Mi Primer Encuentro Con La Sexualidad (a los 4 años)
Relatos reales (no fantasiosos) de mis experiencias en pleno desarrollo desde infante, niño hasta adolescente; en una etapa de exploración y morbosidad en el ámbito gay; aunque ya estaba definido como heterosexual pero se presentaron estas experiencias y fueron aprovechadas por mí.
La sexualidad; tan humana y tan natural.
A veces prohibido y otras tan espontánea.
Lo cierto de la sexualidad es que, provenimos de ella a través de la relación sexual de nuestros padres; por lo cual, es la primera definición humana que tenemos a los minutos que venimos al mundo.
Lo primero en que los doctores se fijan en un recién nacido es, precisamente, en su sexualidad; no se fijan si tienen los ojos claros u oscuros, no se fijan si tiene la nariz pequeña, no; lo primero es ver si tiene pene o vagina.
Para los demás rasgos físicos, después habrá tiempo, lo primero es la sexualidad.
La sexualidad está tan presente en nuestra vida diaria que, desde que nos bañamos en privado y desde que nos exploramos en el encierro, a diario la estamos viviendo y disfrutando .
hasta que nos damos cuenta que la sexualidad puede tomar diversas formas y puede ser compartida; dar y recibir, desde entonces no paramos de estar en contacto con la sexualidad.
De eso se trata mis vivencias, de cómo evoluciona la sexualidad para dar y recibir placer.
En la actualidad soy un hombre heterosexual, siempre lo he sido porque siempre sentí atracción por las niñas de mi sección y amigas, hasta con mi maestra.
Pero así como la sexualidad puede cambiar de forma, uno decide si aprovecha, explorar o reprimir y tomar el control uno mismo.
Después que tuve conciencia de mi existencia, cuando dejé de ser un bebé y pude explorar con mis manos, mis ojos y mis pies de lo que me rodeaba, siempre me llamó la atención la desnudez.
Durante el tiempo del baño me sentía libre de sentir mi piel, libre de sentir mi «pajarito» (a como le llaman al pene cuando se es un infante).
Ese contacto con mis manos y pene fue mi primera conciencia de la sexualidad sin entenderla.
Sabía que nadie más debía mirar mis «partes nobles», mucho menos tocarla; al igual yo no podía ver las partes de otros o de tocarlas.
Al escuchar las palabras «pajarito, huevitos, partes nobles» causaban en mí una curiosidad y cuando preguntaba acerca de eso, la respuesta siempre fue «cuando sea grande lo entenderá»; así que, mis deseos por crecer eran inmensas.
Por mientras llegaba el tiempo de crecer, disfrutaba de los tiempos en que podía estar desnudo y «jalarme» torpemente el «pajarito».
Siendo el menor de tres hijos de mis padres, mis dos hermanos con dos años de diferencia entre nosotros, y dormir todos en un mismo cuarto, era normal verlos a ellos en calzoncillos cuando se vestían, y era normal que ellos me vieran en calzoncillos; nunca hubo una sexualización en torno a la hora de cambiarnos ropa.
Pero al quitarnos los calzoncillos, había que taparse con una toalla, sábana o ir al baño.
Mi segunda experiencia con la sexualidad fue tan inocente que hasta después que crecí me di cuenta de ello.
Tenía 3 años.
Mis tíos visitaban la casa de noche, casi cada noche llegaban.
Uno de ellos llevaba una revista de dibujos eróticos, no pornográfico.
Eran historietas en caricaturas para adultos, pero él no me dejaba verlo ya que insistía en que me leyera algo pero me decía que no.
En un momento de descuido, dejó la historieta en el sillón donde estaba, corrí para abrirlo y «leer» o más bien, ver los dibujos que llamaba la atención a todo infante.
Lo primero que vi fue a un hombre sentado en la taza del inodoro con una mujer sentada encima de él.
Me quedé viendo las tetas del dibujo que llamó mi atención, no vi ningún otro cuadro más u otra página más, quedé hipnotizado por esas tetas bien dibujadas.
Cuando mi tío se percata que tomé la revista, fue tan tranquilo a quitármela y a decirme que la mujer que estaba encima del hombre estaba defecando porque tenía prisa de ir y el hombre no se apuraba, así que, ella tuvo que sentarse y defecar en el espacio entre las piernas del hombre para no ensuciarlo.
Seguido de eso me dijo «no le digas a nadie que viste esta revista o te van a regañar».
A nadie le conté pero recuerdo sentir cosquillitas en mi «pajarito» que corrí al baño a tratar de orinar.
Al no orinar me subo el zipper del pantalón pero con la mala suerte que, al tener el pene paradito, el zipper pellizcó mi prepucio y del dolor subí más el zipper hacia arriba y corrí a donde mi papá a decirle que me dolía el «pajarito», él con cuidado me liberó el pellejito y me dijo que tuviera más cuidado.
Fui a sentarme, no lloré pero sentía el ardor y algo caliente el prepucio.
Recuerdo que esa sensación de calor lo sentí rico y doloroso a la vez.
La tercera experiencia con la sexualidad fue un impacto para mí.
Tenía cuatro años, seguía disfrutando de la desnudez, por las noches me quitaba la pijama y a veces el calzoncillo y pasaba mis manos por el pene sintiendo rico al contacto.
Una mañana, unos primos mayores que yo (de 8 y 10 años) llegaron a la casa y se fueron a jugar con otros niños vecinos de la misma edad, se subieron a un bus viejo, desarmado, que estaba frente a una casa vieja de madera, parecía estar abandonada, dado que dejaron la puerta abierta y, dicho bus quedaba casi enfrente de la casa, corrí a jugar con ellos, me cruzé la calle y fui a subirme al bus, quedé impactado, casi en shock, al ver que los demás estaban haciendo «cosas prohibidas» entre ellos.
Eran como 5 niños incluyendo a mis dos primos; todos tenían los calzoncillos hasta la rodilla cada uno con su «pajarito» en mano.
Mi primo de 8 años estaba sentado en las piernas de otro niño mayor que él, quizás unos 10 o 11 años.
Cuando me ven ahí parado frente a ellos, se separan y me dicen que sólo estaban jugando, que les picaba el «pajarito» y sólo se estaban rascando.
Me pidieron no decir nada y que, en otro momento me llevarían a jugar con ellos «cosas de grandes».
Obviamente me alegré porque esperaba con ansias ser grande, pero nunca más entré al bus.
Por alguna razón, sabía que lo que ellos estaban haciendo era malo porque se estaban viendo desnudos entre ellos y se tocaban entre ellos.
Me regresé a cas, nadie se dio cuenta que salí porque todo pasó en un instante.
Sin embargo, esa imagen que vi de mi primo sentado en las piernas del otro niño permanecieron en mi mente por algùn tiempo, la única forma de sacarlo de mi mente era pensar en las tetas de la historieta de mi tío.
Volver a esas tetas era la forma de calmar todo en mí.
En la próxima entrega, les contaré cuando crucé la barrera de lo prohibido.
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