Mi Sobrino Carlitos (partes 4, 5 y epílogo). Final.
Después de 5 años de no podernos embarazar, mi esposa y yo buscamos ayuda de mi sobrino adolescente. Final (partes 4, 5 y epílogo).
NOTA: Este es el final de la historia. Para entenderlo mejor, recomiendo leer las partes 1 a la 3 publicadas en este mismo sitio. ¡Espero que lo disfruten tanto Uds. al leerlo como yo al escribirlo!
Capítulo 4.
El resto del día transcurrió con normalidad: jugamos todos un rato en la alberca y en el jardín, mi hermano Carlos y yo reparamos algunas cosas de la casa, y luego los 3 varones encendimos el asador mientras las señoras prepararon la ensalada y el postre. Disfrutamos una deliciosa parrillada con cervezas, mi hermano Carlos me dio autorización para compartir una cerveza con Carlitos, a pesar de que era menor de edad. Después de una buena comida y un delicioso postre preparado por las chicas, Laura y yo regresamos a nuestra cabaña a dormir la siesta.
Ahí en cama, los 2 solos, le platiqué mis “aventuras” con Carlitos en la bodega, describiéndole el rico pene de mi sobrino, pero sobre todo su intensa y copiosa eyaculación, ideal para preñarla y darnos el hijo que tanto deseábamos. Además, le platiqué que el morro era virgen, por lo que no había ningún riesgo de enfermedades de transmisión sexual.
Estábamos en eso, cuando el teléfono de Laura sonó con un tono que ya conocíamos muy bien: su app del ciclo menstrual estaba informándonos que era el momento de su ovulación. Desde que empezamos los tratamientos para concebir, algunos años atrás, instalamos esa aplicación que nos informaba el mejor momento para tener relaciones y poder embarazarse. A partir de esa alarma, teníamos una ventana de 48 horas. Y aunque el Dr. ya nos había dicho que no era posible, debido a mi bajo conteo de espermatozoides, Laura aún tenía la aplicación instalada. Así que le dije:
— ¿Reconoces ese tono, mi amor? —
— ¡Claro!— afirmó ella, con un leve dejo de tristeza — Es mi momento de mayor fertilidad.
— ¡Exacto!— confirmé yo. — Así que, si quieres seguir con el plan, hoy sería el día ideal para que Carlitos te preñe, o tendríamos que esperar otro mes.
— Pues si, pero… — volvió a dudar un poco.
— Creo que debemos aprovechar la oportunidad, Carlitos está más que dispuesto, y podríamos hacerlo esta misma noche.
— OK — aceptó ella. — Pero sólo tengo una condición.
— ¿Dime? — le pregunté. — ¡Lo que tu quieras!
— No quiero hacerlo sola. Quiero que tu, como mi esposo, también participes. Es nuestro hijo, y no quiero que tu te quedes fuera. — me solicitó.
— ¡Me parece más que perfecto! — le confirmé, emocionado. — Nomás que para que no se asuste el muchacho, ¿Qué te parece si empiezan Uds. dos, y ya que lo tengas bien caliente, llego yo?
— Excelente idea — respondió Laura, mirándome tiernamente a los ojos. — ¡Hagámoslo esta noche!
— OK, descansemos entonces un rato, para estar fuertes y despejados… — Le dije, abrazándola para quedarnos durmiendo nuestra siesta.
Y así, después de la buena comida y la pequeña charla, nos quedamos dormidos como una hora. Ya luego salimos de nuevo al jardín, un chapuzón en la alberca (donde ya estaban los demás) para refrescarnos, y después los 5 nos reunimos en la terraza común para platicar jugar juegos de mesa un rato mientras iba atardeciendo.
En algún momento, Carlitos se levantó a la barra a servirse más refresco, y aproveché para levantarme yo también, y mientras los demás seguían distraídos jugando en la mesa, me acerqué a el y le dije en voz baja: “Tu tía te espera en la noche en la cabaña”. Volteó a verme a los ojos, y yo asentí con la cabeza. “No les digas nada a tus papás, tu llega y toca y te estará esperando. ¡No olvides ponerte guapo!”.
Y así quedó arreglada la gran noche.
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Capítulo 5.
El resto de la tarde-noche la pasamos jugando todos en la terraza. Poco antes de las 9 de la noche, Laura y yo les dijimos que estábamos cansados, y nos retiramos a nuestra cabaña. Desde allá escuchamos que Carlos, Carlitos y mi cuñada siguieron jugando un rato, para posteriormente levantar los vasos e irse a su cabaña.
Laura y yo esperamos. Ella se ha vestido con un lindo top de tela de algodón ligera, que resalta su lindo cuerpo, y al no tener sostén abajo, sus ricos pezones se marcan a través de la tela. Abajo viste una faldita ligera, que le llega a media pantorrilla, pero que al sentarse queda ligeramente más arriba, dejando poco a la imaginación. Huele limpia y sutilmente perfumada, pero sin ser molesto. Empezamos a preguntarnos: ¿Irá a venir Carlitos? ¿Se habrá arrepentido a última hora? ¿Será que sus papás no lo dejaron salir? Pasaban los minutos mientras platicábamos y compartíamos nuestras dudas. Fue como a las 10 PM que se escucharon unos tímidos golpes en la puerta: alguien estaba tocando.
Laura se levantó a abrir la puerta: era Carlitos, vestido con unas bermudas, y una camisa de algodón abotonada al frente, con los 2 botones superiores abiertos, mostrando su pecho aún lampiño. Se veía que acababa de bañarse y traía su cabello rubio bien peinadito, como “niño bueno”. Olía como su papá, lo cual me hizo pensar que había usado un poco de la loción de mi hermano.
Mi esposa no pierde el tiempo, y alegremente le dice: — Wow, Carlitos, ¡qué guapo te ves! ¡Pásale! —. Veo que el jovencito se ha ruborizado un poco con el cumplido de su tía. — Ven, siéntate, no te quedes ahí parado — le dice, señalando con la mirada el sillón. El joven se sienta, mientras Laura va a la nevera, saca un cooler y se lo ofrece al adolescente: —Toma, para que te refresques.— Ella sabe que un poco de alcohol puede ayudar a que el joven se desinhiba. Observo que ella se sienta al lado del muchacho, me mira a los ojos, y entiendo que es el momento de retirarme.
— Ahora vuelvo, voy por algo de tomar — les digo, y salgo de la cabaña, dejándolos solos.
— Ven, ponte cómodo — escucho a Laura decirle a su sobrino, e imagino que lo está ayudando a quitarse la camisa. Yo me alejo lentamente hacia la terraza/cobertizo donde está el asador, saco un whisky de abajo de la barra, un vaso, tomo unos hielos del refrigerador, y me lo sirvo un en las rocas, dando tiempo a que Laura vaya “preparando” al muchacho.
Después de tomar relajadamente 2 o 3 sorbos de mi bebida, camino lentamente de regreso a la cabaña. Alcanzo a escuchar que Laura ya llevó a Carlitos a la recámara. Mi mujer dejó abierto el vidrio de la ventana, dejando cerrado únicamente el mosquitero. Observo que apagó la luz principal y sólo dejó encendida la lámpara del buró, lo cual permite ver de afuera hacia adentro, pero no al revés. Así, me acerco a ver por la ventana, sabiendo que ellos no pueden verme. Ya ambos están desnudos de la cintura para arriba, sentados en la orilla de la cama. Ella tiene los senos al aire, y alcanzo a ver sus pezones erectos, mostrando que ya está excitada. Carlitos está chupando una de sus tetas, mientras ella gime de placer y lo va guiando: “Así, así, ¡qué rico! … Ahora chúpame la otra”, mientras le ofrece el otro pezón. “Pon tu mano aquí, acaríciame”, mostrándole al muchacho como acariciar uno de sus senos con la mano mientras chupa el otro con la boca. “Ahhh, asi, ¡asi! … Lo estás haciendo muy bien”, lo sigue animando Laura. Ella acaricia la pierna del adolescente, subiendo poco a poco, y empieza a frotar su erección por arriba de la ropa. El muchacho se estremece de placer, mientras sigue acariciando y mamando las tetas de su tía. Carlitos usa sus manos, su boca y su lengua para explorar esos pechos con los que tanto ha soñado, por los que tantas veces se ha masturbado, mientras Laura, en completo éxtasis, acaricia la dura verga del muchacho por encima de la ropa. Al verlos así, totalmente extasiados, me doy cuenta que es momento de “interrumpirlos”, antes de que Carlitos se vaya a descargar ahí, echando a perder nuestros planes de preñar a su tía…
Así, me dirijo a la puerta de la cabaña, que está entreabierta. Entro sin hacer ruido y veo que Laura dejó la puerta de la recámara abierta, así que desde la salita alcanzo a verlos. Me acerco a la puerta, y con voz fingidamente molesta, les digo: “¡Hey! ¿por qué no me esperaron? ¿Por qué empezaron sin mi?” Ellos interrumpen las acciones, y Laura, con la voz excitada, me responde: “Ay, amor, me dejas sola con este hermoso machito, ¿qué querías que hiciera? … Además, ¡tardaste mucho!”
— Bueno, ya estoy aquí… ¿por qué no nos ponemos totalmente cómodos? — les digo, mientras empiezo a desvestirme.
Laura se pone de pie frente a Carlitos, y empieza a quitarse primero la falda, y luego a bajarse la pantaleta. Los ojos del adolescente se quedan pegados, mirando fijamente la panocha peluda de su tía. Ella trae el vello recortado elegantemente en un triángulo, resaltando su feminidad. Mi mujer se desnuda totalmente, y se frota un poco su vulva ya húmeda. El muchacho sigue totalmente estático, sin saber que hacer… sin desviar ni tantito la mirada.
— ¡Hey! ¿Necesitas ayuda o tu mismo te desvistes? — le digo al jovencito de forma traviesa.
— No, tío… yo puedo — responde tímidamente mi sobrino, mientras se pone de pie, frente a su tía. Sin embargo, antes de que pueda desnudarse, Laura lo abraza de frente, y empieza a besarlo en la boca. Carlitos le recibe el beso, y empieza a besarla también, primero torpemente. Es claro que nunca había besado a nadie en la boca. Laura lo abraza, apretando su cuerpo contra el machito, pecho con pecho. Yo me acerco por detrás del muchacho, y lo ayudo a quitarse la bermuda y la trusa, aprovechando para acariciar “accidentalmente” las nalgas del morrito mientras él está aprendiendo a besar a su tía. Al quitarle la trusa, su erección quedó libre, pegada a la vulva de ella. Ya estaban ambos totalmente desnudos. Yo también terminé de desnudarme mientras ellos se besaban y frotaban sus cuerpos.
— Bueno, cabrón — le dije a Carlitos — es hora que aprendas a satisfacer a una mujer. —Ven, amor, acuéstate— le dije a Laura.
Y así, Laura se acostó boca arriba, con sus rodillas dobladas y sus piernas abiertas, dejando completamente expuesta su vulva peluda.
Entonces guié a Carlitos hacia ella: — Anda, vas, ¡empieza a chupar la panochita de tu tía! Bésale la rajita, ve explorándola con tu lengua…. así, sin miedo.
Laura gemía en éxtasis, mientras el adolescente iba aprendiendo el arte del cunnilingus. Primero empezó tímidamente, pero al sentir las reacciones de Laura, poco a poco se fue animando a explorar más, a experimentar.
— Saboréala— continué yo, guiándolo. — Prueba sus jugos. Sigue usando tu lengua, métela más. ¡Sin miedo!
Mi mujer se estremecía de placer, lista para su primer orgasmo de la noche…
— Ahora ve subiendo por la rajita, lentamente, encuentra su clítoris, lo vas a sentir como una bolita dura…
Carlitos seguía fielmente mis instrucciones, cuando de repente, Laura soltó un gemido más intenso, y supe que en ese momento la lengua del muchacho había encontrado su objetivo. El también se dio cuenta, y en lugar de seguir explorando, dedicó todas las atenciones de su lengua y boca al clítoris de Laura. Ella cerró los ojos y se estremecía de placer, sus mano apretaba las sábanas. Con la otra manos jalaba la cabeza del adolescente, tratando de pegarla aún más a su cuerpo, hasta en de repente, arqueó su cuerpo hacia arriba, y con un intenso grito, mi esposa tuvo su primer orgasmo a manos del adolescente. Los fluidos de su vagina mojaron la cara de Carlitos, que me volteó a ver sorprendido. Yo le devolví la mirada, afirmando y sonriendo, para felicitarlo por el buen trabajo que estaba haciendo:
— ¡Muy bien, cabrón, muy bien! — le dije, mientras él me miraba orgullosamente con sus hermosos ojos azules. — Ya la tienes lista. Ahora ve subiendo, besa su ombligo, mete tu lengua… ve lamiendo su abdomen… Mete tus brazos abajo de sus piernas y levántalas, ve acercando tu verga a su panocha.
Y así Carlitos fue levantando las piernas de Laura con sus fuertes brazos tonificados por el tenis y la natación, mientras acercaba su duro pene a la vulva de mi esposa. Vi como intentaba -de forma torpe por la inexperiencia- encontrar con su verga la entrada de la vagina de ella, sin conseguirlo. Entonces me acerqué, tome su duro miembro, y después de usarlo unos segundos para frotar con él el clitoris de Laura, puse la punta en la entrada de ella y le dije a mi sobrino: “Vas, vas, ¡empuja fuerte!” y de un fuerte empujón, se la dejó ir hasta el fondo.
Laura gimió y grito al recibir la fuerte penetración.
— ¿Te lastimé, tía? — dijo mi sobrino algo preocupado.
— Está bien, está bien— dijo ella entre gemidos. —Es que la tienes un poco grande y no estoy acostumbrada. Quédate ahí sin moverte tantito, para que me acostumbre.
El adolescente esperó unos segundos, pero su brama era demasiada, así que poco a poco empezó a moverse, sacando lentamente su verga de la vagina de Laura, y volviéndola a empujar hasta dentro. Ella soltaba un leve gemidito cada vez que el rico pene de su sobrino entraba. Poco a poco, el joven fue tomando ritmo, mientras mi mujer acariciaba su pecho, pellizcaba sus pequeños pezoncitos, acariciaba su espalda. Luego ella rodeó con sus piernas al muchacho, para evitar que se saliera.
Así, poco a poco fue despertando el instinto animal de Carlitos, y empezó a cogerse a su tía como si no hubiera un mañana: ambos gemían y gruñían como animales en celo, entregados a los placeres de la carne. Ya no eran hombre y mujer: ahora eran macho y hembra, en esa rutina de apareamiento que ha servido para perpetuar nuestra especie por miles de años. El machito sometiendo a la hembra, haciéndola suya, penetrándola apasionadamente con todas sus fuerzas.
Entonces, vi que el adolescente empezaba a voltear hacia arriba, a entrecerrar los ojos, como lo había hecho unas horas antes en la bodega. Vi como sus testículos empezaban a subir, a retraerse, y supe que su orgasmo era inminente. Así que me acerqué, y con 2 dedos de mi mano empecé a frotar la vulva de mi mujer, usándolos para estimular su clítoris. Apenas llevaba unos pocos movimientos, cuando Laura empezó a venirse, entre gritos y gemidos. Todo su cuerpo se estremecía, mientras apretaba más al muchacho con sus piernas y brazos, enterrando sus uñas en la espalda del jovencito. Sentir a su tía venirse y las contracciones de la vagina en su verga, hizo que el muchacho perdiera todo el control, y empezara a correrse dentro de ella. Su instinto de macho hizo que al venirse empujara su miembro hasta el fondo con cada disparo, dejando su fértil esperma hasta el fondo de la vagina de Laura que, al estar ovulando, estaba lista para recibirlo. Mi mano aún seguía masajeando el clítoris de mi esposa, pero ver el orgasmo simultáneo de los 2, hizo que yo también eyaculara, sin tocarme, haciendo que mi semen cayera en el abdomen y pecho de ella.
De ahí en adelante, todo es confuso. Era tanta la intensidad erótica del momento, que mi cerebro no pudo procesarla totalmente. Sólo me quedan algunas memorias de esa noche:
Recuerdo que en algún momento, Laura y yo hacíamos un 69, acostados de lado. Ella mamaba mi pene mientras yo mamaba su vulva. Al mismo tiempo, Carlitos la ensartaba vaginalmente por atrás. Yo saboreaba los jugos de Laura, y mientras lamía su vulva, también lamía la base del pene de mi sobrino. Podía oler al mismo tiempo la vagina de mi esposa y los huevos de mi sobrino. No me aguanté la tentación de acariciárselos mientras bombeaba a su tía en esa nueva posición. Laura tenía un orgasmo tras otro, totalmente entregada a sus 2 hombres, disfrutando 2 penes por primera vez: el de Carlitos en su panocha, y el mío en su boca. En algún momento el adolescente empezó a venirse de nuevo, depositando una nueva descarga de semen en el interior de su tía, mientras yo veía las contracciones de su rica verga a unos centímetros de mi nariz…
Creo recordar que después de eso, Laura se separó y me dijo: “Ahora te quiero a ti dentro de mí, amor”. Se puso boca arriba, con sus piernas totalmente abiertas, al igual que sus labios vaginales. Alcancé a ver algo del semen de Carlitos escurriendo, mezclado con el jugo de ella. Conociendo yo su cuerpo perfectamente después de 5 años de matrimonio, inmediatamente la acomodé con sus piernas en mis hombros, y sin mayor preámbulo, la penetré y empecé a bombearla fuerte. Estaba yo dándole a mi mujer, cuando siento que Carlitos acerca su pene aún erecto (¡benditos 15 años!) a mi boca. Al haber sentido antes que acariciaba sus huevos y lamía el tronco de su pene mientras penetraba a mi esposa, entendió que yo no tenía inhibiciones, así que ya sin pena, puso su glande en mi boca, tratando de entrar. Yo nunca había chupado una verga, y al ver su tamaño y grosor, supe que no estaba preparado para recibirla toda, así que mejor empecé a masturbarlo, y a estimular el glande con mi lengua, lamiendo el frenillo, jalando su rico pene mientras al mismo tiempo penetraba a mi mujer. Laura disfrutaba viendo como jugaba con la verga de Carlitos mientras yo la estaba cogiendo… hasta que no pude más y me vine dentro de ella, mezclando mi semen con el que le había dejado antes el adolescente. Una vez descargado, me dediqué totalmente a chaquetear y lamer la verga de mi sobrino, hasta que, por tercera vez en esa noche -y cuarta vez en el día- el muchacho eyaculó en mi boca. Sus chorros no fueron ya tan intensos, así que pude recibirlos totalmente en mi boca, saboreando su gusto agridulce.
Epílogo.
De ahí ya no recuerdo más… En verdad no se cuántas cosas más hicimos. Supongo que en algún momento nos quedamos dormidos los 3 en la cama, agotados. Mi siguiente recuerdo fue que desperté como a las 7 AM por el sonido de las aves. Me di cuenta que Carlitos ya no estaba, supongo que en algún momento de la noche se regresó a la cabaña de sus papás a dormir. Laura estaba profundamente dormida, relajada y agotada después de todos los orgasmos de la noche anterior. Los 2 estábamos completamente desnudos. El cuarto aún olía a sexo. Me levanté sigilosamente de la cama, para no despertarla, me puse mi short y playera y salí de la cabaña. Caminé por el jardín hacia la barra, para sacar la cafetera y empezar a preparar café. Momentos después, Carlos mi hermano salió de su cabaña y se dirigió también a la barra.
— La pasaron bien anoche, ¿eh? — me dijo con voz traviesa.
— ¿Cómo?— respondí yo, fingiendo no entender de lo que hablaba.
— Wey, ¡no te hagas pendejo! ¡Si los gritos y gemidos de los 3 se escuchaban hasta nuestra cabaña! — me dijo, riéndose ligeramente.
Yo sentí que los colores se me subían y se me bajaban del rostro, totalmente avergonzado de que mi propio hermano nos haya escuchado tener sexo… ¡y peor aún que estábamos con su hijo de 15 años! No supe ni que contestarle, me quedé callado.
— ¡No te preocupes, cabrón! — me dijo mientras me daba cariñosas palmadas en la espalda. La verdad a Carlitos ya le hacía falta que lo destaparan…
— ¿Destaparan? — respondí yo, confundido.
— Wey, el cabroncito ya tiene 15 años y nunca había cogido… Ya era hora, ¿no crees? — me aclaró. — Además, ¡mejor que sea con alguien de confianza y no con una puta callejera que le pueda contagiar algo!
— Pues si, tienes razón…—
Nunca más volvimos a tocar el tema. El resto del día pasó normalmente, y por la tarde regresamos a la ciudad.
Un mes y medio después, el ginecólogo de Laura nos dio la gran noticia: ¡por fin esperábamos un bebé! 9 meses después llegaba al mundo nuestro hermoso bebé de ojos azules… ¡Igualito a su papá!
FIN
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