Mi vecino 6
Leo se encuentra recuperándose y entre la difícil decisión de elegir entre dos hermanos….
Mi vecino 6
(Leo)
Nuestros labios estaban uno encima del otro en un beso… tierno, pero duró apenas un instante.
Alguien llamó a la puerta y escuchamos a mi madre decir:
¿Va todo bien?
¡Sí! – respondí, mientras nos separábamos. – Vamos a terminar esto antes de que se ponga más pesada.
Dani río, con los mofletes colorados, y me ayudó a quitarme la bata, dejando mi cuerpo desnudo a la vista. Tenía varias marcas repartidas por el cuerpo, algunas más grandes que otras. Había una cerca de mis costillas que estaba muy amoratada, casi negra, y una grande y verdosa en el lateral de mi pierna derecha.
Asqueroso, ¿eh? – dije, cuando lo vi examinar mi cuerpo de arriba a abajo.
No, para nada, Michi. – me dijo de inmediato, mientras colocaba un pequeño taburete de plástico en la ducha y me indicaba que me sentara. – Simplemente… estás hecho mierda.
Gracias por el cumplido. – reí por du sinceridad, sentándome en el taburete.
Sentí el frío del plástico bajo mi trasero mientras Dani comprobaba la temperatura del agua. Cuando vio que estaba bien templada, dirigió el agua a mi cuerpo, mojándolo e intentando no salpicarme en la cara. Era agradable sentir el agua en mi piel magullada, ya que me sentía algo sucio. Dani abrió una pequeña bolsa que había en el estante dentro de la ducha y sacó una pequeña esponja. Echó algo de gel del surtidor que estaba incrustado en la pared y me la dio.
Restregué con cuidado la esponja por mi cuerpo, ya que había algunas zonas que me dolían si apretaba demasiado. Me di cuenta de que sonrojó un poco y que apartó la mirada cuando pasé a limpiarme mis partes y no pude evitar reírme.
¿Por qué te pones nervioso? Estás harto de vérmela. – le dije, mientras abría un poco las piernas y meneaba mi miembro flácido en el aire, haciéndolo sonrojar aún más.
No sé, jaja. – respondió él, nervioso.
Cuando terminé de lavarme bien, echó agua encima para aclarar el gel de mi cuerpo.
¿Me ayudas con la espalda? – le dije unos segundos después, pasándole la esponja.
Sí, claro. – me respondió, echando más gel en la esponja.
Me levanté con cuidado, ayudándome de los agarres que había en la pared, y me di la vuelta. Un escalofrío me recorrió cuando noté la esponja humedecer la piel de mi cuello y la piel se me erizó. Dani continuó frotando suavemente mi espalda, hasta que llegó a un punto que me escoció un poco y di un pequeño quejido.
Lo siento. – se disculpó de inmediato. – Tienes una especie de rozadura.
No te preocupes. – lo tranquilicé.
Dani siguió con su labor hasta que llegó a la zona baja de mi espalda. Dudó un segundo hasta que continuó bajando y limpió mis nalgas con cuidado.
Tienes un moratón grande aquí. – susurró, pasando sus dedos por el lateral de mi larga derecha.
Sí, me duele un poco. – ahora el que estaba un poco nervioso era yo.
El tacto de su mano sobre mi culo me excitó y noté cómo mi pene comenzaba a tomar vida propia. Dani siguió pasando la esponja por mis nalgas cuando, de repente, la introdujo entre estas. De abajo a arriba, Dani presionó la esponja por mi raja, frunciendo mi ano con ella y haciendo que mi miembro diera un respingo.
Oye, un café primero, ¿no? – bromeé.
¿Qué dices? – río Dani, dándome una suave nalgada.
Los dos soltamos una pequeña risa y Dani aclaró el agua de mi espalda y trasero. Cuando me di la vuelta, no pude ocultar mi erección. Dani arqueó las cejas y sonrió brevemente antes de levantar las manos.
No llevo nada encima. – dijo, como si lo estuvieran atracando.
No pude evitar reírme de la broma y me volví a sentar en el taburete.
Me he puesto cachondo. – admití. – Por eso no quería que viniese mi madre.
Dani asintió con la cabeza, como si dijese ‘sí, claro’. Mojó la esponja y la acercó a mi cara. Con cuidado, me limpió como pudo la piel, evitando mojar el apósito y presionar los pequeños cortes. Mientras lo hacía, no pude evitar fijarme en su rostro, que tenía la lengua entre los dientes, concentrado.
Cuando sus ojos se encontraron con los míos, me sonrió.
¿Qué pasa? – me preguntó.
Nada. – le respondí, ruborizándome.
¿Por qué me miras embobado? – preguntó, levantando las cejas.
Por nada – le dije. – Solo que… parece que estás disfrutando de esto.
Señalé con la cabeza sus calzonas, que estaban algo mojadas y formaban una pequeña carpa. Dani sonrió pícaramente al darse cuenta de que era evidente que también tenía una erección.
Bueno, tú también pareces disfrutarlo, ¿no? – dijo, haciendo el mismo gesto con la cabeza, señalando mi miembro.
Podría acostumbrarme. – respondí.
Me quise poner de pie y Dani me echó una mano. Di un par de pasos fuera de la ducha, poniendo mis pies sobre una alfombrilla. Dani cogió una de las toallas que había dobladas en una estantería y, después de estirarla, la puso sobre mis hombros.
De nuevo, los dos estábamos muy cerca, frente a frente y mirándonos fijamente. No pude evitarlo, la calentura me pudo, y llevé mi mano hacia su entrepierna, esperando que Dani no entrase en pánico. Para mi sorpresa, él solo sonrió e hizo lo mismo, sobando mis huevos.
Di un sonoro suspiro e introduje mi mano dentro de las calzonas y calzoncillos de Dani, buscando aferrar su trozo de carne. Cuando al fin mis dedos se cerraron sobre su miembro, Dani también dio un pequeño suspiro. Rodeó con su mano mi pene y comenzó a pajearme suavemente mientras ya hacía lo mismo con el suyo. Sentí cómo la sangre subía a mi cabeza y cómo mi cuerpo comenzaba calentarse mientras nuestras respiraciones se agitaban.
De nuevo, Dani se inclinó sobre mí y puso sus labios sobre los míos, aunque esta vez, de forma más pasional. Enseguida, correspondí el beso, buscando su lengua con la mía mientras seguíamos masturbándonos el uno al otro. Llevé mi mano izquierda hasta su mejilla, mientras que él la colocó en mi nuca, apretando mi cara contra la suya, como con miedo a que me fuera.
De repente, sentí que algo estaba cambiando. Era un mareo leve, que fue en aumento tras cada respiración, hasta que sentí que iba a caerme.
Dani, para, espera… – las palabras salieron entrecortadas, y tuve que alejarme un poco para no desplomarme, sintiendo mi corazón latir en la herida de mi cabeza.
Él me miró de inmediato, con los ojos llenos de preocupación.
¿Qué pasa? ¿Estás bien? – preguntó, sujetándome por los brazos para que no me cayera.
Creo que… me estoy mareando. – dije, algo angustiado, llevándome la mano a la herida, que comenzó a dolerme cada vez más.
Dani actuó con rapidez y me ayudó a sentarme sobre la tapa del váter. Sentí el frío del plástico contra mi piel y cerré los ojos, tratando de tranquilizar mi respiración.
¿Quieres que avise a alguien? – me dijo Dani, preocupado.
No…, no. – negué con la cabeza. – Ha sido demasiado… intenso. Solo dame un segundo.
Intenté sonreírle, aunque sabía que no era nada convincente. Dani asintió con la cabeza y agarró otra toalla. Sus manos gentiles me secaban el cuerpo con mimo mientras sentía mis pulsaciones bajar. El dolor de la herida disminuyó y el mareo se me fue pasando poco a poco.
¿Mejor? – me preguntó cuando terminó de secarme los pies.
Sí, mucho mejor. – le respondí, sinceramente.
Perdón, Michi, ha sido mi culpa. – me dijo, torciendo el gesto.
No. Yo he empezado. – le dije, avergonzándome un poco.
Bueno, eso es verdad, pero he si…
Llamaron de nuevo a la puerta, y esta vez fue Samu el que habló.
Chicos, dejaos de pajas y salid ya.
Dani y yo nos miramos con incredulidad y ahogamos una carcajada.
Sí, ya vamos. – dijo Dani.
Me ofreció sus manos y tiró de mí para levantarme con cuidado. Con su ayuda, me puse la ropa limpia y salimos del cuarto de baño.
¿Cómo te sientes? – preguntó mi madre.
Mejor. – admití, caminando lo mejor que pude hasta estar al lado de la cama. – ¿Me puedo sentar en el sofá? No quiero estar más en esa cama. – le dije a Samu, que estaba sentado ahí.
Sí, claro. – me sonrió mientras se levantaba. – Tienes mejor cara.
Asentí con la cabeza y me dejé caer en el sofá. Dani se quitó los zapatos, se tumbó en la cama y me preguntó si quería jugar al móvil con él.
¿Puedo? – le pregunté a mi madre, ya que no me habían dejado usarlo para no tener mareos.
Sí, no veo el por qué no. – respondió ella, buscando en su bolso y ofreciéndomelo. – Si te empiezas a marear, paras, ¿vale?
De acuerdo. – le contesté.
Cuando desbloqueé el móvil, tenía algunos mensajes de mis primos y de mis abuelos, preguntándome cómo estaba. Decidí responderles más tarde y me metí en el juego con Dani. Pasamos el rato entretenidos en nuestros teléfonos y comiendo chucherías y chocolate. Samu y mi madre salieron a por algo de comida, aunque todo fue una excusa para dejar pasar a los padres de Daniel.
Me trajeron un pequeño ramo de flores y fueron muy amables conmigo, invitándome a volver de nuevo cuando quisiera. Cuando se fueron, mi madre y Samu volvieron con unos bocadillos para Dani y para mí. Yo no tenía mucha hambre, así que apenas le di un par de bocados, pero Dani se lo zampó entero.
Al rato, el doctor llamó a mi madre para firmar el papeleo y unos minutos después, los dos volvieron con una sonrisa a la habitación. El médico me dijo que ya podía irme a casa, ya que las pruebas habían dado buenos resultados y no mostraba ningún rastro de problemas neurológicos.
Mientras Dani y Samuel me felicitaban, el doctor carraspeó para que le prestara atención. Me dio varias indicaciones, como no hacer esfuerzos intensos, cargar peso o movimientos bruscos. Miré de soslayo a Dani, sabiendo que ya los había hecho momentos antes con él en el baño e intenté ocultar mi sonrisa.
El doctor continuó diciéndome que evitara mojar la herida los primeros días y que evitase las piscinas hasta que la herida estuviera completamente curada. Tenía que tomar ibuprofeno durante los primeros cinco días cada ocho horas y después solamente si seguía sintiendo dolor. Las curas serían cada dos días en el centro de salud que había cerca de mi casa y ellos evaluarían la evolución de la brecha y cuándo quitarían los puntos.
Si siente mareos recurrentes o comienza a tener náuseas, llévelo a urgencias de inmediato. – le dijo el médico antes de darle una pequeña carpeta con todos los papeles y recetas.
Todos les dimos las gracias al doctor, que me deseó una pronta recuperación antes de abandonar la habitación.
Cuando sentí el aire libre de la calle, casi no podía creérmelo. Parecía que había pasado una eternidad desde que fui a aquella fiesta con Dani. Como íbamos a ir a casa de mis abuelos y cenaríamos allí, me despedí de los hermanos, que llegarían mañana al piso de Samu.
Durante el camino de vuelta a casa, mi madre me intentó dar algo de conversación, pero no me sentía muy hablador, por lo que le dije que me dolía un poco la cabeza. Ella lo entendió y puso la música de forma que casi no se oía, solo para no estar en completo silencio. Apoyé la cabeza sobre el respaldo del asiento y cerré los ojos, intentando encajar las piezas del puzle que eran Daniel y Samuel para mí.
Samu me daba esa tranquilidad, ese sentimiento de estar protegido y saber que estando con él nada podía pasarme. Me abrió las puertas de su casa, haciéndome sentir casi mejor que en la mía. Me cuidaba a diario, era cariñoso y atento conmigo, teníamos complicidad, se preocupaba por mí y sentía mucha admiración por él. Con él experimenté por primera vez… todo, realmente. Me enseñó a pajearme, me ayudó cuando me depilé por primera vez ahí abajo… Recuerdo cuando se la chupé (por primera vez en mi vida) por joderle el polvo con aquella chica, correrme en su culo momentos después, su ano apretando la cabeza de mi glande… Al día siguiente me la chupó y acabamos haciendo un 69 glorioso. Aún recuerdo la sensación de su lengua incrustándose en mi agujero.
Comencé a ponerme cachondo e intenté disimular mi erección acomodándomela.
Con Dani, todo era… diferente. Siempre lo había visto como un compañero de aventuras, como a un igual. Incluso sin vernos a diario, sabía que no importaba lo que decidiera hacer, él iba a estar ahí para hacerlo conmigo, con una sonrisa. También sabía que fuese donde fuera que me pidiera que lo siguiera, iba a acompañarlo. Recordé nuestra primera paja a mano cambiada, cuando también le pude tocar un poco su culo por dentro, hacía apenas un par de días. Todo comenzó porque él lo sugirió, al igual que el momento en la piscina, donde volvimos a pajearnos y me comió el cuello. Pasé mis dedos por encima de mi clavícula izquierda, donde aún estaba aquel chupetón que se camuflaba entre el resto de marcas que tenía en el cuerpo. Fue en la piscina donde, con la calentura, lo besé por primera vez y él me correspondió mientras nos corríamos. Y después, estaba todo el tema de la fiesta. Recuerdo el sentimiento de celos cuando lo vi besarse con aquella chica, aunque a partir de ahí todo estaba borroso.
Según los médicos, la intervención de Dani fue clave para que las cosas no hubiesen ido a peor. Estuvo conmigo en todo momento, incluso iba a pasar el resto de las vacaciones con su hermano para estar cerca de mí. Pero lo que más me confundía eran los besos que nos habíamos dado unos momentos antes. El primero fue… tierno, inocente, lleno de intención y era el que más me preocupaba, porque fue el que más me gustó. No es que el de después me disgustase, pero fue más… pasional, lujurioso, caliente.
Mi cabeza comenzó a doler, esta vez de verdad, cuando intenté descubrir qué significaban los sentimientos que tenía por ambos. Decidí concentrarme en la música y descansar la mente hasta llegar a casa de mis abuelos.
Mis abuelos me comieron prácticamente a besos y tuvieron la delicadeza suficiente como para no pedirme contar cómo había ocurrido todo. Lo único que les importó fue que había salido del hospital con solo algunos moratones y una futura cicatriz. Cenamos patatas fritas con huevo, uno de mis platos favoritos y fue una velada alegre, aunque pronto sentí que necesitaba descansar. Mi madre pudo verlo en mi cara y decidió concluir la noche. Nos despedimos de ellos, que me volvieron a llenar a besos, y nos dirigimos a casa. Casi sentí la tentación de coger la llave del piso de Samu y dormir en su cama, pero sentí remordimientos sabiendo lo mucho que había preocupado a mi madre estos días.
Dejé que me cuidase, durmiéndome en su regazo sobre el sofá mientras veíamos una serie y me acariciaba la cabeza con cariño. Me levantó con suavidad cuando ya era tarde y me acompañó hasta mi cama, donde volví a quedarme dormido enseguida.
Al día siguiente, sentí algo caliente y húmedo pasar por mi cara sin parar. Deku me lamía la cara con entusiasmo, como saludándome.
Hola, pequeñín. – le dije, acariciándolo detrás de las orejas mientras intentaba enfocar mi habitación.
No quería despertarte, pero no paraba de llorar delante de la puerta de tu casa. – me dijo Samu, que estaba apoyado en la puerta mientras sonreía viendo la escena.
No pasa nada. – le contesté, abrazando a Deku. – ¿Qué hora es?
Bastante tarde, es casi la hora de comer. – dijo, mirando su reloj. – ¿Cómo te encuentras?
Bien, bien. – le tranquilicé. – Me pica un poco la herida, pero no me duele mucho.
Te voy a traer la pastilla. – dijo antes de darse la vuelta y desaparecer de mi vista.
Al poco tiempo, Samu apareció con un vaso de agua y una tableta de pastillas. Sacó una de ellas y me la ofreció junto al vaso. Después de tragármela junto a un buen buche de agua, pregunté:
¿Y Dani?
Mis tíos están de visita en la ciudad y mis padres lo han obligado a quedarse. – empezó a contar. – Mis primos lo adoran y quieren que se quede pendiente de ellos para que puedan disfrutar el par de días que están sin niños. – hizo una pequeña pausa. – Tiene un cabreo… No sabes el pollo que les montó ayer.
Aquello me sacó una sonrisa, aunque no pude evitar ponerme algo triste al saber que no vendría.
¿Tienes plan? – le pregunté.
Sí, claro. – respondió, como si fuese lo más obvio del mundo.
Ah, bueno… – respondí, algo decepcionado. – ¿A dónde vas?
Samu arrugó el entrecejo, sin entender a lo que me refería.
A ningún lado, idiota. – me respondió, resoplando. – Mi plan es estar contigo.
Me ruboricé de inmediato, pero no pude evitar sonreírle, agradecido. Me puse en pie y le di un abrazo. Samu pareció sorprenderse, pero me apretó con cuidado de vuelta.
¿Nos hemos levantado sentimental? – me preguntó.
No, solo es que… – no encontraba las palabras. – Me siento muy… afortunado de tenerte, de teneros. – me sinceré.
Ay, Michi… – Samu me achuchó aún más fuerte. – La suerte es nuestra. – pasó un segundo. – Te quiero mucho. Lo sabes, ¿no? Eres como mi otro hermano pequeño.
Y yo, de verdad. Tú eres como mi hermano mayor. – me separé un poco y lo miré a los ojos, intentando cambiar el ambiente para que no fuera tan emotivo. – Gracias por quedarte conmigo en vez de estar de cervecitas en el chiringuito, mirando los culos en la playa con tus colegas.
Samu soltó una carcajada y me alborotó con cuidado el pelo.
No hay de qué. Ya sabes que me gusta estar contigo. – cogió a Deku en brazos. – Bueno, vamos a darle algo de comer al bicho este.
Asentí con la cabeza, cogí mi móvil, me puse unas chanclas y salí de mi cuarto con Samu. Tenía un mensaje de mi madre que decía que había tenido que ir a cubrir un turno y que volvería pronto, que había hablado con Samu para que me quedara con él.
Samuel estuvo especialmente cariñoso y atento, poniéndomelo todo por delante. Después de comer y de echar una partida a la consola, me preguntó:
¿Te apetece hacer algo, o nos echamos una siesta? – me preguntó.
Lo pensé por unos segundos, pero lo cierto es que me dolía un poco la herida y la cabeza y no tenía ganas de hacer nada.
Siesta. – respondí.
Samu asintió, se quitó la camiseta y las calzonas y se quedó en calzoncillos antes de sacar los cojines del sofá para hacerlo más espacioso.
Ponte cómodo si quieres. – me dijo, echándose en la parte de atrás del sofá.
Me puse nervioso, sin saber cómo decir lo que sentía sin que se riera de mí.
No quieres eso. – le dije, pellizcándome los dedos.
¿Por qué? – preguntó, extrañado.
Porque estoy lleno de moratones. – contesté. – Es asqueroso.
Samu frunció el ceño, contrariado.
No digas tonterías.
Se inclinó un poco hacia adelante y tomó una de mis manos.
Nunca me darías asco, incluso si parece que te has peleado con una manada de osos. – me dijo, tranquilizándome.
Peor, me he peleado con unas escaleras. – reí amargamente.
Escaleras final boss. – siguió con la broma.
Me sacó una carcajada y se puso de pie delante de mí. Lo miré, sin saber qué era lo que iba a hacer. Sin mediar palabra, agarró el bajo de mi camiseta y tiró con cuidado de ella hacia arriba, haciéndome levantar los brazos y quitándomela. Me sentí un poco incómodo mientras Samu echaba un vistazo a mi torso magullado. Yo buscaba indicios de disgusto en su rostro, pero, en su lugar, me encontré con una sonrisa que me hizo sentir menos vulnerable.
Ahora, a dormir. – me dijo, dándome un tirón que me hizo caer con él al sofá.
Se volvió a acomodar en la parte de atrás del sofá y me tumbé a su lado. El ventilador del techo hacía que la habitación estuviese fresca, por lo que el calor de su piel sobre mi espalda era agradable. Pasó un brazo por mi cintura y me juntó un poco más con él, entrelazando nuestras piernas.
Deku se puso a dos patas, asomando la cabeza, como queriendo que lo invitásemos a subir al sofá. Lo agarré y lo puse a mi lado. No tardó en darme un lametón antes de tumbarse a mi lado.
Sentí la respiración tranquila y cálida de Samu en mi cuello y un escalofrío recorrió mi espalda. Cerré los ojos, tratando de calmarme. No pude evitar recordar que esta misma escena la había vivido hacía menos de una semana. Habían pasado muchas cosas entre ese momento y ahora, pero todo parecía… como siempre. Antes de quedarme dormido, tuve la agradable sensación de que mi vida volvía a la normalidad.
Hasta aquí este capítulo, esta vez cargado un poco más de sentimientos e indecisiones. Me gustaría saber si son más del #teamDani o del #teamSamu. Espero que les haya gustado, yo estoy disfrutando mucho escribiendo la historia. Ya saben
#TeamSaMu