MI PRIMERA VEZ HOMO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La primera vez que vivi una experiência homo, yo tenía 19 años y vivía en una casa que habíamos alquilado yo y otros cinco estudiantes de la universidad donde todos hacíamos facultad. La casa era grande y cada uno tenía un cuarto independiente para poder estudiar sin perturbación.
Cuando llegaba el mes de febrero siempre aparecían nuevos estudiantes que no conocían la ciudad, gente del interior que pedían quedarse por algunos días en la casa mientras se matriculaban y buscaban un lugar para vivir. Nosotros dejábamos, era cuestión de ser hospitalarios.
En una de esas visitas inesperadas que llegaban para quedarse un buen tiempo, apareció un pibe de unos 18 años, rubio, flaquito, con cara de muñeco, que venía a estudiar medicina veterinaria. En la primera vez que lo vi, noté en él cierta timidez y nerviosismo. Cuando lo miraba, él se quedaba inquieto y desviaba la vista. A la hora de las comidas, uno conversaba sobre todo y con el pasar de los días nos quedamos amigos. Él tomó confianza y era muy conversador, no paraba de hablar. Su mirada al principio desconfiada cambió para una mirada así como de ternura. Él se quedaba muy contento siempre que yo llegaba de la facultad. Una cierta noche, ya tarde, que yo estaba solito viendo la tele, él se aproxima y me entrega un papel. Yo cojo el papel. –leelo-, me dice. Yo lo leo y me llevo un tremendo susto. El papel contiene una declaración de amor! En la carta él me está diciendo que se había enamorado de mí desde el primer día en que que me vio.
-que mierda. Vos estás loco, Henrique, vos sos gay?- le pregunto
-soy, vos no sos?-
-claro que no. Yo nunca tuve nada con otro hombre! (y era verdad).
-yo te quiero y me muero de la gana de darte un beso-
-callate hombre que te pueden oír-, le digo yo, asustado
-¿vós no querés nada conmigo? Yo sé que te gusto-
-pará de hablar baboseras.
Claro que no me gustás. Mis gustos son otros. Así que pará con esa plática y te voy a pedir un favor, no le contés a nadie eso que decís sentir por mí. No me vayas a desprestigiar, por favor. Principalmente cuidá de no comentarle nada a Mario porque si ese cabrón sabe alguna cosa, toda la universidad se va a enterar de esta carta que vos me hiciste-, le dije mientras rompía la carta en la cara de él.
Él se apartó muy triste. Tan triste que hasta me dio un poquito de lástima. Yo me fui con los pedacitos de carta y los eché en el sanitario y di descarga. Estaba asustado. Temía que los otros supieran. Y había algo escrito en la carta que me perturbó. Henrique decía que mi mirada le había dicho que él me gustaba. –Mierda-, pensé. El tipo notó que yo tenía una simpatía especial por él. Eso era cierto. Yo sentía algo diferente pero que no llegaba a imaginarme los dos desnudos haciendo sexo. Era solo un sentimiento vago, delicioso, no lo voy a negar, pero que yo trataba de reprimir. Ahora ese chico sabía de mi debilidad. No obstante, debo confesar: me había gustado la declaración del pibe porque a mí él me parecía un muñeco de tan bonito y me sentí contento de saber que yo le gustaba. Pero mi miedo era más grande, de modo que me prometí que eso iba acabar ahí, en el deseo.
Solo que mantenerme en el deseo no iba a ser tan fácil, porque daba la casualidad que Henrique compartía el cuarto conmigo. Él dormía en un colchón en el suelo, bien próximo de mi cama. Cuando entré al cuarto, él estaba ahí, bien serio con cara de quien había llorado, tenía los ojos rojos.
-no te quedés así, Henrique. Eso que sentís por mí luego se te va a pasar-, le dije
-no se me va a pasar, más así viéndote cerquita, de calzoncillos, sintiendo tu perfume-
-entonces vamos hacer lo siguiente. A partir de mañana te vas a dormir al cuarto de Mario. Yo voy hablar con él y yo sé que él va a dejar que durmás allá-
-está bien. Ahora por lo menos esta noche, dejame que te toque un poquito. Solo tocarte, abrazarte un poquito. Decí que sí- me dijo con una mirada mezcla de deseo y súplica
-vos sí que sos payaso. Claro que no te dejo-, le contesté.
Pero en el fondo yo tenía otra respuesta. Yo quería que él me tocara, que me abrazara, me moría de la gana de tocarlo también. Haciendo un supremo esfuerzo resistí. Esa noche no sucedió nada, ni las subsiguientes. Hasta que cierto sábado que yo fui a una fiesta y regresé ya de madrugada, casi cayéndome de tanta cerveza que había tomado, además había estado bailando y bueno, estaba bien cansado que Entro en el cuarto y me acuesto en la cama con ropa y todo. Entonces, mas dormido que despierto siento a alguien quitándome los zapatos. Era Henrique.
Después me da vuelta pues yo me había acostado de bruces, y comienza a soltarme la hebilla de la faja. Me quita la camiseta, después me baja el jean. Comienza a pasar su mano por el torax. Su mano es cálida y a mí me gusta sentirla. Él entonces pasa la mano por el calzoncillo. Me toca la verga. Me baja el boxer. –pará henrique, pará-, yo digo bajito pero sin mucha convicción. No hace caso. Acerca su boca. Yo siento. Pasa su lengua. Mi pija se despierta. Comienza a pararse. Henrique se la mete em la boca y me la mama. Que deliciosa sensación. Siento como si estoy fluctuando.
Henrique me chupa com deseo, se la mete toda, después pasa su lengua por mi escroto, se mete um testículo, después otro, me lo chupa tanto que me duele. Me está gustando tanto aquella mamada que de repente decido participar y comienzo a gemir bien alto. Henrique me tapa la boca. Él continúa chupando hasta que yo siento que voy acabar. –me corro, me corroooooooo-, digo. Henrique acelera el movimiento con su boca y mi semen sale. Él no deja que escape. Su boca aprieta mi verga. Henrique se traga mi esperma. Lame mi glande, lo limpia. Después trata de besarme y yo lo esquivo. Pasada la sensación buena, pienso en lo que acabo de hacer. Siento como si perdí la virginidad.- Soy un gay-, pienso. Me da vergüenza. Que mierda. Me duermo. Me despierto esforzándome por creer que todo fue un sueño. Pero Henrique está ahí en el cuarto con una sonrisa en los labios para confirmarme que todo fue real.
-te quiero-, me dice. Yo no contesto
-¿estás enojado conmigo?-
-con vós no, estoy enojado conmigo mismo. Soy un hijueputa, un maricón-
-¿por qué toda esa cólera? Yo te gusto, reconocelo-
-está bien, lo reconozco pero no pensés que solo por eso lo que pasó anoche se va a repetir ¿entendiste?-
-entendí-, contestó el cretino con cara de que no creía en lo que yo estaba diciendo. Entonces completó:
-si ya no vamos hacer nada, entonces solo quiero que me des un beso de despedida-
= vos si que sos payaso. Salí del cuarto, salí-.
Desde ese día en adelante no sucedió nada más. Henrique se mudó para el cuarto de mario y yo solo lo veía a la hora del desayuno y la cena. No obstante, ahora que había un secreto entre los dos, Henrique no desperdiciaba oportunidad para aproximarse de mí y tocarme. Yo lo evitaba por miedo de que alguien notara, principalmente tenía miedo de Mario que era un lengón y le gustaba esparcir ese tipo de noticias. Pero de noche, en el cuarto, yo solo me ponía a recordar aquella mamada y me quedaba super excitado. Ah como quería repetirla. Lo confieso. Un dia que Henrique se sentó al lado mio en la mesa, puso su mano encima de mi muslo y la fue aproximando a mi verga. Y me la apretó y esta reaccionó.
Debido a que estaba con más gente no podía decir nada, ni si me estaba gustando o que no. Henrique notó la reacción de mi miembro y entonces más me lo agarraba. Todo eso solo hacía que más deseara hacer alguna cosa con el pibe muñeco. Solo que no tenía valor. Tenía miedo que alguien dijera que yo era gay. Por eso decidi ser duro con Henrique. Le adverti que se dejara de mariconadas en la casa, que no me provocara porque le podía reventar la cara. Él no me decía nada. Así que yo luchaba conmigo mismo, por un lado por causa del preconcepto no quería pero por otro me estaba muriendo de la gana de cogerme aquel pibe lindo. Pero lo que tenía que suceder sucedió y cuando menos lo esperaba.
Sucedió que un día Mario se consiguió una piruja para cogerla y necesitaba el cuarto para él solo de manera que mandó a Henrique para que durmiera en la sala. Entonces Henrique aprovechó para pedirme que lo dejara dormir en mi cuarto. Yo lo dejé pero le advertí:
-podés dormir aquí, pero si venís encima de mí atenete a las consecuencias-. El muñeco sonrió. Creo que a él mi amenaza le había sonado a invitación. Luego que se acomoda en el cuarto, apaga la luz y se acuesta. Yo estoy tenso pero decidido a no comenzar nada. Mi lucha con aquel sentimiento es muy grande. Pasados unos minutos Henrique comienza su ataque. Yo siento su mano tocando mi pié izquierdo. Me lo besa. Me gusta. De todos modos me sacudo pero él insiste. Siento su boca lamer mi pie todo. Cuando toma mi dedo gordo y comienza a chuparmelo con efusión yo no aguanto más y lo ataco. Estoy loco de deseo y de cólera por aquella lucha dentro de mí.
-ahora va a ver trolito=, le amenazo. Entonces le beso en la boca, le muerdo el labio. Me pongo de rodillas y ordeno:
-chupámela, chupámela rico como aquella vez-. Henrique obedece. Me la chupa com ganas. Pero yo quiero más de esta vez. Le bajo los calzoncillos. Le levanto lãs piernas, en lo oscuro busco su ojete. Le pongo saliva y digo:
-te voy a coger cabrón, mariconcito de mierda-. Y se la meto con fuerza. Henrique gime bajito. Me lo cojo, le reviento el culo. Después compruebo que le saqué sangre.
Era la primera vez de él. Pero estoy alucinado, aquel deseo de muchos días ahora está desbocando. Henrique gime, me aprieta con las piernas, me dice que me quiere.
-callate, no digás nada-, le ordeno. Después de follarlo un buen rato siento que me vengo, eyaculo en el culo del muñeco. Le muerdo en el cuello, grito fuerte. Henrique me manda a callar. Después que he gozado, me quedo abrazado al chico y me dan ganas de reír, me pongo a reír. Abrazo fuerte al chico mientras río. Quiero decirle que yo lo quiero también pero me contengo. El cuarto está impregnado de semen.
Henrique quiere gozar también. Yo le beso y lo masturbo. Y él se corre. Me abraza. Me besa. Enciendo la luz del baño. Le veo. El chico está llorando. Lo abrazo. Me quedo así. No nos bañamos. Nos quedamos así embarrados com sêmen. Nos dormimos. Después de esa noche sucedieron muchas más. Como era feliz sabiendo que el pibe muñeco era mio toda noche. Una mañana mientras nos vestimos para irnos a la universidad, veo a Henrique frente al espejo peinándose su lindo pelo rubio.
Él es un muñeco, agradable a mi ojo. Sin pensarlo me le acerco por detrás, le abrazo de la cintura y le digo bien suave al oído: te quiero. Él se vuelve busca mi boca y me responde con un beso. Por un tiempo fui feliz con mi muñeco rubio. Pero mi miedo hizo con que todo acabara asi como comenzó. De repente. Un día decidí que me iba de aquella casa. Hablé con Mario y Carlos y les pedi para que alquiláramos otro apartamento. Ellos concordaron. Me fui lejos de Henrique. Le dije que no era posible que temia a mi padre. Si él descubría nuestro caso de seguro que me mataba.
Henrique lloró. Yo me fui. Fue difícil olvidar. Enamoré mujeres, hice sexo com ellas. Iban a pasar muchos años hasta que yo tuviera otra experiencia homo. Pero hasta ahora Henrique permanece en mi mente y en mi corazón. El pibe muñeco era lindo, tierno. Inolvidable.
Fin
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