Mi primera vez: le fui infiel a mi novia
Una gran curiosidad por experimentar el sexo con hombres me llevó a contactar a alguien a espaldas de mi novia..
Desde cuando tenía alrededor de trece años comencé a tener fantasías de sexo gay. Me consideraba heterosexual, pero tenía una curiosidad muy grande de probar un pene. Pasaron los años y no cumplía mi fantasía, me tenía que conformar con la pornografía y la imaginación, a lo cual le siguieron los chats por internet y videollamadas con desconocidos sólo para satisfacernos por un momento. Eventualmente tuve una novia a los quince años y perdí mi virginidad con ella, pero la fantasía seguía viva. Ella no supo de mis deseos hasta mucho después y, a pesar de que se mostró comprensiva, no tiene idea de los acontecimientos que estoy por relatar. A los diecisiete años decidí instalar una aplicación de encuentros sexuales con hombres. Obviamente, mentí diciendo que tenía dieciocho años. No diré que me veía mayor. En todo caso, aparento menor edad, pero eso no me impidió registrarme y buscar acción. Al principio no hice mucho progreso, me daba temor encontrarme con cualquier extraño y sentía culpa porque tenía novia. Fue hasta un lento día de verano que decidí realizar mi fantasía.
Un usuario, que decía tener treinta y dos años, a menos de un kilómetro de mi casa me mandó un mensaje. Un simple hola que se convirtió en la usual conversación donde cada quién define lo que busca. Sencillo, él quería coger y yo quería ser cogido. Intercambiamos fotografías, me dio su dirección, y me llené de ánimos para dirigirme a su casa. Tuve la fortuna de que mi casa estaba sola y no tuve que dar explicaciones sobre a dónde iba. Mi corazón palpitaba a una gran frecuencia. Ahí iba yo, un joven de baja a mediana estatura, moreno claro, de ojos y cabello café oscuro, y un poco llenito, de camino a lo que esa tarde me depararía.
Finalmente llegué a su casa. Le mandé un mensaje avisándole que había llegado. Abrió la puerta de forma discreta, sin salir él. Él era un poco más alto que yo, también moreno claro, con cabello más oscuro y pero ojos más claros. Cerró la puerta y lo acompañé a su pequeña recámara. Sin decir mucho, él se desnudó y yo sólo lo seguí. Algo que había mencionado en la conversación era que no teníamos mucho tiempo. Creí que tenía que trabajar o algo así. Lo importante era que no teníamos mucho tiempo. Estando desnudos ambos, me agarró el pene, que no estaba muy erecto por los nervios. Lo comenzó a jalar y, en lo que se levantaba, se acercó a mí para darme un beso. Era mi primer beso con un hombre y me encantó. Le agarré el pene también y noté cómo ya tenía una erección. En ese instante, ambos alcanzamos nuestros tamaños máximos, yo con 15cm mientras que él unos 17cm. Nuestros labios de desplazaban unos sobre otros, nuestras lenguas jugaban suavemente mientras nuestra piel se acariciaba y nuestras manos exploraban.
Nos detuvimos y él se recostó en su cama. Ahí nos continuamos besando mientras yo bajaba lentamente para alcanzar su pene. Finalmente, mi boca llegó a su destino. Mi única experiencia había sido viendo videos por internet, pero tenía una idea general de lo que tenía que hacer. Le di un beso en la punta, seguido de una pequeña lamida, para después introducir su pene en mi boca. Abrí la boca lo más que pude para evitar lastimarlo, mientras su pene se deslizaba sobre mi lengua a la vez que mis labios lo encerraban suavemente. Subí y bajé mi cabeza, tomando un ritmo que, sin saberlo todavía, seguiría perfeccionando con el paso del tiempo. Él gemía y me acariciaba la cabeza.
—Qué rico la chupas —dijo él, cuyo nombre nunca descubrí, mientras cerraba los ojos del placer.
Seguí chupando, deteniéndome un poco para lamerle la punta de nuevo, la cual ya tenía líquido preseminal. Movía la lengua para probarlo y me agradó el sabor, aunque gran parte del gusto era la excitación de lo que estaba haciendo. Se la chupé unos minutos más y también le lamí los testículos al mismo tiempo que le acariciaba los muslos.
Con un movimiento, levantó mi cabeza un poco, y yo interpreté que quería que subiera. Lo hice y me dio dos besos suaves. Quedándome yo boca abajo, él se levantó y fue por lubricante y condones.
—Es tu primera vez, ¿no? —me preguntó.
—Sí.
—Ponte bastante lubricante para que no te duela.
Recorrí mi ano con mi dedo colocando el lubricante, asegurándome de estar suficientemente resbaloso. Él, que ya se había puesto el condón, y el cual también lubricó, me metió un dedo en el ano primero. Yo estaba colocado en posición de perrito, esperando a se penetrado por primera vez. Me tomó de las nalgas, me dio un beso en la espalda y lentamente me introdujo su pene. Me dolió bastante, fue una sensación que recorrió todo mi cuerpo y me hice gemir como nunca lo había hecho. Sin embargo, conforme él siguió, el dolor se convirtió en incomodidad, y la excitación se encargó de permitirme disfrutar del momento.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí, cógeme —le respondí, queriendo acostumbrarme a sentir su pene dentro de mí.
Me siguió penetrando lentamente, entrando cada vez más y más. Era una sensación que comenzó a sentirse placentera cuando empezaba a darme más fuerte. Me sentía como una verdadera puta. En varios momentos sentí culpa al percatarme de que no había pensado en mi novia hasta ese momento, pero él lograba que me olvidara de ella tan solo con meterme su pene de nuevo.
Después de cogerme de perrito, me pidió que me diera la vuelta para hacer la posición de misionero. Me gusta esta posición particularmente porque me hace sentir como si fuera una mujer siendo penetrada. Me miró a los ojos y acomodó su pene dentro de mi ano. Una vez que entró, me besó de forma muy apasionada. Mis gemidos terminaban ahogados en su boca, y eso me excitaba aún más. Hubo un momento en el que bajó la velocidad, metiendo y sacando su pene lentamente. Me fue extremadamente placentero sentir cómo su pene se deslizaba en mi ano, para que este último lo aceptara nuevamente. Mientras tanto, le acariciaba la espalda y él me tocaba los pechos y las piernas. Ocasionalmente, me daba nalgadas.
Mis piernas lo rodeaban mientras me cogía, para lo que él las tomó y las elevó un poco, no sin antes besarme de nuevo.
—Me voy a venir, mi amor —susurró entre besos.
Me continuó penetrando, buscando ambos venirnos. Él me cogía y yo me masturbaba. Para mí, era cuestión de percatarme en qué momento estaría cerca de venirse para acelerar mi masturbación y venirnos juntos. Noté cómo su rostro cambiaba conforme sentía más placer y yo le di ritmo a cómo me la jalaba de forma acorde. Finalmente, se vino dentro del condón, estando dentro de mí, y yo me vine al mismo tiempo. Sentí su pene salir por vez última de mi ano antes de que se inclinara y me diera un beso corto.
Fue por papel para limpiarnos. En lo que iba, una sensación de culpa extrema me invadió. Sin embargo, ¿qué iba a hacer? Fue momentáneo, de cualquier manera. Al pensar en lo mucho que había hecho en esos veinte minutos, la culpa se convirtió en satisfacción. Él regresó con el papel, se sentó junto a mí y me ayudó a limpiarme. Mientras él tenía su mano sobre mi abdomen limpiando los restos de semen, nos miramos y nos volvimos a besar. Todavía desnudos, nos recostamos por unos tres minutos para seguirnos besando.
—Tengo que irme ya, veré a mi novia —me explicó, y así entendí por qué debíamos hacerlo rápidamente.
Saber que él también tenía novia me excitó bastante. Obviamente no podíamos continuar por ese día, pero me hizo olvidar un poco más la culpa.
Nos vestimos y me acompañó a la puerta. No salió, pero la abrió por mí. Antes de salir, acordamos vernos de nuevo.
—Me gustó mucho, ¿nos vamos a volver a ver? —me preguntó con un rosto de ilusión.
—Espero que sí —le contesté y le di un último beso.
Mientras caminaba de regreso a casa, me quedaba claro que no había desarrollado nada de sentimientos por él, pero la forma en que me trataba, como él a su novia o como yo a mi novia, me excitaba muchísimo. Obviamente, esa no sería la última vez que cogeríamos.
Excelente relato