Mi segunda verga: la antesala a mi primera doble (1a parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por RodrigoMH.
El sábado siguiente habíamos quedado de vernos, me quedaría en su departamento y tendríamos toda una noche para ambos.
Iba demasiado feliz a nuestro encuentro, cada vez nos veíamos más seguido y ni habíamos mencionado la idea del trío durante nuestras conversaciones en la semana.
Quería darle una sorpresa, por lo que recorrí todo Santiago en busca de un jockstrap, que entonces eran muy difíciles de conseguir, más aún a mi edad.
Llegué como siempre a su departamento, con mi nueva prenda en color blanco, listo para dejar a su disposición ese “culito tierno” como lo llamaba.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando luego de tocar el timbre abrió la puerta Joaquín, un amigo que había conocido un año antes en aquella salida a la playa donde mi tío me había quitado la virginidad.
Era hijo de uno de los colegas de Ricardo, 4 años mayor que yo: había hecho el servicio militar y ya había ingresado a la Escuela de Oficiales del Ejército.
Yo lo recordaba perfectamente, era un churro guapísimo, un año atrás nos habíamos llevado muy bien, medía 185, su espalda ahora estaba mucho más ancha, su piel blanca lucía un bronceado hermoso.
Vestía sólo una sudadera blanca y un short azul corto ajustado, que favorecía cada uno de sus definidos músculos.
La luz de sol de atardecer que se colaba por la ventana del balcón daba a sus lindas y masculinas facciones, al igual que a la sonrisa con la que me recibió, un aura de actor de cine: era verdaderamente guapo y masculino.
A pesar de todo lo anterior, no despertó ninguna emoción en mí, no pude verlo más que con ojos de celos y rabia.
Recuerdo que sentí una angustia horrible, quería llorar de rabia cuando se vinieron a mi cabeza mil imágenes de él y Ricardo follando: esos cuerpos de machos juntos y gozando el uno del otro ¿Qué podía hacer yo mucho más bajo, delgado y con cuerpo adolescente aún?
-¡Tanto tiempo Rodrigo! ¿No vas a pasar?- dijo con su ronca y amigable voz, mientras yo, a punto de estallar de ira, no atinaba a reaccionar.
-¿Estás bien, sucede algo?- Cogió mi mano y me jaló al interior del departamento –Ricardo salió a comprar para la cena.
Debe estar por llegar, salió hace un rato y dijo que no demoraba.
Me costó dar con la dirección, nunca había venido por acá… ¡Rodrigo! vamos, ¿Qué te pasa?- Logré volver a mis cabales y decidí actuar normal, o lo más normal que pudiera.
–Disculpa Joaco, no sabía que estarías acá, ¡qué sorpresa!- aunque por dentro me imaginé arrojándolo desde el 10° piso en el que nos encontrábamos.
–Supe que estabas en el sur ¿Cuándo volviste?- pregunté.
–Estoy de visita por acá, una semana libre ¡Nos dan duro en la Escuela!- rió.
–Vine a visitar a mis padres.
Ricardo, que estaba ayer en casa, me dijo que viniera hoy, que estarías tú y que podíamos compartir.
Recordó que nos llevamos bien ese fin de semana en la playa, feliz acepté.
Pero… ¿Estás bien? Te siento extraño- No quería demostrarme débil o descontrolado, por lo que lo tranquilicé, me excusé con algunos problemas en el colegio que había tenido, que disculpara mi reacción.
Simulé una sonrisa y traté de seguir una conversación, tenía mil ideas en mi cabeza y rabia aún.
En eso Ricardo me envió un mensaje: “Bebé tuve un problema y tuve que volar al trabajo.
Lo soluciono rápido y vuelvo.
Estará Joaquín en casa, diviértanse mientras llego, besos”.
“Diviértanse” Esa palabrita me molestó aún más, -como se han divertido ellos juntos- pensé.
Decidido a irme estaba inventando una excusa a Joaquín, cogiendo mi mochila y volteándome para ir en dirección de la puerta cuando me toma por la cintura con fuerza y jalándome hacía él me dice cerca al oído: -Ahora que veo la ropa interior que llevas me doy cuenta del motivo de tu molestia, pero no quiero incomodarte, puedo guardar el secreto que tienes con tu tío perfectamente, no voy a entrometerme ni a causarles problemas- Sentí como se erizaban todos mis vellos: sus grandes manos y esa voz tan grave y viril por fin lograron prenderme.
–Además no debes porqué sentir celos- dijo mientras me soltaba –Soy activo 100% igual que tu tío, jamás resultó nada más que algunos juegos entre nosotros y, además, no es mi tipo- dijo con esa sonrisa encantadora que tiene –Me gustan bajos y menuditos- Y soltó una gran carcajada –Vamos Rodrigo, relájate, en serio.
Siéntate y conversemos como lo hacíamos antes.
Si llega Ricardo y estás aún incómodo me voy, no seas pendejo.
Vine solo para verte, ese fin de semana siempre estábamos en grupo, nunca tuvimos tiempo para conocernos más, y debo reconocer que me gustaste mucho- Volvió a reír y yo sentí como me ruborizaba.
Sentía que había perdido el control de la situación y ello me molestaba, pero a la vez me gustó que alguien tan guapo y simpático me dijera eso.
Hasta entonces solo había tenido sentimientos para Ricardo y no había experimentado nada con otro hombre, la situación me descolocaba por completo.
–Te queda bien el blanco- dijo señalando el elástico que se asomaba sobre mi pantalón y que no me había dado cuenta se veía, volvió a reír y yo le devolví una sonrisa mientras me acomodaba la polera y cubría lo que asomaba de mi “gran sorpresa” para Ricardo.
Decidí quedarme, pero no sabía que hacer o decir, Joaquín actuaba muy normal, y eso me intimidaba agradablemente.
–El año pasado noté que eras gay, pero te veías tan niño e inocente- sonrió –Eres un chico muy lindo, en serio.
Pero ahora te ves más grande, cambió tu mirada ¿Hace cuánto follas con tu tío?- Tenía una manera tan natural y agradable al conversar que encantaba, por lo que luego de unos minutos ya me tenía conquistado.
Compartimos historias, reímos mucho y el tiempo fue pasando, de mi incomodidad y rabia ni me acordaba hasta que sonó mi celular, Ricardo mensajeaba de nuevo: “Bb, lo siento, estoy acá aún, fue una urgencia de mi jefe.
Creo que llego en 2hrs.
Beban del bar sin problema, sabes que estás en tu casa.
Besos”.
–Es Ricardo, tiene para un buen rato dice- le comenté.
–Qué bueno oír eso- me respondió.
Se acercó a mí en el sofá –Lo siento, pero no aguanto las ganas- dijo mientras con sus grandes manos me tomó suavemente del cuello, acarició mis mejillas con sus pulgares y me jaló con fuerza y delicadeza a la vez hacia él.
Me clavé en sus ojos color miel, noté como sus pómulos se sonrojaban y vi acercarse unos labios húmedos y perfectos hacía mí.
Al rozar los míos sentí un choque eléctrico en todo mi cuerpo.
Me besaba suavemente, escuchaba su respiración mientras seguía sosteniéndome con fuerza.
Yo respondí a ese beso mágico, que entonces solo podía comparar con los de Ricardo: siempre lo hacía con fuerza, de manera bruta y viril, eso me encantaba, no lo niego, pero esto era totalmente nuevo para mí.
Joaquín era diferente, mucho más joven, sin barba, besaba con suavidad y determinación a la vez.
Era el segundo hombre que besaba en la vida y me volvió completamente loco: su piel era exquisita, la manera que tenía de mover la lengua, estaba en las nubes.
Mordió mi labio con delicadeza y me miró fijamente y fue cuando sentí mi verga humedecerse y me excité de sobremanera.
Mostró su sonrisa perfecta, me tomó y me sentó sobre él: no hice más que apoyar mi culo, para en el acto dar un salto, recién reparaba en su paquete ¡Era enorme! –Lo siento, no puedo controlarme- dijo riendo –Llevo un año esperando esto- Miré hacia abajo por el lado y vi como la punta de su vergota se asomaba por debajo del short, era muy larga pensé, más que la de Ricardo (imposible evitar comparaciones entonces, si había sido el mi único hombre).
Joaquín me abrazó y siguió besándome de manera espectacular, yo ya me había calentado enormemente y me sentía fuera de control.
Jamás me había imaginado con un chico tan guapo.
Cuando nos conocimos, yo solo pensaba en mi tío, jamás le había mirado con ojos más allá de la amistad y ahora que lo tenía allí, con mi culo a rozando su paquetote, mi mundo daba vueltas.
Luego de varios minutos besándonos, comenzó a moverse punteando mi culo.
Yo respondí de inmediato cabalgando suavemente sobre él y sincronizando movimientos.
Nuestras respiraciones se aceleraban ruidosamente y el calor ya no se soportaba.
Cogí su sudadera y se la quité, él hizo lo mismo con mi polera.
Tenía ante mí ese espectáculo humano, una escultura renacentista: pectorales y abdominales perfectamente definidos.
Aún me recuerdo recorriendo cada una de las líneas que dibujaban sus músculos, que no eran sobredesarrollados, estaban en una proporción perfecta para sus 20 años.
No aguanté y comencé a besarlo completo: recorrí su cuello y mordí suavemente en él, de inmediato dio un espasmo y se aferró a mí con fuerza, sentí un placer enorme por estar descubriendo sus zonas erógenas con facilidad.
Cogió mis caderas con más fuerza y restregó su pelvis contra mi culo –Quítate el pantalón ¿ya?- dijo me manera tierna y caliente.
Recién entonces me acordé de Ricardo y el jockstrap que traía puesto para él.
Tenía un revoltijo de emociones y sensaciones, sentí que lo engañaba.
¡A la mierda! Él había dispuesto de todo para que pasara así, él había salido con lo del trío y querer compartirme (pensé inmaduramente).
Me pusé de pie, Joaquín me miraba con deseo.
Desabrochó mi pantalón y bajó el cierre, con suavidad bajó el pantalón mientras seguía sentado, me lo quité y me recorrió con una mirada fogosa.
Luego tomó mi cintura y recorrió con su mano derecha mi cuerpo desde el cuello hasta el elástico blanco de mi jockstrap, todo eso me tenía caliente a más no poder –Tienes un cuerpo riquísimo nene, me encantas- Yo no podía creer lo que escucha: él, todo un churrazo, un chico exquisito y varonil, deseaba y gustaba de mi cuerpo adolescente.
Mi pija quería arrancar y explotar, él notó como bombeaba y agarró mi paquete con dulzura –Parece que también te gusto, estás mojadísimo… permiso- y se llevó mi paquete a su boca, yo no daba más de placer, no creía nada de lo que pasaba mientras él succionaba con suavidad mi verga por sobre la tela blanca.
Luego agarró mis nalgas con ambas manos y me apretó contra él con dos sacudidas fuertes que me llevaron a punto de tener un orgasmo, la sensación fue espectacular, nunca había experimentado algo así.
Se puso de pie y me beso con fuerza (es difícil de describir la fuerza y suavidad con la que lo hacía a la vez) –Al fin eres mío- dijo mientras aproveché de soltar el cordón de su short y bajarlo con rapidez.
Su verga saltó como un resorte y apuntó directo a mí, mi sorpresa y deseo fueron mayúsculos, una pija hermosa, de verdad: el color de su piel estaba en el tono claro del resto de su cuerpo, unas venas se marcaban sutilmente y el glande era perfectamente proporcional a su tronco, parecía tallada a mano, como la verga que cualquiera hubiera deseado poseer (hoy tengo 29 años y después de haber probado sinnúmero de pijas, sigo pensando igual), unos pocos vellos claros que mantenía cortos permitían apreciarla en su esplendor.
No era tan gruesa como la de Ricardo (esa si era gruesa y cabezona) pero sí más larga: 23cm medí en una oportunidad posterior.
¡Era un hombre perfecto! Me rendí y caí de rodillas, con la punta de mi lengua cogí esas primeras gotas de ambrosía preseminal que estaban a punto de perderse en el suelo.
Uno hilo de ella unió unos centímetros mi lengua a su glande, hasta que expulsó otras gotas con un suave gemido de extremo placer.
Me apresuré a recogerlo y comencé a jugar con mi lengua y labios en su glande.
Me tomó con sutileza por el mentón mientras se balanceaba con suavidad para ingresar a mi boca.
Sus gemidos se aceleraban y acrecentaban mi placer: comencé a sentir como ingresaban y se arrastraban por mi lengua cada uno de esos 23 centímetros de carne apetitosa.
Entraba y salía, entraba y salía a una velocidad que aceleraba de a poco, yo solo escuchaba sus cada vez más fuertes gemidos mirando su cara de placer, siempre que podía me sonría, para luego morder sus labios, llevar atrás su cabeza y gemir con más fuerza.
Era demasiado atento conmigo, estaba pendiente a cada uno de mis movimientos y antes de hacer cualquier cambio, se preocupaba de mi comodidad.
Cuando llegó al fondo de mi cavidad oral, y quedando aún algunos centímetros fuera de mi boca, comenzó a embestir con cada vez más fuerza y siempre atento a mis reacciones, bufaba de placer, yo lo dejaba que golpeara con fuerza, quería tragarla entera y hacerlo llegar al éxtasis.
Cuando en esa posición noté que no podría entrar más, la saqué de mi boca me puse de pie y lo besé con locura mientras me abrazaba y acariciaba -¡Qué rico culo!- dijo mientras lo apretaba con fuerza.
Aproveché para tumbarlo en el sofá y me monté hacia atrás en 69, paré mi cola y arqueé mi espalda lo más que pude dejando a su contemplación mi culo lampiño y blanco –WOW- exclamó -¡Qué rico bebé!- Solo Ricardo me llamaba así, por lo que sentí cierto cargo de conciencia, pero qué importaba, no podía echar pie atrás.
De pronto sentí su lengua en mi culo y me estremecí de goce, con sus manos abría mis nalgas mientras recorría con ímpetu mi hoyo.
No me contuve más y llevé su verga hasta lo más profundo de mi garganta de una sola arremetida, llegué con mis labios hasta la base del tronco y lo mantuve ahí varios segundos, su olor a hombre aún lo guardo en mi memoria.
Escuché un tremendo grito de placer ahogado entre mis nalgas, luego gemido tras gemido me di cuenta de cómo estaba disfrutando.
Me sentí increíble al ser capaz de entregar tanto placer a un hombre tan guapo, por lo que comencé a moverme para que su glande recorriera cada rincón de mi garganta.
La pija de Ricardo no llegaba tan profundo siendo tan gruesa, por lo que fue un tremendo trabajo para mí mantener este trozo de carne de 23cm en mi boca.
Cada vez que llevaba al fondo su glande, Joaquín se retorcía de placer al gemir, lo desconcentraba, pero eso me estimulaba aún más.
Él volvía a arremeter con su lengua abriendo mi culo y cuando introducía su lengua, yo tragaba con cada vez más fuerza su pene, llegando un punto en que trague tan adentro y moví mi cabeza con tal gracia que sentí como arañó una de mis nalgas, lo que me hizo sacar su verga de mi boca y gritar de placer.
Nos mantuvimos en ese ritmo un buen tiempo, hasta que intentó detenerme –Me voy a correr- dijo, lo que me motivó a mantenerla bien profundo.
Él sacó mi verga y se la llevó a la boca, yo ya iba a explotar de placer, jugó con su lengua y succionaba mi pija con una maestría que jamás había experimentado.
Sentí los espasmos de su cuerpo y su glande a punto de explotar y presionando las paredes de mi garganta, una…dos…tres veces hasta que sentí el primer gran chorro de leche mientras veía sus hermosas y grandes bolas rosadas contraerse en su escroto.
Ese cúmulo de imágenes y sensaciones, junto a su tercer disparo de semen en mi garganta me hicieron correrme en su boca.
Era primera vez que acababa en la boca de alguien y debo reconocer que es una experiencia mágica.
Joaquín succionaba y extraía hasta mi última gota mientras yo tenía mi boca llena de su verga y de su leche tibia.
Ha sido uno de mis orgasmos más recordados.
Entonces vino el remate de oro: Me tomó y me dio vuelta y comenzamos a besarnos intercambiando nuestros fluidos.
Eso era lo más maravilloso que se puede sentir.
Yo siempre lo hacía, pero debo reconocer que Ricardo no tenía ese sabor frutal que sí poseía el semen de Joaquín, siendo uno de los más exquisitos que he probado.
Luego de risas y abrazos apasionados, de las felicitaciones que recibí por como lo mamaba, escuchamos: -Lo han pasado bien al parecer- desde el umbral de la puerta.
Era Ricardo que con una risa cachonda pasaba la lengua por sus labios.
Lo que vendría fue mucho más espectacular.
¡Mi primer trío y penetración doble!
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