Mi Sobrino, Diego II
Carlos se pajea pensando en el culo de su sobrino en el mismo baño en que se iba a duchar hace un rato cuando encuentra su ropa sucia y decide utilizarla para su placer. [Historia ficticia].
Fui apresurado a encerrarme en el mismo baño en el que Diego se iba a duchar antes de darse cuenta de que no había agua, y rápidamente me bajé los pantalones junto a los calzoncillos. Antes de sentarme, me eché un vistazo al espejo frente a mí, y una sonrisa creció en mi rostro al ver la tremenda erección que llevaba. En unos segundos se me había puesto muy dura, tanto que la cabeza se había tornado roja y parecía que iba a explotar.
Me senté sobre la tapa de la taza y empecé a jalarme la polla sin perder más tiempo, apretándome fuerte el tronco y subiendo y bajando velozmente. Con cada estrujón sentía un enorme placer, mientras me imaginaba que lo que apretaba mi polla tiesa era el culito vírgen y estrecho de Diego. Pensaba en cómo se verían sus nalgas bien abiertas, y el interior lo veía siendo de uno o un par de tonos más oscuro que el resto de su piel, tapado de vellos tersos como solían llevarlo los tíos como él, más masculinos, y con su pequeño ano que solo había aprendido a usarlo para cagar, al que le enseñaría cómo dejarse follar. Me imaginaba cómo gritaría con mi polla dentro, por mis estocadas cada vez más fuertes y profundas, con esa voz suya que cada vez era más grave, entre adolorido y sumamente excitado, y la polla me daba saltos. Estaba disfrutando de una de las mejores pajas que me había hecho jamás, solo comparada con aquella en honor a cómo se veía de sexy en su graduación.
Y en un momento en el que desvié mi mirada de mi pija, me percaté de que ahí en la esquina a un lado de la puerta seguía estando arrumbada la ropa sucia que Diego se había quitado antes, y sin dudarlo un segundo procedí a estirar mi mano para tomarla. La puse sobre mi regazo, mi polla salía de entre medio de las prendas. No sabía ni qué hacer con ellas, pero tenerlas para mí me estaba poniendo incluso más cachondo.
Entonces levanté su camisa. Pesaba de lo mojada que estaba, pero no largaba mucho olor, así que la aventé a un lado y seguí con los shorts. Estos tenían una mancha oscura en toda la zona que había estado metida por su raja. Acerqué mi nariz y olfateé, no olía mucho pero ese olor a humedad y encerrado era especialmente excitante sabiendo que provenía del interior de su magnífico culo. Volví a masturbarme mientras olía, pero pronto me aburrió y la eché junto a la camisa. Así, ahora me quedaba su ropa interior para disfrutar.
Yo continuaba pajeándome a pesar de que aún no la tocaba. Simplemente verla era una experiencia placentera para mi mente perversa.
Pero no podía tener ahí sus calzoncillos y simplemente mirarlos, por lo que los tomé con una mano mientras con la otra me seguía masturbando y los pegué a mi rostro por la zona del bulto, mojándome con el sudor que contenía la tela azúl oscura, quizás antes clara. Esta vez el olor que inundó mis pulmones fue más intenso, una deliciosa mezcla entre humedad, meo y sémen. Un aroma que me recordó de inmediato a mi propia adolescencia.
Sin lograr aguantarlo más, llegué finalmente al orgasmo, disparando cuatro espesos chorros de mi semilla hacia la pared enfrente mío, mientras trataba como podía de contener los gemidos que se me querían escapar de los labios.
Y en ese instante de éxtasis, la voz de quien me tenía corriéndome en el baño sonó justo afuera de este.
“Eh, tío, pásame la ropa mojada que la dejé ahí tirada”
“Mierda” me quejé en un susurro.
Vaya casualidad que llegara en este preciso momento. Al menos ya había acabado y no me quedaría a medias.
Rápidamente me levanté y me guardé la polla, recogí las prendas que recién había utilizado para mi placer y abrí la puerta para entregárselas.
“Toma” dije de la forma más casual que pude en ese momento.
Lo primero que noté es que ya estaba vestido.
“Gracias. Ah, y perdón por cómo me comporté hace un rato, es que me jode no poder ducharme, me siento sucio” me dijo Diego de vuelta, en un tono que sonaba muy sincero.
“Tranquilo, yo entiendo”
Le di un par de palmadas en la espalda y él me sonrió para luego irse a su habitación.
“Joder” pensé.
Toda la situación me tenía alterado. Entre feliz y confundido. Acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida a costa de invadir la privacidad de mi sobrino, y me sentía fatal, pero a su vez me emocionaba haber conseguido tener tantos acercamientos sexuales con él, de esos con los que había estado fantaseando por años, en un solo día. Me sentía raro, pero de alguna manera también sentía una satisfacción, por lo que me permití contentarme.
Además, Diego seguía sin parecer sospechoso de nada, así que todo estaba bien para mí.
Solté otro profundo suspiro y bajé de vuelta a la sala, donde me fui a echar en el sofá para destensarme por completo.
Y de pronto oía su voz de vuelta.
“Tío, ya ha llegado la cena”
Abrí mis ojos de golpe, y me di cuenta de que me había quedado dormido en la sala.
“Coño, yo nunca me duermo por las tardes” dije con la voz ronca.
“Pues estarías cansado. ¿Has hecho mucho ejercicio?” Preguntó Diego, mostrándose preocupado o interesado, algo que me extrañó por un segundo pero que luego comprendí que debía tratarse de su manera de arreglar lo que me había dicho por lo del agua.
“Eh… sí, debe ser eso” respondí no muy seguro.
“¿La paja cuenta como un ejercicio?” Me pregunté mentalmente, haciéndome sonreír a mí mismo.
“Bueno, ven, ya serví”
Me levanté del sofá y me dirigí al comedor, donde encontré a Diego sentado en un extremo de la mesa, a punto de darle un mordisco a uno de sus pedazos de pizza. Luego voltee hacia mi plato, en el otro extremo, y noté que nos había servido tres pedazos a cada quien. Muy bien.
Me senté en el sitio que él me había elegido, y comencé a comer sin decir más nada. Bueno, ¿había algo que decir? No lo creía.
“Ostras, me acabo de dar cuenta de que nos puse muy lejos. Ya voy” dijo Diego mientras masticaba su segunda mordida.
Después de tragarlo, tomó su plato y se lo llevó hasta un lado mío.
“Aquí está mejor”
No parecía haber razón lógica para moverse. Supuse que simplemente no quería parecer distante.
Unos minutos después, Diego se llevaba su plato.
“Tenías hambre, eh” bromeé riendo.
Él me rió de vuelta.
“Y tú comes muy lento” respondió.
“Pues también es verdad”
Bajé la mirada y vi que aún me quedaba un pedazo de pizza más.
“Oye, tío, estaba pensando y me gustaría hacer algo, estoy muy aburrido” dijo mientras fregaba su plato en la cocina.
“Ah, ¿sí?, ¿como qué?” Pregunté.
“Sí, como salir a jugar futbol” respondió él.
Y en un instante, como si mi mente ya estuviera entrenada, un nuevo plan se ideó en mi cabeza y en este podría tocar su cuerpo.
“Eh… sí, ahora que termine vamos” dije súbitamente emocionado.
“Muy bien” dijo Diego, también sonando contento.
Terminé de comerme ese último trozo lo más rápido que pude y me levanté de la silla apresurado.
“Diego, ve por la pelota”
“Ya estoy”
Volteé detrás mío y ahí estaba él, con su pelota entre sus manos y una tierna sonrisa en su rostro.
“Pues vámonos” dije, y solté el plato sobre el lavamanos.
Continuará…
Excelente relato. Como sigue?
Como sigue? necesito mas.
Como sigue?
Gracias por continuar con el relato, espere con ansias la segunda parte
Gran relato, menuda excitacion y menuda paja me he hecho, me encanta tu forma de escribir. Ojala continúes con la historia.
Como sigue?
Muy buen relato. como sigue?