"Mi Primera Vez con el Chico Más Guapo de la Preparatoria" Capítulo I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola chicos! Soy nuevo en esto de la escritura erótica, así que por favor no sean muy duros^^
Me presento. Mi nombre es Ian. Soy del Distrito Federal, en México. Soy bisexual, aunque me gustan un poco más los hombres. Comenzaré con algo breve, antes de mi primer día en preparatoria.
Antes usaba lentes, era un poco gordo y era muy tímido. En esos momentos no sabía que también me gustaban los hombres, pero siempre me juntaba con niñas. No malentiendan, no soy afeminado ni nada, sólo que no me llevaba mucho con hombres. También me gusta leer y, hasta la fecha, ocupo los primero lugares en la escuela. Como todos a la edad de entre trece y quince quería "ganar mi lugar" en la escuela, siempre lo había querido, pero jamás me lo había propuesto seriamente, hasta que llegaron las vacaciones y salí de secundaria. En ese tiempo, me gustaba una de mis mejores amigas. Para esos momentos, creí que yo le gustaba un poco, pero no quiso atreverme a nada; ahí fue cuando decidí que quería cambiar mi físico.
Todas esas vacaciones estuve yendo al gym, comencé a comer más sano y en menos proporciones, y cambié un poco mi manera de vestir. Nunca fui MUY gordo, así que las pocas lonjas que tenía, las bajé rápido y comencé a hacer músculo. También comencé a interesarme en los deportes, como el basket y la natación. Mi graduación no era mucha, así que de vez en cuando me quitaba los lentes.
Llegó el primer día de clases. Atraje las miradas de casi todos mientras caminaba a mi salón. Siempre se me ha hecho gracioso al recordar ese momento; supongo que el no ser atractivo antes me favoreció, ya que atraje mucha atención por mi nuevo aspecto, aunque jamás me ha dejado de gustar leer y sigo yendo bien en la escuela. Me uní a mi grupo de amigos (muy pocos hombres) y comenzamos a platicar normal. La chava que me gustaba (perdón, pero no quiero decir su nombre), se me quedaba viendo mucho y yo aparentaba no sentir su mirada sobre mí. Casi al instante, mis amigas empezaron a hablar de un chico nuevo llamado David. Como la chica que me gustaba también hablaba de él, le comencé a guardar cierta ira al chico. David había quedado en nuestro salón.
Como aún no empezaban las clases, los salones estaban cerrados y todas las mochilas estaban amontonadas en el piso. Tocaron y comenzaron todos a agarrar sus mochilas. Iba a tomar la mía, cuando otra mano la agarró.
Era un chico. Alto, se veía que estaba fuerte, piel color… intermedio, cabello lacio color café, ojos color café también (lo estoy describiendo como cuando lo vi ya con ojos de alguien bisexual, cuando lo vi por primera vez, todos esos detalles me parecieron superfluos). Me sonrió por que me le quedé viendo. Si bien yo ya había superado el no ser atractivo, aún seguía siendo tímido.
-Creo que… esa es mi mochila.
Me volteó a ver. Parecía confundido.
-Me hablas a mí?
-Sí -dije.
-Oh, no, ésta es mía.
-Así es la tuya?
Se la quitó de la espalda y la empezó a checar.
-Sí, es mía. Tienes una igual?
Asentí.
-Y ya se te ocurrió buscar una igual? -Eso lo dijo con un tono de burla. Comenzaba a caerme mal.
-Es que yo la dejé ahí -dije, señalando el lugar de donde él la había recogido.
Se me quedó viendo, y, tras pensarlo, abrió la mochila. En efecto, era mía. Se sonrojó un poco y también sonrió.
-Ah, lo siento -dijo dándomela.
-No te preocupes -dije con una sonrisa. El poco enojo que había adquirido se había ido. Siempre me pasa; me hablan bonito y todo tranquilo.
Se fue sin decir nada a buscar su mochila, aún un poco rojo.
Llegó el profesor y abrió el salón. Antes de entrar, mis amigas me preguntaron muy ansiosas.
-Qué hacías con él? Qué te dijo?
Como a mí no me interesaba lo más mínimo el chico, no las entendía. Alcé las cejas en señal de que no entendía.
-Con David! -dijo una.
-Ah! Es él? -dije ya con un poquito más de interés.
-Sí! Qué paso?
-Nada. Tomó mi mochila por error.
No parecía importarles mucho eso y ya no dijeron nada.
Al entrar al salón, cada quien se acomodó en el lugar que quiso. Elegí el de la esquina al lado de la ventana. Una amiga se quería sentar al lado. La vi acercarse, pero alguien se le adelantó, poniendo la mochila en la banca donde se quería sentar. Era David!
-Te… ibas a sentar aquí? -le preguntó a mi amiga, pero como ella se derretía por él, le dijo que no, que sólo quería pasar. El asintió y se sentó. Me senté yo también. Comencé a observar mi salón, y en un punto, mi mirada chocó con la de él y me sonrió. Yo también le sonreí. Como el maestro que daba la primera hora comenzaba la clase un poco después, se paró y se me acercó.
-Cómo te llamas? -me preguntó con una sonrisa.
-Ian. -Yo ya sabía su nombre y no se lo quería preguntar, pero aún así me lo dijo.
-David. Mucho gusto.
Asentí, sonriendo otra vez.
La clase empezó y se fue a su lugar. No hablé más que lo necesario con él. En los recreos mis amigas me preguntaban por él, pero les decía que no platicábamos mucho. Pasaron cerca de dos meses cuando ya hablaba de todo con él. Me hacía reír mucho y jugaba con él. Me dio su número para platicar en WhatsApp y también su Facebook y su Skype. Descuidé, lo admito, un poco la escuela por él. Él sabía que yo amaba el café, y, cuando llevaba dinero, me compraba uno para el recreo y se sentaba con nosotros a comer, siempre a mi lado. Mis amigas me decían que quizá fuera gay y que yo le gustaba, pero yo me hacía el enojado tras los comentarios. Seguí adelgazando y haciendo crecer mis músculos. La que me gustaba me dejó, poco a poco, de interesar. En las clases con los maestros más despistados, poníamos los celulares en vibrador y chateábamos en WhatsApp. En la noche, después de que yo regresara de natación y de que me bañara, nos conectábamos a Skype y hacíamos la tarea con la computadora prendida, sólo para hacernos compañía.
Llegó un puente de dos días y me dijo que me iba a extrañar. Él era de esos chicos que se expresan directo a quien sea, pero no parecen gays. Yo le dije que yo también lo extrañaría, pero luego se le ocurrió otra cosa.
-Por qué no vamos al cine el Lunes? (Me lo preguntó en Viernes y Lunes ni Martes iríamos a la escuela)
Yo ya sentía cosas por él y me puso un tanto nervioso su invitación.
-Sí, claro.
Sonrió.
-Vale. Nos vemos el Lunes… a las cuatro?
-Sí.
Nos fuimos a nuestras casas.
(Ah, otra cosa que se me olvidó decirles: yo no me hablo de wey ni a grosería con nadie, no me gusta.)
Llegó el Lunes y yo estaba super nervioso. No podía comer, y el Domingo no pude dormir. A las dos comencé a alistarme. Aún no tenía totalmente claros mis sentimientos hacia él, pero por alguna razón, quería verme bien para él. Me puse unos jeans azul oscuro ajustados y un suéter de rayas horizontales verde y blanco. Me puse mucho perfume y me tardé mucho lavándome la boca. Tomé un taxi y fui a la plaza. Hay una justo al lado de mi escuela, así que siempre que los amigos se juntan, está implícito que van a esa plaza.
Él estaba esperándome en la entrada de la plaza. Estaba guapísimo! Llevaba, al igual que yo, un suéter blanco y unos jeans, también blancos, ajustados. Me acerqué a él y a una distancia aún larga ya se nos veían unas sonrisas enormes. Cuando llegué hasta él, nos abrazamos. Y sentí hermoso cuando olí que él también se había perfumado!… Para mí!
-Te ves muy bien -me dijo.
-Tú… también -dije, sonriendo nervioso.
Me jaló de la mano hasta el cine.
Al pasar a la taquilla, pidió los boletos y los compró. Al alejarnos, comencé a sacar un billete de a cincuenta de mi cartera para pagarle, pero no quiso aceptar mi dinero. Me dijo que me estaba invitando. Le discutí un poco, pero no sirvió, aunque le hice jurar que yo pagaría la próxima.
Me compró un café frío, sin dejarme pagar otra vez, y él se compró unos chocolates.
La película era de terror. Accedí a verla para que no pensara que era un cobarde, pero ya adentro, no para de temblar.
Se dio cuenta.
-No te gustan?
-No…
-Por qué no me dijiste?
-Bueno… no quería que pensaras que fuera… cobarde.
Lo siguiente que hizo me sorprendió, y como fue un movimiento brusco, también a los que estaban al lado; por suerte estábamos hasta arriba de la sala; alzó el reposabrazos y pasó un brazo por mis hombros.
-Jamás pensaría que fueses así… Anda, veamos la película así.
Lo abracé yo también. Sentía su respiración en mi cabeza y su mano jugando con mi cabello. Me comenzó a calentar. Me acurrucaba contra él. Mis labios estaban casi sobre su cuello.
Él se rindió a lo que sentía y me alzó la cabeza con mucho cuidado, para besarme en los labios. Vio que yo le correspondía, así que siguió. Yo estaba muriendo. Sentía nervios, miedo, porque alguien podía estarnos viendo, y mucha felicidad también. Así estuvimos unos cinco minutos. Nos dejamos de besar y él me sonrió.
-Ven -me dijo, levantándose y tomándome de la mano.
Salimos de la sala y fuimos al baño.
Tan pronto entramos, nos empezamos a besar más apasionadamente. Ni siquiera nos metimos a un cubículo ni revisamos si había alguien; nos estábamos besando así, en medio del baño, con el peligro de que alguien nos descubriera. Me empujó a los lavabos y me subió para sentarme. Quiso quitarme el suéter, pero no lo dejé. Me miró triste y preocupado, con respiración agitada.
-David, soy… virgen.
-Yo también -dijo él sin darle importancia.
-No, David, tú no entiendes… no quiero perder mi virginidad aquí.
Lo pensó y luego dijo:
-Quédate a dormir en mi casa.
-Tus papás no están?
-Claro que sí! Pero en la noche, cuando duerman, podremos… ya sabes…
Le sonreí, pícaro.
-Déjame hacer una llamada -le dije.
Le marqué a mi mamá. Ambos seguíamos muy cerca, y nos despegamos cuando un señor entró, pero como yo tenía el teléfono en la oreja, no sospechó nada. El rió, pero yo tenía que seguir pendiente de mi mamá. Cuando contestó, le dije que me habían invitado a una pijamada unos amigos y que si me daba permiso. Me dijo que sí, pero me preguntó que si no quería pasar por mi pijama y mi cepillo de dientes, le dije que me prestarían allá. Colgué y David y yo fuimos a comer.
Para el postre, un pastel de queso, nos dimos los bocados el uno al otro, sin importar quién nos viera. Fuimos a su casa y me presentó a sus padres. Les dijo que si me podía quedar a dormir y le dijeron que sí. Me enseñó su casa, llevándome de la mano cuando nadie nos veía, y a veces me besaba tiernamente, o me mordía el cuello o los labios.
A las nueve y media inventamos que ya teníamos sueño y que ya nos íbamos a ir a dormir. Por fortuna, nos creyeron. Cerró con llave la puerta y me volteó a ver.
Reímos por lo bajo y él se acercó a mí. Me quitó mi suéter mientras me besaba y me comenzó a acariciar mi espalda, que, para mi gusto, ya se sentía fuerte. Metió su lengua en mi boca y sabía a pastel de queso. Le quité su suéter y por primera vez pude ver sus grandes pectorales y su abdomen. Comencé a chuparle los pezones y a mordérselos suavemente, haciendo que se pusieran duros. Yo no sabía de dónde había aprendido a hacer eso: era virgen y no me gustaba ver porno, pero sabía hacerlo. Seguí bajando hasta llegar a sus jeans. los bajé y pude ver algo que me excitó mucho. Una tanga color roja, estaba debajo de los pantalones. Reí para mis adentros, pues su gran verga y sus huevos no le cabían y se salían por los lados. Comencé a besarle su verga.
-Una tanga, en serio? -preguntaba yo entre besos.
-Eso lo mejor que han inventado, créeme, tú no las usas?
Negué con la cabeza. Estaba ocupado chupando la cabeza de su verga, que tenía un riquísimo sabor salado, e inhalando su aroma a macho.
-Pues deberías -dijo él y gimió cuando inserté toda su verga en mi boca-, luego te acompañaré a comprar unas.
No comenté nada más. Se la mamé más rápido. Su verga palpitaba en mi boca y a veces me embarraba la cara con líquido pre-seminal. Cuando casi lo hago venirse, comenzó a gritar:
-Ah, Ian, para! No me quiero venir! Aún no. Déjame estar dentro de ti.
Mi cerebro reaccionó luego luego. Me lancé a su cama y me puse en cuatro, listo para recibir verga.
Se acercó y me penetró poco a poco, dilatándome con sus dedos antes de meter su verga.
Yo no podía dejar de gemir y él me tapó la boca. Supuse que se había tocado su verga, porque le olía la mano.
Su verga iba entrando cada vez más en mí y yo moría de dolor. Pero luego fue todo placer. Cuando sus huevos tocaron mi culo, supe que me había comido ya toda su verga. Comenzó con el mete y saca, tomándome con una mano de la cintura y con la otra masturbándome. Yo apretaba mi culo para que entrara más. Él también gemía mucho y gotas de su sudor caían en mi espalda. Nos vinimos casi al mismo tiempo, yo en su mano y él en mi ano. Cuando terminé, se chupó los dedos y salió de mí. Destendimos la cama y nos metimos en las cobijas. Charlamos un poco antes de dormir, yo acostado en su pecho y acariciándolo con el dedo.
-Ten -dijo-, te regalo mi tanga, úsala mañana para ver qué tal. -Vi cómo se quitaba la tanga, lo cual me hizo pensar en que me había penetrado usándola.
-Se me sale tu leche del culo -comenté.
-Qué rico -dijo él sonriendo y dándome un besito en la frente-. Sabes? Desde la primera vez que te vi me gustaste.
-Seguro se lo dices a todos tus novios.
-Aunque no lo creas, yo también era virgen. Te lo dije.
Puse los ojos en blanco y le di la espalda.
Él me besó el cuello y se colocó detrás.
-Te amo, Ian. Sé mi novio, por favor.
Me volteé hacia él.
-Sí, claro que sí.
Nos besamos hasta que nos dormimos.
Nos levantamos temprano para vestirnos y él me limpió un poco el ano con su lengua.
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