Mi primera vez en las duchas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esto sucedió cuando yo y Jesús teníamos 15 años. En el instituto, la gente ya tenía muy clara la orientación sexual de cada uno, y más aún, tenían clara la de los demás. Yo era por excelencia el gay del curso, aunque a pesar de esto, nunca me insultaron hasta el punto de llamarlo bullying y podría decirse incluso que me consideraba bastante popular en aquella época en el círculo de las chicas. Jesús, estaba en la torre de los chicos más guapos de nuestro instituto, y por excelencia, heteros. Medía 1,80, estaba delgado, era rubio y tenía unos ojos azules que dejaban que te perdieras.
Yo, a mi vez, medía solo 1,65, estaba delgadito pero tenía bastantes curvas y unas nalgas bastante voluptuosas de las que no siempre había estado orgulloso.
Esta, no era la primera vez que hablaba con él, pues había estudiado toda primaria junto a Jesús y nos conocíamos bastante, pero al empezar el instituto dejamos de hablar porque todos los grupos se dividieron.
Todo comenzó en la piscina. Al inicio del segundo trimestre de 4º de ESO, volví a la piscina como cada año. Desde segundo, había ido todos los martes y jueves a la piscina para corregir un problema de escoliosis que tenía desde pequeño. Yo sabía que Jesús iba a otro grupo diferente pero nunca coincidieron los días hasta aquel trimestre.
Los vestuarios del edificio se componían de tres partes claves. Los vestuarios en sí donde te cambiabas, un pasillo que conectaba los vestuarios con las duchas, y las duchas que eran compartimentos pequeños con una balda para colocar el jabón. Por regla general, los hombres esperaban depié en el pasillo completamente desnudos para pasar a las duchas debido a que no había colgadores para la ropa.
Aquel día, Jesús estaba apoyado en la pared, con la única pega de que él si que llevaba bañador, por cualquier motivo que yo desconocía. Nada más verlo ahí depie, llevando tan solo una fina maya de licra, me obligó a llegar todos los días un cuarto de hora tarde para verlo esperar en las duchas.
Así pasaron las semanas, conmigo siempre llegando tarde y él esperando vestido, al contrario que los demás hombres que guardaban su puesto.
Un día de verano, en el que el calor era insoportable, y de los únicos días que me apetecía ir a la piscina (cabe destacar que era cubierta, por lo que se iba todo el año) vi a Jesús esperando su turno completamente desnudo. Miré su cuerpo centímetro a centímetro sin perderme ningun detalle clave; la forma de sus pies, el pelo de sus piernas, sus rodillas, sus pectorales, su cuello, etc. Obviamente desvié mi miarada a su pene como postre de aquél manjar, para encontrarme con un miembro que estaba dormido, algo que no me sorprendió, y que no mediría más de 6 cm en ese estado. Me quedé mirándolo totalmente embaucado a pesar de ser bastante pequeño en comparación con otros relatos.
Jesús, estaba hablando con un hombre mayor que conocía gracias al trabajo de sus padres, por lo que yo enseguida aproeveché para sacar mi móvil (ya que iba vestido) y hacer como si chateara, aunque la verdad fuese que estaba tomándo fotos a cada parte de su cuerpo en cualquier movimiento. Estaba tan embaucado un mi tarea, que no me fijé en que un hombre mayor, ya algo ciego, se chocaba conmigo. Para cuando me enteré, mi móvil ya se había caido al suelo y se había desmontado.
-Perdona hijo, ha sido sin querer- Dijo el abuelo, que enseguida se marchó hacia los vestuarios sin decir nada.
Jesús, que estaba el último en la fila de las duchas, se acercó contoneándo su cuerpo apolíneo, digno de una escultura griega hacia mí. Cabe destacar que yo llevaba unos pantalones bastante ajustados, por lo que se me marcaba claramente mi erección que había ido subiendo en todo el proceso, hasta alcanzar unos 15cm. (Yo nunca la había tenido muy grande)
Cuando Jesús ya estaba a pocos centímetros de mí, me miró agachando la cabeza, sin intentar taparse lo más mínimo mientras sonreía.
-¿Estás bien, te ha hecho daño cuando te ha empujado?
– No, que va solo me ha tirado el móvil. – Dije yo, intentando no perder la confianza, a unque mi boca ya estaba a pocos centímetros de más de la mitad de su pecho.
– ¿Es de esos que se mojan, no Marcos? – Preguntó el mientras daba un par de giros, quizás a posta, para que viera su pene, que para mi desgarcia no crecía ni un centímetro debido a la situación.
– Sí – Respondí sin casi respiración
– Qué te parece si me lo llevo a las duchas y pasas después de 5 min para buscarlo, sino, me aburro bastante hasta que sale el agua caliente. –
Supongo que él ya no esperaba ninguna respuesta porque yo me sentía al borde del desmayo, así que tomó mi muñeca con sus grandes manos absolutamente perfectas y atrajo los restos de mi móvil hacia él. Cuando se giró para llevarselo a las duchas, pude ver su culo absolutamente duro y perfecto, que a pesar de que yo era pasivo, sirvió para aumentar un grado más mi erección.
Conte en segundos exactos el tiempo que pasaba, hasta que los cinco minutos se convirtieron en siete, y Jesús no salía de la ducha.
Con todo el valor de mi corazón, caminé entre los octogenarios desnudos, alegando que una persona ya me había guardado el sitio porque iba con retraso, hasta llegar a la zona de las duchas. Hacía un calor abrasador, incluso se veía le vapor humano salir de las duchas, nublando la respiración. Con solo pensar que Jesús estaba tras una de esas pueras quise echarme para atrás pero no podía hacerlo ahora.
Debido a que yo era un fetichista de pies total, y mi mayor fantasía siempre había sido un hombre con los pies perfectos para poder hacer lo que quisiera con ellos, emprendí mi busqueda ya que me había fijado muchísimo en los pies de Jesús, que serían un 42 y daban ganas de chuparlos. Sentí como en cada compartimento que miraba, mi erección y mis nervios aumentaban.
Al dar con el penúltimo compartimento, en el que sin duda estaban los pies de Jesús, llamé dos o tres veces.
– ¿Jesús, va bien lo del móvil?
– Sí sí, entra y lo ves – Respondio él con una voz picarona, pero me detuvo antes de que yo pudiera abrir el picaporte
– Marcos, acuerdate de que entrar con ropa está prohibido. –
Al escuchar su advertencia que claramente tenía motivos ocultos, me desvestí con todo el pesar de mi corazón, y miré mi erección que ya chocaba con mi tripa y que sería imposible disimular.
Aún así entre, viendo como Jesús conservaba su sonrisita y su pene había disminuido un céntimetro debido al contacto del agua. Él estaba sosteniendo mi móvil entre sus manos, pero enseguida al verme entrar lo dejó en la balda.
– Lo he arreglado, pero he pensado que ya que luego vas a tener que ducharte podrías hacerlo aquí, y te ahorras
tiempo. Además de que duchándonos los dos ahorramos agua. –
-Eh.. vale. – Dije yo casi sin pensar.
En cuanto me puse enfrente suyo para que el chorro de agua del techo me diera a mí también, observé que nuestros vientres estaban casi pegados, mi boca estaba a un escaso centímetro de su pecho, y mi pene, por culpa de la erección, jugueteaba con su polla indiscretamente , la cual por cierto, estaba empezando a levantarse con pereza.
Jesús sonreía sin hacer nada, y tenía la mirada clavada en mis ojos, que solo podían mirar al jugueteo de nuestros penes, el suyo ya iba por la mirad de erección.
Él, de un manotazo, agarro suavemente mi pene y lo masajeo medio segundo, como si quisiera cogerlo con mayor firmeza, y sonrío para mirarme a la cara.
– ¿ Y esto? – Sonrío mientras lo seguía aguantando y yo casi me desmayaba
– Ah, me pasa cada vez que me ducho. – Mentí
Jesús lo solto, acariciando con sus dedos todo el tronco de mi pene. El suyo, ya había alcanzado su erección total, 17cm, una medida bastante pequeña para un chico tan alto, pero nada despreciable para mi primera relación sexual.
– Si necesitas algo, pídemelo.- Dijo al ver que yo no tenía jabón ni champú
La última palabra fue soltada con tanto enfasis por la boca de jesús, que soltó un poco de agua mezclada con sus saliv, que escupió directamente hacia mi boca debido a que yo estaba con el cuello ahcia arriba para mirarle. No escupí el agua, me la tragué.
Al estar claro que los dos queríamos lo mismo, decidí girarme lentamente, hasta que su pene quedaba rozando mis caderas, casi mi espalda.
Me quedé así unos minutos, tiempo el cual Jesús invirtió en dar golpecitos pequeños con su pene a mi espalda de cuando en cuando, hasta que no resistí más y decidí seguirle el juego.
– ¿Me enjabonas la espalda? Esque no llego. – Comenté yo como si fuera lo más normal, poniendo mi culo de manera algo respingona. Él era tan alto que ni aún así logré que se chocara contra su pene.
Jesús no dijo nada, simplemente echó un buen chorro de jabón en sus mano, las cuales frotó hasta que salieron burbujas y comenzó un masaje por mi espalda.
Notaba sus manos abrazando mis costillas y encaminandose con suavidad por mi espalda sin pelo.
Una vez llego a mi culo, comenzó a frotar mis nalgas con bastante énfasis, hasta llegar al ano, donde restregó el lomo de su mano derecha con lentitud. Una vez hizo esto, agarro mis nalgas y hundió sus dos dedos pulgares en mi ano mientras yo gemía de placer.
Me giré de golpe y lo ví con su pene apuntando hacia arriba y su sonrisita que se había vuelto más pícara que nunca. Yo, al no poder más, y sabiendo que podría soportar mi peso, abracé su espalda con mis piernas y subí hasta quedar sentado sobre su pene, con el glande rozando mi ano. En esta rara posición, estuvimos cara a cara por fín y comenzamos a besarnos. Yo notaba como su lengua jugueteaba con la mía y cómo de cuando en cuando Jesús escupía dentro. Cuando hacía eso, yo me tragaba toda su saliva y seguía besándolo como si no hubiera mañana.
Cuando las manos de Jesús dejaron de sostener mis nalgas, apoyé mis brazos contra la pared del compartimento que nos separaba de las demás duchas y mi ano quedó a pocos milímetros de su glande, ya más que dispuesto a entrar.
Jesús me acariciaba la espalda mientras yo me mordía los labios, comencé a gemir al notar ese miembro caliente introducirse poco a poco por mi ano. Una vez logró meter sus 17 cm, exclamé un fuerte suspiro seguido de un "Sigue" erótico, que hizo que Jesús comenzara sus embestidas camufaldas por unos gemidos.
Para que no nos oyeran las duchas vecinas, Jesús se tumbó sobre mi espalda mientras seguía metiendo y sacando su pene, lo que al principio me producía algo de dolor, y comenzó a gemir en mi oreja en susurros, algo que me excitava mucho más. Poco a poco, el dolor de sus embestidas se convirtió en placer seguido de gemidos, por lo que Jesús metió su dedo índice en mi boca, dejándo que lo chupara, mientras el me masturbaba frenéticamente con su otra mano. Tal vez fuese porque yo eyaculaba más pronto, me corrí enseguida en su mano. Él, que tendría más experiencia, se lamió su mano pringada de mi semen y tras un gemido en mi oreja, se corrió en mi culo.
Una vez acabó de hacerlo, retiró lentamente su pene que volvía a su tamaño normal, igual que el mio, mientras nos mirábamos.
Él, sin ni siquiera limpiarse los restos seminales de nuestra relación, me dió un largo beso en los labios y se fué hacia los vestuarios.
Por desgracia,esta relación no se volvió a repetir.
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