Mi primo y yo 3: Mi desvirgación.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Al día siguiente de la follada que le dio José a Daniel, fui directamente a la casa de mi primo para ver cómo se encontraba. Se veía un poco mareado y creo que se debía principalmente a la cantidad de cervezas que se bebió. Y con respecto a su retaguardia, me dijo que le dolía un montón pero que no era tan terrible, aunque prefería quedarse acostado.
El resto de la semana me dediqué a leer y buscar consejos por internet. Necesitaba saber sobre lo que se me venía encima. Vi algunas prácticas sexuales un poco extremas, como por ejemplo: el fisting y cosas así, lo cual me dio mucho pánico y deje de leer sobre eso. Luego encontré concejos, técnicas y métodos para que todo fuera llevadero, pero aun así no podía estar tranquilo.
El miércoles, iba feliz y campante caminando por la calle, cuando de repente veo a José. Quise hablarle pero la mirada asesina que puso cuando yo me acerqué, hizo que todo mi ser se detuviera al instante. Me sentía muy mal con eso, pues era como si fuera una prostituta y ni siquiera eso porque al menos a ellas les pagan. En mi caso (y el de Daniel) solo éramos el lugar estrecho y caliente donde José podía descargar su leche.
Pero lo peor del universo era que me causaba un morbo alucinante. Me excitaba ser el objeto de excitación de alguien más. La cara, los ojos, o la manera de morderse los labios, que hacía cada vez que me miraba, me subían el ego de manera estratosférica. Y eso me hacía sentir aún más sucio.
Él día sábado me afectó mucho, pues parecía que estuviera en modo silencio, ya que mi cuerpo vibraba. Y no precisamente por el frio, sino que por el nerviosismo y el miedo a lo que se me venía encima. Daniel apareció en mi casa a eso de las 5 de la tarde y entró en mi habitación. Él también parecía emocionado.
-No es por asustarte pero el dolor es horrible.- dijo.
-Ohh… gracias, pero eso cómo que no me ayuda en nada.
-Sí, lo sé. Pero tenías que saberlo para que supieras a lo que te enfrentas.
-¡Me van a empalar!
-Creo que sí.- Su tono de voz me desesperaba.- Pero cálmate, a los minutos el dolor disminuye y sientes una mezcla de sensaciones que empiezan desde el interior de tu culo y que te sube por la columna, también otra sensación que desde dentro salé hasta la punta de la verga.
-Eso es extraño.
-Sí, pero es ir al cielo.- habló mirando al techo.- Pero lo más importante es que no debes resistirte.
-¿Por qué?
-Yo lo hice al principió y fue peor, porque sentía que a pesar de todo mi esfuerzo, su pene entraba igual, luchando y abriendo a la fuerza.- La cara de dolor que ponía mientras recordaba me tenía traumatizado.- Luego comprendí que no tenía que luchar y me solté. Lo que hizo que su pene fuera entrando con mayor “delicadeza”.
-¿Por qué “delicadeza”?- Él lo había dicho haciendo el gesto con los dedos de las comillas.
-Porque de todas formas sientes que te abren un lugar muy profundo de tu cuerpo.
-Mejor cállate.- le dije cerrando los ojos. Mi imaginación es muy hiperactiva y rápido se imagina las cosas y eso precisamente me causaba dolor.
-Disculpa.- dijo arrepentido.- Y ¿Si le dices que no quieres?
-Ojalá fuera tan fácil. Pero ya sabes lo que dijo. Nos tiene en sus manos y sinceramente prefiero que me rompa el culo a que me pegue y más aún que le diga a mis padres.
Al rato Daniel se fue. Era la hora de la cena y yo apenas comí. Simplemente no tenía hambre y eso lo notaron porque yo tiendo a ser un poco… mucho, goloso. De todas formas me las arreglé para que creyeran que me dolía el estómago y viendo el lado positivo, había leído que antes del sexo anal, para evitar que el pene salga con… residuos no deseados, lo mejor era no comer cosas sólidas. Quizás exageré haciéndolo tantas horas antes pero de todas formas no me apetecía comer.
Al rato me fui a la cama. Volví a modo vibración, porque el cuerpo entero sabía lo que mañana me esperaba y se carcomía en nerviosismo. Me cubrí dejando solamente mis ojitos afuera, y miraba el techo imaginando muchas cosas horribles y realmente esperaba que mi ano no se rompiera o se me abriera dejando caer mis órganos… Ok, eso se imagina muy tétrico, pero en momentos así la imaginación se descontrola un poco.
A pesar del terror de eso, mi pene se levantó como una serpiente hipnotizada por el sonido de la flauta. Comencé a acariciarlo sintiendo el calor y dureza, pero luego mi mano lo ignoró como un gordo ignora la comida vegetariana y empezó a jugar con mis delicados testículos. Me gustaba jugar con la bolsita que los cubría, su textura y elasticidad me entretenía de manera morbosa. Pero mi traviesa mano siguió bajando hasta el lugar prohibido y jamás atravesado.
Sentí un poco de pánico imaginar que una verga de tal tamaño cruzara ese pequeño orificio. Era muy arrugado pero de todas formas era suave y frágil. Lo sentía palpitar y me tenté con introducir mi dedo, pero me arrepentí. Quería dejar todo eso para mañana, porque si ahora lo intentaba y no me gustaba iba a ser mucho peor porque me resistiría. Pronto el sueño se apoderó de mi cuerpo y me sumergió en el mundo de las fantasías.
Cuando desperté, mi cuerpo funcionaba extraño. Sentía que mi mente estaba fuera de mi cuerpo y desde ahí veía todo lo que hacía. Solo me bebí una leche de chocolate pero casi ni le sentí el sabor. Daniel llegó y se le veía muy ansioso, creo que estaba desesperado porque yo sintiera lo mismo que él. Pero realmente yo estaba tan emocionado como lo puede estar una piedra.
Estaba muy indeciso cuando íbamos camino a la casa de José, pareciera que mis zapatos fueran de cemento ya que para dar pasos me costaba un montón de esfuerzo. Y el trayecto se me hizo aún más corto de lo que en realidad era. Mi corazón latía tan lento, que temía de que en cualquier momento se detuviera para siempre.
Pasamos entre el grupito de gente saludando como si nada e intentando pasar normal. Cuando comencé a divisar la puerta de la casa de José, mis piernas se detuvieron como si se hubiesen quedado pegadas en el suelo. Daniel me tomó del brazo y me incitó a caminar. Golpeamos a la puerta y antes de dar el segundo golpe, se abrió abruptamente.
El rostro de José era el mismo que seguramente tendría el lobo feroz, si viera a la caperucita roja sobre una mesa totalmente indefensa. Sentí que me miró casi como con hambre, sus ojos brillaban y me escaneaban atravesando mi carne y desnudándome. Nos dejó pasar y lo seguimos hasta su habitación. Apenas me senté comenzó hablar.
-¿Estas nervioso?
-S….si. Un po…poco.- El eufemismo del día.
-Pues vas a tener que tragarte eso, porque créeme que he esperado mucho este momento.
-¿Cómo?- pregunté.
-Pues ese culito pide verga hace tiempo. Es un manjar y estoy ansioso por ser el primero en abrirlo y reventarlo. –Daniel arrugó la frente.
-Entonces ¿Por qué no te lo follaste primero?-
-Porque quería dejar lo mejor para el final.- La cara de mi primo no pudo ocultar una pizca de amargura después de escuchar eso.
-Por favor, ten cuidado.- le supliqué con la mirada de un cachorro a punto de ser degollado.
-No prometo nada. Pero no te preocupes, cuidaré tu anito porque pretendo usarlo por arto tiempo. Aunque de todas formas usaré más el de Daniel pues ese no esta tan lindo como el tuyo y me da lo mismo explotarlo.
Eso sonó muy cruel y me sentí mal por Daniel. Vi que mi primo bajaba la vista con dolor y cuando me miró noté… ¿Celos? Me dio rabia José. Nos usaba solo para descargarse las bolas. Éramos como su placer oculto y realmente se excitaba haciéndolo. Pero también me enojaba que a mí igual me excitaba participar en eso. Era como una pequeña vena masoquista.
De pronto José se levantó y ordenó a Daniel que se comenzara a desnudar. Luego se acercó a mí y me hizo acostar. Su dedo se posó en mi frente y comenzó a descender de una manera muy erótica, pasando por mi nariz, boca, cuello hasta mi pantalón. Salvajemente bajó mi pantalón con todo y calzoncillos. Y más rápido que un estornudo ya estaba completamente desnudo de la cintura para abajo.
Olfateó mis pies y subió haciendo eso, poniendo énfasis en mi pubis, tan cerca que sentía su respiración en mi piel. Tenía los vellos erizados y el tibio aire de su boca era como una corriente que me hacía vibrar.
-Ayúdale a sacarse lo que le queda de ropa.- le ordenó José a Daniel.
Y de muy mala gana me sacó lo poco que me quedaba para arriba. Sin darme cuenta tenía mi pene completamente erecto y José le dijo a Daniel que me lo mamara. Por un momento pensé que me lo mordería pero por suerte lo mamó. De manera muy floja, pero por lo menos no dañina. Los ojos de José me comían y saboreaban, podía notar la excitación que sentía mientras veía como Daniel engullía mi verga.
De pronto José se levantó y comenzó a acariciar la espalda de Daniel, bajó su mano hasta el culo de mi primo y empezó a jugar con su ano. Desde mi punto de vista, podía detallar claramente lo que hacía y sin perder tiempo, escupió en sus dedos y los introdujo salvajemente arrancándole un gemido de dolor a Daniel que fue ahogado en mi glande.
Hasta yo sentí el dolor, pero una sonrisa macabra adornó la boca de José, como disfrutando de ese dominio que tenía, gozando del dolor que le causaba a mi primo. Movía los dedos a una velocidad impresionante y maquiavélica, porque sabía que le estaba causando daño a Daniel, pero aun así no paraba. Bruscamente sacó sus dedos, dejándome a la vista el adolorido ano de mi primo, que boqueaba desesperadamente.
El bulto de José estaba peligrosamente grande. Al parecer le había excitado mucho esa perforación anal con sus dedos. Comenzó a desvestirse rápidamente, su respiración era extraña como si absorbiera la saliva con cada inhalación. La sonrisa que tenía me causaba miedo pero también me estremecía y excitaba. Cuando se desnudó, mis ojos quedaron fijos en su monumental pene. Juro que se veía más grande y apetitoso que antes. El glande estaba morado y húmedo, y sus venas estaban muchísimos más marcadas que antes. Los testículos estaban colgando deliciosamente, gordos y llenos de caliente leche y se movían como el péndulo de un reloj cada vez que José daba un paso.
-¡No aguanto más!- gruñó de manera muy poco romántica.
Y sin dar tiempo para nada, tomó a Daniel del pelo y lo apartó de mi verga. Mi primo iba a decir algo, pero una feroz mirada amenazadora lo detuvo. José me dio vuelta como si yo fuera un pedazo de carne cualquiera y busco directamente mi ano. Mi cuerpo estaba cubierto de sudor, lo cual le daría un sabor saladito y que lógicamente no detendría a José. Me estremecí cuando su lengua tocó mi centro. Lejos de ser lamidas tiernas y delicadas, fue una comida de culo salvaje y morbosa. Podía escuchar el ruido de sus labios mezclada con la saliva cuando succionaba.
Su lengua subía hasta mi coxis y bajaba hasta mi escroto, causándome cosquillas de placer que hacía que mi glande botara ese líquido viscoso. Movía mis piernas desesperadamente y levantaba mi culo, ofreciéndoselo a su boca. Mi mente se nubló y me dejé llevar por esas nuevas sensaciones. Me olvidé de la mirada hirviente de celos que me daba Daniel y me olvidé que hace unos minutos temía que José entrara en mí.
Sin perder más tiempo José comenzó a tantear mi ano con su dedo medio. La yema de su dedo acariciaba los pliegues de mi ano y pronto sentí la presión que ejercía. Noté con sorpresa que lo hacía delicadamente y también noté como mi ano se abría dejándolo entrar. La sensación de tener eso dentro de mí fue muy extraña y un poco incomoda, pero el morbo me superaba y dejaba en segundo plano el dolor.
-Humm que apretadito estas.- dijo saboreando cada palabra.- Me encanta como aprietas y el calor que tienes dentro es genial.
-¿Te….te gusta?- pregunté de la manera más prostitutamente posible y casi gimiendo.
-Oh si. Me encanta.- dijo gruñendo como macho.- Me estrujaras toda la verga y te dejaré completamente lleno de semen. ¿Quieres eso?
-Quiero todo. Hazme todo que yo feliz lo recibo.
Eso fue suficiente como para volverlo loco y me hundiera todo el dedo hasta el fondo. Una pequeña corriente de dolor cruzó mi interior, pero la olvidé rápidamente cuando me lo retiraba y rozó mi próstata, que causo que mi pene diera un revote. Clavó su lengua aprovechando la abertura que dejó su dedo y saboreó todo mi interior. Fue muy excitante sentir ese musculo casi gelatinoso dentro mío y mi cuerpo vibro cuando comenzó a moverla salvajemente, chocando con las paredes de mi recto.
-Sabes rico.- dijo cuando estuvo en condiciones de hablar.- Delicioso.
-Ahhh.- salió de mi boca porque justo en ese momento me comenzó a meter dos dedos.
-Me encantan tus gemidos. No sé por qué, pero me resultan muy eróticos.
Debo confesar que esos dos dedos me causaron dolor. Mi ano aún estaba muy estrecho y no ayudó la manera tosca en que los empujaba, además de que me raspaban levemente la piel áspera de sus dedos. Y cuando apreté involuntariamente mi culo sentí otra chispa de dolor, pero arranque un gemido de gusto de José.
-Que rico aprietas… Ya te quiero penetrar para que ahorques mi tronco.
Sus dedos se movieron como tijeras y sentí como la piel de mi recto se estiraba. Dejó un pequeño agujero y escupió en mi interior, aliviando un poco la fricción.
-Daniel, trae la crema que está en el baño. Este culito se merece un buen cuidado y ya no aguanto más las ganas de explorarlo con mi polla.
Obedientemente la fue a buscar y a los segundo volvió. José, con su poca sutilidad, puso crema dentro de mí y también en su potente verga. La masajeó esparciendo bien la crema y pasando una mano por mi cadera levantó mi culo, dejándolo en la posición ideal para que me penetrara.
Tomé aire y afloje mi culito para que no me doliera tanto. Mi cuerpo se estremeció cuando sentí el calor abrazador de su glande, tocando mi ano y resbalando por la viscosidad de la crema. Pujó para entrar pero se resbaló. Todavía mi ano se resistía pero José no se rendiría. Me dijo que con ambas manos separara mis turgentes nalgas, dejando mi ano completamente expuesto, y tomando él su verga, dirigió su glande justo a mi centro. Dibujó un círculo y apuntó a mi agujero y ahora sin fallar, comenzó a abrirse paso dentro de mí.
Sentí unas pequeñas cosquillas graciosas, pero a medida que su glande entraba y que mi ano se estiraba, comencé a sentir un agudo dolor. Su mejilla se posó en mi espalda y pude escuchar más claro los gemidos y gruñidos de placer mientras hundía su pene dentro de mí. El dolor fue creciendo cuando entró su glande completamente, me sentía invadido pero escuchar sus quejidos y sentir como su boca besaba y mordía mi espalda, me ponía a mil. Sin querer, apreté mi culo justo en el glande y un ronco “Ahh” salió de su boca y se ahogó en mi columna dejándome sentir su cálido aliento.
-Pero que suculento.- dijo José.- Me romperás la verga. Estas apretadito.
Sus palabras me encendían y no me di cuenta cuando sus gordos testículos chocaron con los míos. Un gruñido de victoria alcance a oír. Estaba completamente empalado y me sentía lleno de polla. Notaba toda su dureza en mi interior y sentía que su glande punzaba en mi estomago.
-Te la tragaste entera.- dijo José triunfante.- Daniel no fue capaz.
Sentí la mirada fulminante de mi primo en mi nuca. Pero se me olvidó cuando José comenzó a retirar su verga de mi cuerpo. Lentamente y con esfuerzo porque mi cuerpo se negaba a soltar ese trozo de deliciosa carne. Las manos de José estaban separando mis nalgas dejándole una vista completa de la penetración. Sentía mi ano muy abierto y también notaba el relieve del glande saliendo de mi cuerpo. José introdujo sus dedos y me abrió el ano y aprovechando el pequeño espacio, dejo caer un escupitajo y lo esparció con su lengua. Luego, sin darme tiempo de prepararme, me introdujo lenta pero sin interrupción su verga.
El mete-saca hizo que mi cuerpo comenzara a sudar, la corriente eléctrica que subía por mi columna y que hacía vibrar a mi verga, me enloquecía. Su gordo glande rozaba perfectamente ese punto en mi interior que me hacía explorar y viajar por el cosmos. El dolor aún estaba pero cada vez se hacía más soportable, aunque intentaba ignorar las molestias, porque cuando entraba lo hacía con fuerza y sentía que cuando retiraba su verga de mi interior, se llevaba de toda su suculenta leche y parte de mí con él.
Sentí que esta sesión de sexo fue mucho más ruidosa que la anterior, pues José jadeaba sin parar y mis gemidos lo hacían volverse aún más loco. Además el golpeteo de mis nalgas contra su pelvis era muy rítmico y sonoro. De pronto José llamó a Daniel y lo obligó a que se recostara sobre mi espalda, dejando su culo frente a él. Al instante entendí lo que buscaba. Quería agregarle más morbosidad al asunto.
Dicho y hecho. En el reflejo del pequeño espejo de su habitación, vi que le introducía los dedos a mi primo y que comenzaba a jugar con su ano al ritmo de las estocadas que me daba. En menos de 10 minutos José empezó a subir el ritmo de sus embestidas y noté como introducía sus dedos salvajemente en el culo de Daniel, pues cada vez escuchaba los gemidos de mi primo más y más altos. El choque de su pelvis contra mis nalgas se hizo más violento y no pude soportar más el placer y tuve mi orgasmo.
Mi boca se abrió en un grito ahogado pero no fui capaz de emitir ningún grito, solo dejé escapar mi aire sin poder contenerlo con un placentero “ohhh”. Mi pene comenzó a escupir semen como una manguera escupe agua, el cual quedo derramado en las sabanas. Mi culo se contrajo ferozmente, causando el orgasmo de José. Yo estaba casi perdiendo el conocimiento, pero aun así mi culo se seguía contrayendo y pude escuchar el gemido-gruñido-grito de placer que salió de la boca de José.
El morbo de la situación le hizo alcanzar, seguramente, el mejor orgasmo de su vida. Por cada estocada que me daba, sentía un chorro de caliente leche. Quizás fueron 4 o 5 chorros, pero cuando sacó su verga me noté completamente lleno de ese líquido, que comenzó a derramarse de mi culo sin poderlo evitar. Sentía unos escalofríos cuando comenzó a deslizarse entre mis piernas ese cálido néctar.
Daniel salió de mi espalda y pude (con mucho esfuerzo) ponerme de espaldas. Vi que el pene de José estaba de un color casi morado, estaba brillante y pringoso pero sin restos de nada, ni de sangre, solo de su semen. Eso me sorprendió y a él también. Pero sin importarme ese detalle, me concentre en lo apetecible que se veía ese pedazo de polla.
-Da….Daniel.- dijo José con la respiración entrecortada.- Límpiame la verga…. Ahora.
Sin hacerse de rogar, mi primo se pegó a ese pene como si sus dientes fueran de metal y el glande fuese un imán. Sus mejillas se contraían con la chupada que hacía. Y mientras mamaba aprovechó la inspiración para desahogarse y rápidamente tomó su pene entre sus manos y comenzó a menearlo velozmente. Su cara se contorsionó y al instante chorros de semen fueron a parar al suelo. Pero, cuando succionó todo la capa viscosa hasta que quedó limpio, José lo sacó bruscamente diciendo que tenía la verga sensible y le molestaba que siguiera chupando. Pero para Daniel fue suficiente pues ya había tenido su orgasmo mientras mamaba.
-Eres genial.- habló José.- Jamás me había corrido así. Y nunca había penetrado algo tan estrecho y rico.
-¿Gracias?- pregunté confundido. Sobre todo porque me trató como un “algo”.
-Pues agradece, es un cumplido. Tienes un culo formidable. Me deslechaste completamente. Mira…. dejaste completamente muerto a mi compañero.
Y en efecto, su pene estaba completamente lacio y mi culo seguía escupiendo semen. Pero lejos de afectarme, me encantaba (Si, lo sé. Soy un enfermo), era una sensación exquisita. Mi ano poco a poco comenzaba a cerrarse, pero todavía sentía mi interior abierto.
Yo estaba agotado. Mis piernas estaban entumecidas y sentía mis testículos súper livianos (es cosa de percepción). José prendió un cigarrillo y se acostó en la cama. A ratos cerraba los ojos y sonreía como un estúpido morboso. Seguramente recordando lo que habíamos hecho. Daniel por otro lado estaba sentado a los pies de la cama y me miraba con una expresión de “novia celosa”, pero no dijo nada.
Descansamos unos 10 minutos y José, con esa manera tan poco sutil que tiene, nos dijo que nos fuéramos. Me vestí muy lentamente pues me dolía mi trasero y sentía mis piernas débiles. José se ofreció a llevarme pero no quise, así que antes de salir por la puerta me mentalice diciéndome “el dolor es psicológico, el dolor es psicológico” y rápidamente salí de ese lugar. Él dolor no se fue pero por lo menos lo disimulé bien y cuando llegué a mi casa fui directamente al baño.
Necesitaba una ducha, pero antes boté el semen que quedaba en mi interior. Luego, sin perder más tiempo me introduje bajo el chorro de agua. Recién ahí fui consciente de lo que hice y me sentí el ser más repúgnate del mundo…
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