Mi primo y yo, desde los 13 años
Hola! Les vengo a contar mi historia. Mía y de alguien muy especial, y de como se originó una gran historia de amor y lujuria..
A mi primo lo conocí cuando teníamos 13 años (actualmente tenemos 19). Es el hijo adoptivo de una prima de mi madre, y aunque siempre han sido cercanas y no han perdido nunca contacto, la distancia si ha sido un inconveniente ya que mi madre y yo vivimos en el sector costero de la Región del Maule, Chile, y mi tía vive en Santiago.
Para no hacer tan extenso el relato, resulta que para el año nuevo del 2015 mi madre decidió invitar a mi tía y su familia a pasar el verano en nuestra casa. Cómo es sector costero, prácticamente todos los veranos se llena de gente de todos lados del país, cosa que altera temporalmente la característica tranquilidad del resto del año de los poblados costeros de por acá.
Pasaron las semanas hasta que llegaron, creo que fue un 28 de Diciembre, porque aún faltaban unos días para año nuevo. De mi primo les puedo decir que era más o menos de mi estatura, pero físicamente no teníamos nada en común. Yo era de piel trigueña, cabello castaño oscuro y rizado, ojos color miel y labios carnosos. Mi madre decía que era idéntico a mi padre, aunque no lo conozco más que por fotos, ya que murió cuando tenía apenas dos años. Mi primo por su parte era lo contrario, piel blanca, aunque un poco rosada, ojos del azul más hermoso que he visto nunca, su cabello, cejas y pestañas eran abundantes y de un negro muy profundo. Sus labios eran finos y su sonrisa encantadora. Es verdad que yo era guapo, lo sigo siendo, pero él parecía simplemente sacado de un sueño. En cuanto al físico no recuerdo cuanto medía en aquella época, pero estaría cerca de 1,55 mts, igual que él. Físicamente él era más atlético ya que era deportista, aunque delgado. Yo también era delgado, aunque con torso, trasero y piernas prominentes por pura genética, nada exagerado, pues mis pasatiempos eran leer, ir a la playa, y estar en casa.
Nuestro primer contacto fue de lo más tosco. Un simple saludo de manos y ya. No se podía esperar mucho más, pues éramos completos desconocidos. Durante el día y hasta la hora de dormir, solo intercambiamos un par de palabras y miradas nerviosas, nada más. Llegada la noche y ya con un poco de sueño avisé que me iría a bañar para luego dormir, así que mi primo, seguramente para evitar perturbar mi sueño después, hizo lo mismo. Disponíamos de 2 baños en la casa, uno en cada piso. Le dije que utilizara el de abajo para más comodidad, y yo el de arriba. Entré a mi habitación para sacar una toalla, y el entró con su maleta para hacer lo mismo.
– Hay dos cajones desocupados por si quieres acomodar tu ropa – le dije apuntando mi ropero
– Gracias – se limitó a responder. Le sonreí como respuesta.
Es verdad que casi no habíamos intercambiado palabras, pero se veía que era un poco tímido, y si bien yo no lo era, tampoco aportaba mucho a que la situación cambiara. Más que mal, pasaríamos un verano juntos, así que tendríamos que aprender a llevarnos bien. Y a pesar de que me pareció sumamente atractivo y encantador de primera impresión, no me hice ideas de ningún tipo, pues no era el plan. Me bañé largo. Había sido un día agotador, y sentía que cada gota de agua me daba un poco de vitalidad. Me distraje tanto que olvidé que ahora habían «intrusos» en casa. En el living a lo lejos aún se escuchaba a los adultos reír y chocar copas. Me dirigí a mi habitación, me quité la toalla y cuando me disponía a ponerme la parte baja de mi pijama sentí que la puerta se abría, me giré asustado, era Diego, que ya traía su pijama puesto y se venía secando el pelo con la toalla. Cuando despejó su vista y chocó con mi cuerpo desnudo, estuvo unos dos segundos con los ojos abiertos como plato mirándome a arriba a abajo, yo cubría mi entrepierna por instinto. Luego se giró hacia la puerta, igual que un niño regañado, y comenzó a pedir disculpas
– Lo siento yo- yo no toqué fue culpa mía pe-perdón — se justificaba sin parar.
Estaba muy nervioso, así que para evitar que se sintiera mal simplemente quité mis manos que cubrían mi miembro y tratando de mantener la compostura, le dije
– Está bien, tranquilo. Tenemos lo mismo después de todo.
Él soltó una risilla nerviosa, y seguía vuelto hacia la pared, aunque miraba de reojo. Terminé de ponerme el pijama y le dije
– Ya está, puedes voltear
– Perdón, enserio no era mi intención – Puse una mano en su hombro.
– Enserio, no fue nada, está todo bien. – Eso pareció tranquilizarlo un poco – ¿prefieres el rincón o la orilla? – pregunté apuntando a la cama
– Rincón – respondió
– Genial, suelo levantarme al baño durante la noche, así no te despierto en el proceso.
– Soy de sueño bastante pesado – dijo él
– Yo también, pero el llamado de la jungla es el llamado de la jungla – ambos reímos.
Ahora ya estábamos más en confianza. Luego de acostarnos comenzamos a hablar de libros. Sorpresivamente a él también le gustaba «Las Ventajas de ser Invisible» aunque a diferencia mía, no era su libro favorito. Comenzamos a enumerar nuestros 10 libros favoritos, y hablarnos mutuamente de ellos, hasta que ya mas o menos en el 4to no obtuve respuesta de vuelta. Diego estaba profundamente dormido boca arriba, con los labios entreabiertos. Se veía extremadamente guapo de perfil. Lo observé durante un rato y luego apagué la lámpara para dormir.
Hasta ese momento estaba bloqueando cualquier pensamiento indebido con el. No lo conocía de nada, y aunque no hubiera lazo sanguíneo, éramos primos. Además de eso, yo suponía que el era heterosexual, aunque por mi lado tenía más o menos claro que lo mío eran los chicos a esa edad, no esperaba que Diego fuera igual, así que simplemente decidí quitar esos pensamientos de mi cabeza y dormir. La noche transcurrió normal, me levanté a orinar, y cuando volví, se había llevado unos cuantos centímetros de cobija. No lo quise despertar, y entendía que tuviera frío ya que en Santiago el clima durante las noches de verano era muy diferente al de la costa. Yo ya estaba acostumbrado, así que no me importó dormir semi tapado.
Cuando desperté el aún dormía, pero estaba casi pegado a mi hombro izquierdo. Sentía su aliento, que era dulce y cálido, como el de un niño, y sentía su aroma, que era tan encantador como él. Sería difícil sacarme ciertas ideas de la cabeza, después de todo.
Ese día fuimos en familia a la playa. Mis tíos estaban encantados, y Diego también. Estuvimos jugando fútbol en la arena, y para mí era un deleite poder ver su torso notoriamente más marcado que el mío, y totalmente descubierto. Bajo el short se notaba un bulto prominente a pesar de la edad, y un trasero muy deseable. Yo estaba hipnotizado, y como buen adolescente en algún punto de la tarde sufrí una erección que disimulé corriendo hacia el mar. El me siguió pero se detuvo en la orilla, por lo visto no sabía nadar o tenía miedo de entrar al agua. Me miraba apenado desde la orilla.
– No sé nadar — confesó
– Está bien, no debes nadar, solo flotar, ven — extendí mi mano hacia el mientras me acercaba a la orilla. El comenzaba a meterse con zancadas largas pero inseguras. El agua nos cubría hasta el torso. Lo tenía tomado de los codos mientras le explicaba lo que debía hacer, para luego meternos más hacia dentro. El agua ya nos llegaba a cubrir el pecho a ambos, ahora sujetaba solo su mano izquierda por debajo del agua
– Ves? No es difícil
El solo se limitó a sonreír, aunque aún un poco temeroso. En ese momento ví venir una ola un poco más grande de lo normal, así que instintivamente lo atraje hacia mi para sujetarlo y evitar que la ola lo llevara devuelta a la orilla. Con ese movimiento su cuerpo quedó prácticamente pegado al mío, y pude notar su erección de buen tamaño en mi muslo. Al darse cuenta de esto, hundió su mirada en mi pecho, con los ojos abiertos como plato y la cara roja de vergüenza. Preferí no decir nada, aunque en ese momento mis hormonas ya empezaban a trabajar al 10000%.
– Todo bien? – dije intentando mostrar calma en mi voz
– S-si, todo b-bien – su voz temblaba. No sé si de nerviosismo o de frío. – será mejor que volvamos a la orilla – dijo
– Bueno – respondí. En ese momento mi mano estaba aún en la zona baja de su espalda, así que la deslicé suavemente hasta rozar su trasero con mis dedos. Jamás olvidaré ese primer contacto. Esta vez su mirada se clavó en la mía, tragó saliva nervioso, su boca estaba entreabierta y en su mirada había un indescifrable mensaje. Yo solo miraba sus ojos casi del mismo color del mar y sus finos labios, estuve a nada de darle un beso, mi corazón latía con fuerza…
– Vamos – interrumpió. Volvimos a la orilla, Diego sujetaba mi brazo de vez en cuando e intentaba nadar otro poco. En el trayecto logré bajar la erección que también había sufrido gracias a ese momento, y por lo visto, él también. Cubría su cuerpo con ambos brazos, mientras temblaba de frío. Lo fuí observando, y el solo me miraba de reojo y desviaba la vista rápido apenas descubría mis ojos clavados en él.
Aproximadamente a las 6 de la tarde volvimos a casa. El resto de la tarde fue de lo más incómodo. El intentaba evitarme, aunque me buscaba constantemente con la mirada, mientras yo no quitaba la mía de el, así que siempre lo sorprendía observando de reojo. Cuando esto pasaba, Diego agachaba la mirada y en sus mejillas aparecía un leve rubor. Llegada la hora de dormir, y a diferencia de la noche anterio, él no me siguió cuando anuncié que me iría a acostar. Ya nos habíamos bañado al volver de la playa, así que no sería necesario hacerlo de nuevo. Me acosté ocupando la orilla de la cama, dejando libre su rincón. Luego de un rato, quizás una hora, sentí la puerta de la pieza abrirse, era él. Entró haciendo el menor ruido posible, pensando que yo dormía. Comenzó a desvestirse, pues sentí como bajaba el cierre de su pantalón. Me ví tentado a abrir los ojos y observar, pero me ganó el miedo a ser descubierto, así que mantuve mi actuación. Luego un poco más de movimiento de ropa, seguro se estaba poniendo su pijama. Seguido se metió cuidadosamente a la cama por la parte baja, hasta acomodarse en su lugar. Yo estaba de lado, con mi espalda hacia el, y a juzgar por sus movimientos, el estaba boca arriba. Me sentí observado, y de vez en cuando lo oía tragar saliva. Luego un vaivén suave, casi imperceptible se apoderó de la cama. Un corazón había comenzado a latir con fuerza, y no era el mío. Sentí un leve contacto en el colchón, luego un roce. Su mano se acercaba sigilosa a mi cuerpo, hasta que con su dedo meñique rozó intencionalmente una de mis nalgas. En ese momento me estremecí, causando un leve espasmo que lo espantó, pues lo siguiente fue él haciendo un giro brusco hacia la pared y quedándose quieto como una roca. Estuve un rato, un par de minutos quizás, procesando lo que acababa de pasar. El movimiento había sido intencional, él estaba despierto. Si mi cuerpo no hubiera reaccionado, quizás el hubiera seguido con su trabajo. ¿Que debía hacer yo? Pues lo que el momento pedía. Me giré hacia él.
– ¿Diego? – susurré. No hubo respuesta. Era imposible que estuviera dormido. – Diego – insistí. Nada, seguía quieto.
Decidí que era mi momento de actuar. Me acerqué hacia el hasta casi pegar nuestros cuerpos. El vaivén que provocaba su corazón latiendo se intensificó, pues ahora el mío lo acompañaba. Seguía sin obtener respuesta, aunque sentía su respiración cada vez más rápida. Decidí avanzar otro poco y lo abracé, posando mi mano en su abdomen. Ya había tocado su espalda en el día, sus brazos y rozado su trasero. Pero no había tocado su abdomen, suave, lampiño, como el resto de su cuerpo, y duro, por el ejercicio, pero también por la tensión del momento que invadía su cuerpo y el mío. Comencé a bajar despacio, pero decidido. Con mi pulgar acariciaba, mientras con el resto de dedos invadía su intimidad. Llegué a la división de su pantalón de pijama y me detuve. Sabía que estaba despierto, pero necesitaba una señal que me permitiera seguir bajando.
– ¿Samuel? — definitivamente no era lo que esperaba.
– Si? — dije descaradamente, como si mi mano no tuviera acorralado su pubis.No dijo nada más, su respiración seguía agitada.
Para mí sorpresa en ese momento tomó mi mano y la introdujo por completo en su pantalón. Por fin pude sentir su miembro totalmente erecto, de unos 12-13 cms, su pubis apenas cubierto por una suave porción de vello. Sus testículos se notaban grandes, el contacto se sentía ligeramente húmedo a causa de calor que nuestros cuerpos emanaban. Sentí su precum inundar mi palma, y lejos de masturbarlo, comencé a explorar su intimidad como si fuera la cosa más fascinante del mundo. Hasta ese momento nunca había tocado un pene que no fuera el mío, y casi nunca veía porno. Mi poca experiencia venía netamente de los libros y las escenas eróticas que algunos tenían. Seguí tocando su glande, que estaba totalmente mojado por el líquido lujurioso, recorría la extensión de su miembro con deseo, y de paso masajeaba sus testículos. Todo en el se sentía cálido y perfecto, sentía que no podía parar de tocarlo, y estoy seguro que el también los sentía así, por lo que su desconcierto fue mayúsculo cuando solté su miembro de forma abrupta. En ese momento se giró hacia mí. La luz tenue de la luna me permitía ver su bello rostro. Tenía la mirada perdida, y me buscaba con los ojos. La pasión comenzaba a apoderarse del cuarto. Cuando se giró lo miré fijamente, y entonces metí mis manos bajo su camiseta, recorriendo su abdomen, subiendo hacia sus costillas, para terminar dejando su torso sin protección alguna. Él hizo lo mismo conmigo, y nuestras camisetas terminaron en algún lugar de la habitación. Entonces no resistí más, puse mis manos a sus costados y comencé a besarlo. Eso lo sorprendió, pues el primer beso fue corto, y cuando me separé, ví sus ojos abiertos llenos de desconcierto, y antes que pudiera formular palabra alguna, me lancé a su boca, y esta vez lo ví cerrar los ojos, y yo hice lo mismo. Era un beso intenso, inexperto, pero con mucho deseo. Tenía una mano apoyada al lado de su cabeza, mientras con la otra seguía explorando su cuerpo. Me sentía como el hombre que pisó la Luna por primera vez.
Era terreno desconocido, todo su cuerpo, sus labios, y su saliva. Sentía que mi cuerpo ya no me pertenecía y que actuaba fuera de toda regla o lógica. Recorría desde su rostro suave hasta sus muslos turgentes. Acariciaba cada centímetro de su ser con mis manos, mientras el se concentraba en mi espalda y trasero, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, cuyo vaivén provocaba un roce constante entre su miembro y mi pierna derecha. La calentura del momento era desbordante. Me alejé finalmente de su boca para comenzar a besar su cuello, y tal como había leído alguna vez, bajé hasta sus pezones, ligeramente más rosados que el resto de su piel. Lo tenía completamente rodeado con mi cuerpo. Podía sentir como nuestros miembros se rozaban sobre el pantalón del pijama, que estaba estorbando, así que se lo quité de un tirón y me paré para quitarme el mío.Abrí un poco más las cortinas, los vecinos más cercanos estaban al menos a 300 metros, así que disponíamos de toda la privacidad que la atenta mirada de la luna nos pudiera otorgar. Una vez me quité el pantalón, su mirada se dirigió a mi miembro, que erecto alcanzaba unos 14cm, y la mía al suyo, el cual podía ver mejor ahora. Sus testículos colgaban, eran rosados, adornados por unas venas delgadas. Su pene no estaba circundado, y su color era la mezcla perfecta entre el color de sus testículos y el resto de su piel. Una delgadas venas también se dejaban traslucir. Sabía que mi boca terminaría ahí, pues lo deseaba, pero no quería que el deseo me dominara. Después de todo, era mi primera vez. Así que rompiendo el trance volví a la cama, esta vez apoyé mi mano con suavidad a su costado, con la otra tomé suavemente su rostro, acariciando su mejilla. El se mostró desconcertado por el cambio de ritmo, pero cuando sus ojos se encontraron con los míos, su expresión se relajó, como si hubiera entendido el mensaje. Sentí una de sus manos en mi nuca, mientras la otra acariciaba mi espalda de forma delicada, sonreí, y el me sonrió devuelta, y volví a besarlo, esta vez más tranquilo, pero atreviendome a meter también mi lengua, jugando con la suya. El demoró unos segundos en hacerlo también, pero me siguió el juego. Ambos estábamos totalmente excitados, el beso fue tan largo y apasionado que pudimos habernos corrido sin la necesidad de siquiera tocar nuevamente nuestros miembros. Volví a bajar por su cuerpo, esta vez besando cada rincón. El solo ponía sus manos sobre mi cabeza, acariciando mi cabello, a veces apretando un poco cuando mi boca se concentraba en zonas sensibles. Ya estaba llegando a su pubis, ahora sus manos estaban aferradas a las sábanas. Nuestras miradas se encontraron. Con mi mano izquierda tomé su mano derecha, entrelazando nuestros dedos. Con lo derecha acariciaba su muslo a la altura lateral de su trasero. La tensión ya no resistía, su miembro erecto rozaba mi barbilla, el precum seguía y seguía saliendo, de su pene y del mío. Sentía como latía y parecía tener vida propia. Lo miré directo a los ojos
– ¿Puedo? — pregunté.
El solo se limitó a asentir despacio mientras mordía su labio inferior. Comencé besando su pubis, para luego tomar su miembro, caliente, duro, palpitante, y sin soltar su otra mano, lo introduje por fin en mi boca.
Continuará…
Espero que les haya gustado. Aclaro que la historia es real, y planeo continuar si veo apoyo en los comentarios 😉
PD: es la primera vez que escribo un relato erótico, así que agradecería cualquier crítica constructiva =)
Bless
wow que emocionante sigue con tus relatos quedé atrapado debes continuar por favor
Gracias por comentar. Ya está la segunda parte!
wow son muy pocos los relatos aqui que son de amor. Buen relato amigo sigue contando tu historia saludos… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias por comentar. Ya está la segunda parte!
Bufff, que excitante. Muy buen relato.
gran relato
Me han encantado las dos partes, estoy deseando leer más relatos tuyos
Buen relato, muy excitante
Chicos, estaré publicando los relatos acá en SST, pero también en este blog. La página se cae literalmente cada 20 minutos, así que para prevenir. https://www.blogger.com/blog/posts/1670416970895014449?pli=1
Hasta ahora me ha gustado tu relato, espero terminar de leerlos todos. Me tienes cachondo
Guau!!! Amigo!!! Que gran relato! Y me encanta tu redacción. No cambies! 😉