Mi primo universitario Yahir: Parte 2
Beto y Yahir después de la feroz cogida de primera vez, repiten camino a la escuela..
Hola. Esta es la segunda parte de Beto y su primo Yahir
Solo para recordar. Yo Beto, blanco tengo 28 años, alto de panza chelera y barbón, verga gruesa de 21 cm blanca y circundada
Yahir tiene 18, es moreno, delgado y lampiño, pelo negro y verga 19 cm, algo delgada sin cicuncidar. Cuerpo atlético
Ahora si;
Desperté con el culo medio adolorido y la cabeza hecha madre. Me levanté, fui al baño, me vi en el espejo y traía el cuello marcado, las ojeras hasta el pecho… y la verga medio parada nomás de recordar cómo me cogió.
Cuando salí del cuarto, Yahir ya estaba en la cocina.
Preparando café. Como si nada.
—Qué onda —le dije.
—Qué onda —respondió.
Eso fue todo.
Desayunamos juntos pero sin mirarnos. Él traía un pants flojo y sin calzones, se notaba. Caminaba por la casa y cada vez que pasaba cerca de mí, yo tenía que aguantarme las ganas de volverlo a agarrar ahí mismo.
Todo el día anduvimos así.
Como si no hubiera pasado nada, pero con la tensión colgando entre nosotros como si el aire estuviera cargado.
Cada cruce en el pasillo era un voltaje.
Cada mirada que se esquivaba, era más evidente que los dos seguíamos calientes.
Ya entrada la noche, salí del baño con la toalla floja.
Lo vi de espaldas en la cocina, buscando algo en el refri.
Sudado. Agachado. La luz del refri le daba directo en la espalda morena.
Me acerqué sin decir nada y me pegué detrás.
Mi verga ya estaba parada bajo la toalla.
Le pasé la mano por el vientre, luego bajé y le agarré el bulto.
Estaba durísimo.
Él no se quitó. Ni se giró. Solo se recargó más en el refri.
Le bajé el pants. No traía nada. La verga le cayó, tibia, morena, tiesa.
Me puse de rodillas y me la metí a la boca sin aviso.
Se arqueó leve. Gimió bajito. Me agarró del pelo con una mano.
Yo la mamaba con hambre.
Le pasaba la lengua por todos lados.
Le chupaba las bolas, se la metía entera, la sentía latir contra mi lengua.
Estaba empapada de la punta.
Me detuve un segundo y lo miré desde abajo.
—¿Quieres que siga?
—Sigue, cabrón —me dijo, apenas en un susurro.
Me paré, y sin que yo se lo pidiera, él se agachó y me empezó a mamar a mí.
Despacio, con lengua, con fuerza.
Me sentía al borde. Lo veía desde arriba, con la boca llena de mí, y no podía creer que ese morro que conocía desde niño me la estuviera tragando así.
Cuando ya no aguanté más, me separé.
Le di la vuelta, lo apoyé en el refri, y me escupí en la mano.
—Yo me encargo —le dije.
Me puse detrás, lo agarré de las nalgas, me abrí con una mano y con la otra acomodé su verga justo en la entrada.
Y me la metí yo solo.
Despacito. Apretando los dientes. Sintiéndolo entrar centímetro a centímetro.
Él gemía bajito, me agarraba fuerte de la cadera, pero no movía la cadera, no me cogía él. Era yo el que se lo montaba.
Subía, bajaba. Lo apretaba adentro. Me tocaba al mismo tiempo.
—Verga, Beto… te ves tan cabrón así —me dijo al oído.
Yo nomás gruñía. Me sentía lleno, caliente, empapado.
Cada vez me movía más rápido.
No sé cuánto duró, pero cuando me vine, fue mojando el refri sin tocarme.
Solo sintiéndolo adentro.
Y él se vino segundos después, adentro de mí, mordiéndose los labios para no gritar.
Me quedé encima de él un rato. Pegado. Jadeando.
Después me bajé, me limpié con lo primero que encontré, y nos fuimos cada quien a su cuarto.
Al otro día
Eran como las 7:40 de la mañana.
Llevaba a Yahir a la uni porque su clase empezaba temprano y no le tocaba camión. Íbamos en el carro, yo manejando, él al lado, en silencio, con música bajita y ese olor a desodorante barato y café que siempre me prende en las mañanas.
Yo con la cara seria, pero por dentro traía la película completa de la noche anterior: él contra el refri, mi culo bajando sobre su verga, el sudor, los gemidos, todo.
Me ardía solo de pensarlo.
De repente, de la nada, veo con el rabillo del ojo que Yahir se acomoda el bulto.
Primero se rasca leve por encima del pants. Luego mete la mano.
Luego la saca y se le queda ahí, encima, con la verga marcada.
Parada.
No me dijo nada.
Solo cruzó una pierna y se acomodó más en el asiento. Como si fuera lo más normal.
Yo tragué saliva. Me recorrió un calor por la espalda.
—¿Todo bien? —le pregunté, sin mirarlo.
Él se encogió de hombros.
—Sí. Nomás… incómodo el pants —dijo.
Y sonrió. Hijo de puta.
No dije nada. Pero entendí todo.
Me salí de la avenida y agarré una calle solita, casi sin casas.
Puse los intermitentes y me orillé en chinga. Apagué el motor.
Nos quedamos en silencio.
Yahir no preguntó por qué nos habíamos parado. Solo se desabrochó el pants y la sacó.
Morena, parada, tibia. Goteando ya de la punta.
Se inclinó hacia mí, me agarró la nuca y me la puso en la boca.
Yo se la mamé ahí mismo, en el carro, en plena mañana.
Los vidrios empañándose.
Yo medio torcido en el asiento, chupándosela como si me fuera la vida en eso.
Él se recargó atrás, con la cabeza pegada al asiento.
Gemía bajito, se tocaba los pezones por encima de la camiseta.
—Así… no pares… —me decía entre dientes.
La tenía tan dura que me costaba meterla completa, pero lo intentaba.
Me agarraba la cabeza, pero sin forzar. Solo guiando.
La mamada duró unos minutos… hasta que me agarró la cara con fuerza, como para avisarme.
—Me voy a venir, wey…
Y no me detuve. Me la tragué toda.
Se vino adentro, caliente, espeso, como si no hubiera cogido en días.
Yo me limpié con la manga de la sudadera, jadeando.
Volteé a verlo. Él solo sonrió. Se subió el pants, sin decir nada.
Yo prendí el carro. Arranqué otra vez rumbo a la uni.
Pero a los dos minutos, el cabrón me mete la mano entre las piernas y me empieza a sobar la verga por encima del pants.
Tranquilo, como si nada.
—¿No vas a querer que te la chupe también?
Le agarré la muñeca. Frené.
Nos metimos entre unas construcciones, detrás de una obra en remodelación.
Apagué el carro otra vez. Me bajé el cierre y se la saqué.
Se me vino encima. Me la mamó como un maldito.
Se la tragaba entera, me escupía la punta, me agarraba los huevos con una mano.
Me tenía al borde.
Y cuando estaba a punto de venirme… me miró a los ojos y me dijo:
—¿Te quieres sentar otra vez?
Me vine en su cara sin responder.
Como sigue?
Excelente relato. Como sigue?