Mi querida Pirucha (continuación)
Emilio me había convertido en su querida Pirucha. En el recreo me había orinado y luego me había cogido..
Emilio, no solo fue quien me abrió los ojos acerca del sexo, sino que fue también el que me convirtió en su querida Pirucha. Mejor dicho en la putita Pirucha.
Los que no leyeron el relato anterior deben saber que Emilio era mi compañero de curso. Procedía de la parte alta de la ciudad, hijo de un camionero a quien acompañaba en sus prolongados viajes y las oficiaba de peoneta. Era bastante más alto que yo y de cuerpo y bíceps fibrados. En cambio, yo era un muchachito delgado y de tez blanca. Sin embargo, mis nalgas abultadas me llenaban el pantalón y me hacían ver un culo prominente que, sin ser exagerado, era bastante notorio. Varias veces tuve disputas con aquellos que se solazaban con manoseos y simulacros de penetración con los estudiantes de cursos inferiores. Es verdad que mis reclamos se producían para no ser visto como débil. Pero esos jugueteos me producían excitación. No puedo negarlo.
Mi inicio en el despertar al sexo homosexual se produjo cuando hice la primera comunión y fui seleccionado por el cura como acólito, debido a mi capacidad lectora. En ese tiempo la misa se hacía en latín, de modo que se requería una buena dicción y fluidez de lectura oral. Solo me referiré a que el cura me llevaba a su cuarto y me sentaba en sus rodillas y me acariciaba las nalgas por entre el pantaloncillo, seguramente seducido por mi culito. Las cosas se fueron desarrollando muy paulatinamente hasta que ocurrió lo inevitable. Supe del delicioso placer de lamer y ser lamido y luego penetrado… Pero seguiré con la historia de Emilio y en otra oportunidad me referiré a los episodios de sexo explícito con el clérigo.
Ese día, en que empieza este nuevo episodio, se debía elegir al mejor compañero de la escuela. Los profesores dispusieron que fuera una elección absolutamente transparente, dado que en ocasiones anteriores había habido muchos reclamos de parte de los padres y la comunidad por los elegidos a dedo y sin que los chicos hubieran dado su opinión.
Así que hubo dos seleccionados, uno de ellos fui yo. Se dispuso que, detrás de cada uno, se formara una fila de quienes creían que debía ser elegido el mejor compañero de la escuela. Pronto me di cuenta que la cantidad de chicos que estaban conmigo iba creciendo hasta llegar a formar una larga sucesión que daba vueltas por el patio. Mientras el otro contendiente sumaba muy pocos adherentes. El director, después de contabilizar la cantidad de estudiantes en cada fila, dio a conocer el resultado que debía ser ratificado por el consejo de profesores.
Reunido el consejo y, ante la evidente demostración de popularidad, no le quedó más que ratificar la decisión del alumnado. No era para menos. 279 contra 35. Era una abrumadora diferencia. Por el otro contendiente solo se manifestaron los compañeros de su curso. El resto lo hizo por mí.
Cuando nos dirigíamos a la sala para continuar la jornada, Emilio, sigilosamente, se acercó y me dijo.
-¨Prepárate. mi querida Pirucha».-
Intrigado, le pregunté qué significaba eso.
-«Vas a tener que demostrar que eres el mejor compañero de la escuela».
-¿Qué? repliqué. Lo miré extrañado.
-«Los que te eligieron saben que eres la putita Pirucha y prestas el poto. Así que tendrás que darles ese gusto. Tendrán que gozar de tu culito.»
Emilio no había guardado el secreto y sus amigos se habían enterado de mi afición que se traducía en la expresión «prestar el poto». La Pirucha presta el poto… se había corrido por quienes se desplegaron en la decisión de mi elección y ahora debía corresponder a esa muestra de popularidad.
En el recreo siguiente, Emilio me cogió del brazo y me llevó al baño. Había una buena cantidad de estudiantes de los cursos superiores resguardando la entrada e impidiendo que entraran chicos de los cursos inferiores. Luego me llevó a la última cabina y me bajó los pantalones hasta la rodilla y procedió a dejarme inclinado en la taza del WC con el culo al aire…
No niego que una suerte de excitación unida a cierto temor me invadió. Mi culo empezó a contraerse y abrirse sin que lo pudiera controlar. Sentí como mi verguita se erectaba…
En la puerta, Emilio elegía a quienes me usarían. Tú, tu. No tú no. Fueron 7 y a los demás les dijo que esa tarde sería en el río que atravesaba el pueblo la continuación de la culiada.
De solo pensar en lo que ocurriría esa tarde en el río me subió la calentura y estuve dispuesto a recibir a los siete que me harían sentir que realmente era una putitaa la que se podía coger.
Me salvó la campana cuando el último de los siete introducía su verga dura en mi culoque chorreaba el semen de quienes ya me habían culiado.
Emilio se acercó y me ayudó a limpiarme y vestirme.
-«A la tarde en el río te van a culiar los demás».
Terminó la jornada y me fui a la casa a almorzar y prepararme para lo que vendría después esa tarde en que no había clases y podíamos ir al río a bañarnos y jugar… Esta vez era una culiada en grupo y la putita era yo, la querida Pirucha.
***
En una próxima entrega, les contaré qué pasó esa tarde con lujo de detalles y una breve introducción de la forma cómo el cura me hizo putita.
Gracias a los que me escribieron y me dieron su opinión y tal como les dije va la continuación del relato y en preparación el del nuevo encuentro en el río que espetó les resulte más cachondo porque será con mucho morbo y detalles explícitos.
Les adelanto que será el cierre de la historia de la putita Pirucha. Hay otros relatos que quiero contar tan cachondos como este.
Los que quieran darme sus impresiones o deseos, pueden enviarlas a mi mail.
Hermoso relato. Continúa.
«Prestar el poto» ¡Viva Chile mierda! Puta madre que quede caliente con la ricas culeadas que te pegaron rica Pirucha. Ya es tarde. Veré si mi animo a leer un 3er relato.