llevara el almuerzo a mi papá, puesto que se le había olvidado. Por supuesto yo me rehusé; pero ante las súplicas de mi madre para no empeorar las cosas, accedí a regañadientes. Metí la comida en mi mochila y con mi bicicleta me fui a la obra en construcción que mi padre está encargado de supervisar. Eran las doce pasadas cuando llegué; por lo que el sol estaba en lo más alto y el intenso calor hizo que mi camiseta floja de tirantes se pegara a mi torso por la copiosa traspiración. Al pasar por los portones y altos muros hechos de láminas, vi a unos cuantos albañiles comiendo y descansando bajo cualquier sombra; de los cuales varios me miraron de una forma que me hizo sentir algo incómodo.
Y de pronto se paró frente a mí un robusto hombre, sin camisa y todo empapado en sudor, algo pelón y de barba canosa como los pelos de su pecho. Me preguntó toscamente que quería; pero cuando le dije de quien era hijo, él me miró de pies a cabeza:
– No sabía que el ingeniero tenía un hijo. —Y escupió a un costado- ¿Él sabe que vienes?
Yo me distraje y me quedé absorto mirando el gran paquete que se le marcaba a ese obrero en medio de sus gruesos muslos. Él obviamente se dio cuenta y con una mano se estrujó el bultote por sobre el jean. Estoy seguro de que me puse muy rojo, pues sentía la cara caliente y como los vellos de mis axilas sudaron todavía más.
– Eh…no…Mi papá no sabe que…Es que se le olvidó el almuerzo. —Le dije abriendo torpemente mi mochila por los nervios y le mostré los contenedores plásticos.
– Está bien, niño. —Y me sonrió- Ven y sígueme para que veas a tu padre.
Me llevó entre vigas y bloques hasta una caseta hecha de ‘paneling’ (paneles de madera), que hacía las veces de bodega de materiales y oficina de mi papá.
– Antes de entrar asómate primero por la ventana. —Me dijo el maduro obrero sonriéndome con cierta picardía- Así ves cómo es que trabaja tu padre.
Asentí con la cabeza sintiéndome algo nervioso, pero a la vez curioso de que iba ese hombre. Entonces me asomé cuidadosamente y lo que miré del otro lado me dejó perplejo, que al instante me quité de la ventanita con un sudor helado escurriendo por mi espalda.
– ¿Qué pasó, niño? ¿No te gustó lo que viste? —Y el obrero, que tendría que tener más de 50 años, se rio por lo bajo- Anda, hecha otro vistazo.
Le miré y me fijé que éste volvía a apretarse el paquete por sobre el jean; así que sin pensarlo volví a asomarme por la pequeña ventana. Allí estaba mi padre, ese hombrezote fuerte y velludo de casi dos metros, totalmente desnudo e hincado en las sucias tablas del piso, con tres albañiles sentados a su alrededor. El trío de hombres de cuerpo fibrado y sudado estaban sin camisas, dos tenían sus jeans desabrochados y se frotaban los pelos púbicos con las manos, y el tercero se estrujaba la entrepierna riéndose y hablándole a los otros.
En eso mi papá se dirigió en cuatro a este último y le empezó a lamer los botines de trabajo.
– ¡Eso es! ¡Límpialos bien! —Habló el albañil dueño de los zapatos- ¿Te gusta limpiármelos con la lengua, no es así puta-cerda?
Mi padre sólo asentía y seguía lamiendo aquellos asquerosos botines cubiertos con polvo de cemento y lodo en las suelas.
– ¿Eres una buena cerdita, verdad maricón? —Continuó el trabajador y le escupió en la cara.
– Sí, señor. Soy su putita para todo lo que quieran. —Respondió mi papá para mi asombro y para las carcajadas de los demás dentro de aquella caseta.
– ¡Date la vuelta y muéstrame el culo! Quiero verte el hoyo de zorra. —Volvió a hablar el albañil que era el más joven del grupo, tendría un poco más de 20 años, y a pesar de que era delgado estaba súper marcado; y éste tenía el cabello negro, la piel algo bronceada por el sol y los ojos verdes aceitunos, por lo que debía ser un chico gitano.
Mi padre obedeció. Se giró y pegó el rostro al polvoso piso, quedando su gran trasero bien levantado, y de ahí él se llevó las manos al culo y se descubrió la raja peluda. Desde donde yo estaba pude verle perfectamente el sumamente velludo y gran agujero anal a mi papá.
– ¡Ábretelo bien! Queremos ver tu coñito peludo de puta-zorra. —Y el gitano le dio el último trago a la botellita de ‘Coca-Cola’ que tenía.
Increíblemente el hombre que yo hasta es momento consideraba como el más macho de todos, se metió un dedo de cada mano dentro de su ano y lo abrió aún más.
– Sólo es de ver lo fácil que se te abre. ¡Menuda zorra eres, maricón! —Espetó el joven obrero y los otros dos rieron- Seguro que esto te entra entero.
Y de sopetón el albañil juvenil le metió todo el pico de la botella de litro por el culo a mi padre; quien de inmediato soltó un tremendo grito, que estoy seguro de que se le llenaron los ojos de lágrimas. Los otros obreros volvieron a carcajearse, en lo que se sacaban los flácidos y gruesos rabos y se los jaloneaban viendo el espectáculo que montaba mi papá.
– Oigan como al jefe le gusta. —Habló uno de los otros dos, un marroquí de larga y espesa barba, corpulento y extremadamente velludo; mientras apoyaba una de sus pesadas manos sobre el fondo de la botellita de vidrio y así se la ensartaba más adentro del culo a mi papá.
– ¡¡AAAHHH!! ¡Agh…Sí, me encanta! ¡Métanmela más! ¡Agh! ¡Más duro por favor!
Los tres no paraban de reír y comentar cosas morbosas entre ellos, insultando a mi padre. Y sin darme cuenta, el maduro y canoso trabajador que me había recibido me susurró al oído:
– ¿Quieres entrar, niño? ¿Te gustaría disfrutar tú también de esa puta que tienes por papi?
Yo me sobresalté, pues hasta ese momento estaba completamente absorto viendo; pero cuando pude procesar todas las palabras de aquel sujeto y como éste me miraba, contesté que sí.
Todo el resentimiento y cólera que yo tenía dentro de mí, lo usaría para humillar más al macho que hasta ahora creía tenía por padre.
Entonces nos acercamos a la entrada de la caseta; yo detrás de aquel hombre de espalda ancha, que por cierto tenía un intenso hedor a sobaco sudado; y en eso éste abrió la puerta.
– Ingeniero, tiene visita. Mire quien vino a verle.
Mi padre continuaba en cuatro patas con la cara al suelo, separando sus nalgotas con sus manos; en lo que el peludo y barbón marroquí le metía la botella hasta la mitad, y luego se la sacaba un poco, sólo para de nuevo clavársela en el culo con fuerza.
Y cuando mi papá me miró detrás del maduro albañil, quien era el maestro de obras, se puso muy pálido y su rostro reflejó sorpresa mezclada con vergüenza.
– ¡Alejandro! ¡¿Qué haces aquí?! —Y se intentó incorporar; pero el gitano lo empujó otra vez al piso y le dejó inmóvil con su botín sobre la cabeza, apretándosela contra el suelo.
– ¡Quieta ahí, zorra! —Dijo el joven macho y viéndome con sus hermosos ojos verdes me sonrió, dirigiéndose a mí- ¿Así que tú eres el hijo de esta puta-cerda?
– Eh…Sí… —Respondí nervioso, sintiendo las miradas de los otros dos albañiles marroquíes; por lo que mi traspiración era cada vez más copiosa. De ahí mi vista se enfocó en mi padre, en el suelo, sometido y humillado por esos apestosos y fornidos trabajadores.
Y de repente tuve al canoso obrero a mis espaldas; mismo que con una de sus rudas manos me estrujó la entrepierna por sobre la calzoneta, mostrándole a todos mi marcada erección, la más dura que yo había tenido hasta ese entonces.
– Y vean como al niño le gusta que su papá sea una puta, ¿no es así? —Y el maestro de obras me la apretujó más. Yo no necesité contestar, pues mi firme verga hablaba por si sola.
– ¿Sabes qué es lo que a tu papi le fascina? —Me preguntó el sexy gitano- Que le follen el culo muy duro, ¿no es verdad, maricón de mierda?
– ¡No, por favor! ¡Delante de mi hijo no! —Suplicaba mi padre con una expresión en su rostro que jamás pensé ver, casi que tenía lágrimas en los ojos marrones, y todo mientras el marroquí más velludo no había parado de estarle bombeando el culo con la botellita de vidrio.
– ¡¿Cómo qué no?! —Y el joven le presionó el zapato más fuerte sobre la cabeza- ¿No ves que tu hijo está deseando ver cómo te rompemos y rellenamos el culo?
– ¡Sí! —Hablé entre sus risas- Eso quiero… ¡Quiero que se lo cojan y le llenen el culo de leche!
Yo estaba fuera de mí. Todavía no sé qué fue lo que me invadió ese día. Y por su parte, mi papá me quedó viendo incrédulo y horrorizado al mismo tiempo.
– Pero Alejandro…hijo… Yo soy tu…
– ¡Cállate marica! —Le grité y le di una patada- El tema está fuera de discusión.
Los cuatro albañiles se volvieron a echar a reír.
– Al jefe ni su hijo lo respeta. —Dijo el primer marroquí, a la vez que le sacaba la botella del culo, cosa que fue difícil pues se le había hecho vacío; pero con la fuerza de sus musculosos brazos el peludo hombre se la arrancó de una y el grito de mi padre no se hizo esperar.
El ano de mi papá quedó sumamente abierto y muy rojo, con todos los rizados pelos de alrededor pegados a la piel por lo sudado que ya estaba.
Y en cuestión de minutos los obreros se quitaron el resto de la ropa, quedando desnudos y exhibiendo sus erectas vergas. El gitano estaba bien dotado y los rabos de los otros dos velludos marroquíes eran muy gruesos y cabezones, cubiertos de pelos negros hasta medio tronco.
– Ahora ábrete bien el culo, maricón. Te lo vamos a preñar entre todos. —Le ordenó el obrero juvenil; a lo que mi padre instintivamente obedeció y levantado bien su trasero se abrió todo lo posible las nalgas, justo en lo que el viril gitano lo penetraba de una sola ensartada.
– Mira niño como a tu papi se la clavan de una. —Me susurró el maestro de obras, al tiempo que me bajaba la calzoneta y mi verga brincaba súper dura- Eso es porque el muy marica está tan acostumbrado a recibir vergotas en su culo de zorra.
– Dile a tu hijo como es que te gusta que te cojan por el culo. —Continuó el masculino joven, mientras las embestidas con su lago y curvo rabo eran cada vez más rápidas y fuertes.
– No, por favor…
– ¡Díselo! —Le gritó el segundo marroquí; que se veía más joven que el otro, pero igual tenía barba y era peludo, aunque no en los hombros y espalda como el primero.
– ¡Agh…perdón! ¡Sí! —Respondió mi padre después de recibir un golpe del marroquí- ¡Me gusta mucho que me revienten el culo muy duro y me traten como la puta-perra que soy!
Y ahora en lo que el albañil gitano le bombeaba brutalmente el ano y recto a mi papá, éste de rodillas se sostenía con una mano en el suelo y con la otra masturbaba uno de los carnosos y velludos mazos de carne de los marroquíes; a la vez que con su boca mamaba el otro rabo, atorándose hasta la garganta, que su mostacho se mezclaba con esos negros pelos púbicos.
Así estaba mi padre, atendiendo a esos dos machos como una auténtica puta, intercalando sus manos y su boca sobre esas herramientas viriles; mientras gemía sin cesar y pedía que el joven semental que le reventaba el culo se la metiera todavía más despiadadamente.
Yo contemplaba ido aquella escena, pajeándome como un loco y enfermo sexual, y a mi lado el obrero maduro hacía lo mismo; ambos excitados presenciando el espectáculo de como el joven macho se corría dentro del culo de mi papá, lanzándole varios chorros de leche dentro.
– ¿Quién sigue? —Preguntó el sexy gitano, en lo que se ponía su calzoncillo y pantalón, y se encaminaba a la puerta; pero antes de salir me giñó un ojo y me dijo cuanto disfrutaba de llenarle el culo de leche a mi padre diariamente.
Luego fue el turno de los dos sementales marroquíes. Entre que uno le follaba las entrañas a mi padre, el otro hacía lo mismo pero por su garganta, empalándolo por ambos extremos.
Primero se corrió el mayor y más velludo de ese par de primos, justo en el culo de mi papá, y en lo que era el turno de su primo para inyectar semen en los intestinos de mi padre, el primero puso a este último a que le limpiara la verga con la boca y lengua; lamiéndole todo el embarrado rabo y también sus sudadas y peludas bolas oscuras. Y después de la tercera corrida dentro del culo de mi papá, éste seguía en cuatro en el piso, con su propia vergota muy dura y chorreando incontables hilos viscosos al suelo.
– ¡Papá, si que eres un verdadero maricón! —Le dije con mi rabo colorado en mano.
– Sí, hijo. Soy una putita… —Y noté como me veía la entrepierna, casi relamiéndose.
– Veamos cómo le dejaron el culo a tu papi. —Habló el maestro de obras acercándose por detrás a su jefe; quien se puso como antes, elevando bien su trasero; y de ahí el maduro trabajador le abrió rudamente la raja- Uff…Sí que quedó bien llenito de leche de macho. Ya puedes follártelo si quieres, niño. Se nota que tu papi lo está deseando.
Los dos marroquíes se rieron al tiempo que se guardaban las herramientas inseminadoras y salían satisfechos. Yo tragué en seco, sintiendo como el sudor me escurría de las axilas por los costados y como mi rabo continuaba súper erguido y palpitándome.
– Hmmm…Creo que todavía le cabe más. —Y le metí dos de mis dedos en el recto, sintiendo lo tibio de su interior, y cuando se los saqué, estos estaban embarrados con la mezcla de semen de los tres albañiles- ¿Quieres más perrita?
– ¡Sí, por favor denme más! —Y su ya bien dilatado y enrojecido ano se abría y cerraba como si fuera una boquita hambrienta pidiendo más de comer. Luego mi papá se giró y, siempre en cuatro patas, me chupó el semen de los dedos; tan excitado y deseoso que hasta babeaba.
– Ven niño, vamos a buscar afuera más leche de verga para la perra de tu papi.
El canoso obrero, entre los materiales de un anaquel, encontró una delgada cadena que amarró al cuello de mi padre, asegurándola con un candadito, y como si mi papá en verdad fuera una zorrita, lo sacó a pasear desnudo; de hecho los tres salimos desnudos, excepto que el albañil llevaba puestos sus botines de trabajo y yo mis zapatillas deportivas.
Afuera el sol brillaba tanto que quemaba la piel; en lo que ese hombrezote de 1.90m de altura, 90Kg de músculos cubiertos de vello, corte militar y frondoso mostacho; se desplazaba por el suelo de tierra y grava con las palmas de las manos y rodillas, con el culo peludo goteando esperma de tres hombres distintos y con su gran verga erecta sacudiéndose sola.
– Pide leche, marica. —Le ordené, mientras el maduro maestro de obras llevaba la correa y paseaba a mi padre como perra en celo en busca de machos.
– ¡Denme leche, por favor! —Comenzó a gritar mi papá con su vozarrón por toda la obra en construcción- ¡Necesito que me llenen el culo de lechita para que mi hijo me folle!
Dos peones que estaban cerca de las letrinas portátiles nos oyeron y se asombraron con la imagen de ver al ingeniero supervisor, su patrón y el responsable de sus pagos, en esa posición conmigo y el otro sujeto. Mi padre se fue hacia ellos en esa postura humillante y les habló:
– ¿Me cogen el culo, por favor? Soy una putita y necesito que me llenen el culo de leche…
Los dos obreros se miraron entre ellos y se empezaron a reír algo incrédulos.
– Pos primero tengo que mear. —Contestó entre risas el más alto del par.
– Así que es cierto. El jefe es tremendo maricón. —Dijo el más bajo y de cuerpo tatuado.
– Te lo dije. —Respondió el primero, que tenía mal aspecto y se veía bastante sucio; pero como llevaba su camisa abierta, se le podía ver el pechote y el abdomen marcado como rival.
Yo les expliqué que él era mi papá y que era una puta-perra; lo hice voltearse y que les mostrara como ya tenía de abierto el ano. Los dos trabajadores silbaron al ver como de aquel agujero chorreaban varios grumos espesos de esperma, que le escurrían por la velluda raja hasta los huevos aún más peludos, y pronto se hizo un charquito de semen debajo de su culo.
Entonces el obrero que se veía muy sucio, y de hecho apestaba extremadamente fuerte a sobaco de macho, se quitó el agujereado pantalón jean y quedó en calzoncillo. Éste antes debió de ser blanco, pero ahora era de tonos amarillos y marrones por toda la traspiración, sebo y orina seca de lo que tenían que ser días de uso.
– ¡Joder Carmelo! ¿De qué vas tan asqueroso? —Preguntó el maduro dotado a mi lado- ¿Hace cuánto que no te lavas, cabrón?
– Casi una semana. Bien sabes que me estoy quedando aquí y no hay agua. —Le contestó rascándose los enmarañados pelos púbicos castaños claro, que le subían hasta el ombligo.
Y al bajarse el inmundo calzoncillo, el llamado Carmelo dejó escapar un buen rabo recubierto de piel curtida, y al descapullárselo tenía todo el rosado glande lleno de espeso requesón fálico; que hasta yo pude olerle el hedor rancio que le emanaba.
– La tengo un poco sucia. —Y el sinvergüenza se carcajeó.
– No pasa nada. —Le dije acercándome más- Mi padre es una cerda y con gusto te la va a limpiar con la boca, ¿no es así maricón?
Mi padre titubeó por unos segundos, supongo que aquello si le daba algo de asco; pero entonces el maestro de obras lo jaloneó de la cadena al cuello y yo le di un buen bofetón.
– ¡Agh…perdón! ¡Sí! Sí lo haré con mucho gusto… —Y acercó su boca a esa fibrosa verga, asquerosa y cubierta de blanquecino requesón seboso.
Curiosamente cuando mi papá la olfateó más de cerca, creo que le gustó, pues se puso a chupársela como si se le fuera la vida en ello. Tenía hasta el mostacho lleno de restos secos, mientras con su lengua juntaba más y se comía aquello que debía ser muy salado. Se la lamió entera, desde la punta hasta la base con pelos, y también le sorbió ambas bolas olorosas.
El albañil harapiento, pero súper atlético, sólo jadeaba de placer y contemplaba encantado como mi padre era tan buena zorrita y como con esas mamadas expertas le había dejado todo el rabo limpio, y perfectamente erecto y venoso.
– ¡Oh…diablos…! Me hará correrme. Nunca creí que el jefe fuera tan buena puta.
– Sí quieres también te puede limpiar el culo. —Le propuse, jalándomela a su lado.
Por supuesto que el hediendo obrero aceptó divertido y también excitado por ese nuevo morbo, que simplemente se dio la vuelta y le puso el culo delante de la cara a mi padre.
– ¡Ábreselo bien, perra! —Le ordené a papá y él obediente le separó las nalgas con sus manos.
Aquella raja de macho estaba llena de rizos pegados a la piel por el sudor mal oliente, con la viva esencia de un verdadero macho trabajador sin duchar por días. Hasta yo podía sentir la intensa testosterona de ese albañil, e incluso los otros dos, que también se pajeaban viendo.
Entonces apoyando mi mano en la coronilla de la cabeza de mi papá, lo empujé para que todo su rostro se restregara contra aquel culo de hombre, obligando a mi padre a que se lo comiera; cosa que él hizo a pesar de unas cuantas arcadas iniciales.
– Miren como la puta-cerda chupa ese ojete. —Habló el maduro canoso con su buen rabo en mano- ¡Hasta le escarba y mete toda la lengua dentro!
– ¡Joder! ¡Qué padre tan maricón tienes, chaval! —Me dijo el otro, que también se jaloneaba su corta pero gorda y cabezona verga- Con tu permiso le voy a dar una buena montada, que me ha puesto muy caliente el desgraciado.
– ¡Claro! Adelante, macho. Quiero ver como le llenas todo el culo con tu leche.
– ¡Oh…diablos! ¡Pero qué bien se siente esto! —Exclamó el sucio Carmelo, en lo que mi papá le devoraba todo el trasero con desesperación lujuriosa y le introducía toda su lengua en el recto.
El puto sumiso de mi padre levantó su culo para que el segundo albañil, de rodillas y detrás de él, se lo empezara a coger. Y como su agujero anal ya estaba sumamente dilatado, la maciza verga del obrero le entró de una hasta el tope; pero aun así mi papá soltó un fuerte gemido, retomando luego sus succiones al apestoso y peludo culo del otro hombre.
– ¿Te gusta que te la meta duro mientras te comes un culo de macho, verdad perra?
– Mmmm… ¡Sí, me gusta! ¡Agh! ¡Más duro! Mmmm… ¡Agh…rápido! —Respondía mi padre apartando su boca por momentos para gemir y recobrar el aliento, y luego seguir chupando ano y lamiendo el interior de aquel recto; todo al mismo tiempo que el trabajador tatuado, de espalda ancha, pechote y brazos fibrados le reventaba su culo con todo el brío de un semental.
Y en eso el maestro de obras se acercó más y comenzó a mearle la espalda a mi papá; aún con su rabo firme lograba soltar un poderoso chorro de orina amarilla. Así que tuve una idea.
– ¡Hey, Carmelo! ¿No que tenías ganas de mear?
– Pos sí, pero como vinieron ustedes. —Me contestó girándose y apartando su trasero del sudado y ensalivado rostro de mi papá.
– Bueno, ¿por qué no le orinas en la boca? Apuesto que la cerdita tiene mucha sed.
– ¿Quieres que mee a tu padre? —Me preguntó el asombrado Carmelo.
– Sí, quiero ver como se toma toda tu orina caliente. —Y el albañil me sonrió con malicia.
– ¡No hijo, eso no por favor!
Una vez más el robusto maestro de obras tiró de la cadena para disciplinar a mi papá.
– ¡Tú te callas, marica! —Le solté a mi padre y en eso le jalé del cabello para que por el dolor abriera su boca- Vamos macho, ven y orínatelo como si fuera un jodido urinario.
Así que el puto sumiso de mi padre se quedó en cuatro con la boca bien abierta y la lengua de fuera, esperando el chorro de orina de Carmelo; mientras el otro trabajador con su cuerpo compacto lleno de tatuajes no paraba de embestirle fuertísimo el culo, que todo el cuerpezote de mi papá se meneaba de adelante atrás con cada bombeo, y aquel obrero bajito y corpulento parecía estar enganchado a ese culo peludo como un perro embramado.
– ¿Qué es lo que quieres, maricón? —Interrogué a mi padre al verlo ya dispuesto y obediente.
– ¡Quiero que me orinen en la boca, por favor! Aaaaaaaa…
– ¡Pos bébetela toda, puta-cerda! —Y con un sonoro alarido de alivio, el sucio y mal oliente albañil empezó a orinar en la cara de mi papá.
Todos vimos como de esa fibrosa y erguida verga comenzó a salir un poderoso chorro amarillo; el cual apestaba y bañaba todo el rostro y boca de mi padre, quien trataba de tragarlo todo, pero aun así los meados de Carmelo salpicaban su cabello y le escurrían por el cuello y el pecho, chorreándole hasta sus pelos púbicos, bolas y duro rabo.
– ¡Oh…eso es! ¡Trágate toda mi amarga orina delante de tu hijo, maldita cerda!
– ¡Rayos, son litros! —Exclamé admirado, viendo como ese macho estaba bañando todo el velludo cuerpo de mi padre; por lo que yo me masturbaba más rápido y noté como el maestro de obras frente a mí también estaba igual de excitado.
Mi papá bebía esos meados como si fueran una refrescante bebida energizaste. Y cuando finalmente el greñudo trabajador terminó, mi padre quedó completamente empapado.
En ese momento, el que le estaba follando como bestia se corrió; llenándole de nuevo el culo de leche viril, la cuarta descarga de ese rato que llevábamos juntos.
– Uff…Yo también necesito mear…Oh… —Y el obrero todo tatuado también empezó a orinar con su verga erecta; sólo que él lo hizo dentro de las entrañas de mi padre.
Mi papá seguía a cuatro patas, goteando orina de todos lados, y en eso me percaté que su vientre parecía haberse inflado por los litros de meados del otro macho en sus intestinos. Entonces, cuando el albañil se la sacó, el maestro de obras y yo le ordenamos a mi padre que la aguantara dentro; lo justo para que el primer trabajador se pusiera detrás de él y se la metiera por el culo con una sola y poderosa estocada.
– ¡Diablos, qué lleno está el maricón! ¡Se siente delicioso cogérmelo así! —Dijo Carmelo al tiempo que ya le taladraba con todo y mi papá se dejaba a gusto; mientras con su boca y lengua lambisqueaba todo el macizo rabo del tatuado y se lo limpiaba hasta los huevos.
El quinto macho albañil no tardo en correrse en las entrañas de mi padre; llenándolo con la correspondiente quinta carga seminal, más toda la cuantiosa orina del anterior. Mi papá ahora se retorcía en el suelo, luchando para mantener cerrado su esfínter; pero lo tenía tan usado y abierto que le era muy difícil estrujarlo.
– Cierra el culo, puta. Que no se te salga nada. —Le advertí.
– Nnghhh…No puedo, hijo… ¡Se me sale…Aaghhh! —No pudo más y soltó una ducha de meados amarillos, mezclada con la espesa esperma de todos los sementales que lo habían usado antes.
– ¡Mira lo que hiciste, perra estúpida! —Y lo pateé en un costado- Ahora vamos a tener que empezar de nuevo y llenártelo otra vez.
– No te preocupes, niño. —Me dijo el maduro obrero apoyando su sudado brazo musculoso sobre mis hombros- Hay más vergas con semen por toda la construcción.
Así que dejamos ya bien satisfechos al dúo por las letrinas, para que continuaran con sus labores diarias. El maestro de obras sujetó la cadena y encaminó a la sometida perrita de mi padre a otra área; donde vi a un negro gigante apilando sacos de cemento, y cada vez que este levantaba uno de esos pesados sacos, sus enormes músculos se brotaban y marcaban más en aquella reluciente piel de ébano.
– Oye, Kwame. Necesito que nos ayudes con esta puta-zorra. —Y el trabajador de barba y pelo en pecho canoso señaló al hombre en cuatro como perra, que no era otro que su jefe y mi papá- Este niño es hijo del ingeniero y quiere ver como le llenas el culo, ¿quieres?
– Vamos papá, no me hagas pasar vergüenza. —Le dije dándole un golpe- ¡Anda, pídele leche!
– ¡Agh…lo siento, hijo! Por favor, necesito que me den duro por el culo…
El senegalés de dos metros de altura, que llevaba toda la cabeza rapada y tenía un aspecto de fisicoculturista, se nos quedó viendo unos segundos; por lo que supe que él como los otros dos anteriores no sabían que su patrón era tremendo puto sumiso.
– Hace mucho que no follo. —Contestó con una voz profunda- Así que no me vendría mal un buen hoyo para divertirme un poco.
Entonces el gigantesco africano se desabrochó su jean y se sacó la vergota más inmensa que yo haya visto jamás. Aquel rabo negro estaba flácido y aun así era el doble que el mío erecto.
– ¡No, él no, por favor! —Lloriqueó mi padre realmente asustado al ver aquella virilidad.
– ¡Cállate marica! —Le espeté con una patada que le sacó el aire- Tú haces lo que te digamos.
Así que él, al tiempo que recobraba el aliento, se volteaba en cuatro en el suelo de tierra y le ofrecía todo su enorme y peludo trasero masculino a ese tremendo semental negro. Este se había estado tocando el garrote oscuro, por lo que ya se le estaba poniendo duro y cada vez más grande y grueso, que cuando detuvo su crecimiento era del tamaño de mi antebrazo.
– Vamos Kwame, pártele de una vez el culo a la putita. —Lo incentivó el maestro de obras.
En ese momento mi papá se abrió de piernas lo más que pudo y con las dos manos se separó bien las nalgas velludas, exhibiéndole al senegalés su ano ya sumamente ensanchado por el uso.
– Prepárate, chico. —Me dijo el africano- Le voy a destrozar el culo al maricón de tu padre.
Y sin más, el negro albañil le ensartó todo su gran glande y medio garrote de una clavada; que los ojos marrones de mi padre se le salieron de las cuencas por el dolor. Mi papá gritó a todo pulmón, que yo estaba seguro de que todos los machos de la construcción lo habían oído.
En eso el negro le agarró del cabello y le empezó a embestir como una verdadera bestia selvática, de una forma salvaje y brutal; que con unas cuantas arremetidas más se la logró introducir entera, que seguramente mi padre la sentía en la boca del estómago; ya que ese rabo era realmente monstruoso. Y en cuanto al maduro y a mí, los dos estábamos súper excitados, masturbándonos nuevamente viendo como el senegalés se la sacaba hasta la mitad y de un golpe de pelvis se la volvía a clavar completa, hasta sus rizados y tupidos pelos púbicos.
– ¡Oh…que bien lo tiene! —Confesó Kwame, sorprendido de que el culo de otro hombre, en este caso su jefe, se sintiera tan rico; húmedo, caliente y apretujado en toda su vergota africana.
– Es que el ingeniero es una puta maricona desde que nació. —Habló el maduro obrero jalando su gordo mazo- Me lo confesó el primer día que le preñé su culo.
A mi padre le faltaba el aire, que casi no podía gemir. Era más lo que abría toda la boca tratando de captar oxígeno, dando bocanadas para poder respirar y soportar toda aquella monstruosa verga dentro de sus machacadas entrañas. El semental de Senegal le jalaba más del cabello, haciéndole la cabeza para atrás y así lograba ensartársela toda. Era como si ese negro quisiera atravesar a mi padre y sacársela por la boca. Ni con las cinco cogidas previas había visto algo así; yo no podía creer como era posible que todo ese rabo le cupiera a mi papá y como ese macho africano lo estaban violando al máximo.
– ¡Eres una maricona de mierda! —Lo insultaba Kwame, mientras no paraba de reventarlo con violencia- ¿No te da vergüenza que tu hijo te mire así, como una perra en celo pidiendo vergas de machos?
– ¡¡AGH!! ¡Ay…Sí, mucha! ¡Agh…! —Le respondió mi padre casi entre sollozos; aunque su propio rabo de buen tamaño seguía muy duro y se le sacudía con cada empujón, por lo que él en verdad estaba disfrutando todo eso.
– Apuesto a que te calienta, ¿no es así? —Continuó el negro entre sus cogidas colosales- ¿Te gusta que te usen y humillen delante de tu hijo, verdad malnacido?
– ¡¡AY!! ¡Agh! ¡Sí…me encanta! ¡¡AGH!!
– Eso es porque el ingeniero es toda una puta-perra. —Agregó el maestro de obras.
– Nah…Eso es porque mi padre es menos que una perra. Él no es nada. ¡Díselos, papá!
– ¡Sí! ¡Agh! ¡No soy nada! ¡Agh…Dios que dolor! —Contestaba entre gimoteos- Soy sólo un hoyo para que me usen y llenen de leche… ¡Agh…me partes en dos…Dios!
Entonces el gigantesco y hercúleo negro aceleró sus folladas; que vi como mi padre se orinaba, creando un charco de lodo debajo de él.
– Así que quieres que me corra en tu coño de marica, ¿es eso, no? —Preguntó el africano.
– ¡Ay…Sí por favor! ¡Llénamelo! ¡Ya que no aguanto más!
Escuchar esas suplicas dolorosas de parte de mi papá, me pusieron caliente al extremo; por lo que me paré frente a su rostro lastimero y le dije:
– Cómeme el rabo mientras este negrote te preña.
Él alzó la mirada y pude ver en sus ojos su extasiada felicidad. Casi con lágrimas, mi padre se llevó a la boca mi verga entera; misma que estaba muy firme y colorada de tanto estármela pajeando todo ese largo rato, y en eso me la empezó a mamar delicioso.
Yo jadeaba y sudaba muchísimo, observando como el puto sumiso de mi padre se deleitaba engulléndose toda mi herramienta sexual, que mis castaños pelos púbicos se mezclaban con los de su espeso mostacho. Mi propio papá dándome mi primera mamada, increíble.
– Uff…Que morboso ver al ingeniero comiéndole el rabo a su hijo. —Dijo el macho maduro, en lo que él tampoco paraba de masturbarse viéndonos a los tres.
– Eso es chico, dale verga a la zorra de tu padre. —Agregó el enorme negro, al tiempo que sus embates pélvicos le reventaban completo el interior del culo a mi papá.
Y de pronto estábamos rodeados por otros trabajadores que habían oído el alarido de dolor de mi padre, y al ver la escena que nos estábamos montando se acercaron curiosos. El maestro de obras les explicó e invitó a unírsenos. Yo excitado por como aquellos viriles albañiles me veían, le saqué mi verga de la garganta a mi padre y lo hice que me chupara los huevos, y luego le ordené que abriera bien la boca y le escupí dentro varias veces, para que todos miraran como él se tragaba encantado toda mi saliva.
Ya todos los obreros que se acercaron, se habían desnudado como nosotros y se masturbaban; justo en lo que Kwame aceleraba sus bestiales embestidas africanas.
– ¡Oh…maldición! Me vengo…Ooohhh! —Exclamó el senegalés entre jadeos de macho- ¡Ahí te va toda mi leche maldita puta! ¡Aaahhh!
Finalmente y después de media hora, el gigante negro se corrió con fuertes espasmos; casi que arrancándole un puñado de cabello a mi padre. Con semejante vergota monstruosa, yo estaba seguro de que la descarga seminal de ese negro sería descomunal, inundándole todo el intestino a mi papá; el cual se sostenía como podía, fatigado y calado en traspiración, y ahora hasta le escurría leche de otros machos, pues varios de los albañiles acababan en su espalda y nalgas.
– Que buen coño de zorra tiene tu padre, chico. —Me dijo un Kwame ya satisfecho, en lo que retiraba aquel desorbitante rabo semierecto, que varios de los otros trabajadores silbaron asombrados de toda esa envergadura fálica, como de la forma que le dejó el culo a mi padre.
El africano le había machacado las entrañas y le había reventado el ano, que cuando se la sacó del todo, una parte del culo de mi papá quedó por fuera, hinchada y súper roja.
Así que aproveché para acercarme a su trasero, se lo nalgueé un poco y de ahí le metí tres de mis dedos; y para mi gran asombro le logré meter todo el puño hasta la muñeca. Mi padre gimió como una putita delirante, que me resultó patético y por eso le metí más de mi brazo.
– ¡Joder, niño! Creo que ahora nos va a tocar cogérnoslo juntos. —Propuso el maduro macho abrazándome como gesto paternal- O este hoyo nos quedará muy flojo.
Entonces en lo que el senegalés se marchaba para seguir cargando las bolsas de cemento, el maestro de obras se acostó en el suelo boca arriba e hizo que mi papá lo montara boca abajo y luego yo me acerqué por detrás, en posición emboqué mi glande en el desgarrado ano de mi padre y, empujándola encima del gordo mazo del canoso obrero, se la clavé entera; logrando ambos hacerle una placentera doble penetración.
– ¡¡AAAGHH!! ¡Ya no más! ¡Ya no puedo más! ¡¡AGH!! ¡Me destrozan!
– ¡Cállate marica! ¡Sí te gusta! —Le grité, dándole más nalgadas fuertes, al mismo tiempo que sentía el roce del rabo del viejo semental y toda la cuantiosa esperma del negro envolver mi verga; y como era tanta, esta me salpicaba los pelos y me chorreaba por las bolas- Diles a todos cuanto te fascina que tu hijo te folle el culo muy duro.
– ¡Ay…Sí, hijo! ¡Me encanta! —Gemía ahora mi papá como una puta bipolar- ¡Soy tuya! ¡Reviéntame el culo por favor, hijo mío! ¡Más duro…Agh!
Ahí estaba el que alguna vez creí era mi macho padre, ahora un puto sumiso siendo cogido por mí, su único hijo de 17 años, y el maestro de obras que era como su mano derecha en aquella construcción; todo delante de un montón de recios y vergudos albañiles, que continuaban pajeándose en círculo a nuestro alrededor.
Yo y el canoso obrero habíamos estado esas tres horas en masturbación continua, que no pudimos aguantar mucho más.
– Ah…Ahí va, papá… Toma toda mi leche, maricón de mierda…Aaahhh!
– ¡Sí hijo, sí! ¡Preña a tu papi! ¡Llena de leche el culo de zorra de tu padre!
– ¡Oh…joder! ¡Qué rico…Ooohhh! —Y el maduro masculino eyaculó también; haciendo que los dos simultáneamente le llenáramos más el roto culo a mi papá.
Y cuando el último disparo de mi semen entró en el colon de mi padre, fui consciente de todo lo que estaba pasando y yo había hecho. Me incorporé algo débil y aturdido, en lo que de súbito otro hombre tomó mi lugar y continuó con la doble penetración junto al maestro de obras.
Había fila para seguir cogiéndose a mi papá, creo que estaban todos los albañiles de la obra en construcción, todos desnudos y pajeando sus herramientas con anticipación; hasta vi de nuevo a los primos marroquíes, al tatuado y al sucio de Carmelo, todos esperando por otro turno.
– Eres muy afortunado al tener un padre así de puta y con un coño de zorra tan rico.
Me giré y era el sexy gitano, que también se jalaba su larga y curva verga ahora a mi lado.
– Sí, es un completo maricón sin límite. —Le respondí sintiendo como mi rabo otra vez se iba llenando de sangre, irguiéndose e inflándose queriendo todavía más.
– Lo vamos a follar hasta que se desmaye y seguramente seguiremos aun así. —Y agarró mi verga entre sus manos, sintiendo como ya estaba del todo dura- Y por lo que veo tú también vas a necesitar otra ronda.
Los dos nos reímos a carcajadas como si fuéramos grandes amigos.
Así fue como descubrí que mi padre es en realidad un puto sumiso y ahora mi esclavo sexual. Yo terminé estudiando lo que quise y me convertí en el machito dominante de mi papá; le doy leche a diario y él hace todo lo que yo le ordeno, pues ahora yo soy el hombre de la casa.
—El Fin…
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Nota: Este relato está hecho a partir de la colaboración de ‘Kresta’.
Pedazo relato, me ha encantado 🥵🥵🥵
Gracias y no sabes lo duro que estuve al escribirlo jeje… 😛
Y gran parte del crédito es para ‘Kresta’ y su maravillosa mente morbosa 😉
Salu2!!
Me fascinó completamente, me gusta mucho tu forma de escribir y lo que relatas
Gracias amigo, entonces te invito a leer todos mis relatos; que tengo más de 30 jejeje 😛
Salu2!!
No se cuantas corridas llevo, pero que buen relato, me encanta este relato debería tener una continuidad pero se que es único y la verdad me encanto
Gracias por todas esas corridas; imaginaré que las acabaste sobre mi torso 😉
Y sí, como bien presumes es un único relato 😛
Otra vez gracias y Salu2!!
Ufff que morbo, gran relato, me calentó muchísimo. Felicitaciones
Gracias y Salu2!!
Muy buen relato amigo, estuve duro y corriendome todo el rato. Gran trabajo
Gracias y que bueno que te gustó y te hayas corrido tanto.
Para eso es justamente que comparto mis fantasías escritas.
Salu2!! 😉
relato muy caliente
Gracias.