Mi primo Gustavo y la enema que me metió
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Gustavo (22 años, buen físico, muy mujeriego) y yo (19 años, buen físico y que tampoco me quedaba atrás tratándose de mujeres) iríamos por un mes a cuidar la casa de la abuela en el campo, cerca de Baradero, a un poco más de cien kilómetros de Buenos Aires, mientras ella y nuestras dos tías solteras hacían un viaje. Gustavo que vivía en Baradero, donde era enfermero en el hospital, llegó un día antes. A la noche del día siguiente, cuando llegué yo, me estaba esperando con un trozo de lechón asado y una fuente con fiambres y ensaladas además de algunas botellas de cerveza.
Casi no comí. – Que te pasa Guille, no tenés hambre? Pensé que te gustaba el lechón.
– Si que me gusta, Gus, lo que pasa es que hace cinco días que no cago y me siento sin hambre y con la panza dura. Quizás tengas algún laxante para darme.
– Mirá, no sé si te va a gustar mucho, pero si hace cinco días que no cagás, un laxante no sería lo más indicado, lo mejor sería hacerte una enema.
No sé porqué la propuesta de Gustavo me produjo un sentimiento de morbo y de vergüenza al mismo tiempo. Estaba por decir que de ninguna manera me iba a dejar poner un enema pero no sé porqué me salió un:
– A vos te parece?
– Claro que sí. Una enema es lo mejor que hay. Esperemos un rato hasta que hagas la digestión de lo poco que comiste y con dos litros de agua solucionamos el problema.
No contesté nada. Gustavo lo tomó por un asentimiento y directamente fue a buscar a ver si entre las cosas de la abuela había algún aparato para hacer enemas. Volvió al ratito con una de esas peras de goma coloradas con un pico para meter por el culo. Era un pera enorme, como de medio litro o más.
– Mirá lo que tenemos. Con tres o cuatro de estas quedás como nuevo.
– Queeee? Esa pera es enorme. Cómo que tres de esas.
– Tres es lo mínimo y si te aguantás cuatro será mucho mejor. Vas a ver qué bien te hace. Vení vamos a preparar una cama en la pieza que está al lado del baño, tenemos que poner un plástico y una o dos toallas arriba, también llevemos esta mesita para poner los elementos necesarios.
Gustavo se ocupó de todo y en pocos minutos el lugar estaba preparado. Yo lo seguía medio como un autómata. Todavía no podía entender porqué había dicho que si y ahora no me animaba a echarme para atrás.
– Bueno ya está. Ahora acompañame a la cocina, vamos a hervir una olla de agua y dejarla entibiar.
Mientras preparaba el agua conversamos de todo un poco. De su trabajo como enfermero, de mis estudios en Buenos Aires, de nuestras novias (dos hembras de locura), del departamento que Gustavo tenía en Baradero y que compartía con un brasileño moreno que estaba haciendo una pasantía en un establecimiento del lugar. Al fin el agua estuvo a la temperatura adecuada y Gustavo se lavó bien las manos y metió un jabón en el agua dejando que se disolviera un poquito dentro.
– Con una enema de jabón vas a largar toda la porquería que tenés adentro. No demasiado jabón para que no irrite las tripas, pero un poquitito para que la enema haga buen efecto.
Llenó la pera, expulsando bien el aire, me la dio y me dijo – tomá llevala vos que yo llevo la olla con el resto del agua.
En la habitación dejamos el agua y la pera sobre la mesita. Gustavo fue a buscar un tubo de gel y un par de guantes de látex que tenía en su maletín y cuando volvió me dijo:
-Bueno sacate el short (pantalón corto) y ponete en cuatro patas en la cama con el pecho para abajo y el culo en pompa.
Como hacía mucho calor estábamos los dos sólo con shorts y sin nada arriba, así que cuando me saqué el short me quedé totalmente en pelotas. Me puse como me había dicho:
– Así está bien?
– Perfecto. Ahora voy a lubricar bien el pico de la pera y también te voy a lubricar el culo para que no tengas ninguna incomodidad al penetrarte.
La palabra penetrarte me sonó morbosa, como si Gustavo le hubiera dado un contenido sexual, aunque eso me parecía imposible. Sólo dije:
– Bueno, dale.
Gustavo se puso un guante en la mano derecha, lubricó el pico de la pera, la dejó sobre la mesita y luego llenó bien de lubricante dos de sus dedos mientras yo miraba todo desde mi incómoda y humillante posición. Comenzó a acariciar suavemente mi ano con movimientos circulares por casi un minuto y después introdujo un poquito uno de sus dedos.
– Ahhh.
– Te dolió?
– No solamente me sorprendió. No pensé que me ibas a meter el dedo en el culo.
– No seas quejoso. No te metí un dedo! Te metí solo la puntita. Ahora, si querés un dedo… Y al decirlo empujó un poco más para adentro y comenzó a hacerme un masaje de mete saca muy suave.
– Ahhh.
– Bueno ya está. Ya tenés el culito más relajado. Respirá hondo.
Sentí como el pico entraba hasta la parte redonda de la pera, es decir todo adentro y luego el agua fluyendo lentamente dentro mío.
– Vamos a ir despacito para que no sientas molestias. Estás bien?
– Sí.
Me entraron cuatro peras completas sin casi sufrir molestias.
– Bueno. Te portaste muy bien. Ahora aguantá un poco. Ponete de espaldas en la cama y dejame que te haga un poco de masajes en la panza y cuando no aguantes más las ganas corré al baño a cagar.
– No me puedo quedar como estoy?
No quería ponerme de espaldas. Tenía una fuertísima erección, mi pija estaba dura y parada como nunca y me daba mucha vergüenza que Gustavo lo viera. Pero él mismo me ayudó a darme vuelta y cuando vió mi pija parada dijo:
– Ja, ja… Por eso no querías ponerte de espaldas. Flor de palo que tenés. No tengas vergüenza, es completamente normal que se te pare la pija cuando te meten algo por el culo. De paso, hace mucho que no te veía en estas condiciones, desde que nos hacíamos pajas juntos mirando revistas cuando éramos chicos. Desarrollaste lindo eh!
Mientras hablaba me masajeaba la panza y sin querer (eso pensé) rozaba una o dos veces mi pija con su brazo. Cuando no aguanté más salí corriendo para el baño. Cagué todo lo que había guardado durante cinco días en medio de chorros de agua y pedos. Estuve como quince minutos o más en el baño hasta que salió toda el agua y la mierda que tenía adentro. Me lavé bien y salí.
– Como te fue?
– Cagué todo. Qudé livianito. La verdad que tenías razón, me hizo re bien.
– Bueno, ahora ponete de nuevo en la posición de cuatro patas como estabas antes que voy a terminar el tratamiento.
– Qué?! Me vas a poner otra enema?
– No boludo, te voy pasar gel para relajarte bien el culito y que te quede como nuevo después de semejante cagada. Lo vas a sentir lindo, vas a ver.
Yo estaba, de alguna manera, entregado. Me puse como Gustavo me dijo, con el culo en pompa y a merced de su tratamiento. Gustavo se puso un guante, llenó sus dedos con gel y comenzó a acariciarme lentamente el culo, justo en la entrada y alrededor. Lo sentía suave, agradable, me daba vergüenza pensarlo pero me gustaba. Casi ni me di cuenta cuando tenía un dedo adentro, acariciando las paredes de mi recto con movimientos muy suaves de mete y saca y circulares.
– Cómo lo sentís?
– Ahh.. Bien… ahhh.
El dedo de Gustavo se había adueñado de mi culo y de mi voluntad, estaba cada vez más entregado a lo que me hacía y disfrutándolo.
– Sabés Guille, me parece que este culo tiene hambre.
No contesté nada, ni dije nada cuando, suavemente Gustavo metió un segundo dedo, y luego de un rato un tercero. Mi culo se había ablandado y dilatado de tal manera que yo estaba disfrutando, casi sin creerlo, una serie de sensaciones desconocidas, morbosas, sumamente placenteras. Gustavo sacó los dedos.
– Ya terminaste….. – por el tono le estaba diciendo que tenía ganas que siguiera.
– No, sólo que me voy a sacar el short, tengo la pija tan al palo que me molesta.
Gustavo se sacó el short, pude ver su verga hermosa, no enorme (como dicen todos en sus relatos) pero muy linda, como de unos 16 o 17 cm. y quizás unos cuatro de grueso. Nada descomunal pero buena pija. Volvió a meter un dedo, luego el segundo, el tercero…
– Es lo que te decía. Este culo tiene hambre. Creo que le vendría bien algo más de tratamiento. Te animás.
– A qué? – Sabía lo que estaba diciendo, pero prefería que pareciera que no entendía.
– Me dejás cojerte.
– Gustavo, yo soy bien macho, vos lo sabés, pero no sé que decirte, estoy tan caliente, siento que de verdad mi culo pide algo, pero tengo vergüenza, tengo miedo, que se yo…
– No vas a dejar de ser macho por probar una pija y para que te tranquilices después te voy a dejar cogerme a mi. Dale, dame el culito, dejame cogerte suave y lindo….
No esperó mi respuesta, sacó los dedos de mi culo para ponerse un forro (condón) que sacó del bolsillo de su short. Se lubricó bien la pija, ya con el forro puesto, me puso un poco más de lubricante en la entrada, apoyó la cabeza y comenzó a metérmela. Me dolía un poco, pero tenía ganas de tenerla. Lentamente, muy lentamente, fue entrando toda. Gustavo sabía lo que hacía.
– Qué culito tan hambriento! Mirá cómo se la tragó toda. Tocá.
Estiré mi mano y toqué. Los pelos púbicos de mi primo tocaban la entrada de mi culo, casi no había espacio para meter un dedo entre su cuerpo y el mío.
– No lo puedo creer! La tengo toda adentro!
– Nos vamos a quedar un ratito quietos hasta que te adaptes bien, después, cuando creas que ya estás bien adaptado, empezá a moverte vos y yo te voy acompañando metiendo y sacando. Tenés un culito hermoso, suave, complaciente, se adapta como un guante a mi pija que estaba muy hambrienta. Qué buena combinación! Un culito hambriento para una verga hambrienta.
Lo que siguió es indescriptible. Cogimos un rato de perrito, después cambiamos de posición, patas al hombro, de costado, parados, de nuevo de perrito, Gustavo me agarró la pija y me iba haciendo la paja hasta que acabamos juntos. Largué como un litro de leche, la mayor acabada de mi vida. Nos tiramos los dos en la cama, abrazados como dos hombres, sin besarnos, satisfechos de la cogida, pero no como amantes. Después de un rato Gustavo se levantó, buscó otro forro del bolsillo de su short y me lo dio. Mientras se ponía él en cuatro patas me dijo:
– Ponete el forro y andá haciendo conmigo más o menos como hice con vos, pero sin tanto dedo. Mi culo no es virgen y no necesita tanto preparativo.
Le acaricié bien el orto, lo lubriqué bien, le metí dos dedos bien llenos de gel y después me lubriqué bien la pija. La puse en la entrada, empujé un poco y cuando quise acordar la tenía metida hasta los huevos.
– Ahhh…Uhhhh…
– Te duele?
– Noooo, me encanta. Tenés un pija deliciosa, me estás matando de gusto.
Después de un ratito de mete y saca.
– Mirá, mejor cojeme de costado, estilo cucharita, así estamos más descansados los dos. La cogida anterior me dejó de cama.
Cogimos tranquilos. Sin apuro, con el afecto de primos que son casi hermanos y quieren darse placer. Como dos machos que saben lo que el otro macho necesita y siente. Fue muy, pero muy bueno. Después nos fuimos a bañar juntos y salimos del baño como los grandes amigos que éramos.
– Ves Guille. Coger entre machos puede ser muy agradable y no tiene nada de malo. No creas que somos menos machos porque nos guste la pija. Algunos le llaman a esto bisexualidad, yo no sé cómo llamarlo. Nunca me gustaron los hombres, pero me gusta coger con hombres, casi tanto como me gusta coger con mujeres, aunque es distinto, de las mujeres me enamoro, con otros machos paso un buen rato, lo disfrutamos juntos y punto. Bueno, no te quiero dar una clase de sexo. Vos cómo te sentís – Mientras hablaba había abierto un par de cervezas.
– Sabés que siento lo mismo que vos. Me gustó mucho que me cogieras, me gustó mucho cogerte, pero no me atraés como hombre, te quiero como amigo, como compañero de correrías, con ganas de cogernos juntos unas buenas hembras. Estará mal que cojamos de vez en cuando?
– Pero noooo, loco, que va a estar mal! Mirá con mi compañero de departamento también cojemos de vez en cuando, en realidad fue él el que me abrió el culo por primera vez, pero al negro también le gustan la mujeres, igual que a nosotros. No sé si seremos una especie rara de gays o de héteros, o que se yo, pero no veo nada de malo en lo que hacemos, mientras no jodamos a nadie.
– Che Gustavo, es cierto eso que dicen de los negros.
– Qué? Sobre la poronga? No sé si todos, pero el negro Fernando tiene una verga considerable, no sé si llega a los 20 cm. pero debe andar cerca y es bien gruesa, como cinco y medio de diámetro, más allá de las fantasías no hay muchos hombres con pijas de ese tamaño.
– Y la aguantás?
– Mirá, la primera vez fue un poco difícil, además mi culo estaba sin estrenar, no te puedo decir que no me dolió, pero la verdad es que después de un rato de coger me empezó a gustar muchísimo, aunque al fin de cuentas no tiene que ver con el tamaño, una pija es una pija y lo importante es cómo se usan tanto la pija como el culo.
– Me gustaría ver esa pija alguna vez.
– Si querés lo invito para este sábado a comer un asado y vemos qué se da.
– Dale, pero por el negro te dejarás coger vos, yo ni loco me trago algo de ese tamaño.
Llegó el sábado y llegó Fernando. Un moreno alto, delgado y simpatiquísimo. Comimos, charlamos de todo un poco pero sobre todo de mujeres. Era ya casi de noche y estábamos tomando cerveza en la galería cuando Gustavo largó:
– Sabés Fernando, a Guille le contaron que los morenos tienen la poronga grande.
– Bueno no todos, como en todas las razas, pero es cierto que se dan más vergas grandes entre los negros que entre los blancos. Quizás a Guille le interese ver un negro con la verga grande, eso se podría arreglar.
– Bueno yo…. Era un comentario nada más.
Mientras tanto Fernando se estaba acariciando desvergonzadamente la entrepierna y se le estaba marcando un bulto considerable.
– Querés ver?
Fernando ya se había parado y tenía las manos puestas en la cintura de su pantalón como para bajárselo.
– Dale, Fernando, mostrale, creo que el Guille no lo va a decir pero se muere de ganas de ver. Por otro lado no es una monja, hemos cogido juntos y la hemos pasado fantástico. Tuve el privilegio de estrenar su culo, como vos estrenaste el mío.
Yo me había puesto rojo como un tomate, pero al mismo tiempo le estaba agradecido a Gustavo por facilitar las cosas, aunque no me hubiera gustado del todo que me pusiera en evidencia tan abiertamente con su amigo. Aunque, pensé, por el otro lado ello cogen juntos y sin problema.
Los pantalones de Fernando ya estaban en el piso y la pija erecta pugnaba por salir del apretado slip, se lo bajo y la pija saltó para arriba. Era enorme, negra, lustrosa, perfecta. La cabeza no era tan grande, más bien pequeña, pero la pija se iba haciendo más y más gruesa hasta que en la base mediría como seis centímetros o más.
– (Fernando) Qué te parece?
– Es increíble.
– (Gustavo) Saben qué, me empezó a palpitar el culo y tengo hambre de pija, qué les parece si cogemos?
– No sé, todo es demasiado nuevo para mí.
– Vamos Guille, no te hagas el estrecho. No sos virgen, ya tenés el culito roto y hace tres días de nuestra cogida, así que tu culo ya debe tener hambre.
– Bueno, pero me cogés vos, con la poronga de Fernando no me animo, que él te la meta a vos.
– Bueno, empezaremos así. Si después pedís otra cosa, será cosa tuya.
Nos quedamos los tres en pelotas, dedos, forros y lubricante por medio yo terminé con la pija de Gustavo en el culo y mientras él me cogía, Fernando se la enterraba a fondo, es decir que Gustavo quedó en el medio de un trencito. Estuvimos así un rato hasta que Gustavo me empujó suavemente y sacándome su pija me dijo
– Dale andá vos atrás y cogelo a Fernando mientras él se queda en el medio. No sabés qué lindo es estar en el medio.
Fernando se abrió el culo con las dos manos y se tragó mi pija de un solo empujón. Estabamos cogiendo despacio pero sin pausa. Era algo increíble, si una semana antes me hubieran dicho que yo estaría haciendo algo así hubiera pensado que quien lo decía estaba loco.
Al rato Gustavo se salió de la pija de Fernando y vino por detrás para metérmela a mi, así que quedé yo en el medio, cogiendo a Fernando y recibiendo la pija de Gustavo. Después de unos minutos Gustavo gritó:
– Cambio de vagones en el trennnn.
Nos separamos todos (cambiamos de forros como habíamos hecho en cada cambio anterior, lubricamos, etc.) y nos preparamos para volvernos a juntar. De pronto me encontré con mi pija en el culo de Gustavo y a Fernando que venía a ponerse detrás de mí. Era ahora o nunca. Si decía que no quizás me arrepentiría siempre de no haber hecho la prueba. Cuando me apoyó la pija sólo le dije:
– Por favor, despacito.
– No te preocupes, sé cómo manejarme con lo que tengo.
Sentí que el culo se me abría hasta el límite, una sensación de dolor (no muy fuerte), llenura, saciedad, placer, todo mezclado. Evidentemente Fernando la sabía manejar muy bien. No es que coger con una pija enorme sea mejor, o más placentero, sencillamente es diferente, quizás también por el morbo que produce. Así, me tocó quedarme en el medio del trencito por un rato, ensartado a fondo por Fernando y satisfaciendo el culo de mi primo.
Fue un atardecer inolvidable. Cogimos hasta que se hizo de noche. Dejamos el trencito y asumimos distintas posiciones. Durante un momento Gustavo y yo estábamos lado a lado en cuatro patas y Fernando taladrando nuestros culos por turno. Nos fuimos a bañar. Nos reímos, contamos chistes de toda clase, no solamente relativos al sexo. Después comimos y nos sentamos a conversar de mil cosas. Como si no hubiera pasado nada. Sencillamente, la habíamos pasado muy bien, habíamos cogido y disfrutado a reventar, y ahora éramos un grupo de machos hablando de sus cosas y de hembras fuertes, sobre todo de eso.
Lo repetimos varias veces, cada vez que fui por Baradero nos encontramos con mi primo y Fernando en el departamento hasta que Fernando volvió al Brasil. Ahora sólo cogemos mi primo y yo y una vez al año la pasamos genial cuando Fernando viene de vacaciones. En Buenos Aires, sólo encontré un amigo con quien compartir momentos de sexo sin compromisos, puramente anal y genital. Una forma más de vivir la sexualidad, pero sin duda no la única.
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