Mi primera vez a los 12 con un oso
Comencé a masturbarme a los once años. A los doce descubrí las maravillas del porno. Desde entonces no podía pensar en otra cosa más que en los hombres, en un macho que me rompiera como en los videos que veía. .
Comencé a masturbarme a los once años. Aún no producía semen pero de mi pequeño pene salía un líquido blanquecino transparente, un remedo de mecos en consistencia y sabor. A los doce descubrí las maravillas del porno. Como todo niño, comencé con porno hetero, pero no podía ocultarme que prestaba más atención a las vergas que entraban y salían que a las tetas o las vulvas. Entonces descubrí el porno gay y me encontré en mi nicho. Desde entonces no podía pensar en otra cosa más que en los hombres, en un macho que me rompiera como en los videos que veía.
Mi categoría favorita siempre fue la de osos. Me encanta ver esos cuerpos grandes y peludos, el epítome de la masculinidad. Me arranqué la verga cada noche saboreando la piel bañada en sudor, imaginando el olor de las axilas, deseando sentir el peso de un hombre encima de mi mientras me penetraba. Tenía doce y moría por que me cogieran. Sabía que sería difícil, pero ya me lo había propuesto.
Me hice un perfil falso en Facebook. Era consciente de la peligrosidad de mi proyecto, de la ilegalidad que representaría para un hombre maduro cogerse mi pequeño pero redondo y apretado culo. También tenía encima el peso de la religión, un sentimiento de moralidad impuesto que me hacía sentir mal por mi deseo sexual. Pero no me rendí. Finalmente, encontré a mi macho, un oso que tenía una foto de perfil de él sin camisa y con un sombrero. Sus tetas grandes me llamaban a lamerlas y no podía dejar de pensar en lo que me esperaba al final del camino de pelos que se marcaba en su abdomen. Le mentí sobre mi edad, supuse que sería más fácil que aceptara cogerme si pensaba que tenía catorce a punto de cumplir quince, en vez de mis recién cumplidos doce. Igual supongo que se dio cuenta, no se puede ocultar el tamaño de una verga prepuber, los pelos aun nacientes. Me gusta creer que sabe que los niños necesitan un macho que les enseñe, y que aceptó la tarea complacido.
Nos encontramos en su casa. Vivía a una hora y media de donde yo, mejor, por eso de las apariencias. Falté a la escuela para asistir a su casa. La emoción fue insuperable. No sabía si me temblaban las piernas de la emoción o sólo era mi ano que sabía que sería destrozado ese día.
Llegué y se mostró afectuoso pero cordial. Seguramente también estaba nervioso. Pero rápidamente nos deshicimos de la vergüenza. Me propuso ver una porno para calentarnos, y puso un DVD de cuerpos escultóricos y lampiños. No era por lo que había venido. Lo comencé a acariciar. Metí mi mano por debajo de su camisa y me acerqué a su axila. Quería sentir su cuerpo, su masculinidad. Su olor a sudor me hizo tener una erección inmediata. Entonces me comenzó a besar. Yo no era muy experto pero me enseñó rápido. Así que decidí tomar la iniciativa y exploré el fondo de su boca con mi lengua, mientras bajaba la mano a su paquete. La verga estaba despierta y goteante, el néctar que estaba esperando al fin. Me desvistió y yo lo desvestí a él. Nunca había chupado una verga y me guio con sus manos en mi pelo, comenzando lento y cada vez más rápido, golpeando el fondo de mi garganta y causándome arcadas. Me encantaba que fuera rudo, que me encajara la verga hasta el fondo, mientras mi nariz se topaba con su mata de vellos. Lo alejé de mí para poder rodear su miembro con mi lengua. Quería explorar cada centímetro de ese montón de venas, oler sus huevos que colgaban, y frotar mi lengua contra su glande, esa cabeza que sabía tan rica. Me detuvo bruscamente, jalando de mis cabellos hacía atrás, pensé que lo había lastimado, pero solo lo hizo para mirarme con complicidad mientras suspiraba y decía «aguanta, casi me vengo… tan chiquito y tan cabrón.» Me indicó que me volteara y comenzó a besar mi espalda. No le tomó mucho tiempo recorrerla toda, yo media en total cerca de 1:50. Culminó en un beso negro. Yo lo había visto en los videos y aunque me daba asco al inicio hice lo posible por limpiarme lo mejor en caso de que fuera a recibirlo. Y lo recibí, recibí esa lengua que ahora jugaba dentro de mi estrechez, que buscaba abrirse camino para dejar camino a lo más grande que vendría. Estuvo jugueteando por algunos minutos que, aunque me encantó, me parecieron una eternidad porque lo interrumpí implorando «ya métemela». Ya sabía lo que esperaba, en medio de mi calentura y soledad me había metido mis dedos, marcadores, cepillos de dientes y zanahorias mientras me grababa para mandar los videos a desconocidos de internet. Pero nada me preparó para sentir su verga en mí, sentir una bestia abrirse paso a mis entrañas. Al inicio me dolió mucho, pero lo disfruté en la misma cantidad. Le mentí diciendo que no era virgen, pero sé que se dio cuenta de que si lo era. Solo esperó mientras me acariciaba la espalda y metía su otra mano debajo de mí, jalándome la verga. Comenzó las embestidas lentas pero de nuevo le imploré, pidiéndole que fuese rápido, rudo, sin cuidado. Y se desató el toro encima de mí. Me sentí abierto, usado, sentía su calor encima y dentro de mí. Y nos vi, en el espejo, vi a la bestia enorme sobre mi, que empujaba su verga contra mi, sudando, jadeante, con sus manos en mi corta cintura atrayéndola hacia él. Me tenía atrapado y al final me estaba dando lo que yo había estado deseando. Sentí su fuerza, su energía, supe que si hubiese querido escapar no hubiese podido hacerlo, y eso solo me excitaba más. Lo sentí con velocidad, fuera de si, como si se le fuese la vida en ello. Vi mi cuerpo tan pequeño frente a él, en visiones borrosas porque me movía mucho, me vi gimiendo, siendo la puta de un hombre al que no conocía. Me vi como debía verme, cogido con fuerza, deseando la leche que tenía para darme. Y apreté mi culo para exprimirlo, para que no se fuese sin dejar ni una sola gota. Pero cambié de parecer.
«Ya me voy a venir», alcanzó a articular entre jadeos y respiraciones forzadas. Entonces me saqué su verga y me lancé directamente con mi boca a succionarla. «Donde quieres que te los eche» «en la boca papi, me los voy a comer». Sonrío feliz y me tomó de la nuca «ten tu leche, putito». Apenas pude saborear la leche que salió disparaba a mi esófago. Después de varias venidas, sacó su verga que dejé tan limpia como seca. «Ahora vas tú». Me acosté y subió mis pies a sus hombros, mientras me comía de nuevo el culo. «Dale bebé, dale, ahora tú dame la leche». Me vine cuando sentí sus dedos que de nuevo querían entrar a mi culo, exploté encima de mí y un poco de semen me cayó en la cara, en la mejilla, muy cerca de los labios. Sonrió complacido y se echó al lado de mí. Parecía un perro feliz después de un paseo. Con sus dedos comenzó a jugar con mi semen y cuando hubo embarrado lo suficiente lo llevó a mi boca «trágatelo» y yo obedecí complaciente. Lamí mi semen de sus dedos hasta que quedé limpio.
Entré a su baño y me limpie el resto rápidamente, Mientras iba en el camión pensaba en que había perdido algo en mí, y que algo había nacido. Tan joven había perdido la virginidad por mi cuenta y había ganado el gusto por la verga. Temía llegar a casa y que mi simple presencia delatara que había pedido que me violaran. Pensé un poco en el remordimiento de aquello que había sido, de cómo había disfrutado, de que estaba mal. También pensé en que quería bajarme del camión y correr a su casa para repetirlo, para volver a ser suyo y que volviera a ser mío. Pero nunca pensé en que dentro de unos meses estaría haciendo lo mismo con mi tío. Que lo que siempre busque, que al final era solo una verga atada a un cuerpo, me esperaba en casa.
coko sigue por favor
Que rico, dichosos los hombres que se encuentran este tipo de morritos 😏