Mi vecinito, el niño gordito
Un mediodía de curiosidad entre un adolescente y un niño bastante peculiar .
Esto sucedió hace unos años cuando yo tenía 16 y cursaba la prepa, tenía un proyecto personal arreglando un auto viejo que había comprado con mis ahorros, así que me la pasaba buena parte del día en la cochera metiendo mano a la vieja carcacha que había comprado. En ese tiempo habían unos vecinos nuevos en el vecindario, tenían unos cuantos meses que habían llegado, era la típica familia de gorditos, entre ellos un niño al que me había tocado ver un par de veces, más no le había tomado nunca importancia sin embargo ese día habría de cambiar nuestra nula relación. Me encontraba con el capó del auto arriba y mi cabeza dentro tratando de hacer hacer funcionar la maquinaria cuando sentí una mirada en mi espalda que me obligó a voltear, al hacerlo vi al otro lado de la calle al niño gordito hijo mis vecinos, traía un muñeco en la mano y me miraba fijamente, yo no le tomé importancia y seguí en lo mío pero seguía sintiendo su fuerte mirada, volteé de nuevo y seguía ahí parado, me saludó con la mano esbozando una sonrisita, le regresé el gesto de no muy buena manera y quise regresar la vista al frente pero aún me parecía sentir esa mirada en la nuca. Me di nuevamente la vuelta y miré al niño, sonrió nuevamente y entonces fue que le hice una seña para que viniera, él volteó a los lados de la calle y corriendo cruzó a mi acera, bajó la velocidad y caminando se acercó a la cochera de mi casa,
– Estás arreglando tu carro?- Me dijo. Su voz era un poco mimada y me hacía creer desde ya que no era muy buena idea y me terminaría desesperando escucharlo
– Si- Le respondí, – Quieres ver?- le añadí
– Sí- Dijo con emoción
– Ok, entonces acércate acá para que veas- Le invité dejándole un espacio, pareció dudar un poco pero al final se acercó lentamente y tomó sitio cerca.
– Y qué tiene tu carro?- preguntó mientras me miraba trabajar.
– Está descompuesto, lo compré para arreglarlo- Le respondí
– Ahhh- Respondió
– Tú eres el hijo de los de enfrente, verdad?- Pregunté
– Sí, Mi papá se llama Héctor y mi mamá Carla- Dijo con entusiasmo, – Y yo me llamo Martín, cómo mi abuelito-
El niño era bastante parlanchín, en menos de cinco minutos ya sabía hasta como se llamaba su abuelo.
– Oh, yo me llamo Fernando- Le dije
– Y cómo te gusta que te digan? A mí me dicen Martincito – Dijo él
– Pues… Fer está bien – Le respondí
– Muy bien. Y te puedo ayudar con tu carro?- Preguntó mientras seguía viendo atento lo que hacía
– No te regaña tu mamá por andar en la calle?-
– No, le pedí permiso para salir a jugar- Respondió, me estaba comenzado a molestar un poco la excesiva energía que parecía tener el niño gordito, pero supuse que si le daba algo que hacer se callaría, y así fué, le encomendé limpiar unas cosas con un trapo mientras yo seguía quitando piezas viejas y evaluando si aún podrían servir o no.
Teníamos ya un ratito en lo nuestro, Martincito me hacía algunas preguntas , si quien me había enseñado a reparar autos, que si trabajaba, donde estudiaba, etcétera. Me contó que su papá trabajaba casi todo el día y su mamá se quedaba en la casa, pero como estaba de vacaciones de verano se aburría mucho y todavía no había hecho amigos en el vecindario, estaba yo ya un poco harto de la cantaleta de Martincito cuando me dieron ganas de orinar, así que sin decir nada me dirigí a un baño pequeño que teníamos al fondo en la cochera, entré, me bajé el cierre, no cerré la puerta ya que tenía la costumbre de no hacerlo pues a esas horas siempre estaba solo en casa, así que cerré los ojos y dejé la cosa fluir,
– A la… La tienes bien grande- Escuché decir a Martincito de repente, abrí rápido los ojos y ahí estaba él viéndome como orinaba,
– Hey! Porqué me andas viendo, ándale! Volteate- Le dije
– Perdón- dijo él y desvío la mirada, -Es que ya acabé de limpiar lo que me dijiste- Decía, pero aún de forma fugaz volteaba la mirada a mi pene mientras yo apurado me lo guardaba.
– Pues me hubieras hablado- Le dije, y salí del baño, regresé a mi sitio y Martincito detrás de mí.
– Vés? Ya están todas limpias- Me dijo enseñándome el montoncito de piezas que le había encargado.
– Ok, entonces vamos a seguir- Le dije, y continuamos, si necesitaba otra herramienta o tomar algo y ponerlo a un lado le pedía al niño hacerlo y él contento ayudaba. Estuvimos un rato así cuando de pronto Martincito habló,
– Tienes pelos-
– Qué?- Le pregunté sin entender a qué venía su comentario,
– En la verga, tienes muchos pelos- Me dijo viéndome a los ojos
– Ah… Sí- No sabía muy bien como responder a eso.
– El otro día se la vi a un niño de sexto en la escuela y también tenía pelitos- Continuó hablando mientras yo me sentía un poco incómodo con el tema
– si, pues a los grandes nos salen pelos- Respondí tratando de ser cortante
– Ahh. Nomás que tú la tienes bien grande y gorda, el niño que ví no la tenía así – Dijo Martincito, entonces volteé a verlo a la cara, ese niño hablaba con mucha fluidez de las vergas peludas de otras personas.
– A tí también te van a salir pelitos- Le dije, – Y también se te va a poner grande y gorda- Le dije alejando la mirada
– No creo, la mía está chiquita y no tengo ningún pelo – Me dijo. Jamás había pensado mal de un niño y menos de ese niño gordito, pero estaba logrando que me picara un poco de curiosidad con lo que decía.
– Pero si estás bien gordito, hasta la verguilla haz de tener gordita- Le dije con un tono de burla.
– Nooo… Pero tú me ganas, la haz de tener así de gorda- Dijo mientras sostenía una de las mangueras del motor y ambos nos echamos a reír, – Así, mira- Me dijo, y se puso la manguera al frente a forma de pene y yo no dejaba de reír al verlo hacer semejante tontería.
– Ya, déjate de eso- Le dije, entonces dejó la manguera a un lado y seguimos con lo nuestro. Pasaron unos minutos cuando Martincito volvió a hablar,
– Oye-
– Qué- Le respondí
– Y ya no vas a ir a hacer pipí?- Su pregunta ya me pareció algo más extraño que las anteriores.
– No- Respondí y seguí con lo mío.
– Ahh… Y me dejas ir a mí a tu baño?- Me preguntó
– Sí, ya sabes dónde está- Le dije, él tomó camino y lo escuché como entraba al baño, al igual que yo no había cerrado la puerta y pude escuchar como comenzaba a hacer pipí, me detuve un segundo y no lo pensé, simplemente fuí y al igual que él lo ví orinando, él me miró y sonrió mientras yo observaba su pequeño pene y comenzaba a sentir como el mío se levantaba,
– El otro día en el baño también ví a un niño que la traía parada. A tí se te para mucho?- Me preguntó mientras fijaba la vista en mi paquete.
– Sí- Le respondí, mi voz salió suave, sabía que no estaba bien sostener ese tipo de plática con un niño.
– A ver- Me dijo aún con su vista fija en mi entrepierna, ya no orinaba, en su lugar su pequeña verguita se había parado. Estaba muy nervioso, «está mal», pensaba, pero algo en lo profundo de mí me hizo hacerle caso y de pronto me encontraba entrando al baño junto con él, desabotonando mi pantalón y sacando mi dura verga para que aquel niño curioso la viera, se giró de frente a mí y se acercó un poco sin despegar la vista de mi pene mientras yo permanecía inmóvil viendo qué haría, la tenía bien dura y caliente, hasta la piel de los huevos sentía firme,
– Parada la tienes más grande y gorda- Dijo, observando detenidamente, de pronto ví como iba acercando la mano y me la agarraba empuñándola, deslizó la mano por pene hacia afuera lentamente sin despegar los dedos y yo sentía que me temblaban las piernas, – Así de gorda la tienes- Dijo, sosteniendo su mano en forma de O dónde un segundo antes había estado mi verga en medio. Sus ojos brillaban y sonreía mientras permanecía enseñándome su mano con la medida que le había hecho al ancho de mi pene, yo simplemente reí con nerviosismo,
– A ver, y la tuya?- Le dije, volteando hacia abajo viendo su pene que seguía erecto.
– Uy, no, yo la tengo bien chiquita, mira- Llevo su mano aún con la circunferencia medida y puso su pequeño pene dentro de la O que formaban sus dedos, -Ves? La tienes mucho más gorda tú-
Yo seguía atónito, sentía mis pálpitos apresurados,
– A… A ver- Le dije con voz medio temblorosa y llevé mi mano a su verguita, la sujeté con mis dedos, era muy suave y tersa pero con la dureza característica de una erección. Me quedé un par de segundos con mi mano ahí en su pene y finalmente hice como él y la deslicé obteniendo “su medida”, – Así la tienes tú- Dije con nerviosismo mientras sostenía mis dedos en forma de O igual como él había hecho con su mano y Martincito miraba con una sonrisa. Deseaba oler mis dedos, saber a qué olía esa verguita, pero me contuve.
– Aparte tienes un montón de pelos- Decía el niño de nuevo con su mirada en mi entrepierna.
– Pues sí, así tenemos los grandes- Le respondí
– También en los huevos- Me dijo mientras agachaba la mirada viendo mis bolas, yo permanecí en silencio, – Jaja, estás bien huevudo- Dijo, y acto seguido me agarró los huevos en su mano, – Tienes una vergota y unos huevotes- Dijo, y pasó su mano de mis huevos al tallo de mi pene y así comenzó a intercalar tomando mi pene y mis huevos en su mano menudita. Permanecía rígido lleno de nervios mientras me dejaba manosear por ese niño, pensaba en lo incorrecto que era correcto lo que hacíamos, pero al final mi mano como teniendo vida propia se movió llendo a parar a la entrepierna de Martincito, primero en sus huevitos, eran pequeños y de la misma forma su piel muy sedosa,
– Tus huevos y tu verguita también están bien para alguien de tu edad- Le dije, y seguí manoseando sus huevos para después pasar y tomarlo del pene, su penesito estaba considerablemente grande para su edad y debía tenerlo igual de grueso que mi dedo índice, también tocaba con discreción su lampiña ingle acolchonada por su gordura. A diferencia de Martincito que solo me palpaba y apretaba levemente, yo si lo estaba masturbando a él, pelaba y meneaba su verguita mientras veía excitado su mano en mi pene, una gotita de líquido había comenzado a salirme y Martincito apretaba mi verga como buscando que saliera más. Estaba muy caliente, muy, muy caliente cuando se escuchó una voz femenina gritando a lo lejos,
– Martincito!- Decía
– Es mi mamá- Dijo Martincito cómo si nada, – Ya me tengo que ir- Añadió y soltando mi verga comenzó a subirse la ropa, yo hice lo mismo con un poco de dificultad por la erección.
– Martincito!- Se escuchó de nuevo, entonces el niño se apuró a salir y yo detrás de él.
– Oye- Le dije, Martincito se detuvo y volteó a verme, – No le digas a nadie… Lo que estábamos haciendo en el baño-
– Pues no- Respondió con una sonrisa, yo le sonreí igual y lo ví alejarse como volteaba a los lados y cruzaba la calle. Al otro lado estaba su mamá, le parecía estar diciendo algo a Martincito, él le apuntó en mi dirección con el dedo, entonces su mamá dirigió su mirada hacia mí y me saludó con una sonrisa, yo hice lo mismo saludándola mientras por dentro estaba que me moría de miedo y nervios y finalmente el niño y su mamá se fueron a su casa y yo me quedé ahí con la mente echa una maraña de ideas, el auto destartalado y el muñeco que Martincito había olvidado.
Oye, no solamente me quedé excitado, sino picado. Deberías de escribir continuación si es que la hubo
Como sigue?
gran relato.
Como sigue? me dejaste con la intriga.
Una nueva serie? Como sigue? No se vale quedar así…
💯💯💯
Uff, buen relato y me quede muy excitado pero voy a continuar leyendo la segunda parte.