Mi primera vez con Aldo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por astro6116.
Todo comenzó cuando yo tenía 14 años, e iba a la escuela secundaria. Aunque vivía cerca del colegio, la situación de la violencia en mi comunidad, y más incluso en mi colonia, se agravó, al punto que mi madre decidió que lo más seguro es que me fuera todos los días a casa de un amigo, mi mejor amigo en ese entonces, después de la escuela. Su madre nos recogería, y en su casa pasaría la tarde, hasta que mi madre saliera del trabajo y pasara por mí. Mi amigo se llama Aldo, tenía la misma edad que yo; medía alrededor de 1.70 m, de tez blanca, ojos cafés, de complexión entre delgado y ligeramente robusto. Yo, por mi parte, medía 5 centímetros menos que él, soy blanco, pero no tanto como él lo es, mis ojos también son cafés y en ese entonces era algo más robusto que Aldo.
La primera semana transcurrió con normalidad, y así comprendí la dinámica de todos los días en su casa. Llegábamos, su madre tenía lista la comida, comíamos, hacíamos la tarea y después conversábamos, veíamos televisión o jugábamos videojuegos. Su madre siempre se retiraba a su habitación, dejándonos solos; y su padre era un hombre muy ocupado, casi no estaba en casa por las tardes.
Sin embargo, a partir de la siguiente semana, la rutina cambiaría de forma drástica. Un día, después de terminar la tarea, su madre nos avisó que saldría a hacer unos mandados, y que tardaría un rato. Con la casa totalmente sola, nos sentimos con mucha más confianza para hablar sin que alguien nos escuchara.
Comenzamos platicando con cosas de la escuela, pero de una forma u otra, la conversación se desvió, y acabamos hablando sobre sexualidad. Ambos nos definíamos como heterosexuales, al menos ante los demás. Nos habían gustado mujeres, e incluso en ese momento nos atraían algunas en específico. Lo que yo nunca le había mencionado a nadie es que desde tiempo atrás había comenzado a fantasear con hombres también. Conforme la plática continuaba, en mi mente meditaba sobre si debía contarle, e incluso imaginaba si sería bueno intentar algo con él.
Sorpresivamente, él se me adelantó y admitió que hacía lo mismo que yo. Él se extendió en su explicación, y creyó que lo juzgaría. Se le veía bastante consternado, así que lo detuve y le dije que a mí me sucedía lo mismo. Como muestra de apoyo, coloqué mi mano sobre su hombro, y él se acercó más, y me abrazó. Quise reanimar la conversación, y le pregunté en quién había fantaseado. Me mencionó varios nombres de otros compañeros, y yo hice lo mismo, pero al final, soltó las palabras que lo detonarían todo. Dijo que también conmigo. Seguíamos abrazados, y recargué mi cabeza más hacia él. Al mismo tiempo, le acariciaba la espalda.
Ambos sabíamos lo que queríamos, y me atreví a darle un beso en la mejilla. Aldo me respondió con uno igual, y nos miramos fijamente a los ojos. Estábamos muy cerca, y nos dimos un beso en los labios, muy lento y tierno.
Nos seguimos besando y acelerando el ritmo un poco. Nos tocábamos toda la espalda, agarrábamos las manos y la cara. Estábamos muy apasionados. Nos besamos de lengua, y explorábamos nuestros cuellos con nuestras bocas. Gemíamos ligeramente de placer al hacerlo. Después, procedí a levantarle un poco la camiseta, y le besé todo el abdomen. Le quité la camiseta, y él me quitó la mía, para hacer lo mismo. Ahora estábamos acostados sobre el sillón, yo sobre él, besándonos y tocándonos. No pude contener mis manos, y bajé hasta su pene, y lo acaricié por encima del pantalón. Aldo, se sobaba suavemente las nalgas. Ambos teníamos una erección durísima.
Me puse de rodillas y fui le bajando el pantalón. Lo besé por todo lo largo de las piernas, y cada que pasaba mis manos por él, Aldo suspiraba; eso me prendía mucho más. Con mi boca, lo recorría de abajo hacia arriba, deteniéndome un poco sobre su pene, al cual besaba y lamía por sobre su ropa interior. Seguí hacia arriba y lo volví a besar en la boca. Él me excitaba con su mano sobre mis nalgas, y ahora metiéndola un poco entre ellas. Me bajó el pantalón mientras nos besábamos. Nuestros penes se sentían uno sobre el otro, y Aldo seguía introduciendo su mano por mi trasero.
Me senté en el sillón y lo jalé hacia mí, a lo que me puse de rodillas ahora sobre el suelo, y le quité la ropa interior. Su pene estaba totalmente erecto, medía alrededor de 15 cm. Lo tomé con mi mano y comencé a jalárselo lentamente. Sus gemidos fueron acrecentando su intensidad cuando me lo introduje en la boca y comencé a mamárselo. Estuve un rato haciendo lo mismo, y más fuerte, sintiendo su mano sobre mi cabeza. Pronto, dijo que quería intentar algo, y nos fuimos ambos al suelo. Me quitó la ropa interior, se acostó con la cabeza hacia el otro lado, e hicimos un 69. Mi pene era del mismo tamaño que el suyo, y no pude hacer más que gemir cuando sentí su boca cubriéndolo. Jugábamos un poco con nuestros testículos y anos mientras nos chupábamos, lo que nos hacía sentir más placer aún.
Después de unos minutos, Aldo se vino en mi boca, me lo tragué todo, y seguí lamiendo, aunque más despacio, hasta que yo también me vine en su boca. Nos acomodamos para abrazarnos y besarnos, aunque sabíamos que su madre llegaría en poco, por lo que nos vestimos y seguimos besándonos hasta escuchar el carro de su madre llegar.
Eso fue todo lo que ocurrió aquel día, pero sólo fue el comienzo del sexo entre ambos, que relataré en otra ocasión.
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