Mi primera vez fue con Gerardo…
Gerardo me hizo parar y luego me pidió que me pusiera de pie, cuando lo hice me comenzó a desnudar, a estas alturas mi corazón latía aceleradamente y sentí un cosquilleo en mi entrepierna que nunca antes había experimentado. .
Tendría unos once o doce años y en el pueblo yo tenía muchos amigos, salíamos por las tardes a recorrer los alrededores o caminar por la vía del ferrocarril durante varios kilómetros y llegábamos a una hermosa laguna en la cual nos bañábamos y jugábamos todos.
La banda estaba conformada por cerca de quince o veinte y el más grande se llamaba Gerardo, con el me llevaba bastante bien y en ocasiones cuando no nos reuníamos todos me iba a su casa para que me ayudara con las tareas; Gerardo tenía una hermana que era casi de mi edad pero con ella el trato era menos regular. Me gustaba estar con Gerardo porque con el me sentía protegido por ser uno de los mayores.
Una tarde que pase por su casa solo se encontraban el y su hermana y como de costumbre nos quedamos en la sala mientras el hacía su tarea, su hermana salió al rato pidiéndole permiso para ir a casa de una de sus amigas y Gerardo le dijo que sí, Mirna salió y nos quedamos solos. Luego de que terminó con su tarea Gerardo me pidió que lo acompañara a su cuarto, ahí mientras platicábamos el se comenzó a desnudar, yo estaba sentado en la cama y el frente a mi. Vi su cuerpo fornido y bronceado mientras que se iba quitando las prendas, sus nalgas se veían duras y el pene lo tenía flácido, ya tenía vello sobre éste y por un momento me perdí en su entrepierna.
¿Qué me vez? – me preguntó intrigado.
Es… este… nada, nada…
Parece que nunca habías visto uno. – dijo riéndose.
No respondí pero si pude notar que me puse completamente colorado, entonces Gerardo se acercó hasta colocarse frente a mi y me tendió una mano, puse mi mano en la suya y el me la llevó hasta tocarle su rabo.
¿Te gusta?
No conteste a la pregunta pero moví la cabeza afirmativamente. Primero el me lo pusó sobre la palma extendida y me la movió hasta sus bolas. Mis dedos se cerraron delicadamente y pude palpar el peso, su mano se fue retirando lentamente de la mía; noté como su aparato comenzaba a crecer lentamente. Mi mano pasó de sus bolas hasta el palo que comenzaba a enderezarse.
Tienes una mano muy suavecita… Agárrame el palo.
Si… – contesté casi en un susurró.
Mi mano se cerró sobre el tronco que seguía creciendo y poniéndose muy duro, estaba caliente y era a su vez duro y suave, Gerardo me pidió que moviera mi mano de adelante para atrás y así lo hice, comencé a seguir las instrucciones que el me daba. La vara por fin terminó completamente dura y sobresalía de este una rojiza cabezota que parecía más bien un gran hongo. La piel lo cubría y descubría con cada uno de los movimientos de mi mano. A los largo del tronco se podían apreciar innumerable cantidad de venas que recorrían lo largo y ancho del aparato, más atrás la enredada maraña de vello que me rozaba la mano cuando llegaba hasta atrás.
Que rico lo haces… ¿Ya lo habías echo antes?
No. – dije a la vez que negaba con la cabeza.
Pues yo te voy a enseñar, vas a ver… ¿Te gustaría que te enseñara?
Sí. – dije después de unos segundos.
Entonces espera un poco.
Gerardo me hizo parar y luego me pidió que me pusiera de pie, cuando lo hice me comenzó a desnudar, a estas alturas mi corazón latía aceleradamente y sentí un cosquilleo en mi entrepierna que nunca antes había experimentado. Cuando me quitó los pantalones pude ver que mi palo también se encontraba duro pero era mucho más pequeño que el de mi amigo. Los dos quedamos parados en medio de la habitación y completamente desnudos, entonces Gerardo se agachó un poco y me tomó por el pene, me lo meneó deliciosamente por unos minutos.
¿Te gusta lo que te hago?
Sí… No pares, no pares – contesté con voz ahogada.
Agarra el mío y haz lo mismo. – me pidió.
Sin dudar agarré su nabo y comencé a hacerle lo mismo que el me hacía, nos veíamos a los ojos y sentí una punzada increíble. Gerardo acercó su cara a la mía y posó sus labios sobre los míos, el beso fue en principio lento y tierno; luego su lengua buscó entrar en mi boca, al principio no supe que hacer pero luego comprendí y comencé a mover mi lengua junto con la de el.
Yo comencé a sentir tan rico que me olvide de todo y de pronto una fuerte oleada de satisfacción me hizo gemir con intensidad, sentí como de mi pequeña verga comenzaba a salir un caldo caliente que era disparado con potencia, mi amigo siguió moviendo su mano sobre mi pito todavía más allá de que el placer se opacó y ésta perdió la dureza. Yo había dejado de mover la mano sobre su tronco pues con el placer que sentí se me olvido todo. Gerardo entonces me hizo sentar en la cama, lo vi embarrado de la mano y de una de las piernas con el líquido que me había salido del pene, este era blanco y espeso y escurría lentamente por su piel.
¡Veo que te ha gustado mucho!… ¿Verdad?
Moví la cabeza afirmativamente.
Ahora vamos a hacer algo mejor.- dijo.
Se paro hasta quedar completamente frente a mi y se hincó, me volvió a besar en los labios y con la lengua y luego se volvió a poner en pie. Con sus dos manos agarró mi cabeza por los costados y acercó su vientre a mí. Observé el duro tronco de mi amigo apuntándome y sentí la presión que sus manos comenzaban a ejercer para acercar mi cara al duro pene.
¡Abre la boca y haz lo que te diga!
Muy bien, así… trágatelo.
Cierra tus labios y aprietazo… pero no uses los dientes.
Más… metete más… así, así… que rico.
Usa tu lengua… sí… así… sigue así
Ahora mueve tu cabeza para atrás y vuelves luego a metertelo.
Pero aprieta tus labios… así, muy bien…
Despacio… lento… siéntelo en tu boca.
¿Te gusta como sabe?
¡Ha! Que rico lo siento… sigue así.
En realidad al principio no me gustó el sabor de su pene, era como amargo, pero conforme continué mamando el sabor se fue perdiendo y me gustó la sensación de la dura y suave piel entrando y saliendo de mi boca. Con mi lengua acaricie toda la superficie del tronco y Gerardo me pidió que lo mismo hiciera con sus bolas y la cabeza y así pasamos varios minutos.
Luego me pidió que me recostara en la cama, así lo hice y el entonces se subió a la cama y se acomodó a mi lado, me amasó las nalgas despacio y me las besó, estaba yo recostado boca abajo. Unos instantes después el se montó sobre de mi y me apuntó su verga entre las nalgas, empujo dos o tres ocasiones pero el pene no entraba, se puso saliva en la punta y volvió a montarse; sentí como la gruesa cabeza me recorría el canal del culo buscando mi entrada pero no lo conseguía, de pronto la encontró pero cuando trató de meterlo es escurridizo pedazo se escapaba a un lado o al otro. Nuevamente se acomodó y puso más saliva sobre la morada cabeza.
Ábrete las nalgas. – me dijo.
Con las manos me separé los cachetes dejándole a la vista mi arrugado ano, el nuevamente se montó y esta vez puso también un poco de saliva sobre mi agujerito, al sentirla pudo notar como se apretaba un poco mi esfínter. Gerardo guió su larga lanza contra mi agujerito y esta vez si pude sentir como atinaba, empujó, una, dos y tres veces y entonces comencé a sentir como el hongo morado se abría paso lentamente. Sentí como la cabeza se comenzaba a encajar lentamente en mi orificio y me abrí con más fuerza el culo, pues era algo fascinante. De pronto escuchamos en la sala que alguien había llegado, rápidamente nos pusimos en pie y a la velocidad del rayo comenzamos a vestirnos, luego salimos a la sala.
¡Hola muchachos!… ¿Cómo están?… Sigan jugando por mí no se preocupen.
¡Hola señora! – dije nervioso.
Hoy llegaste más temprano mamá. – dijo Gerardo.
Sí… tuvieron que dejarnos salir pues se fue la luz en la fabrica.
Después de que llegó la madre de Gerardo tuvimos que resignarnos a salir a caminar por las vías, íbamos solos pero ninguno de los dos comentó nada durante el trayecto de lo ocurrido en su casa y así pasaron varias semanas. Durante ese tiempo durante las noches me imaginaba a Gerardo entrando en mi cuarto para seguir con lo que estábamos haciendo, cuando entró su mamá y el me la estaba tratando de meter en el culo. A decir verdad eso me había gustado mucho y ahora estaba muy caliente pensando en como seria realmente.
La oportunidad se presentó una tarde en que caminando de regreso a casa después de ir a la tienda me encontré con Gerardo, me preguntó que hacía y le dije que iba a dejar unas cosas que me había encargado mi madre, me pidió que regresara a su casa después de que dejara las cosas. Entonces después de que lo vi dar vuelta en una esquina volé hasta la casa, dejé las cosas sobre la mesa y gritándole a mamá que volvía luego regresé corriendo hasta la casa de Gerardo. Cuando entre su madre estaba viendo la televisión junto con la hermana, el se despidió de ellas diciéndoles que iba a caminar a las vías y yo muy desilusionado me despedí de ellas, comenzamos a caminar por la vía y pronto nos perdimos por ellas saliendo del pueblo. El me hablaba de cualquier cosa y yo taciturno lo escuchaba sin decir nada.
Caminamos por la vía hasta llegar al puente hondo, así se llama y creo con justa razón, atravesamos como de costumbre y ya del otro lado Gerardo me comentó.
¿Te gustaría terminar con lo del otro día?
¡Sí! – dije emocionado.
Entonces en lugar de continuar por la vía el comenzó a bajar por la empinada escalera que se usa para el mantenimiento del puente, lo seguí y no pude evitar sentir un poco de vertigo al ver la profunda barranca debajo de nuestros pies, pues caminábamos por un pasillo de rejilla que esta justo debajo del puente. Nunca nos metíamos por ese pasillo pues sabíamos que no atravesaba al otro lado. Al final del pasillo nos encontramos con una especie de cabaña pero al llegar hasta la puerta vi que tenía candando. Para mí sorpresa Gerardo sacó la llave y lo abrió.
¿Dónde la conseguiste? – le pregunte asombrado.
Estaba pegada al candando una vez que vine y la guarde.
Entramos en el cuarto que en realidad era demasiado grande, había una mesa, un taburete y varios utensilios que se utilizaban en las reparaciones, al fondo se veía otra puerta y al entrar vimos una cantidad enorme de durmientes acomodados en una especie de bodega que se extendía por debajo del puente y al mismo ancho que este. Gerardo cerró la puerta y puso el seguro, luego todo quedo en silencio.
Gerardo se acercó a mi y me empezó a besar mientras me sobaba las nalgas por encima de la ropa, se apartó un poco para comenzar a desnudarme y luego de que me dejó completamente desnudo el hizo lo mismo. Me pidió que se la mamara como la otra vez y sin dudarlo me traté de hincar pero el me dijo que ahí no, se recostó en el taburete que era muy amplio y su dura verga se recargó contra su estomago, yo me subí también y me agaché entre sus piernas, con mi mano agarré la daga y la guié hasta metérmela lentamente en la boca, el mismo sabor que esta vez se me hizo más delicioso me invadió el paladar, mi lengua se meneó por el tronco y la cabeza. Se la chupé por espacio de diez minutos y luego el me la mamó a mi, fue fantástico, esta vez no me corrí tan pronto.
Cuando terminó de chupármela me preguntó si me gustaría metérsela a él y por supuesto que le dije que si. Entonces Gerardo se empinó sobre el gran taburete y me dejó ver su apretado y oscuro túnel separándose las nalgas con las manos.
Chúpame el culo… mete tu lengua primero.
Me senté entre sus piernas y mi cabeza se agachó hasta llegar a sus nalgas, se las besé y lamí como el me lo había hecho la vez anterior y luego busqué su ano, mi lengua se paseó varias veces sobre este sintiendo el acre sabor y dándome un poco de valor le clave la punta de la lengua, el gimió y me pidió seguir. Estuve jugueteando con mi lengua en su culo unos siete u ocho minutos y luego el me pidió que se la metiera. Me acomodé y con la mano guié mi pequeño pene que apenas tendría unos diez u once centímetros de largo. Empujé contra su culo y lentamente se lo fue tragando, no costó trabajo pues el ano se lo había dejado completamente ensalivado; la sensación más fascinante que hasta entonces había experimentado se apoderó de mi ser y se lo dejé ir completamente, mi estomago chocó con sus nalgas y así permanecí por varios minutos.
¡Muévete! – me apuró Gerardo.
Comencé a meter y sacar lentamente mi garrote de ese apretado y caliente agujero, veía cada movimiento que le daba con sumo cuidado, tratando de aprenderme bien lo que sucedía. El ano se apretaba con fuerza alrededor de mi vara y cada que lo metía y sacaba sentía desfallecer de placer. Dejo de separarse las nalgas y me apretó más con el culo, luego sus manos acariciaron mis propias nalgas. Yo bajé mi mano por su costado y entonces me apoderé de su herramienta que se balanceaba a cada una de mis embestidas, lo masturbe lentamente a ritmo con las estocadas que le daba en el culo. La velocidad de mis caderas fue aumentando minuto a minuto y pronto comencé a sentir que me salía la leche. Fue un torrente enorme y sentía a cada disparo que la vida se me iba con el, Gerardo también la sintió y con voz entrecortada y fuerte soltó un «¡Que rico!» y dejó caer su cara contra el taburete sobre el que estábamos, su culo quedo completo a mi disposición. Seguí moviéndome hasta culminar mi orgasmo y para grata sorpresa no se perdió la dureza de mi tronco. Me sujeté de las caderas de mi amigo y lo seguí bombeando rítmicamente mientras que el esperma depositado en sus entrañas iba saliendo lentamente a cada retroceso de mi garrote, algunas gotas le comenzaron a resbalar por las piernas.
¡Que delicia!… ¡Que rico me coges!… Sigue, no pares, no pares. – Gemía el.
¡Tienes un culo delicioso! – le dije en la euforia.
Cuando te vallas a venir me avisas…
Continué en mi labor y a los pocos minutos comencé a experimentar de nueva cuenta las extraordinarias contracciones que se dan antes de una venida, entonces le dije a Gerardo y el se zafó de mi garrote y me hizo recostar boca arriba, se metió rápidamente mi pene a su boca y comenzó a mamarlo a gran velocidad mientras con una mano me masturbó. La sensación de la venida continuó y de pronto le solté la leche en la boca, Gerardo comenzó a tragarla sin dejar de mover su mano sobre mi tronco y su lengua jugueteando con mi glande. A cada explosión sentía la dicha más enorme que nunca antes hubiera experimentado y pronto quedé desmadejado, todavía con la boca de mi amigo en la verga que ya comenzaba a perder la dureza. Gerardo se acomodó a mi altura y entonces me besó, en la boca traía mi propio semen y con el beso lo intercambiamos, jugueteamos con nuestras lenguas unos minutos y nos acariciamos también.
Gerardo me hizo girar y quede boca abajo, su boca recorrió mis piernas y luego de un brinco fue hasta mi nuca, siguió besandome la espalda y bajó hasta mis nalgas. Las chupó y mamó por muchos minutos y de pronto me di cuenta de que yo ya estaba duro de nuevo. Gerardo entonces se montó sobre mis piernas quedando de cuclillas y se agarró el palo, lo movió unos segundos y puso mucha saliva en él. Se acomodó y me pidió que me abriera el culo. La punta de su garrote se acomodó en la entrada de mi ano y empujó. El esfínter que estaba relajado permitió que la cabeza morada fuera penetrando poco a poco y segundos después ya estaba toda dentro, empujó un poco más y entonces sentí el dolor, era un dolor intenso que posiblemente me hubiera echo arrepentirme, pero Gerardo fue muy cuidadoso y lenta y pacientemente lo fue enterrando. Por lo que sentía podría jurar que su verga tendría un grosor enorme lo mismo que un largo descomunal, pero en realidad solo tenía quince centímetros de largo y unos seis de grosor. Aguante como pude mientras que el me avisaba cuanto faltaba para tenerla completamente enterrada. Pasaron unos insufribles diez minutos hasta qué Gerardo avisó que ya la tenía entera. La sentía enorme adentro, un calor intenso indescriptible, sentía como mis entrañas se contraían contra ese espeso tronco.
Gerardo comenzó a besarme la nuca y yo gire la cabeza para besarlo en la boca, sentí como su aparato comenzaba a salir lentamente, solo unos centímetros y luego regresó hasta donde estaba, así una y otra vez y poco a poco el dolor se fue pasando. La sensación que luego se apoderó de mí fue riquísima, esa daga me atravesaba y se movía libremente en mi ojete, le pedí que lo hiciera con más velocidad y el la incrementó. Su carne me rozaba por dentro increíblemente y a los cinco minutos me vine sin siquiera haberme tocada la verga. Cambiamos de posición, esta vez Gerardo se sentó con las piernas extendidas y yo me acuclillé frente a él y con la mano guié su herramienta a mi agujero, la penetración en esta ocasión fue placentera y pude sentir como me iba tragando esa daga desde la punta hasta la base, milímetro a milímetro. Cuando estuve completamente clavado comencé a subir y a bajar, busqué los labios de mi amigo y el me respondió como siempre; me agarró por las nalgas y guió los movimientos de arriba y abajo que me daba sobre su tronco.
Cuando se vino pude sentir el calor que su leche me transmitía en el interior, fue indudablemente delicioso y me hizo venirme en seco, el gemido que soltó Gerardo me indicó lo mucho que el también gozó con esta cogida, me seguí moviendo hasta que la verga se me salió sola por la flacidez y depuse de retozar una media hora volvimos a coger, esa tarde terminamos haciendo un delicioso sesenta y nueve y nos tragamos la poca leche que nos quedaba en las bolas uno al otro. Cuando regresamos ya estaba oscuro, pero nadie preguntó pues sabían que andaba con los chicos del pueblo.
A partir de esa primera vez Gerardo y yo procurábamos apartarnos de los demás cundo era posible y corríamos hasta el puente hondo, ese cuartito de servicio nos sirvió como escondite durante muchos años, con Gerardo cogí hasta la edad de 16 años. En esa época el me informó que tenía que irse del pueblo pues su padre lo mandó llamar desde los Estados Unidos, ya le había conseguido trabajo y ahora tendría que partir.
La despedida fue increíble pues nos perdimos toda la noche en ese apartado cuartito del puente, cogimos hasta quedar completamente secos y para evitar las despedidas más dolorosas al día siguiente cuando todos los chicos salieron a despedirlo yo no me presenté, preferí mantener para mí ese recuerdo y la esperanza de volver a verlo…
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