Mi Tío el Ranchero (5)
Sigo jugando con mi tío y especialmente con mi papá que me enseña el placer de ser penetrado por primera vez.
Mi Tío el Ranchero (5)
Todavía se oían los ruidos de mi tío en el baño. Después de que terminó de secarme, mi papá se sentó junto a mí en la cama, un poco por acompañarme, un poco por descansar también. Y me pregunta en voz baja:
– ¿Cómo te sientes hijo?
– ¡Muy bien papá!
– Baja la voz…
– Ok… Muy bien papá. Muy contento.
– ¿Seguro?
– Seguro papá.
– Bueno, entonces me estoy tranquilo hasta que lleguemos a la casa y podamos platicar largo y tendido sobre todo esto, ¿está bien?
– Está bien papá.
– Bueno, ¿ya te quieres dormir?, ya es algo tarde.
– Sí… pero…
– ¿Pero qué?
– ¿Ahora no me vas a dejar dormir contigo?
Sonrió, me talló la espalda, me da un beso en la sien y me dice: «Ándale pues, vente a mi cama, que la tuya está muy chiquita». Se levantó, caminó hasta los pies de su cama, se puso las sandalias y así, vestido sólo por las sandalias, se fue a la cocina. Me gustó mucho la idea de que anduviera desnudo por la casa y me encantó como se movían de un lado para otro sus huevos colgantes. Los míos nunca colgaban. También desnudo, yo empecé a acomodar su cama que estaba hecha un desmadre. En eso se abrió la puerta del baño y apareció el tío envuelto por la cintura con la toalla, lo que me causó gracia:
– ¡¿Y ahora?!… mi papá y yo encuerados y ¿ahora usted es el único tapado?
– Cállese escuincle, baje la voz. ¿Dónde anda su apá? (cosa que me pareció por demás cómica).
– Fue a la cocina tío, no hay moros en la costa (caminó casi de puntitas hasta su cama y se sentó «recatadamente»… cosa que fue de notarse)
– Oiga, ¿y cómo anda su apá?… ¿trae cara de encabronado?…
– ¡¿Mi papá?!… ¡no para anda!, al contrario, anda contento, hasta me dejó dormir otra vez con él.
– ¡Ah ¿sí?!…
– Ajá
Yo seguí acomodando las sábanas, pero alcancé a notar que le cambió el semblante, de asustado a malicioso otra vez. Y dice, como pensando en voz alta: «Y yo que pensé que había sido por la calentura de la cerveza… mira tú, las sorpresas que se lleva uno». Lo dejé hablar. Cuando terminó, volteé a verlo y le dije:
– ¿Qué?… ¿va a dormir con la toalla enrollada?
– ¿A dormir?… ¿ya nos vamos a dormir?… pero si su papá no terminó… ¡no echó los mocos para fuera!».
Hasta entonces me cayó ese veinte. Era cierto, mi papá andaba «caliente» todavía, pero con ese súper desmadre que nos habíamos echado en el baño, se me había olvidado por completo. Me senté en la cama y me le quedé viendo al tío, expectante, a ver qué más decía. Como no dijo nada, nomás tenía la mirada clavada al suelo, hablé yo:
– ¿Y qué será, que se quede así? (Levantó los hombros y me puso cara de total incertidumbre)
– No sé mijo, ¡y ni modo de preguntarle! (y poniendo cara de malicia otra vez) … porque lo que es a mí, me gustaría un chingo regresarle el «favorcito» que me acaba de hacer… ¿a poco a usted no se le antoja chuparle la reata a su papá, Mijo?
Nomás se me subió el color de recordar «ciertas cosas», levanté los hombros, sonreí y le dije que no sabía. Se quedó un momento pensativo y dice: «Espéreme mijo, voy a la cocina a preguntarle si vamos a seguirle o qué madre… ¡no se me duerma!». Sonriendo contesté con la cabeza que no, que no me iba a dormir.
Alcancé a oír los murmullos desde la cocina. Mi emoción empezó a alborotarse de nuevo nomás de pensar que mi papá pudiera acceder a que siguiéramos con el jueguito. La charla continuó y mi emoción desbordó en una nueva erección. Los murmullos cesaron y apareció mi tío con cara de total descontento, diciendo como para sí mismo: «Que no. Que ya nos durmamos… ¡cabrón!… con lo divertida que estaba la cosa». Tomó una revista y se dejó caer en su cama, con la espalda recargada en la cabecera, subió las piernas para cruzarla, teniendo el escrúpulo de cuidar que la toalla no se cayera. Yo, para mis adentros pensé que NO, que la diversión NO había terminado ahí, y de eso me encargaba yo.
Me levanté para rodear la cama y acostarme, pero el tío alcanzó a ver mi verga parada. Me dice en voz baja: «A ver mijo, venga rápido para darle una chupadita en lo que llega su papá». Dudé unos segundos en hacerlo o no, pero los pasos de mi papá nos cortaron la inspiración, así que terminé de rodear rápido la cama y me acomodé en mi lado, bajo la sábana y de ladito, para que no se notara que ya andaba armado otra vez. Llegó mi papá, tomó sus lentes del buró y una revista, y así de pie, volteó a ver al tío y le pregunta:
– ¿Y ahora resulta que tú vas a hacer el único vestido, cabrón? (en son de burla).
– No estoy vestido (cosa que dijo con marcado desgano, como frustrado)
– Ah que mi hermanito tan calenturiento… ¡ya duérmete hombre!
– No. Ni madres. Que se duerma el que tenga sueño… ¡yo no!
– Como gustes pues.
Mi papá volteó a verme para guiñarme un ojo, burlándose de mi tío, y entonces entendí que mi papá también traía algo entre manos. Levantó la sábana y se acomodó en su lugar. Tomó la revista y se puso a leer. Se hizo un silencio muy tenso y así nos quedamos un buen rato, sólo se dejaban escuchar los ruidos de las revistas de cuando en cuando al pasar la página.
Yo tenía que hacer algo, eso no se podía quedar así, y finalmente se me ocurrió ir al baño para que, a levantarme, quedara en franca evidencia mi erección, así que avisé que ahorita regresaba, que iba al baño. Y en verdad quería orinar, pero me tuve que sentar porque con la verga parada, nomás no iba a poder. Y mientras estaba sentado volví a oír los murmullos. ¿Ahora de qué hablaban?, seguramente era mi tío que estaba de necio con seguirle con el jueguito.
Cuando terminé de orinar, me aseguré de hacer todo el ruido posible para que supieran que ya iba a salir y pusieran atención a mi verga, y así fue, pero sólo mi tío estaba viendo. La cara de mi papá seguía oculta atrás de la revista. Caminé hasta mi lugar y me volví a acomodar, pero esta vez boca arriba para que se notara la casita de campaña. Así me quedé un buen rato. Cuando tocó cambio de página a su revista, volteó mi papá a verme y me pregunta con voz muy suave:
– ¿Qué pasa hijo?… ¿no tienes sueño?
– No papá. Nadita de sueño.
– A ver pues ven para acá. Deja hacerte piojito a ver si te agarra sueño.
Y esto me puso a 1000 otra vez. Me corrí para acomodarme boca abajo, igual que la noche anterior, pero me dirigió de manera diferente. Levantó el brazo y me indicó que apoyara mi cabeza en su pecho, para poderme alcanzar la espalda, y al acomodarme terminé recostado casi en su hombro, debajo de su axila. Mi mano fue a dar a su pecho y mi verga chocó contra su pierna, y que, por cierto, al sentir sus vellos acariciando mi glande, una caricia eléctrica recorrió toooooodo mi cuerpo. Nadie dijo nada. El tío seguía leyendo, pero no perdía detalle de lo que hacíamos.
Mi mano se quedó estática sobre su pancita, que subía y bajaba con la respiración. Su mano cayó sobre mi espalda y en seguida comenzó a recorrerla con las yemas de los dedos, pero esta vez con más confianza, porque ya no se quedaba en una zona, subía hasta mi hombro y bajaba hasta mis nalgas, siguiendo su recorrido hasta donde le alcanzara el brazo. Incluso pasaba sus dedos por la comisura de mis nalgas y en una de esas que estaba acariciando entre mis nalgas, me acomodé de tal manera, que se abrieron todavía más. Mi ano no quedó expuesto, pero sus dedos pudieron seguir el recorrido hasta mi perineo, cosa que me hizo temblar un poco. Es que fue una caricia intensísima. Se quedó un rato acariciándome precisamente ahí. Involuntariamente, cerré los ojos, inhalé profundo y dije «…qué rico papá…» y en cuanto oí el ruido de la revista de mi tío, pensé «¡Chin!… ya eché todo a perder». Di por hecho que el tío se levantaría y vendría a unirse a la jugada, pero no, al abrir de nuevo los ojos, lo vi con la revista puesta enfrente de la cara, pero viéndonos por el rabillo del ojo. Su toalla ya se había levantado otra vez.
La mano de mi papá volvió a subir hasta mi cabeza y hombros. No dejaba de hacerme piojito, pero tampoco dejaba de leer. Yo no dejaba de observar pertinazmente su bulto, en espera de la aparición de una casa de campaña, pero nada, no se levantaba nada. Algo tenía que hacer, así que empecé a mover mi mano, imitando los movimientos de la suya.
Subía y bajaba por el caminito de pelos y me detenía al llegar a la sábana, pero al recordar lo que había pasado hace rato entre los tres, di por hecho que esa frontera ya no estaba, así que con la misma mano, al ir acariciando su abdomen, fui bajando la sábana. Y así hasta que puse al descubierto en inicio de sus vellos púbicos. ¡Demonios!: la sábana se atoró con sus pelos y ya no recorría más.
¿Mi papá estaba leyendo su revista o mi mente?, porque sin quitar los ojos de la lectura me dice: «Si te estorba… nomás quítala hijo»… ¡OK!… manos a la obra y con sutileza la levanté y la aventé lo más lejos que pude. Quedó cubriendo solo sus pies. Él tenía las piernas cruzadas, su escroto había quedado parcialmente atrapado entre los muslos y su verga estaba flácida, caída hacia la izquierda, apuntando hacia mí con el glande completamente cubierto por el prepucio.
Si con eso no se levantó mi tío, era que ya no se iba a levantar o no quería interrumpir para seguir viendo, así que me sentí con mayor libertad.
Antes de reiniciar las caricias, me aseguré de que mi papá siguiera leyendo, y así estaba. Lo peculiar es que no cambiaba de página. Mi primera intención fue atrapar su verga y hacerla crecer, pero se me hizo como que muy burdo, como que me arriesgaba a que me suspendieran la jugada, así que estiré la mano y la puse sobre su muslo. Lo acaricié un rato y luego hice el intento de clavar los dedos entre ambos, con la franca intención de separarlos, cosa que mi papá entendió y muy obediente descruzó las piernas. Al hacer este movimiento, aprovechó para soltar mi espalda y pasar la página de la revista, cosa que tomé como permiso de seguir jugando mientras él seguía ocupado en sus asuntos. Además, si dejaba de leer, implicaría que apagaría la luz y… ¡nada de eso!
Mi siguiente objetivo era su perineo y hacia allá dirigí mi mano, pero me topé con la novedad de que estaba cubierto por los huevos. Al descruzar las piernas le colgaron y tapó la zona, así que me puse a acariciar sus huevos. Al principio sólo con las yemas de los dedos (sus huevos tenían unos vellos muy ricos) pero ya entrados en confianza se los atrapé con la mano entera para moverlos, palparlos, sentir el lugar del que yo había salido. Al irlos acariciando, se fueron subiendo y metiendo y por supuesto su verga creciendo.
Y ya estaba por finalmente atrapar su verga, cuando sentí que mi papá hizo un movimiento: fue que se llevó la mano hasta la boca, atrapó mucha saliva y luego la bajó para depositarla en medio de mis nalgas. Las separó y se aseguró de que la salvia llegara hasta mi ano y esta sensación me hizo que mi cadera se proyectara hacia arriba, como si tuviera voluntad propia y empezó a acariciarme el ano. Volví a cerrar los ojos y volvía decir mi célebre frase: «…qué rico papá…». Y así estuvo un rato, circundando la periferia de mi ano, y a veces depositando el dedo en el centro, haciendo un ligerísimo impulso hacia adentro, pero no metió nada. Cuando volví a abrir los ojos, su verga ya estaba completamente erecta, 20 centímetros, el glande semi descubierto y un hilo de lubricante que caía hasta su cadera.
Sin dejar de poner atención a su dedo en mi ano, me levanté un poco, atrapé su verga con la mano y dirigí la punta a mi boca. Al sentir su glande «ensalivando» en la parte interna de mi boca, cerré los ojos y descubrí que esta vez no estaba siendo tan placentero como la primera, vez. Ahora era cosa de baja monta comparada con la sensación de su dedo en mi ano. Me retiré, abrí los ojos y volteé a verlo. Ya había apartado la revista y estaba muy atento a mí. Y le dije:
– Que rico se siente papá…
– ¿En verdad te gusta hijo? (cosa que dijo con voz hipnotizante)
– Sí papá. Nunca me había acariciado yo ahí. Ni sabía que existía.
Ya no me dijo nada, sólo trajo de nuevo la mano hasta su boca por más saliva y embarró aún más mi ano para luego seguir jugando sus dedos ahí. Volví a cerrar los ojos y por instinto, metí de nuevo su verga en mi boca, pero me concentré en la nueva zona que había descubierto en mi cuerpo. Su verga de pronto perdió importancia para mí.
No sé cuánto tiempo estuvo así, pero fue mucho, acarreando saliva de su boca a mi ano y acariciándolo cada vez más intenso. Yo ya había dejado su verga y recostado mi cabeza sobre su pecho para seguir disfrutando de aquella novedad, y hasta levanté mis piernas para quedar hincado sobre la cama. El tío se me borró por completo del mapa.
Su verga empezó a brincar enfrente de mi cara, pero la verdad es que no le hice mucho caso, yo estaba extasiado con las camionadas de placer que me estaban dando su dedo en mi ano. ¡Y pensar que mi ano era sólo una zona para eliminar lo que nadie quiere volver a ver!
No sé si gemí o si fueron pujidos los que salieron de mi garganta. Pero de que estaba haciendo ruidos… ¡los estaba haciendo! Sólo sentía los vellos de su pecho en mi cachete y sus dedos jugando con mi ano. Eso era algo de lo que nunca se hablaba en la secundaria, en la escuela sólo te hablan de estupideces diferentes a lo que yo estaba sintiendo. Y me dice mi papá:
– ¿Ya te quieres dormir, hijo?
– ¿Mmmm?…
– Que si ya te quieres dormir…
Entonces «desperté», me incorporé (obviamente su dedo se salió de la zona de mi ano) y le dije:
– ¡No papá!… no me quiero dormir… me estaba gustando lo que me estabas haciendo.
– ¿En serio te gustó?… ¿no sentiste dolor?…
– ¿Dolor?… Mmmm… no … ¡para nada papá!… ¿ya no le vamos a seguir?
– Si tú quieres, sí. Le podemos seguir todo lo que quieras.
– ¡Sí PAPÁ!… ¡síguele!… se siente muy rico allá abajo…
Cosa que dije apoyando mi cara de nuevo sobre su pecho, pero si desdoblar las rodillas, es decir, seguí en puesto de «perrito». Mi papá volvió a acarrear saliva de su boca a mi ano y acometió de nuevo, pero esta vez ya dejó entrar la primera falange de su dedo central, cosa que me estremeció y terminé por abrazarlo, así como estaba… ¡pero sin desdoblar las rodillas!
Lo abracé por el torso. Mi nariz atrapada en su pecho, oliendo todo lo que se había bañado. Me estaba volviendo loco con su dedo en mi ano. Después, empezó a meterlo y sacarlo, a veces lo hacía vibrar, pero por una o por otra razón, me sacó gemidos de placer. Lo siguiente que oí fue a mi tío, golpeando el piso con sus talones, dirigiéndose a nuestra cama. No me tomé la molestia de abrir los ojos. Sólo sentí que se acomodó atrás de mí en la cama. Retiró la mano de mi papá y empezó a provocarme una sensación por completo extraña.
Supe dos cosas: la primera, fue que No estaba usando las manos, por lo rasposo de su barba; y la segunda, que ahora me hizo gritar con la boca atrapada en la panza de mi papá.
¡Qué pinche sensación tan chingona!… tuve que deducir que, si lo rasposo era su barba, entonces lo suavecito qué estaba acariciando mi ano… ¡era su lengua!… pues bien, mi cadera se proyectó todavía más hacia arriba. A mi mente vinieron mil preguntas, pero ninguna contesté.
Mientras el tío me estaba comiendo el ano, mi papá me levantó la cara para verme a los ojos y me preguntó:
– ¿Te gusta eso hijo?
– Aja… (Jadeo)… sí papá… sí me gusta… un chingo…
– Hijo, a la hora que te incomode, la cosa termina aquí.
– NO… ¡No papá!… se siente muy rico lo que está haciendo el tío…
Yo no podía dejar de jadear. El tío estaba clavado en mi ano y acariciando mis huevos escondidos. De pronto, mientras acariciaba mi escroto, su mano se separó, también su boca y empecé a oír ruidos guturales. Luego su mano izquierda sobre mi nalga izquierda y… ¡gran sorpresa!: uno de sus dedos empezó a meterse por mi ano. Me dice:
– A ver Mijo… haz como si fueras a ir al baño…
– ¿.. qué…?
– ¡Que pujes para afuera!… como si fueras a cagar…
Esto último sí lo entendí, y así lo hice, y lo hice tan bien, que todo su dedo se metió por mi ano. Yo tenía la cabeza levantada, pero al sentirlo entrar, la dejé caer de nuevo sobre la panza de mi papá. El dedo del tío se quedó quieto un rato. Era un dedo del tamaño de un tronco de árbol, tal vez era un dedo normal, no lo sé, sólo supe que entró todo y me estaba acariciando lo que luego supe que se llamaba «próstata».
Así estuvo un buen rato. Mi papá acariciando mi cabello y dándole órdenes al tío de que no se mandara, que lo hiciera con cuidado, y seguro que así lo hizo.
Después de un buen rato de jugar su dedo en mi recto, dice el tío:
– ¿Tónces qué Manito?… ¿probamos a ver si entra otro?
– Esteeeee… sí… pero con mucho cuidado (contestó mi papá)
No tardé mucho en entender a qué se referían. El tío sacó el dedo, volví a oír los ruidos de saliva y ahora estaban dos dedos a la entrada de mi ano. Me dice el tío: «Otra vez mijo… haga como que va a cagar…», y obediente abrí mi esfínter y como cosa mágica, entraron ambos dedos. ¿Cuánto entraron?… no lo supe, pero entraron y me hicieron temblar todo. Fue una descarga eléctrica por todo mi cuerpo. Me abracé con renovaba fuerza al torso de mi papá y éste me preguntó que, si ahí le parábamos, y yo nomás contesté con la cabeza que no. Seguí con las piernas hincadas en la cama, exponiendo mi trasero a mi tío, y estando así, estuvo un rato acariciando mi esfínter, hasta que sentí que necesitaba un respiro y me impulsé hacia adelante, de tal manera que saqué su mano de mi recto y me acosté sobre el pecho de mi papá, jadeando. Mi papá me jaló y terminé acostado encima de él, como si él fuera mi cama. Ambos nos quedamos así un buen rato, recuperando la respiración… ¡pero!… atrás de nosotros estaba el tío insostenible.
El tío me acomodó de tal manera que yo terminé montado sobre mi papá, con mi cara sobre su hombro. Después, hizo algunos movimientos, que el glande de mi papá terminó exactamente a la entrada de mi ano. Como que mi papá adivinó lo que se traía entre manos y me dice: «Lo que sigue no tienes por qué hacerlo hijo»… pero al mismo tiempo que dijo esto, sentí cómo su glande se deslizó por entre mis nalgas lubricadas hacia adentro, hacia la cavidad que ya había dejado abierta el tío con sus dedos, y le contesté: «Pero… es que…se siente rico, papá… ¿me dejas sentirla un ratito?». Mi papá ya no contestó, sólo inhaló profundo, se me quedó viendo fijo a los ojos, me atrapó por las nalgas y me dice: «En cuanto sientas dolor, me dices y hasta ahí llegamos, ¿está bien? Yo sólo asentí con la cabeza.
Mi tío ya no tuvo nada qué ver, se levantó y se fue a sentar a su cama para vernos. Ahora mi papá me estaba dirigiendo con sus manos sobre mis nalgas. Me levantó un poco y después me dejó bajar suavemente, y suavemente su glande se fue acomodando entre mis nalgas, directo a mi ano, y una vez ahí, recordé lo que dijo el tío de hacer como si fuera a ir al baño… el glande de mi papá entró…
Yo no sabía lo que se avecinaba. Ignoraba por completo los placeres de la penetración anal, así que cada instante que pasaba con el glande de mi papá atrapado en mi esfínter, era ya una gran experiencia. Es cierto, sí sentí algo de dolor, pero fue un dolor muy extraño, era uno que no quería suspender pero que finalmente cesó porque mi papá me dijo que me quedara inmóvil un momento, respirando tranquilamente, para dejar que mi ano se acostumbrara a su presencia. Y se acostumbró.
Yo estaba agachado, con las manos apoyadas sobre la cama, sentado a horcajadas sobre él, esperando el tiempo que él decidiera que corriera, ya que él estaba siendo el maestro de ceremonias, pero cada segundo que pasaba, era para mí, completamente diferente al anterior. El dolor se disipaba cada vez más cediendo su lugar a una sensación divina, formidable, nueva… pero habría más. Yo tenía los ojos cerrados, totalmente concentrado en mi ano, cuando de pronto empecé a sentir el aliento de mi papá muy cerca de mi cara, de mi boca. Abrí los ojos, pero ya no pude ver nada, su boca había cubierto la mía mientras su mano atrapaba mi cabeza por la nuca para imponer mayor pasión al beso… ¡¿eso era un beso?!… ¡con razón lo sacan tanto en las películas!…
Comenzó a besarme con pasión, pero al mismo tiempo con mucha sutileza. Absurdo, lo sé, pero así lo sentí. Cada movimiento que hacían su boca y su lengua, yo lo imitaba. De mi barbilla fue bajando una lenta descarga eléctrica hasta mi entrepierna, y mi cuerpo reaccionó acomodando más el ano hacia una mayor penetración. Sin separar nuestras bocas, él sintió lo que yo intentaba hacer y volvió a sujetarme de las nalgas para dirigirme, supongo que para evitar lastimarme Separó sus labios un momento para decir: «…despacio hijo… no te fuerces porque te puedes lastimar y …» no lo dejé hablar, aquello del beso me había puesto frenético y ahora yo atrapé su boca con la mía.
¿Y el tío?… ¡a quién le importa!… se borró por completo de mi mente.
Y así, besándonos, mi papá empezó a mover la cadera muy levemente, lo que ocasionaba que entrara un poquito más a cada impulso y al suceder esto, él empezó a gemir dentro de mi boca. Realmente empezó a dolerme, pero lo soporté, porque ante cada carga de dolor, había una recompensa de placer. Ya jadeando, se separó de mi boca y me dice al oído: «¿Te duele hijo?»… ¿esperaba que le contestara?… con la cabeza le indiqué que no y me levanté. Yo no sabía de esas cosas, pero adiviné que, si me enderezaba, era más factible que me entrara un poco más y al enderezarme descubrí que mi teoría fue cierta. Hice un esfuerzo extra por abrir mi esfínter y sí, gran parte de su pene entró, cosa que a ambos nos arrancó un rugido. Me quedé quieto un buen rato sentado encima de él. Su verga no había entrado toda, pero yo sentía que sí.
Apoyé mis manos sobre su pecho y me le quedé viendo a los ojos, jadeando. Pude haber dicho un chingo de cosas hermosas, como decirle que lo quería o algo así, pero lo único que se me ocurrió fue:
– Que rico… se siente… papá…
– Seguro que no te está doliendo hijo…
– Seguro… o bueno, ya no me duele…
Lo que siguió fue que atrapó mi verga con la mano y comenzó a masturbarme y ahí fue cuando empecé a conocer las verdaderas delicias del sexo anal acompañado de una masturbación, y lo estaba aprendiendo de inmejorable fuente. Y mientras me masturbaba, comenzó a mover su cadera de abajo hacia arriba y poco a poco fui tomando su armonía y ya empecé yo a subir y bajar. Muy poco, pero sí fue suficiente como para que él empezara a gemir.
Mis movimientos aumentaron por sí mismos la cadencia, soltó mi verga para tomarme de la cadera y dirigirme, así que yo rápido atrapé mi verga y continué masturbándome.
Él tenía las venas de cuello resaltadas, estaba muy rojo, pujando y gimiendo, hasta que me dice: «Hijo… ya me voy a venir… ¿quieres que me venga adentro de ti? … «. No contesté nada. Sólo seguí masturbándome. Entendió que sí, así que, para poderse venir, cambió la jugada: me sostuvo de la cadera para que me mantuviera en lo alto y quieto, para luego empezar a bombear su verga de abajo hacia arriba. Caí hacia el frente, apoyé una mano sobre la cama y con la otra seguí jalándomela. Aquello era la locura. De pronto, puso él una expresión de rictus de dolor intenso, que contuvo la respiración y hundió todo lo que pudo su verga en mi ano para dejarla así, quieta.
Yo estaba demasiado ocupado en lo mío como para ponerle más atención, así que como se quedó quieto, me volví a sentar encima de él y ahí fue cuando sentí una descarga caliente adentro de mí. Me dejé caer sentado en peso completo sobre él, lo que terminó de proyectar su pene hasta el tope y empecé a jalármela hasta que definitivamente me fundí en una magna de orina sobre su panza.
Después del último escupitajo de semen sin proponérmelo me dejé caer encima de él, y terminé encima de su pecho velludo y sudado. Me abrazó y jadeando intensamente me dice: «Aquí quédate hijo… quédate quietecito un rato…»…………..
CONTINUARÁ………..
POR: HOTMAN
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ACLARANDO¡¡ Estos relatos que empezarán a leer NO es de mi autoridad, es pertenencia de otro usuario que no conozco y no sé quién sea el autor original y mientras el dueño no me reclame yo seguiré escribiendo.
comos igue
Esta serie me va a dejar sin leche
ahora si me la jale hasta terminar de lo rico de esta lectura.
Muchas gracias espero mucho mas lo mas pronto posible jejejeje
rikisimo
te la mamaste con la excitación de esta parte, lo llevaste a otro nivel