MI PARTE FEMENINA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estoy cansado, muy cansado y la ducha me reconforta. Creo que no cenaré, mi agotamiento es tal que sólo estoy deseando irme a la cama. Además, mi mujer y mis hijos se han quedado en el pueblo con mi suegra así que no tengo motivo para entretenerme. Ya es tarde y las noches de verano son agradables después del intenso calor, por eso me gusta dormir desnudo, con la ventana abierta esperando la brisa refrescante que a veces se resiste a llegar. Estoy a gusto.
¿Un ruido? Son las tres de la mañana. Algo que se ha caído en algún sitio de la casa. Enciendo la lamparita de noche y me calzo las chanclas, tengo que ver que ha sonado. Recorro la casa y no encuentro nada extraño así que decido volver a la cama. Al llegar al dormitorio, sin poder evitarlo, pego un salto hacia detrás. Hay una persona metida en la cama. No se que hacer, la figura parece inmóvil. Busco el bate de béisbol detrás de la puerta y me acerco hacia la cama. Toco el hombro del desconocido y no se mueve. Aparto la sábana con la que se ha cubierto y el espanto me hace soltar el bate. Soy yo, duermo y a la vez me veo. Tengo que estar soñando y esta angustia me va a matar.
Corro hacia el cuarto de baño y me lavo la cara, con agua muy fría. Me miro al espejo y me doy cuenta de que estaba despierto. Vuelvo al dormitorio y allí sigo yo, bueno él, la verdad es que no se como decirlo. De pronto mi otro yo abre los ojos y mira con una sonrisa dulce. Se incorpora un poco en la cama y me invita a sentarme en el colchón. El miedo me hacer obedecer, con pasos cortos me aproximo y me siento. Entonces empieza a hablarme.
– No te asustes, soy tú mismo, pero tu parte opuesta, esa parte femenina que tantas veces has pensado en sacar a la luz, en dejar que se libere y que no acabas de entender.
Intenté balbucear algo pero me puso un dedo en la boca y continuó hablando.
– Ya se lo que me vas a decir, y se que todo es verdad, porque tus pensamientos son mis pensamientos. Sé que amas a tu mujer, que las mujeres te vuelven loco, pero reconoce que te has masturbado después de leer un buen relato homosexual, que has planeado encuentros que no han salido, que has visto películas y te has excitado. No hace falta que afirmes ni que niegues nada, todo lo sabemos porque aunque ahora seamos dos, somos uno en realidad. Tú, el de ahí enfrente eres la parte pública, la social, yo soy tu mitad escondida. Ninguna de tus mitades es mejor, simplemente diferente. Esta noche quiero que conozcas lo que puede significar ser otro yo.
Rodeó con su mano mi nuca y me acercó sus labios suavemente. Su contacto era cálido y no sabía cuales eran mis sentimientos en esos momentos, estaba aterrorizado, paralizado. Apretó más sus labios y me dio un beso fugaz, para después volver a hacerlo, esta vez con más fuerza. Entonces me dejé llevar, me besaba como a mi me gusta, ¿cómo no lo iba a saber? Respondí y me dejé llevar. Le abracé y nos besamos con pasión, pero lentamente, disfrutando de cada rincón de la boca del otro. Nuestras lenguas se abrazaban igual que nuestros cuerpos. No reconocía nada como extraño, no podía hacerlo.
Me empujó hacia atrás y me empezó a besar el cuello, muy suavemente, apenas rozando mi piel y siguió hacia mi pecho. Me pasaba los labios por el vello y los pezones casi como me acaricia la brisa de la noche. Me pasaba a la vez las yemas de los dedos por los costados, consiguiendo que la piel se erizase de forma continua. Me estaba provocando una erección y según fue descendiendo, sin haberme tocado apenas, notaba una terrible tensión en el miembro. Cuando llegó al lugar que yo más deseaba, repitió la operación anterior, apenas me tocaba y sólo la punta más ínfima de la lengua y la piel de sus labios me rozaban por todas partes. Con sus manos me recorría desde la cintura hasta las rodillas.
Me estaba volviendo loco de deseo. Por fin, me dio el regalo que tanto deseaba, se introdujo el miembro en la boca que resultó cálida, húmeda, como la boca o la vagina de cualquier mujer. Nunca había estado con otro hombre, me asaltó el pensamiento, pero luego comprendí que en lo irreal del momento no debía preocuparme más, si esto estaba ocurriendo no sería peor que cuando me acaricio para masturbarme, estaba teniendo relaciones conmigo mismo.
Empezó a chupar muy despacio, como si estuviera mamando y a la vez, su lengua describía unos círculos imposibles alrededor de mi miembro, que estaba a punto de estallar. Sin embargo, cada vez que el fin parecía cerca, me dejaba en el punto justo y se dedicaba a besar el perineo, rozándome el ano pero sin llegar a tocarlo.
– Ven levántate, vamos a la ducha.
Me dio la mano y me llevó a la ducha. Una vez allí, abrió el grifo del agua caliente y me dijo que me llenara la boca. Así lo hice y me empujó hacia abajo hasta que tuve su pene erecto delante de mi cara. Era mi propio miembro. Comprendí lo que quería así que con la boca llena de agua, empecé a chupárselo. Ocurrió lo que tenía que ocurrir, era yo mismo a quien le estaba haciendo una mamada y cuando empecé a chupar mi pene sentía los espasmos. Era increíble, mamada dentro del agua caliente, simplemente indescriptible. Seguimos por un rato hasta que noté que iba a terminar, lo que significaba que él también y le miré a los ojos. Su expresión me indicó que debía seguir y así lo hice. Su corrida fue la mía y fue un orgasmo doble, como nunca. Sin embargo, mi mitad a pesar de haber sentido ese orgasmo tan fuerte no había eyaculado.
– No, aún no, ahora vamos a probar lo que te falta para saber que puede sentir tu otro yo.
Nos secamos y volvimos a la cama. Me tumbó boca arriba y empezó a acariciarme hasta que consiguió que yo tuviera una erección de campeonato. Se ensalivó bien la mano y se lo aplicó en el ano. Se subió encima de mi y empezó a pasar mi miembro por su raja subiendo y bajando las nalgas, haciendo presión pero aún solo para deslizar el culo por encima, sin intentar la penetración.
Después de un rato, mi cara de ansiedad le indicó que era el momento y dirigiendo la cabeza del pene a su entrada, hizo presión, para que su esfinter se fuera acostumbrado, aflojó. Otra vez y volvió a aflojar. Se volvió a mojar el dedo con saliva y de nuevo se la aplicó en el culo. Después de un rato, la cabeza empezó a entrar y empezó a sentir un poco de dolor, que efectivamente también sentía yo. Sin embargo, mi deseo de penetrarle me hacía que no diera importancia al dolor y empecé a empujar. Fue consiguiendo la introducción y de vez en cuando él me paraba para acostumbrarse al extraño. Era mi/su primera vez.
Noté que el dolor empezaba a convertirse en una sensación agradable y al final cuando estaba todo dentro, se convirtió en placer. No se puede expresar lo que sentía, estaba penetrando a la vez que sentía el placer de la penetración. El ritmo, desde un movimiento acompasado, fue aumentando hasta un ritmo frenético de los dos. Estallamos, yo me corrí en su culo y él a la vez sobre mi pecho. Era la misma corrida, el mismo orgasmo, pero al igual que antes fue doble, casi de infarto. Sin sacar el pene del culo se agachó y me besó.
– Esto es lo que te estás perdiendo.
Se acurrucó y nos quedamos dormidos.
Me despertó un ruido. Miré el despertador y eran las tres. No podía ser, todo había sido un sueño. Me levanté deseando que se repitiera todo como al parecer lo había soñado y esta vez, vi que se había caído un plato de la estantería. Lo recogí y me fui a la cama, que estaba vacía. Me acosté y me tumbé boca abajo. Saqué el brazo para dejarlo colgando y entonces toqué algo. Era el bate de béisbol a los pies de la cama. La brisa que entraba por la ventana acariciaba suavemente la piel.
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