Mi primo y yo 2: La Desvirgación de Daniel.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Era sábado por la noche y no podía dormir. Habían pasado tres días de lo que habíamos hecho en la fiesta de cumpleaños y aun esos recuerdos me ponían a 100. Mañana ya sería domingo y el nerviosismo y la curiosidad se hacían presentes. ¿Qué haríamos? ¿Está bien lo que hago? ¿Qué pasará si nos descubren?
Pero todo pasaba a segundo plano cuando recordaba ese majestuoso pene, ese delicioso sabor que se ensalzaba en mi lengua. Con Daniel especulábamos mucho, pero ninguno de los dos se atrevía a mencionar que era posible que José nos follara. Si bien lo que hicimos no fue muy “heterosexual”, aun no nos sentíamos “homosexuales” por lo que no se nos pasaba por la cabeza llegar a tener sexo en toda regla con él. Yo por lo menos estaba más abierto de mente a eso, a comparación de Daniel, pues se negaba (o intentaba) a confesar que le había gustado. Aunque de vez en cuando se le olvidaba disimular y hacía aparecer sus ansias por que se repitiera.
A José lo veíamos prácticamente todos los días, pues vivía a la vuelta de la esquina, mientras que Daniel vivía en frente de mi casa. Pero a pesar de que siempre nos veíamos, José no demostraba interés en nosotros, fingiendo que nada había pasado. Y fingía muy bien porque casi ni nos miraba, podía pasar por arriba de nosotros pero no haría ningún contacto visual.
A veces pensaba que lo del domingo se cancelaría, pues creí que se arrepentiría porque seguramente había hablado dejándose llevar por la calentura del momento. Pero jamás llegó la cancelación. Él día domingo se veía infinitamente lejano, pero por obra y gracia del espíritu santo, ya solo faltaban un par de minutos para que fueran las 00:00 horas.
Me dormí pensando en lo que me esperaría en la tarde y fantaseaba con volver a tener ese glande entre mis labios, con sentir el calor y suavidad de sus testículos, y con el sensual tacto de sus ásperas manos contra la tersura mi piel. Esa noche soñé que al otro día tendría un examen coeficiente dos y que llegaba tarde. Si, lo sé. No tenía ninguna relación con lo que había pensado anteriormente, pero les cuento porque de verdad me sentía asustado en el sueño.
Desperté con una erección de burro, aunque no sé por qué, ya que mi sueño no era muy erótico. Mi glande se rozaba con la tela del pantalón y sentía mis testículos turgentes y cálidos. Pensé en hacerme una paja mañanera como cualquier hombre normal, pero resistí la pecadora tentación. Aunque la razón no era muy pura, ya que lo hice para que después, cuando hiciéramos lo que fuera que haríamos con Daniel y José, tuviera más contenido que expulsar.
Me levanté y me tomé un desayuno de campeones. Luego me fui al baño y me cepillé los dientes meticulosamente y me di un baño a conciencia para estar fresco como lechuga. A las 11 apareció Daniel, se veía el entusiasmo en su cara y también la calentura. Me contó que sus padres habían ido al campo y que su hermana andaba donde unas amigas y luego estuvimos hablando sobre si iríamos o no a donde José y ambos decidimos ir por miedo a que nos hiciera algo, aunque en el fondo era porque los dos teníamos ganas de seguir con ese jueguito.
Almorcé y me volví a lavar los dientes, también me perfumé y me puse la ropa más sensual que encontré. Mi cara de emoción era asquerosamente notoria y salí de mi casa antes de que alguien se diera cuenta del pánico-emoción-calentura-nerviosismo que reflejaba mi rostro (imagínense un rostro con todas esas emociones juntas. Sí, asqueroso).
Daniel por otro lado, salió con un rostro semejante, pero él tenía un toque más de calentura-excitación-violador en potencia. Sentía mis piernas temblorosas y mis pulmones estaban hiperventilados. Mi primo no paraba de sobarse las manos, ni de sonreír tétricamente, como si le hubiesen dibujado la sonrisa con una navaja.
José vivía en un sitio en el que habían otras dos casas. Él vivía en la última y siempre en la entrada de la calle, se juntaban los habitantes de las otras dos. Eran hermanos y sobrinos de él los que vivían ahí y afuera se juntaban ellos más unos vecinos y amigos. Para ser sinceros ellos eran un poco turbios, es decir, estaban envueltos en drogas y cosas que se ven en barrios bajos. A pesar de eso a Daniel y a mí, nos conocían por lo que no teníamos miedo a que nos hicieran algo. Pero justo en ese momento que íbamos a hacer quizás que cosas, nos entró una desconfianza enorme. Eso que solo se siente cuando sabes que estás haciendo algo malo y sientes que todo el mundo te mira y te intenta descubrir, cuando en realidad nadie se da cuenta ni de tu presencia.
Saludando rápido, entramos, rodeamos la primera casa y seguimos un pasillo hasta el patio trasero donde se encontraba la de José. Caminábamos como si nos hubiesen puesto un cohete en el culo, nuestros pasos eran cortos pero veloces e intentábamos fingir infructuosamente porque teníamos las caras espeluznantemente tensas.
Golpeamos la puerta y a los segundos escuchamos unos pasos, tan dóciles como los de 100 elefantes juntos. Saltamos por el estremecimiento. Luego se movió una cortina y vimos la cara sonriente de José, desapareció y abrió la puerta. Él living estaba como si lo hubiese ordenado un huracán o el demonio de Tasmania.
-Al fin llegan.- dijo José tomándonos por los hombros.- Pensé que se iban a arrepentir.
-N…no.- dijo Daniel.
-Más les valía porque estaba afilando la cuchilla para castrarlos.- Él rio y nosotros rezamos cinco padre nuestro y cinco avemaría.- Es juego.
-Jajaja- de mi boca salieron risas pero mi cara reflejaba pánico.
-Vengan pequeños, pasen a mis aposentos.- Con la misma sutilidad de un orangután, nos llevó a rastras hasta su habitación.- Espérenme, iré a buscar algo de beber.
Por suerte la habitación estaba más decente y la cama estaba ordenada. Me sentí incomodo cuando me di cuenta de la connotación del lugar donde estaba, pero recordé que yo había decidido venir, por lo que ahora tenía que aguantar.
-Listo.- dijo José cuando llegó. Traía un pack de cervezas en lata.- beban.
-No me gusta la cerveza.- dije.
-¿No bebes alcohol?
-Nope
-Interesante.- dijo- Pero tú sí, Daniel.
-Yo… yo tampoco.-Estaba nervioso.
-Anda, no seas gallina.- Comenzó a molestar a Daniel y no necesitó mucho para convencerlo.- Eso es… así me gusta.
Comenzamos a hablar de cosas triviales, mientras Daniel bebía y bebía. Pronto noté que la coherencia de sus palabras se empezaba a esfumar y se lo hice saber.
-Es mejor que dejen de beber. Sobre todo tú Daniel, o te hará mal al estómago.
-Tienes razón.- dijo José divertido- De lo contrario no disfrutaras de lo que tengo en mente.
Rápidamente, haciendo a un lado las cervezas comenzó a desnudarse. Daniel y yo quedamos sorprendidos mirándolo.
-¿Qué esperan?…. ¿Una invitación? – dijo José mirándonos- Desvístanse rápido.
La orden era clara y comenzamos a desvestirnos sumisamente. Daniel seguramente pensaba que tenía cuatro piernas, porque cuando quiso desabrocharse los zapatos, le costó un universo poder dar con su pie.
La verga gorda de José, descansaba un poco morcillona sobre sus grandes testículos. A cada movimiento se balanceaba captando mi atención. Si bien su cuerpo no era de gimnasio, tenía algo que causaba mucho morbo y seducción. Era muy rudo y macho. La verga de Daniel estaba un 70% erecta y sus testículos estaban duramente pegados a su cuerpo. Sus pequeñas y blancas nalgas estaban teñidas de un ligero color rosa, debido al tiempo que llevaba sentado.
Y yo, por mi parte, tenía mi pene a full, pues la imagen de la herramienta de José me había prendido como la chispa a la gasolina. Mis testículos gordos colgaban a la altura perfecta y de vez en cuando los acariciaba. Tanto José como Daniel, tenían sus ojos fijos en mis nalgas, causándome un poco de vergüenza.
-Hoy será el turno de Daniel.- dijo de repente José.
-¿Turno de qué?-pregunté.
-Turno de que mi pija taladre su culo hasta llenarlo de mi espesa y gloriosa leche.- Me quedó perfectamente clara la idea.
Daniel si hubiese estado un poco menos bebido, se hubiese puesto nervioso. Pero en este momento estaba más preocupado de no perder el equilibrio, aunque igual arrojó una pequeña mueca de nervios. José se deslizó como una anaconda, mejor dicho, serpiente (porque anaconda era lo que tenía entre sus piernas) hasta Daniel y con un siseo venenoso lo calmó. Mientras hablaba su cara reflejaba la morbosidad del asunto, como maquinando internamente lo que haría. Su sólo gesto, me excitaba.
Colocó su dedo en la frente de Daniel y dio un leve empujón, haciéndolo caer recostado en la cama. Mi primo sonreía nerviosamente y José tenía la lujuria tatuada en sus ojos mientras analizaba cada centímetro del aun infantil cuerpo Daniel.
Estábamos los tres completamente desnudos, nuestras vergas estaban a full y mis ojos no podían despegarse del gordo capullo de José. La habitación comenzaba a oler a sexo y la lujuria se podía palpaba en la piel. El calor subía hasta mi espalda y se quedaba ahí repartiendo sensaciones a todo mi cuerpo.
Con un movimiento de su mano, José llamó mi atención, indicándome a que me acercara hasta donde él estaba. Puso su mano sobre mi hombro de manera posesiva, sus ojos penetraban en mí y me miraban con lujuria y deseo. Me lanzó sobre la cama, dejando mi culo a su merced. Su mano impactó sobre mi culo justo entre mis dos nalgas, la mano quedó ahí unos segundos y luego comenzó a acariciar y a apretar fuertemente.
Pronto la levantó, lamentándose por dentro dejar ese lugar. Pero al parecer su objetivo hoy era Daniel.
-Mámasela.- me ordenó.
Obedientemente comencé a acercarme a la verga de mi primo. Tenía un rico aroma y el calor que desprendía me excitaba. Al hacer contacto con su pene, sus testículos se estremecieron de manera involuntaria, acompañado de un gemido de gusto.
José estaba sumamente concentrado en lo que yo hacía y mientras veía, se masturbaba. Su fuerte mano apretaba el tronco de su verga de una manera muy ruda, haciendo que al subir, su glande se colocara de un tono rojo oscuro. El gordo capullo brillaba casi a punto de reventar debido a la cantidad de sangre que se acumulaba ahí. Su otra mano pasaba de masajes en sus testículos a masajes en mis nalgas, haciendo que el cálido contacto de sus manos me encendiera aun más.
Daniel tenía su mano en mi cabeza y empujaba hacia abajo mientras que su cadera subía, ahogándome en su verga que tragaba por completo. José, de esa manera tan poco sutil, me apartó del trabajo que hacía. Luego le dijo a Daniel que se girara, dejando su culito expuesto al aire y a la vista de nosotros.
Las nalgas pequeñas y delicadas de Daniel, me causaban mucha ternura. Tenía un color pálido y de aspecto frágil. Fácilmente se alcanzaba a divisar el orificio que ocultaban esas nalguitas. José entró en acción y sin preámbulos abrió las nalgas de Daniel, exponiendo completamente su ano de color rosado oscuro. Un brillo de humedad se divisaba y más aún después de que José hiciera contacto con su lengua en el pequeño conducto.
-Tú.- dijo José apuntándome.- Ocúpate de esto, mientras yo preparo a Daniel.
Dijo eso tomando su verga y moviéndola ante mis ojos. Estaba tan dura que podría romper rocas con solo un golpe. La tomé envolviendo mis dedos, cubriéndola apenas completamente. Al tacto casi quemaba, pero la suavidad y majestuosidad de ese pollón eran como el infierno de caliente. Un golpe en la nuca me avisó que comenzara mi trabajo pronto, así que obedientemente envolví mis labios alrededor de ese suave y gordo glande.
Al primer movimiento, una gran gota de pre-semen se derramó en mi boca, inundándome las papilas gustativas con el típico sabor salado delicioso. Con mis manos comencé a jugar con sus enormes y pesados testículos, a la vez que el con un movimiento de caderas, hundía y sacaba su pene de mi cálida boca.
Me levanté para mirar el trabajo de José y vi como comenzaba a meter el dedo medio dentro de mi primo. El orificio estaba muy húmedo y un poco irritado. Se veía muy estrecho y arrugado, pero pronto comenzó a expandirse cuando el dedo de José comenzó a empujar, abriendo y estirando lentamente los pliegues del ano de Daniel.
Me excitó mucho ver como su ano iba cediendo limpiamente al intruso. Mi pene estaba completamente húmedo al igual que el de José, por lo que bajé a limpiar y beber el líquido que recubría su glande y que se acumulaba entre los pliegues del prepucio. Daniel mientras tanto solo gemía, pero no sabía si era de dolor o placer, o quizás de ambos.
El grueso dedo de José entraba y salía, haciendo que el orificio se ensanchara y se cerrara. Pronto eran dos dedos que comenzaban a entrar y al momento que entraron Daniel se sacudió. Con la mano libre, José estampo su mano contra la nalga de mi primo. Como si fuera arte de magia, Daniel se volvió a quedar quieto. Lentamente los dedos se hundieron, hasta que los nudillos toparon con la piel de Daniel. De pronto mi primo comenzó a convulsionar y a gemir. Se había corrido debido al estímulo anal y al roce de su pene contra la cama.
José lo giró y pudimos ver el charco de semen que había dejado Daniel, mientras él nos miraba perdidamente. José me ordenó a que sujetara las rodillas de Daniel, mientras el terminaba el trabajo de dilatación. Solté el babeante glande de José y me levanté. Me senté al lado de la cabeza de mi primo y tomé sus piernas, llevándolas hasta la altura de su pecho. Sin pedir nada él comenzó a mamar mi pene que había quedado a la altura de su boca.
Mi verga agradeció ese estimulo, liberando una gran cantidad de ese delicioso líquido lubricante. Yo comencé a limpiar los restos de semen que habían quedado en sus testículos y pubis, mientras veía en primera fila como su ano se abría tragando esos toscos dedos. Su semen tenía un sabor muy fuerte, pero no me desagrado tanto, por lo que pude terminar de limpiar los restos, dejándolo completamente limpio.
José metió ya impaciente un tercer dedo que arrancó un grito de dolor de Daniel. Pero eso no lo detuvo y con la delicadeza de una estampida, comenzó a penetrar con tres dedos el cada vez más irritado ano de Daniel.
-Ya está listo.- dijo mientras se saboreaba los labios.
Apuntó con su gruesa verga al pequeño orificio y por un momento sentí miedo al ver tamaña verga entrar por ese huequito. Mi primo dejó de mamar mi pene y sus manos comenzaron a apretar mi pierna cada vez más fuerte a medida que su ano abrazaba la cabeza de la verga de José. La cara del novio de mi prima era de lujuria extrema. Sus ojos brillaban de calentura y maldad. Disfrutaba ver cómo iba destrozando ese estrecho canal y como Daniel se retorcía y gemía de dolor.
Iba por la mitad y los pliegues anales estaban estirados al máximo. José tomo mi cabeza y me mandó a lamer el tronco de su verga a medida que entraba en Daniel. El ano de primo estaba tan abierto que fácilmente entraban tres dedos míos, sin hacer fuerza. Cuando la verga de José tocó fondo, mi primo soltó un grito agudo de dolor. Sus manos estaban incrustadas en mis piernas y mi verga estaba a punto de explotar.
Faltó casi 2 centímetros para que estuviera toda adentro, pero ya nada podía entrar. Sin esperar a que mi primo estuviese listo, José comenzó la penetración de manera salvaje. Daniel se quejaba y yo comencé a preocuparme. Pero me tranquilicé cuando vi como su verga volvía otra vez a la vida. José transpiraba a mares y las venas de su cuello y frente estaban hinchadas. Respiraba muy fuerte, mientras que Daniel comenzaba a gemir de manera más placentera.
-Yo sabía que tarde o temprano lo comenzarías a disfrutar.- dijo José mientras lo nalgueaba.- Eres una perra. Siente como tu culo se abraza a mi verga. Siente como toco fondo en tu interior.
Esas palabras encendían aún más la libido de José, y el ritmo comenzó a aumentar. Llevaba unos 15 minutos de penetración y pronto se correría. José en ningún momento paró la penetración, fueron 15 minutos de estocadas sin parar. Me tomó del cabello muy fuerte y llevó mi cabeza hasta donde ocurría toda la acción. Podía ver como la piel del ano se adhería al tronco de la verga de José mientras salía y cómo luego se hundía al momento de entrar. Las venas de esa potente herramienta estaban por explotar y su glande tenía un color casi morado.
Al sacar su pene del interior de Daniel, su ano se abría formando gran “O”, dejándome ver su húmedo interior que estaba repleto de líquidos. Su agujero se abría y cerraba como la boca de un pez, casi como pidiendo más y más verga.
José le dijo a Daniel que me deslechara y él obedientemente comenzó su trabajo. Pronto las estocadas se hicieron más cortas pero rápidas. Yo mientras masturbaba a Daniel, a la vez que él me la chupaba. José comenzó a respirar agitado y a gemir. Veía que absorbía aire pero no lo botaba. Luego sin avisar sacó su verga del ano de Daniel mientras esta disparaba leche a borbotones. Al sacarla, algunos chorros de semen salieron del interior de mi primo, mientras seguía disparando chorros que cayeron en mi boca, terminando ahí de descargar. Succioné muy fuerte, arrancándole gemidos de placer y tragando las últimas gotas de su exquisita leche.
Al instante siguiente yo me estaba corriendo en la boca de Daniel liberando chorros y chorros de semen, y gimiendo en silencio. Luego sentí en mis manos el cálido y viscoso liquido de la corrida de Daniel y sin fuerzas caí sobre él. La verga de José estaba un poco morcillona y babosa con unos pequeños tintes rojizos. Hurgué en el culo de mi primo y vi el ano abierto. Podía ver su rojo interior, mientras pujaba para botar pequeños hilos de semen de su interior, mezclados con un poco de su sangre.
Sin darnos tiempo para nada, José se levantó y nos lanzó nuestra ropa. Sin decir ninguna palabra me vestí y ayude a Daniel a hacer lo mismo. José decidió sacarnos en el auto para que no vieran cojear a Daniel, así que lo tomamos en brazos y lo sentamos en el asiento trasero. Salió como si nada y mi primo luchó con todas su fuerzas para poner una cara decente. Al llegar a la casa (en cuestión de segundo llegamos, pues vivía a la vuelta de la esquina) bajamos a Daniel y lo entramos antes de que alguien nos viera. Lo dejamos en su cama y por arte de magia José se esfumó.
Pronto Daniel se durmió y yo me fui a mi casa pues necesitaba un baño. Me masturbé pensando en todo lo que había visto y me corrí lanzando unos pequeños chorros pues ya me había deslechado antes. Al salir de la ducha me metí a Facebook y tenía un mensaje de José.
“Él próximo Domingo es tu turno. Prepárate”.
Mi corazón dejó de latir un segundo. Mi ano tuvo un espasmo. Mis ojos salieron de sus orbitas. Pero sin querer una morbosa sonrisa se curvó en mis labios.
Comenten, quiero saber sus opiniones.
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