Mi primo y yo (1): Él novio de su hermana.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Tenía yo en ese momento 13 años y mi primo 12. Él se llama Daniel, es un chico muy delgado, de cabello negro y ojos cafés. Vivía metiéndose en problemas, se creía mayor de lo que en realidad era, pero de todas formas nos llevábamos bien. Yo me llamo Alonso (he cambiado mi nombre como mil veces), soy un chico delgado pero no tanto como Daniel pues tengo mis curvas sexys, o por lo menos tengo un buen culo. Mi piel es de un moreno claro, mis labios son rojos un poco gruesos, ojos cafés de pestañas largas y pelo negro.
Ese día estaba de cumpleaños mi tía (mamá de Daniel), por lo que en su casa se armó una fiesta muy interesante. La casa estaba atestada de gente por lo que decidimos subir al segundo piso para estar más cómodos. Nos acostamos en su cama con la cabeza en el lugar donde van los pies y comenzamos a ver TV. Entre palabras y palabras, salió el tema típico de conversación de dos chicos adolescentes.
Yo siempre he sido muy curioso en el tema del sexo (teóricamente hablando), pero sé con qué cabeza pensar y jamás he hecho algo solo por calentura. Así que en ese momento el tema se me hizo indiferente. Aunque de todas formas me interesó averiguar lo que él sabía al respecto. Fue gracioso saber que él no tenía ni idea como se llamaba la cabeza de su pene, pero que se masturbaba más de dos veces diarias.
-¿Tu cuantas veces te masturbas?- preguntó.
-Mmm, no lo sé. No es como que las valla contando.
-Pero un aproximado.
-Creo que dos veces a la semana.
-Pero eso es muy poco.- dijo como decepcionado.
-Pues es poco a comparación tuya. En cualquier momento te da un calambre en el pene. No sé cómo no se te han quemado las manos tanto frotarlo.
Seguimos viendo TV cuando siento que Dani comienza a hacer movimientos extraños. Lo miré y me di cuenta que restregaba su pelvis contra la cama.
-¿Qué haces?- le pregunté riendo.
– Es que se me paró.
-Y ¿Por qué?
-No sé. Solo se para, no creo que él decida cuándo.
-Seguro que no.
-Oye… Tengo uno videos muy interesantes.-Dijo con discreción.
-¿De qué?-
-De gente grande, haciendo cosas obscenas. -Niño travieso.- ¿Veámoslos?
-No creo. Nos pueden pillar.
-Naaa…. Están todos abajo, ni se darán cuenta, solo hay que hacerlo rápido.
-Mmm ok.- Acepté porque en el fondo me excitaba la situación, pero no me atrevía a confesarlo.
Se levantó y me di cuenta del pequeño bulto que se formaba entre sus pantalones. Si bien el pobre no salió beneficiado con un buen trasero, o con un buen paquete, si por lo menos tenía un bultito que resultaba tierno. Aparté mis pensamientos morbosos de la verga de mi primo y me concentré en la carpa que se estaba empezando a formar entre mis piernas. Mi pene en ese momento medía 15cm aproximadamente, de color moreno y le comenzaban a salir los vellos púbicos. Tenía el grosor perfecto para el largo que poseía y esa mezcla se veía espectacular, con mis testículos gorditos y lampiños, y también con el color rosa chupable de mi glande.
A los minutos volvió con el contrabando bajo su camisa.
-¿De dónde la sacaste?-pregunté.
-Se la encontré a mi papá.
Rápidamente y muy nervioso, comenzó a instalar el DVD. La excitación estaba dibujada en su cara y el nerviosismo en sus manos porque parecía que tuviera Parkinson, aunque pensándolo bien sería provechoso ese movimiento de manos para más tarde (pensamiento cruel). Una vez todo listo le colocó “play”. Aparecía un menú con 4 recuadros, uno decía “Los vicios de un millonario”, otro que decía “Garganta profunda” y no me acuerdo de los otros, pero creo que en uno salía un sacerdote con una monja.
Se comenzó a reproducir y como cualquier hombre normal con deseos sexuales, comenzó a adelantarla en los momentos interesantes. Si bien no me considero completamente heterosexual, de todas formas me excita ver ese tipo de películas. Y al momento que vi un pene exquisitamente perfecto, penetrar una vagina lampiña, mi verga se levantó de un salto. Dani por otro lado estaba hipnotizado viendo esa imagen, mientras se sobaba fuertemente su entrepierna.
-Lo siento, no aguanto.- dijo. No entendí el porqué de sus palabras. Pero cuando me giré me di cuenta que ya estaba en plena paja.- Anda, sácatela.
-Mejor que no.- dije con vergüenza.
-Pero si estas igual de duro que yo. Además somos hombres y primos. Hay confianza.- Me he dado cuenta que la mayoría de los hombres tiene sus primeras experiencias homosexuales con sus primos.- Bueno. Está bien.
Liberé mi pene que estaba todo doblado dentro de mi calzoncillo. Había una mancha de humedad en el lugar donde descansaba mi glande. Una sensación de alivio recorrió toda la longitud de mi pene, en el momento que lo dejé salir. Comencé a masajearlo lentamente, viendo como escurrían las gotas de pre-semen que tenía acumuladas. Cuando me giré noté que Dani estaba pendiente del delicado masaje que le hacía a mi instrumento y eso me excitó más. También comencé a fijarme como su glande cambiaba de un ligero rosa pálido a un rosa oscuro, casi rojo.
Ambos nos dimos cuentas que ya habíamos perdido el interés en lo gemidos sobreactuados de la señorita del video y que solo mirábamos la verga del otro.
-¿Cuánto te mide?- preguntó.
-Creo que 15cm. Y ¿a ti?
-No sé. Iré a buscar una regla.- En medio segundo estaba de vuelta.- Mídemela tú.
-¿Qué?- dije con expresión de “WTF”.
-Anda… Hazlo…- Lo hice.
Su pene estaba caliente como el infierno. Era suave y se sentía el relieve de las venas que comenzaban a resaltarse. Su glande estaba rojo y daba la sensación de que iba a reventar en cualquier momento. Tomé la regla y con la mano libre tomé su pene de la base.
-13cm.- Buen tamaño. Pensé.
-La tuya es más grande.- Dijo un poco triste.
-Sí, pero yo soy mayor que tú.
Me di cuenta que todavía tenía su pene agarrado. Él sonrió cuando se percató de eso y yo me sonrojé.
-Tengo una idea.- Se sentó en la cama, dando golpes a su costado, indicándome a que me sentará junto a él.
A todo esto el video seguía. La mujer estaba sobre la vergota del hombre, pero dándole la espalda. Él la tenía tomada de las rodillas y hacía un movimiento muy interesante. La levantaba, sacando toda su verga del culo de la chica y mostrando a la cámara el dilatado ano de ésta, que con sus manos lo abría e introducía sus dedos.
Daniel mirándome fijamente, comenzó a mover su mano en dirección a mis genitales. Lo dejé hacer libremente. Cuando hizo contacto con mi dura pieza de carne, una ola de calor inundó mi pelvis, causándome un estremecimiento de placer. Él me dejó el camino libre para que yo lo imitara y sin perder tiempo, tomé su pene, disfrutando otra vez del calor que desprendía y del palpitar rítmico de su tronco.
Él tenía su mano izquierda en mi pene y yo tenía la mano derecha en el suyo. Su cara reflejaba gusto y placer, seguramente era la primera vez que hacía algo como eso, al igual que yo. Nos paramos para estar más cómodos y nos situamos frente a frente. Su respiración chocaba en mi boca y podía ver de cerca los músculos de su cara, cada vez que se contraían por el placer. Nuestros pantalones estaban a la altura de nuestras rodillas, al igual que nuestra ropa interior.
-Date la vuelta por favor.- dijo excitado- Déjame ver ese par de nalgotas.
Me giré y rápidamente su mano bajó al contacto de mi piel. La mano que tenía libre comenzó a amasar mi carne con mucha energía, mientras la velocidad de la masturbación subía a cada instante. Ambos estábamos llegando al punto máximo, mi pene estaba completamente húmedo al igual que el de Daniel y ambos comenzábamos a respirar entrecortadamente.
Pero en ese instante escuchamos las escaleras. Nos soltamos como si el cuerpo del otro tuviera fuego y nos separamos como si tuviéramos Ebola. Daniel desenchufó la tele y justo en el momento que abren la puerta, comenzamos a subirnos la ropa. No alcanzamos a vestirnos cuando ya el sujeto estaba dentro, pudiendo ver nuestras nalgas en el momento en que las cubríamos.
Quedamos sin habla. Era José, el cuñado de Daniel (el novio de mi prima). Estaba sorprendido, pero su cara tenía algo que me incomodaba. Él es un hombre de 23 años, de descendencia gitana, piel dorada y cabello castaño, y sus ojos son de color café claro. No es un hombre muy guapo, pero tenía algo que por lo menos a mí, me causaba un morbo interesante. Es alto y de cuerpo ancho, sin ser gordo, pero tampoco musculado. Y sobre todo lo que más me llamaba la atención era el paquete que portaba entre sus piernas. Siempre usaba unos short holgados, sin boxer, dejando completamente libre sus testículos y verga, marcando sus contornos en la tela. Y yo, como chico curioso y con las hormonas revueltas, me costaba mucho dejar pasar esa imagen.
Si bien nunca me imaginé algo sexual con él, no puedo negar que cuando usaba ese short me calentaba. De todas formas, no era algo que usara todo los días por lo que eran contadas las veces. Pero en esta ocasión usaba unos jeans color celeste que igual le dibujaba un buen paquete. Aunque la situación no me dejó fantasear mucho con eso.
-¿Qué estaban haciendo?- preguntó poniendo cara lujuriosa, mientras levantaba una ceja de manera inquisitiva.
-Ehh…- ambos nos miramos.
Nuestras caras estaban rojas por la vergüenza y húmedas por el terror. José era muy heterosexual, a un nivel casi homofóbico y pensamos lo peor.
-¿Veían quien la tiene más grande?- lo dijo mientras levantaba otra vez la ceja izquierda ninja.
-S…si.- era la excusa perfecta.
-¿Y quién ganó?
-Alonso.- señaló Daniel.
-Les apuesto a que yo les gano a ambos.
-Es lógico.- dije.- Tú eres mayor.
-No perdemos nada con intentar.
Sin más se acercó a nosotros. Daniel y yo estábamos sentados en la cama y José se situó justo entre nosotros.
-Necesito algo de estímulo primero.- dijo mientras se sobaba el paquete, que poco a poco aumentaba de tamaño.
Los ojos de Daniel y míos, estaban pegados en ese lugar de su pantalón, expectantes a cada movimiento. El bulto se hizo muy grande y de pronto paró. Rápidamente desabrochó el pantalón y comenzó a bajárselo. Cuando vi el elástico de su bóxer, mi corazón comenzó a darse de cabezazos contra mis costillas, casi fracturándomelas. No podía creer que iba a ver ese pedazo de verga que muchas veces antes había fantaseado ver secretamente.
Cuando quedó en bóxer, mágicamente el bulto creció debido a la elasticidad de la tela que dejó que su verga se estirara un poco más. A pesar de que aún no lo veía, se notaba que era muy grande y se me hacía agua la boca imaginármelo. Daniel por otro lado estaba mudo, inmóvil y sumamente concentrado en cada movimiento que hacía José.
Mi corazón se detuvo cuando drásticamente José bajó su bóxer, liberando al fin el trozo apetecible de carne. No soy muy bueno con las medidas, pero creo que tuvo que medir alrededor de 19×5 cm. Era una verga muy linda. Tenía un glande rojo claro muy bien delineado y gordo, un tronco del mismo color dorado de su piel y suavemente delineado por algunas venas. Sus testículos eran gordos y estaban ligeramente apegados a su cuerpo, totalmente lampiños y de un color rojizo. Su pubis estaba afeitado, pero se podía ver que en ese lugar crecía una pequeña mata de pelo, que en ese momento había sido reducida de manera que casi ni se notaba.
Los parpados de Daniel y míos se abrieron casi dejando caer nuestros globos oculares. Mi verga se endureció por arte de magia y comenzó a vomitar pre-semen como si no hubiese un mañana. José poseía una expresión de lujuria total, mezclada una pizca de superioridad.
-Mámenla.- dijo con autoridad.
-¿Qué?- dijimos Daniel y yo, completamente anonadados.
-Que me la mamen.- Seguía con esa expresión de poderío en su rostro.- Si no lo hacen, les diré a todos lo que realmente hacían aquí.
Miedo se dibujó en nuestros rostros. Pero mi estúpida erección no se quiso bajar. Sus manos se posaron en nuestras nucas, empujándonos hacía su verga. Ninguno dijo nada y aceptamos sumisamente la orden.
Su pene tenía un olor a macho embriagador. Poseía un rico olor a verga y no me refiero a que haya estado sucio, sino que al olor real de ese órgano, libre de suciedad y de jabón, solo la esencia varonil. Él calor que desprendía, chocaba con mis labios en el instante en que nuestras bocas llegaron a su tronco.
Solo besábamos su longitud, sin saber bien que hacer. Pero después de unas ordenes tan delicadas como un hipopótamo, comenzamos a abrir la boca y a usar nuestras lenguas. De vez en cuando, entre lamidas, mi lengua chocaba con la de Daniel, de una manera muy morbosa, pues sentía que salivaba aún más.
-Dani.- habló José.- Chúpame la cabeza de la verga.
Las mejillas de mi primo se encendieron por la humillación, sin atreverse a hacer nada. Pero un golpe en la nuca fue suficiente, para recordarle que José nos tenía en sus manos. Abrió la boca formando una “O” dejando entrar ese apetitoso, brillante, jugoso y gordo glande. Comenzó un mete y saca, pero la cara de José no reflejaba placer.
-Así no…-Se quejaba- Tienes que succionar, no solo lamerla. Cuidado…. Cuidado con los dientes.
Estuvo así unos minutos, mientras yo lo observaba tomando notas mentales. Por una extraña razón quería hacerlo bien, si es que me tocaba hacerlo.
-Alonso. Tu turno.- dijo mientras levantaba la cabeza de Daniel de su verga.- Espero que lo hagas mejor. Y tu Daniel, mientras tanto lengüetea mis testículos y por nada del mundo uses tus dientes porque de lo contrario usaré los tuyos para hacerme una pulsera.
La cara de pánico que mostró Daniel, fue suficiente señal de que había entendido el mensaje y sus futuros hijos tenían las ganas de que así fuera. Yo mientras, comencé a bajar hasta la altura de su glande que estaba brilloso debido a la saliva de Daniel. Abrí mi boca y comencé a hundirme ese trozo salado de carne. Su glande estaba caliente y baboso, tenía una textura muy suave que me provocaba ganas de tenerlo en mi boca siempre. Tuve cuidado de mis dientes y dejándome llevar por mi instinto, aprisione su glande entre mi lengua y paladar. Pronto comencé a succionar fuertemente, como intentando drenar el líquido pre-seminal que emanaba de su punta.
Él sabor era suave y salado, de contextura viscosa pero para nada desagradable. Gemidos de placer salieron de su boca, indicándome que lo hacía bien. En ese momento se me nublo el juicio y olvidé que estaba siendo obligado, y en vez de parar, continué haciendo mi trabajo, succionando y lamiendo, arrancándole más y más gemidos de placer.
Daniel estaba en la parte de abajo, jugando con el escroto. Estiraba la piel, haciendo que los testículos de José, se movieran de un lado a otro. Intentaba llevarse uno entero a la boca, pero le costaba pues o su boca era pequeña o los testículos de José eran muy grandes. Puedo jurar que me miraba con envidia, seguramente porque estuve mamando más tiempo que él y porque a comparación, la mamada que yo di, si le arranco gemidos de placer, mientras que la de él solo de dolor.
Las manos de José bajaron a nuestros muslos y comenzó a amasar nuestras nalgas por sobre el pantalón. La mano que acariciaba a Daniel subió hasta su hombro, mientras que la que me acariciaba, continuó apretando de manera morbosa todo mi culo. Mi boca estaba llena del sabor de sus jugos y mi mandíbula comenzaba a cansarse. De pronto José comenzó a respirar más veloz que antes y se puso de pie mientras empezó a masturbarse él mismo.
-Arrodíllense…. Se… ohh… se las daré en la cara.- dijo mientras contorsionaba su cuerpo.- Mientras tanto, mastúrbense ustedes.
Sus deseos fueron órdenes y rápidamente comenzamos a desahogar nuestro fuego interno. Mi pene estaba hundido en un charco de mis líquidos y el de Dani estaba casi de color morado. Nuestras manos trabajaban frotando nuestras vergas a la velocidad de la luz, mientras que nuestras caras miraban atentamente el pene de José. Desde ese punto de vista, se veía aún más gorda y apetecible esa verga, su varonil rostro contorsionado por el placer y una gruesa vena en su cuello y frente lo hacían ver sumamente sexy y masculino.
Gruñidos intensos de placer salieron de su boca, que gracias Hércules fueron silenciados por el ruido que había en la planta baja. Su mano se hacía borrosa de tan rápido que iba, centrándose en estimular su glande que prontamente comenzó a disparar ese delicioso líquido. Lo chorros de leche cayeron en nuestras caras, acompañados de más gemidos de placer, mientras nos peleábamos por recibir y tragar ese manjar. Nuestras bocas luchaban alrededor de su glande y su tronco, extrayendo hasta la última gota, al mismo tiempo que nuestros propios orgasmos nos hicieron retorcernos de placer, liberando el contenido de nuestros testículos en el piso. Me sentía agotado después de ese intenso placer, mi cara estaba pegajosa debido al semen de José que comenzaba a cercarse. Él imponente pene de él estaba ahora retornando a su verdadera forma, su glande tenía un fuerte color rojo y la piel que lo cubría estaba ligeramente sonrosada debido a la fricción. Se veía apetecible.
Descansamos unos minutos más y José nos habló.
-Limpien todo.- dijo mientras a duras penas se ponía en pie. Y antes de cruzar la puerta dijo.- Espero que no le digan a nadie, porque tanto yo como ustedes, disfrutamos esto. Y si llegan a decir algo, se las verán conmigo.
Estaba seguro que ninguno diría nada, pues ambos disfrutamos esa sumisión y ese placer.
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