Mi primo y yo, desde los 13 años. Parte 5.
Me sentía tremendamente ansioso, urgando cada vez más profundo, hasta que de pronto Diego soltó un gemido sonoro. Abrimos los ojos como plato, asustados de que nos pudieran haber oído..
Recuerdo esa noche con especial detalle. Hacía frío, y es verdad que al ser un poblado costero el clima solía ir y venir de formas curiosas, pero esa era una noche casi gélida en pleno verano.
Encendí la estufa eléctrica, que había acumulado una prominente capa de polvo desde la última vez que había sido utilizada, y sin embargo el frío seguía calando hasta los huesos. Mis pies se encontraron un par de veces con los de Diego. Ambos usábamos calcetines y pijama largo. La tarde nublada y lluviosa había sido solo la antesala, y ahora estábamos en el climax del espectáculo.
Había pasado un mes exacto desde que había llegado aquel invasor del que tanto disfruté los primeros días. Un mes desde que nuestra corta aventura había dado inicio, y así de rápido se había acabado. Y fué aquel frío monumental que el destino — siempre caprichoso — había enviado como conmemoración, el que hizo que, después de tanto tiempo, volviéramos a juntar nuestros cuerpos bajo las sábanas. Primero sentí su trasero rozar el mío, y luego ambos fuimos cediendo un poco más de espacio hasta juntar casi espalda con espalda. Era un mero acto de autodefensa ante una amenaza común. Su contacto seguía siendo tan cálido como la última vez, y a la par que los recuerdos comenzaban a llegar a mi mente, aumentaba mi ritmo cardíaco, y mi corazón golpeaba con fuerza en el pecho. Estuvimos así bastante tiempo, el suficiente como para conciliar el sueño. Una corriente fría me recorrió la espalda cuando Diego se separó de mí, haciéndome despertar. Pero no solo eso; se giró hacia mi, pegando sin descaro su miembro — flácido aún — en mi retaguardia, mientras su mano se apoderaba de mi cintura. Una descarga de adrenalina me recorrió desde los pies hasta las orejas. Se mantuvo así, inmóvil, al menos durante 5 minutos, y justo cuando creí que aquella jugada la había hecho su cuerpo en medio del sueño, sentí en la parte trasera de mi pijama como su bulto iba aumentando de tamaño. Abrí los ojos de par en par, mientras su pulgar travieso comenzaba a acariciar mi abdomen, bajando lentamente y con una suavidad casi imperceptible. Ahora era yo quien comenzaba a sufrir una erección mientras sentía que todo el esfuerzo de un mes se desvanecía con un par de caricias. Sentía su respiración entrecortada en mi nuca, mientras su mano comenzaba a temblar, dudando si seguir bajando o no. Cuando su dedo meñique hizo contacto con la superficie de mi pubis, lo cogí de la muñeca con fuerza, casi con rabia. Su respiración había parado de golpe, la mía también. Un silencio brutal se apoderó de la habitación mientras una pequeña guerra interna tomaba lugar en mi cabeza. Una banderita blanca se asomaba pidiendo tregua.
Sin soltar su mano, y replicando de forma casi poética aquel primer contacto que habíamos tenido, la deslicé por debajo de mi pijama hasta hacer contacto con mi pene duro como una piedra. Diego no perdió tiempo e inmediatamente lo rodeó con los dedos, examinando cada rincón como si necesitara recordar su forma. El roce de su mano en mi intimidad me había erizado la piel por completo, mi respiración se había convertido en gemidos ahogados, y Diego besaba con desenfreno mi cuello. Solo unos segundos en esa posición hasta que subió encima mío, sin soltar mi entrepierna comenzó a besarme ahora en la boca, con una desesperación casi violenta. Su lengua encontró la mía al tiempo que mi mano su miembro. Sentí su precum mojar mi palma, mientras nuestras caderas comenzaban un vaivén magnético, como si una fuera el centro de gravedad de la otra. El frío de la habitación era totalmente contradictorio al calor que emanaba de nuestros cuerpos ahora que éramos uno de nuevo.
– Escúchame — dijo de pronto, mientras me besaba entretanto — me darías esta noche? Porfavor — sus palabras sonaban tan espontáneas como sinceras, y yo no pude más que gemir como respuesta. Comencé a quitarle la camiseta, mientras acariciaba cada centímetro de su torso. Ahora estaba sentado sobre mi abdomen, y mis manos se posaron en su trasero. Pude sentir sus nalgas duras sobre el pijama, que ahora se convertía en un obstáculo. Se lo arranqué con movimientos torpes, y de la misma forma me quité el mío. Nuestros cuerpos formaban una sola piensa desnuda y prácticamente perfecta. Apretaba y abría sus nalgas, mientras él no hacía más que gemir en mi boca. Descubrí una sensación totalmente nueva y ajena cuando mi glande hizo contacto con su entrada. Diego contorcionó su espalda, mientras un escalofrío me recorría. Volví a hacerlo, y nuevamente ocurrió. Separamos nuestras bocas, lo miré directo a los ojos, expectantes.
– Tú… — dije duditativo
– Sí — respondió sin chistar. Cogió mi mano izquierda, y tal como yo lo había hecho en una ocasión, comenzó a lamer mis dedos para luego llevarlos a su entrada. Se sentía suave, caliente, y distinto a todo lo que hubiera tocado antes. Los besos volvieron para apaciguar el dolor que causaba la intromisión de mi dedo índice en su cavidad anal. Me sentía tremendamente ansioso, urgando cada vez más profundo, hasta que de pronto Diego soltó un gemido sonoro. Abrimos los ojos como plato, asustados de que nos pudieran haber oído, pero no es escuchaban pasos arriba. Volví a hacer lo mismo, para encontrarme con otro gemido, esta vez contenido. Sus mejillas estaba totalmente ruborizadas ante aquel descubrimiento, y no tardó en volver a la carga en mi boca. Continué con mi trabajo, lubricando mis dedos de vez en cuando, logrando meter hasta dos dentro del ano de mi compañero. Ambos estábamos disfrutando a niveles inconmensurables, y sin cambiar de posición, acomodé la punta de mi miembro en su entrada, y comencé a meter suavemente. Diego hacia muecas de dolor, pero me pedía que no me detuviera. Seguí en mi avanzada haciendo pequeñas pausas para que su cuerpo se acostumbrase al nuevo inquilino. Cuando porfin logré meter mi pene por completo, decidí darle el control de la situación. Bajaba y subía a su ritmo; entraba y salía solo si el lo deseaba. Comencé a masturbar su miembro lento y suave para evitar que se corriera rápido. Acariciaba su espalda, sus caderas, y sus nalgas, mientras la cabalgada comenzaba a tomar más ritmo. Diego mantenía los ojos cerrados y la cara hacia el techo, y para mí era un deleite poder disfrutar aquello que me estaba entregando con tanto deseo. Lo masturbé otro poco, para luego tomarlo del cuello y atraer su boca a la mía nuevamente. Necesitaba de su saliva tanto como del oxígeno que respiraba. Ahora era yo quien llevaba el ritmo de la embestida. Diego bajaba y mordía mi cuello. Dejaría marcas, pero a ninguno parecía importarle. El ritmo ahora era frenético, y entonces anuncié que me vendría.
– Adentro, porfavor — respondió él, suplicando con un fulgor mayúsculo de erotismo en la mirada. Y así lo hice. Un chorro por cada estocada, una, dos, tres, y hasta llegar a siete en total. Los ojos de Diego estaban perdidos en el placer, y los míos concentrados en sus gestos. Mi pene aún continuaba duro dentro suyo, perdiendo volumen poco a poco, sin embargo Diego continuaba moviendo sus caderas de arriba a abajo, como si quisiera más todavía. Podríamos haber terminado ahí, pero faltaba el cierre de oro. Salí de su interior de forma abrupta, y antes que la sorpresa se dibujara en su rostro, me llevé su miembro a mi boca. Su sabor seguía siendo único, empapado de la escencia de Diego. Empujaba cada vez más adentro, hasta sentir mi nariz en su pequeña mata de pelos. Al cabo de poco más de un minuto, sentí su pene hincharse en mis labios, lo que anunciaba la llegada del tan anhelado néctar. Diego comenzó a penetrar mi boca con suaves y casi involuntarios movimientos de cadera, hasta que finalmente y sin aviso previo, comenzó a disparar chorros y chorros de semen. Me esforcé en tragar cuánto pude mientras apreciaba su rostro extasiado. Apretaba su trasero, empujando hacia adelante, queriendo sentir su pene llegar a mi garganta. Cuando el aire me faltó, lo aparté un poco de mí solo para tomar un par de bocanadas y volver a buscar su boca. Los restos de su semen se mezclaron con nuestra saliva, y pasaban de mi lengua la suya. Era un acto pecaminoso que sobrepasaba cualquier límite. Sentí como mi semen que comenzaba a escurrir desde sus entrañas, caía ahora sobre mi pubis mientras uno de mis dedos le daba un masaje a su entrada. El placer que habíamos experimentado no tenía comparación alguna. Nos besamos un rato largo, como si ambos tuviéramos la convicción de que sería la última vez, y cuando el sueño nos invadió, nos olvidamos de la «cucharita» y dormimos abrazados de frente, con nuestros cuerpos lo más pegados posible. Su miembro junto al mío, su respiración sobre mi boca y nuestras manos intentando abarcar la mayor porción posible del cuerpo del otro. Podría parecer una posición extraña, pero en el fondo sabíamos que el cuerpo de uno estaba hecho a medida para el cuerpo del otro. Me miró a los ojos, intentando expresar aquello que con palabras ninguno podía, y yo comprendí en ese momento, que no me importaría una vida de remordimiento, y estaba dispuesto a canjearla por un mes de sexo desenfrenado. El tiempo para las penas vendrían después. Me besó en los labios una última vez, luego en la frente, luego en la punta de la nariz y luego en los labios otra vez. Sonreía y yo tambien. Pude ver cómo el sueño se iba apoderando de sus ojos azules poco a poco, y siendo consciente de su presencia desnuda nuevamente en mi cama y de la calma que aquello me entregaba, me quedé dormido.
En la mañana me había convertido en un adolescente de 13 años que ya había experimentado lo escencial del sexo, con un compañero que había logrado que en mi interior se removieran emociones que nunca antes había experimentado, de forma dulce, paciente, a veces frenética, inexperta y caliente. Ambos soportamos un mes sin tocarnos, sin besarnos, sin los brazos del otro, y la noche anterior no había sido más que la descarga de una presión que se hacía insostenible para los dos. Y es que a esa edad las hormonas mandan y son incontrolables. Me gustaba Diego, y no estaba dispuesto a seguir reprimiendo lo que sentía. Me daba igual si duraba unas noches más, el resto del verano o el resto de nuestras vidas aún en la distancia. Ahora quería albergar en mi memoria la mayor cantidad de momentos posibles con mi Diego.
Decidí hacer como a él le gustaba, y despertarlo con un beso en la boca y algo más, mientras mi mano se recorría desde su abdomen hasta su miembro. Flácido tenía un tacto distinto y encantador, y sus testículos emanaban un calor y suavidad difícil de comparar. No tardó mucho en despertar, dirigiendo su vista automáticamente a su entrepierna.
– Vaya — dijo sonriente, aún medio dormido — así le da gusto despertar a uno — tomó mi rostro entre sus manos y me besó de forma suave. Sus labios tan dulces, sus besos tan expresivos, el rubor de sus mejillas, su mirada cálida. No podía dejar pasar un día más ignorando todo aquello.
Me causaba gracia que, en cierta forma, actuábamos como dos adultos. Y luego la parte del sexo tenía esa cosa salvaje, tierna e inexperta propia de la adolescencia. Y sin que ninguno de los dos lo supiera o fuera consciente de aquello, esa noche sería el comienzo de un viaje que iría más alla del placer.
Continuará.
Chicos, la parte 6 será más extensa, así que quizás demore un par de días en subirla. Me gustaría también comenzar entre tanto alguna serie de relatos ficticios. ¿Que les parece la idea?.
Los leo. Besos.
que increible historia, espero con ansias la siguiente parte
amigo saludos y buen relato me fasinan esta clase de historias de amor gracias amigo y si sigue escribiendo mas que yo los estare esperando saludos amigo… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Chicos, estaré publicando los relatos acá en SST, pero también en este blog. La página se cae literalmente cada 20 minutos, así que para prevenir. https://www.blogger.com/blog/posts/1670416970895014449?pli=1
Chicos, estaré publicando los relatos acá en SST, pero también en este blog. La página se cae literalmente cada 20 minutos, así que para prevenir. https://www.blogger.com/blog/posts/1670416970895014449?pli=1
Excelente como siempre amigo, me dejas un gran sabor de boca con tu historia, ya se ha convertido en Mi favorita.
Los detalles parte importante y esencial, tal cual describes cada detalle con exactitud, de nuevo agradezco por tu historia que trae a mi mente viejos pero muy hermosos recuerdos muchas felicidades y a leerel siguiente capítulo.😇😍😙👍👌
Me gustan asi reales vividos que ficticios