Mi primera vez.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde los 8 años mis padres me inscribieron en clases de natación. En mi ciudad no hay playa y por el clima, no abundan las albercas, por lo que no hay mucha oportunidad para aprender a nadar. Yo era un niño un poco llenito, así que me inscribieron en una escuela de natación para que aprendiera y a la vez, bajara de peso y mejorara mi condición. En unos meses ya dominada todos los estilos y había bajado ya unos varios kilos, pero le pedí a mi padre que me permitiera seguir yendo a nadar y el aceptó.
Las clases eran de abril a septiembre, ya que el otoño e invierno suelen ser crudos en la ciudad, practicaba una hora tres veces a la semana, hice muchos amigos y me la pasaba realmente bien dentro de la alberca.
La rutina era llegar unos minutos antes de las 6pm, ponerme el bañador, un regaderazo rápido y con toalla y visores entrar a la zona de alberca. Al salir un regaderazo más profundo para quitarse el cloro, a vestirse y regresar a casa listo para dormir.
Las regaderas eran comunitarias, salvo dos cubículos, uno para que los padres bañaran a los alumnos pequeños y otro para los maestros. Los vestidores típicos, lleno de lockers y espejos.
Cuando cumplí doce años, me cambiaron al grupo de adolescentes, que iban una hora más tarde. Sólo un amigo y yo éramos los nuevos, todos eran mayores. El primer día me sentí muy intimidado, mis nuevos compañeros eran más corpulentos, más fuertes y mucho más rápidos, pero fue después de la clase cuando me sentí peor.
Nos quitamos los bañadores, todos tenían vello púbico, yo apenas tenía unos cuantos, sus penes más grandes y gruesos, algunos con pelitos en el abdomen y en las axilas. Mi amigo y yo ocupamos la primera regadera con un poco de pena, todos eran amables con nosotros pero nos sentíamos muy “niños” junto a ellos.
Un compañero en especial nos trataba con mucha empatía, era el mayor del grupo, tenía un cuerpo muy formado por la natación, tenía vello en el pecho y en las nalgas.
Se acercó a nosotros y nos dijo –No se sientan mal, ya son de nuestro equipo- nos provocó tranquilidad y nos hizo sentir menos incómodos. Después de una ducha rapidísima nos fuimos a los vestidores, no tardaron en llegar los demás. Uno que otro se afeitaba la cara en el lavabo, otro sacaban su ropa, otros nada más estaban sentados charlando con sus amigos.
Abrí mi mochila y vi que mi mamá había metido un desodorante en aerosol en ella. Nunca había usado, no olía mal aún en esos días, pero estaba en plena pubertad, había que cambiar de hábitos. Empecé por la imitación. Secarse perfectamente, con atención especial en el culo y los huevos, aunque yo no tenía pelo que guardara la humedad. Sentarse y secar los pies, dejando que los huevos colgaran, parecía ser importante tocarse el pene ya que lo hacían todos. Había unos más largos, otros menos, algunos gruesos, algunos circuncidados, otros completos, unos con poco prepucio otros con mucho, algunos con vellos rizado, otros menos, algunos huevos colgaban mucho, otros no tanto, rositas, morenos, peludos, etc … éramos casi veinte y había de todo.
Talco, calcetines, calzones, unos trusa, otros boxers, desodorante, pantalón, playera, zapatos, algunos se peinaban, otros no, guardar todo y adiós.
Semanas después mientras nadaba, me raspé el hombro con la orilla de la alberca, la maestra me curó y me mando a bañar. Salí de la alberca y me fui a las regaderas, pasé a los vestidores por mis cosas de baño cuando vi una maleta en la banca, la reconocí, era del compañero mayor. Estaba abierta, y salía un pedacito de resorte, no sé por qué razón me acerqué y lo jalé. Era una trusa blanca, la extendí con las manos, tenía la forma de su cuerpo, estirada al frente y atrás. Volteé a ver si estaba por ahí, pero no había nada, la vi por adentro, tenía una marquita amarillenta al frente, me la acerqué a la cara, olía un poco a orina, a culo y lo mejor… olía a ese sudor de la entrepierna. Sentí una emoción extraña, la dejé donde estaba y al voltear, pude verme en el espejo, mi verga estaba durísima, casi se salía del bañador. Me puse nervioso, me bañé los más rápido que pude y mientras me vestía escuche como entraban mis compañeros.
Pasaron las semanas y no podía dejar de pensar en el olor de esos calzones, me imaginaba el olor de sus huevos y se me paraba la verga. Una noche, soñé que los olía y me los tallaba contra el pene; desperté asustado, sentí mojado, había eyaculado mientras dormía. El chico se había vuelto una obsesión para mí.
No podía dejar de verlo, buscaba cualquier oportunidad para estar junto a él, en las regaderas no dejaba de ver su velludo pubis, su hermoso pene y ese cuerpo perfecto. Después de un tiempo, inevitablemente lo notó, me veía de manera extraña, más de una vez me agarró el paquete, me abrazaba jugando en la alberca.
Una tarde, al salir todos de la alberca, me dijo al oído –Aún no te bañes- Espera que se vayan los demás. Me pareció extraño, sentí una emoción desconocida, no sabía que era lo que quería. En fin, anduve tonteando en las regaderas, hice tiempo en los vestidores con el pretexto de buscar mis cosas, cuando empezaron todos a entrar a vestirse, yo me fui a las regaderas, no estaba él, creí que me había engañado, o que me lo había imaginado.
Un poco desilusionado comencé a bañarme, me terminaba de enjabonar cuando sentí que me tocaban el pene. Abrí los ojos y lo vi, erecto, velludo, fuerte frente a mí, me puse muy nervioso, me abrazo y me dijo… tranquilo amigo, es cosa de hombres. Comenzó a frotar su cuerpo con el mío, se me puso durísima, me vio y dijo –Ese pito ya no es de niño… que ricos pelos- Me tomó de la mano y me jaló a la regadera individual.
Se hincó y se metió mi pene a la boca, me jaló el prepucio, pasó su lengua por mi glande y luego se metió toda en la boca, empezó a mamarme, yo seguía muy tenso y excitado, un par de minutos después se levantó y fui yo quien empezó a mamar, su pene olía delicioso, sus huevos peludos, mezcla de hombre y cloro. Seguí chupando ese pene, no muy largo, no muy grueso, muy normal, delicioso.
Me levantó, me besó y se puso de espaldas a mí, levantó su culo y se puso la punta de mi pene en su ano, empujo hacia atrás, se había metido mi pene, empezó a moverse, creo que no pasó ni un minuto cuando eyaculé, era mi primera experiencia sexual. Se separó de mí, se llevó la mano al culo, luego me enseñó sus dedos con mi semen y los chupó, volteé a ver mi pene, estaba rojo y un poco sucio, él lo lavó con jabón en la regadera y empezó a masturbarse, después de un par de minutos, mientras yo lo veía gemir y agitar con fuerza su pene, ya tenía una nueva erección, empecé a masturbarme, era mi primera vez también, eyaculamos a la vez, llevó sus dedos ahora llenos de su semen a mi boca, los lamí, sabía delicioso igual que él. Tiré mi semen en el agua de la regadera. Me abrazó muy fuerte, me dio un beso y me dijo que era su último día en esa clase porque la siguiente semana entraría al grupo de adultos. Me sentí un poco triste, pero seguía extasiado por mis primeros orgasmos.
Nos vestimos, nos despedimos y ya, se fue, tiempo después encontré un chocolate en mi maleta con una nota que decía –Te extraño-
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