Mi primo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MrF.
Durante nuestro crecimiento, llegamos a hacer alguna que otra travesura sexual, como mostrar nuestros penes.
Hacíamos como que teníamos relaciones sexuales, incluso las teníamos con una amiga mía, de mi misma edad.
Pero nunca
llegó a haber penetración, pues eramos demasiado pequeños para esas cosas, pero sin duda recuerdo que aún así,
era placentero cuando él hacía como que me penetraba, pues sentía muy caliente ahí abajo.
A medida que fuimos creciendo nos fuimos olvidando de eso, pues dejamos de frecuentarnos por diversas razones.
Varios años después cuando yo ya tenía 15 y él 18 nos volvimos a encontrar en casa de mis abuelos (Él vivía ahí con su mamá o sea mi tía).
Definitivamente ambos
ya estábamos desarrollados: Yo en ese entonces tenía complexión normal, ni muy flaco ni muy gordo, de piel blanca, piernas bien formadas
y un trasero bien desarrollado.
Él era de complexión delgada y su cuerpo lucía ejercitado, de piel morena y estatura algo baja (pero sin duda más alto que yo).
Gracias al calor que hacía ahí, él casi siempre andaba sin playera/remera, por lo que podía observarlo muy bien: Su torso lucía suave y fuerte con unos pezones
morenos muy apetitosos, tenía una linea de vello en su abdomen (algo que en aquel entonces no me provocaba nada, pero sin duda ahora sí).
Una noche decidí quedarme en casa de mis abuelos.
A él pareció agradarle mucho la idea, aunque yo no veía nada de morbo
en ese asunto, pues sólo me quedaba para jugar o platicar con él.
El día transcurrió con total normalidad hasta la noche cuando llegó
la hora de dormir, ambos nos duchamos y nos fuimos a la cama (Yo me quedaría en su cuarto y obviamente en su cama).
Ya acostados yo me puse a jugar en mi celular.
Un rato después comenzamos a platicar y decidí mostrarle unos vídeos porno
que había descargado en mi celular, el se puso a mirarlos muy atentamente y seguimos platicando.
Pero la plática
se tornó más sexual y comenzamos a hablar de la masturbación.
– ¿Te gusta masturbarte? – le pregunté repentinamente.
– Prefiero cojerme/follarme a alguien – me contestó lascivamente.
Yo me qué petrificado y él al notarlo me comenzó a contar historias de cómo tenía sexo con sus novias.
Seguí callado y después de un incómodo silencio me dijo:
– ¿Quieres que te coja/folle?
Comencé a sentir un cosquilleo en mi cuerpo y yo no hacía nada más que estirarme y sentirme avergonzado.
Repentinamente me llegó un olor
extraño que no había olido antes, un olor fuerte y algo salado que parecía provenir de debajo de nuestra cobija, pues ambos
estábamos cobijados.
Tomé valor y fui bajando mi mano hasta su entrepierna y descubrí que tenía su verga afuera de su ropa interior.
Era grande, muy suave, bastante dura, medía unos 19 cm.
y tenía pre-cum en la punta.
El cosquilleo en mi estómago siguió creciendo a medida que comenzaba a masturbarlo con mi mano, todavía impresionado por el tamaño
pues nunca había tocado el pene de un "adulto", aunque él sólo tuviera 18 años.
Después de un rato me volteé dándole la espalda a él.
Él debió
comprender lo que yo quería por lo que comenzó a restregarme la verga en el ano.
– Hazlo despacio- Le dije en un susurro.
Yo temblaba por la emoción y el miedo.
Él se dio cuenta y me dijo muy cariñosamente entre susurros en el oído:
– Por supuesto, así es como debe ser, despacio.
Comencé a sentir que su verga hacía presión en mi delicado ano.
Cuando comenzó a entrar lo hizo muy lentamente, centímetro a centímetro, era muy doloroso.
Tardó un par de minutos hasta que sentí que la tenía toda muy adentro en mi interior.
Su hermosa verga muy dura y suave estaba totalmente dentro de mí,
podía sentir su vello púbico y sus testículo muy pegados a mi trasero aunque sentía un poco de dolor.
Estuvimos así unos 5 minutos,
ambos disfrutando cada hermoso segundo.
Luego él comenzó a sacarla muy lentamente.
Al hacer eso podía sentir en mis entrañas cada centímetro de su rico y hermoso trozo de carne.
Cuando
sólo la cabeza quedó adentro volvió a meterla, de nuevo muy lentamente, cada vez que volvía a entrar sentía dolor combinado con un placer extraño.
Siguió con el lento mete y saca por unos 5 minutos, con cada arremetida sentía una ola de calor inundando mi interior.
Con mi mano comencé a acariciar su cadera, era muy suave y caliente, bajé mi mano por su suave y velludo vientre hasta que llegué a la base de
su verga para sentir cómo se perdía completamente en mi interior, luego acaricié un rato sus testículos.
Después comenzó a acelerar sus penetraciones, lastimándome un poco, pero luego el dolor se transformó en puro placer
y ambos comenzamos a gozar perdida y salvajemente.
Comencé a masturbarme sintiendo cada arremetida.
Él me sujetaba de la cintura y trabó sus piernas con las mías, para así
poder impulsarse más hacía mí y poder penetrarme más fuerte.
Nuestras respiraciones se escuchaban muy fuerte en medio de la oscuridad y el silencio de la noche.
Decidí que era hora de correrme, pues ya habíamos estado cojiendo por al rededor de media hora.
Me dejé llevar y mi leche comenzó a brotar a borbotones manchando mi mano y la cobija.
Él debió sentir mis contracciones anales porque comenzó a
rugir como un animal y haciendo un extraño movimiento de su cadera de tal forma que su verga se restregara en forma de círculos muy lentos dentro de mis entrañas
comenzó a correrse, sentí al rededor de 8 descargas, su verga palpitaba con violencia mientras se mecía dentro de mí inundándome de leche por dentro.
Después de disfrutar unos minutos más, yo empalado y él dentro de mí, su verga comenzó a perder fuerza, hasta que finalmente salió.
Hice presión para que sus deliciosos jugos no se salieran y me paré para ir al baño,
giré mi cabeza antes de salir de la habitación, él estaba ahí, en su cama, totalmente desnudo y con los brazos detrás de su cabeza con lo ojos cerrados,
respirando profundamente, agotado como un león somnoliento.
Llegué al oscuro baño y encendí la luz que me encandiló por haber estado en la oscuridad tanto tiempo.
Me senté en la taza y sus jugos de hombre comenzaron a brotar de mi ano, era una sensación extraña y deliciosa.
Cuando sentí que ya no salía nada me limpié
cuidadosamente, pues mi ano estaba muy sensible.
Me paré y miré el retrete, donde nadaban sus jugos mezclados con algo rosado (obviamente era un poco de sangre).
Regresé y sin más nos quedamos dormidos.
Esa fue la última vez que hicimos algo así, yo quería seguir teniendo relaciones con él, pero se casó luego de unos años
y se fue de la ciudad.
Ya no tengo ningún contacto con él, pero siempre lo recordaré y cada vez que lo hago siento ese cosquilleo en mi estómago y me pongo bien
erecto.
Espero que sea de su agrado.
Es la primera vez que escribo un relato, el cuál es totalmente verdadero.
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