Mi primera experiencia con un negro semental
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En una de esas tardes en las que uno es poseído por el deseo, decidí acudir a las cabinas de Internet de Punto Net.
He ido a muchos lugares, a Miki, a la Av. Uruguay y la verdad es que lo único que encontraba era a chibolos o a tíos queriendo ser satisfechos, pero sinceramente yo estaba (y estoy) en búsqueda de algo más.
No, no una relación estable, eso no me interesa, sino de uno que encuentre placer no sólo en "tirar", sino en hacer él una buena faena, que encuentre satisfacción al complacer.
Soy un hombre de 34 años de edad.
Mi primera experiencia homosexual fue a los 25 años, pasando para mi segunda experiencia sexual dos años, a los 27.
Y así, he ido cada mucho tiempo volviendo a tener algún que otro encuentro.
Memorables, sólo la segunda vez y la más reciente, en 2014.
Estaba en las cabinas de Punto Net, viendo vídeos mientras en el Mirc probaba con uno u otro nick: "Pas_discreto34"; "Pas-Varonil".
Y a falta de resultados pasaba a Nicks más atrevidos: "Dame_Duro_en4"; "Pasivo_con_ganas", en fin.
me ligaba una que otra persona que de inmediato pasaba a solicitarme una descripción, para luego terminar en nada.
Básicamente porque querían algo rapidito en la cabina y.
yo ya he pasado por eso, es loco y hasta emocionante (lo admito).
pero ahora quería algo más libre, una habitación, una cama, espejos, etc.
Cuando estaba por irme, segurísimo de que esa noche ya en mi cuarto me esperaría una sesión de masturbación y mucha imaginación, pasé por los servicios higiénicos.
Siempre pasan cosas allí, no faltan los gays “delicados” que se ofrecen sin tapujos, y algún que otro activo que se sacude en exceso la pieza como para llamar la atención.
Esta vez no.
El baño estaba vacío, los dos únicos urinarios estaban casi llenos, el olor fuerte, las huellas de pisadas de distintas hormas y de distinto tipo de calzado.
en fin, a miccionar.
De pronto, entra otra persona a la que decido ignorar.
Se ubica en el urinario de mi derecha.
Percibo su mirada fijada en mi, lo miro de reojo, primero su cara y él, con aires de experticio desvía su mirada a mi bien formado trasero (perdonenme la inmodestia).
De inmediato yo vuelvo la mirada hacia la pared delante de mi, pero con ansias de mirar otra vez a ese joven negro que estaba en el urinario del costado.
volví a mirar de reojo y pude intuir un badajo en vaivén si miraba hacia abajo, lo cual hice de reojo.
Mis ojos se fijaron en una venosa masa negra cual nunca había visto ni en mis fantasías más bizarras.
Como un péndulo que respondía dando la contra al movimiento de sus caderas, estaba allí, un anzuelo irresistible, me relamí los labios de manera instintiva e incontenible y luego lo miré otra vez.
el joven caminó hacia mí desde el lado derecho y yo por reflejo torcí mi brazo derecho con la mano en posición de sujetar algo y él lo entendió, depositó el imponente peso de su tibia pieza y me dijo al oído: «te espero afuera».
Fue al lavadero y salió.
Yo hice lo mismo.
Ya afuera me dijo, ¿entramos al hotel?, y yo le dije que sí.
Acordamos ir a medias y entramos al hostal que queda al costado de las Cabinas de Internet.
Yo estaba bastante emocionado, nervioso y con una gran expectativa, ni bien llegamos le pedí que me esperase mientras yo me daba un rápido baño, para refrescarme.
Salí del baño con la toalla a la cintura y lo encontré a él tumbado en la cama con su boxer sólamente.
Nunca había estado con un hombre negro.
Por alguna razón tienen una complexión física bien definida y aventajada.
Él estaba allí y yo al llegar subí a la cama y le comencé a acariciar el vientre, él me sujetó de la nuca y me dirigió hacia sus labios.
No me agrada besar, pero ya allí uno debe seguir y dejarse llevar.
El bulto enorme que se materializó a través de su boxer era una promesa segura de que si le complacía sería bien recompensado.
Mientras me besaba yo deslicé mi mano derecha hacia su boxer y palpé sus testículos.
enormes, deliciosos, mi mano no era suficiente para esa ricura.
Luego sin separar mi mano de él comencé a deslizarme hacia arriba lentamente, atento a cada milímetro del recorrido de la palma de mi mano y de mis dedos.
sintiendo como de la blanda consistencia de sus testes hacia la dureza imponente de su mástil que parecía apresado contra su voluntad dentro de una prenda que ya le quedaba muy pequeña.
un pene tieso y enorme describiendo una curva hacia la izquierda.
aún por encima de su ropa interior lo sujeté y corrí su envoltura de piel.
lo que sucedió en ese momento me obligó a dejar de besarle y a mirar hacia debajo de su cintura.
Una enorme y lustrosa cabeza había asomado, hermoso.
El se apresuró a liberarlo de la prenda interior y quedó así, completamente desnudo, sus gruesos muslos y en el centro una rica verga pegada a la piel de su vientre con esa curva que hacía instantes había percibido con mis manos…
Me despojé de la toalla, dos hombres desnudos en una habitación de hotel… me subí sobre su cuerpo y agradecí con un beso los placeres que me daría… nuestros cuerpos se rozaban, mi piel fresca por el baño y su cuerpo caliente y untado de una capa de sudor que daban a sus besos un sabor salado.
Sus manos enormes me sujetaron de las nalgas mientras se deslizaban por mis caderas hacia mis muslos para volver a subir hacia mis nalgas aprisionándolas en movimientos rítmicos mientras una erección se describía en mi pene.
Separé mis piernas y él se concentró con sus manos en mis muslos que ahora flanqueaban su vientre en u contraste de colores y temperatura, pero unidos ahora en una deliciosa lubricación del sudor de los dos… mientras yo me concentraba en sus pectorales mientras su riquísima pichula ahora estaba posada sobre mi ingle y mis testículos en movimientos mutuos de meneos y fricciones, él empujaba con sus caderas hacia arriba elevando levemente mi cuerpo y yo lo bajaba con suavidad.
Me jaló ahora con sus dos brazos poderosos jalando de los míos, mis brazos quedaron a los lados de su rostro y él comenzó a pesar con pasión mi cuello mientras su respiración se hacía cada vez más audible y sus manos alternaban entre mi cintura y mi culo…
Logré pasar mi mano por entre los dos hasta alcanzar su pinga tiesa allí y palpitante… ahora deslicé todo mi cuerpo con mi rostro pegado a su piel… hasta llegar a donde tanto ansiaba… quería chupar esa vergasa desde que la había visto minutos antes… y así lo hice… su enorme glande me dejaba sin aliento…
Nunca antes había mamado los huevos a nadie, pero éstos eran una invitación irresistible a hacerlo, metí uno de sus enormes testículos en mi boca y fue una sensación nueva y adictiva en el acto… sujetar entre mi pulgar y mi índice para que queden con la piel más estirada y deslizar mi lengua entre los dos, una mano aferrada a su pedazo de carne tiesa como un fierro y la otra como pinza en la piel de sus testículos mientras mi lengua se deslizaba con desesperación entre esas dos bolas esponjosas y jugosas…
Me deslicé un poco más abajo hasta poner mis pies en el suelo y con una indicación le pedí que bajara un poco más, hasta que echado boca arriba él posara sus pies separados en el suelo… me volteé, me lubriqué con lo que había (saliva propia) y comencé a rozar su glande entre mis nalgas, él lo disfrutaba, yo… por supuesto que también…
Luego, encajé la cabeza de su miembro en la entrada de mi ano… con movimientos de caderas, movimientos circulares fui haciéndolo entrar poco a poco… podría jurar que sentía cada milímetro de su verga enterrándose en mi culo, abriéndolo cual nunca antes… y estremeciéndome todo el cuerpo, al punto que casi sentía calambres en los muslos…
Yo estaba entre sus piernas… él apoyado ahora en sus dos palmas con los brazos extendidos hacia atrás, apoyado en el colchón…
El espejo me devolvía una escena que no hacía otra cosa más que incrementar mi excitación…
Con un poco más de presión logré sentarme por completo sobre su riquísima pichula negra hasta que sus huevos y los míos se acariciaban mutuamente, yo bajaba mi mano y estrujaba ahora cuatro testículos y era evidente que eso irradiaba descargas de placer para los dos…
Luego él tomó la iniciativa… me indicó que me pusiera de pie… me dirigió hasta la cama, me hizo recostarme con mis pies posados en el suelo, sólo de la cintura para arriba estaba en la cama… luego él sujetando mis pantorrillas las elevó en el aire y flexionando mis rodillas logró ponerme en la posición del pollito al horno…
Se acercó a mi rostro y me besó con lengua… me sujetó con la mano el rostro y con su pulgar me torció el labio inferior al cual de inmediato le aplicó una mordidita… se incorporó, me dio una palmaba en el reverso de mis muslos que ahora estaban completamente expuestos así como mi ansioso ano…
Aplicó su saliva en la entradita y en su pene y se dispuso en una postura que le permitiese embestirme… ésta vez fue implacable, abandonó toda delicadeza… me penetró con una contundencia inesperada, mi cuerpo se sacudió y la sombra de un dolor se disipó en un instante y se convirtió en placer… así en cada embestida bestial… cada vez que lo hacía nuestros cuerpos emitían un sonido de piel sobre piel… como un aplauso rítmico… cada vez que me penetraba con fiereza parecía que me iba a comenzar a doler pero de inmediato me embargaba un placer sin parangón…
Yo rozaba su espalda, luego, por la parte externa sentía su cadera con mi mano derecha… el vaivén de su cuerpo, mis manos se deslizaban sobre su piel cubierta de sudor… me sorprendí gimiendo… sí… mmm.
mm… mmm.
m… y él me taladraba con ímpetu…
Con una voz entrecortada me comenzó a decir… «Ahora eres mi perra»… «Ahora eres mi perra»… y yo así me sentía… quiso volver a decirlo pero su voz se entrecortaba más a la medida que sus movimientos se hacían más intensos y su respiración más agitada…
Mi pene, por excitado que yo estuviese, estaba flácido, blandiéndose con cada embestida pero yo sentía que quería correrme… como nunca antes lo hubiese hecho…
El placer estaba en mis manos sintiendo su piel bañada en sudor, el placer estaba entre mis piernas convertida en un sonido seco “plac, plac, plac, plac, plac” con cada penetrada salvaje de ese hermoso macho negro que me estaba poseyendo… el placer estaba en mi boca convertido en un dedo que hurgaba entre mis labios y mi lengua… el placer estaba en mi ano devorando un hermoso pene venoso y negro…
Su respiración intensa se convirtió en gemidos de hombre… en fuerza de negro hundiéndome su pinga con ferocidad… en armonía con mis gemidos de hembra, de perra enloquecida… mis ojos dejaron de ver… mis pupilas se habían ocultado hacia arriba… mis ojos blanqueados eran el preámbulo a una inevitable explosión de semen… semen mío sobre mi pecho… semen suyo inundándome por dentro… semen tibio… y de pronto rotundamente él se detuvo… lo hizo como si hubiese concentrado todas sus fuerzas en esa última embestida…y me aprisionó con su cadera y su pene más adentro que antes, como una pitón me aferró con sus brazos… mientras jadeaba ohhh… ah… ah… se estaba corriendo… estaba lanzando chorros de semen dentro de mi…
Yo le aferré con los tobillos presionándolo más hacia mi… mientras me palpaba a su espalda.
En el espejo del techo, dos hombres exhaustos… aferrados el uno al otro… una hermosa espalda masculina de color negro dominaba la escena… y yo decidí que esa experiencia merecía ser contada.
Muy excitante relato que confirma que las mejores vergas son del color de la noche.