Mi primera vez, como en la pelicula.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hoy tengo 35 años, casado. Esto me paso a los 18 cuando aún estaba en el colegio, acá en Santiago de Chile. Espero que les guste.
Estábamos en el último año del colegio. Ambos ya habíamos cumplido 18 años (yo en julio, el en agosto) y éramos muy amigos. Los padres de Daniel (yo también me llamo Daniel) eran médicos así que su situación le permitía tener una casa muy grande con piscina, mesas de pool, y comodidades que la hacían el centro de reunión de todo el curso.
Ese día estábamos los dos solos en su casa, y recuerdo que era diciembre, por lo que estábamos aprovechando la piscina. Cuanto estábamos nadando, apareció su hermana, Jimena, a decirnos que tenía que salir a comprar y que volvería en tres horas “No quemen la casa, chiquillos”. En ese momento, no le di importancia a quedar solos, pero en retrospectiva, eso cambio mi vida para siempre.
Ambos mediamos 1.80 pero éramos distintos en algo: yo era el más lampiño del curso, y él, el más peludo. Eso siempre provoco risas y burlas para ambos: “el mono”, y el “Barbie”…así nos llamaban por nuestro exceso/falta de pelo.
Daniel se salió de la piscina y me dijo, “ven, tengo una peli nueva”. En ese tiempo no había internet ni menos smartphones, pero siempre nos ingeniábamos para conseguir nuevas porno en VHS. Le seguí pues no era la primera porno que veíamos juntos, pero nunca habíamos pasado de que cada uno se pajeara frente a la TV, haciendo caso omiso al otro.
Entramos a su living, ambos con el traje de baño puesto, pero con toallas a la cintura, para no mojar el sillón. Daniel subió a su pieza y volvió con un casete. Lo colocó y me dijo: “está buenísima”. Yo le contesté: “siempre son buenísimas”.
La película era una película exclusivamente interracial. Actores negros con vergas tremendas ensartando a actrices rubias. La primera escena era muy caliente, pues era una escena de una policía blanca cogiendo con un preso de raza negra. Cuando comenzó la segunda escena, Daniel me dijo: “mira, igual que nosotros”, pues la escena ocurría en una casa con piscina. Yo solo reí, mientras veía como una chica rubia le comía una verga gigante a un actor negro.
Mientras mirábamos, Daniel sacó su verga y empezó a pajearse. Yo lo consideré dentro del “juego” pues como dije, no era la primera vez. Sin embargo, sus siguientes palabras me cambiarían para siempre: “que suerte la del negro, dijo”. En ese preciso instante, la rubia estaba en 4 patas recibiendo al negro por el culo… Yo, a modo de broma contesté “que suerte la rubia ¡”. Espere su carcajada, pero no hubo risas. Lo mire a los ojos y me dijo “se mi rubia”…yo lo mire, suspire y di el paso: “se mi negro”.
Acto seguido le agarré la verga, y comencé a pajearlo. En ese instante imaginé que todo quedaría en eso…yo lo pajearía, y él me pajearía… Pero Daniel se agarró el control remoto, puso rebobinar, y puso la misma escena desde el principio…”Barbie, SE MI RUBIA”. Entendí inmediatamente lo que quería: ver la película y el haría lo que el negro hacía, y yo lo de la rubia…no lo tomé en serio, y seguía pajeándolo… Me abrazo, y me planto un beso inesperado…Era muy distinto pajearnos mutuamente que caer en lo que era abiertamente una mariconada. ME miró y me dijo: “déjate llevar, nadie sabrá de esto”. Me volvió a besar, y esta vez le correspondí: deje que nuestras lenguas se entrelazaran, mientras mi mano derecha estaba en su verga y la izquierda en la mía propia. El me agarro las dos tetillas y empezó a apretarlas. Mi calentura subía, y notaba que la de él también. Dejó el beso y comenzó a chuparle las tetillas, tal como el negro hacía con las tetas de la rubia de la película. Eso me desató. “Si Dany, soy tu rubia” le dije mientras le agarraba la cabeza. Decidí que lo sería y abrí los ojos y vi que la chica comenzaba a comerse la verga del negro. Lo tire sobre el sillón y me abalancé sobre su verga. Me la metí decididamente a la boca y comencé a hacer lo que nunca había hecho: saborearle la pichula a un hombre. Me la metía entera a la boca, la sacaba y lo pajeaba. Lo miraba a los ojos con cara de caliente. “los cocos” me dijo. Y tal como la película, comencé a comerle los testículos. Los dos al mismo tiempo, de a uno me los metí en la boca. Los lamí mientras él se agarraba la verga y me golpeaba la cara.
De pronto me dijo: mira la tele. Me voltee y vi que el negro estaba de espaldas en el suelo, y la rubia montada arriba en un 69.
Él se paró, se tumbó en la alfombra y comenzamos. Chuparle el pico mientras él me lo chupaba, fue exquisito, pero todo mejoró cuando sentí sus dedos en mi virgen culo. Ya estaba entregado. Era su rubia y el mi negro.
Los gemidos de la película hicieron evidente que el negro ya estaba ensartando a la chica. Así que le dije: “métemelo….pero ten cuidado”. Me puse de rodillas sobre el sillón, mirando a la pared. Él no se paró inmediatamente. Se quedó de rodillas detrás de mí y me tomo el culo lampiño con las dos manos. Me sorprendí cuando comenzó a comerme el culo…pero logró su objetivo: el placer era tan grande que no podía parar de gemir. Su lengua daba vueltas en mi ano, mientras con una mano me agarraba mi verga y la pajeaba. “dale, papi, no pares”….”comételo” son palabras que atiné a decir. De pronto se puso de pie, y sentí como su cabeza empezaba a hacer presión en mi ano.
Recuerdo que el corazón me latía fuertísimo, pero que estaba empecinado en relajarme para disfrutar. Me agarro el cuello y empezó a empujar. Cada centímetro era dolor, era como fuego que me quemaba el culo. Pero gemía, y eso era indicador para que siguiera. De pronto, sentí sus cocos y sus pelos contra mi culo lampiño. Y se quedó inmóvil. Me mordió la oreja y me dijo “ acá vamos”. Empezó a bombear lentamente. De a poco el dolor dio paso al placer. Me sentía lleno con su verga en mis entrañas. Sentía que era un objeto de placer.
Bajó su mano y empezó a pajearme… “dale papi” “que ricooooo” “lléname con tu moco” era mi forma de indicarle que estaba gozando… Empezó a acelerar los dos movimientos: su verga mete y saca en mi culo. Su mano, húmeda con mis jugos, pajeándome. No pude aguantar más, y en una corrida que no he vuelto a venir, me vine. Recuerdo el sonido que hizo mi leche al chocar contra el respaldo del sillón. Recuerdo sentir su mano llena de mi leche masajearme la verga y los cocos mientras me seguía follando.
Disminuyo la velocidad del mete y saca, y sentí que su pene empezó a palpitar dentro mío. De pronto me apretó y me dijo “acá vengo¡¡” y se vino entre gemidos de los dos.
Nos quedamos abrazados. Pienso que ambos sabíamos que habíamos abierto una puerta que no cerraríamos por un buen tiempo. Y así fue. Nuestras folladas fueron mejorando y quiero contárselas en otra ocasión…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!