Mi vida
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Con mi natural inclinación, adquiría en el camino apasionantes adicciones altamente gratificantes, aprendiendo cómo disfrutar el sexo gay que es muy gustoso. Por supuesto, en tiempos de las primeras masturbadas, ignorante de rituales que todo puto sabe para conseguir macho o gozar en solitario, imaginando “cosas”, la simple paja en cualquier ocasión propicia, era mi único acto consolador.
Hasta que un día de apetencias desbordadas y masturbaciones repetidas, instintivamente sin más preámbulos ensarté mi culo con una vela. Fue sorprendente, pues, a pesar de sus modestas dimensiones no esperaba que fuera tan doloroso, y a punto estuve de concluir inmediatamente esa tímida inserción. Pero estando con el culo penetrado, descubriendo indudables rasgos femeninos, enloquecida llegué a la paja furibunda por adelante y por atrás, alcanzando un orgasmo singular eyaculando verdadero semen, creo que por primera vez.
Con la sexualidad desde aquél momento totalmente definida deseaba compañía, pero tontamente reprimida por temores y prejuicios privativos de mi infantil precocidad, en la diversidad de objetos y hortalizas que terminaban adentro de mi culo, encontraba el precario paliativo al furioso erotismo que mi condición de puta estaba desplegando. Era la rutina cotidiana, antes de expresar sin ataduras ni vergüenzas lo que realmente me gustaba, y la auto-satisfacción en solitario era la opción.
Pero, un hecho fortuito orientaría definitivamente mi forma de actuar: Un día cualquiera, encerrada en mi habitación preparándome para la escuela, casualmente pasé desnuda frente al espejo, y sin pensar me detuve observando intrigada cuál sería mi apariencia entrecruzando las piernas ocultándome la verga entre ellas, siendo de inmediato presa de febriles tentaciones. Lo que miraba, no podía ser más estremecedor, el espejo confirmaba con la imagen la impúbera putita que ya era.
Y desesperando por un macho, completamente poseída por el deseo, rápidamente busqué la zanahoria que temerosa por su grosor exagerado solo había utilizado la puntita, y fantaseando con el compañerito del colegio (que hacía un tiempo “descuidadamente sin querer” no perdía oportunidad para toquetearme), no tuve conciencia de dolor alguno cuándo totalmente me ensarté semejante vegetal, momentos en que mi madre extrañada por el retraso, llamando a la puerta me sacó de semejante abstracción.
En realidad se hacía tarde, y vistiéndome con premura me crucé con ella a la salida tratando disimular como podía mí ofuscación, mí frustración, y algún indicio al caminar de culo dolorido que recién entonces percibí, y seguramente inducirían incómodas preguntas que no sabría cómo responder.
Traté de concurrir a la escuela como un día más, pero lejos estaría de serlo, las fuertes sensaciones palpitantes que sentía en el culo, provocando repetidas erecciones me tenían completamente trastornada. Ya promediando la jornada, pensé en la paja aliviadora para aguardar con más calma el regreso a mi casa, que solitaria a esas horas, me permitiría con tranquilidad y tiempo entregarme de lleno a concluir con lo interrumpido en la mañana.
Con esas intenciones me dirigí al baño sin notar que otro me seguía, y tal vez por ser muy patente mi especial estado anhelante para quién veladamente muchas veces había demostraba no serle sexualmente indiferente, nuevamente fui “víctima”, esta vez de un franco manoseo por parte del inspirador de mis delirios. Qué, animado por mis claras señales aprobatorias, estimuló al máximo mi excitación cuándo sin mediar palabra alguna, blandiendo su verga totalmente erguida me la mostró, que en acto reflejo perdiendo toda lucidez, manoteándosela sentí como descarga eléctrica estremeciendo todo mi ser ¡Qué extraña y hermosa sensación tener por primera vez en la mano una verga que no era la mía! Entonces, todavía insegura con voz temblona interrogué: “¿…te gustaría enterrármela en el culo?” No fueron necesarias más palabras, en rápido entendimiento acordamos encontrarnos después de clase en un cuartucho, depósito de trastos viejos casi abandonado en los fondos de la escuela.
Y allí fue, con el corazón a mil totalmente desnuda, con tremendo esfuerzo para no entregarme a la paja por largas horas contenida. Esperé a mi amigo que inopinadamente se presentó con otro más, y lejos de amedrentarme o contrariarme, mi calentura fue mayor y desesperadamente me entregué a lo que surgiera, conociendo a los 12 años de edad el gozoso resultado de masturbarme mamando leche, al mismo tiempo que también la recibía por el culo.
Los rumores sobre mi sexualidad se extendía como reguero, sumando rápidamente nuevos adeptos a mi cuerpo que totalmente regalado muchas veces desvirgaba, donde sin disolución de continuidad unos dándome por la boca aferrando violentamente mi cabeza, tragando todo, eyaculaban directamente en mi garganta, mientras que otros, asidos fuertemente a mis caderas tratando llegar a lo más profundo dejaban allí sus jugos, sin afectar a nadie que otras acabadas ya escurrían fuera de mi agujero.
A ésta altura de los hechos, consciente de la ninfomanía desatada que furiosamente me tenía dominada, llegaba a mi casa con el culo rebosando semen protegido por un pañuelo para no gotear y saboreando todavía el salobre de múltiples mamadas, pasaba directamente a mi habitación, para travestirme con la sugerente lencería sustraída a mi mamá; que espiada a escondidas apenas la suponía desnuda, me pajeaba con el culo penetrado, pensando que ese cuerpo pleno de exuberancias armoniosas con pubis rasurado era el mío.
Sentía placer, y una creciente excitación verme en el espejo caminando con tacones altos, realzando mi natural feminidad con los encajes del breve baby doll de seda negra, transparentando un liguero que sostenían medias de igual color y material. Llegando rápidamente al paroxismo de mi calentura, indicaba el momento justo para acuclillarme frente al espejo acomodándome sobre lo que parado en el suelo haría de consolador, y deleitarme sintiendo y mirando cómo chorreando lubricante semen, en oportunidades presionando trabajosamente para meter algo de mayor grosor, sentándome lentamente finalmente me quedaba todo introducido. Luego, los prudentes movimientos alternativos de sube y baja, para gradualmente ir llegando al ritmo de la masturbación más violenta de culo-pija, sin importar que semejantes pajas muchas veces me dejaran sanguinolentas evidencias de tanta locura gozadora.
Contemplándome travestida, los goces solitarios en mi casa eran tremendos. Ahora refinando mis toques femeninos, peinada particularmente para enmarcar mi rostro y labios maquillados con delicada atención, me enloquecía de lascivia la hermosa estampa de putita resultante. Así, con todo eso, un día decidí que ya era tiempo de lucirme travestida ante los demás, por lo menos frente a los que diariamente me daban sus favores.
El placer del colosal impacto emocional que me produjo exhibirme de ese modo, lo sentiría luego potenciado cuándo mis “amigos”, azorados casi no alcanzan distinguir a la putita que diariamente disfrutaban. Después, sería deliciosa la furia con que fui tomada, donde palabras de admirada calentura encumbrando mis dotes femeninas, por la boca o por el culo repetidamente me daban “su ración”.
Las murmuraciones sobre mis fogosas aficiones, ya eran por todos conocidas, faltaba solamente el conserje de la escuela, un hombre de unos 45 años que vivía solo, quién finalmente enterado, deliberadamente merodeando por nuestro “reservado”, nos sorprendería en plena actividad.
El desbande general fue inmediato, quedando sola, paralizada frente aquél hombre sin saber qué hacer, pero el marcado bulto en su entrepierna revelando apetencias indudables, llevaron cierta calma a tanta desazón, más, cuándo con claras intenciones de poseerme ordenó que de inmediato fuera a su casa, “de lo contrario las autoridades del colegio conocerían mis andanzas”.
No era necesario aquel chantaje, “abierta” a nuevas experiencias con solo pedírmelo ya era su esclava, así se lo hice saber, y rápidamente estaría por primera vez desnuda en la cama de un adulto, esperando lujuriosa sexo del mejor.
Besándome los labios con fruición, sentí la furia con que ese hombre me hacía su mujer, qué, al percibir con su lengua introducida el sabor característico de mi boca mamadora, gritándome ¡Puta!! retorció con tal violencia mis pezones entre sus dedos, estirándolos como queriéndolos arrancar que me hizo dar un brinco, para luego mordisquearlos fuertemente hasta dejarlos encarnados, rodeados por una corona de cárdenos chupones, mientras yo, arqueándome de placeres por momentos dolorosos, sumisa lo dejaba hacer.
Enseguida, bajando con sus labios se enloquece con la suavidad de mi pubis, donde tratando imitar el sexo de mi madre, la escasa pelusilla permanentemente depilaba. Ya fuera de sí, abandonando esos excitantes prolegómenos, colocando un almohadón bajo mis nalgas me pide que abierta de piernas rodeándolas con mis brazos me tomara con las manos los tobillos, quedando mi agujero expuesto en ángulo perfecto para penetrar. Pero cuándo solícito tratando con los dedos lubricarme con algún tipo de crema, el semen que libremente comenzó a brotar fue demasiado para su excitación, y sin contemplación de un saque me enterró todo lo que tenía.
Mi alarido fue descomunal, me penetró dilatándome de golpe más allá de lo que nunca había estado antes, sentí algo quemante taladrando mis entrañas que me partía en dos, y ahogándome entre sollozos imploré perdón pidiendo que cesara esa faena, pero lejos de escucharme, el macho enloquecido comenzó a sodomizarme con tal violencia que pensé me levaría al desmayo.
Ignoro el tiempo que estuve llorando arrepintiéndome ser tan puta para llegar a esa situación, pero cuándo más desesperaba y derrotada me entregaba sin luchar, aparecieron de improviso unas potentes vibraciones femeninas, las masoquistas que penetrándome yo misma, muchas veces percibí. Pero éste dolor, superando infinitamente al que en algunos solitarios yo misma me causaba, embriagándome intensamente de pronto me eleva al grado más supremo de la exquisitez sexual que jamás había experimentado. Entonces, gozadora y consciente de lo que más me seducía, atenazando fuertemente con mis piernas su cintura, abrazada a su cuello prendida como garrapata, tratando conseguir en el más violento metisaca la penetración más profunda que pudiera, decidida la emprendí con movimientos endemoniados a mis caderas… y el cálido torrente que en ruidosos borbotones inunda mis más recónditas intimidades, no tardaría en llegar.
Luego, un indeterminado tiempo de quietud, de silencio, de sopor… y nuevamente el macho con sus deliciosos besuqueos y caricias, sumaba ahora una leve masturbada a mi verga, pidiendo que hiciera lo mismo con la de él, pero yo lo quise mamar. Y recién entonces caí en cuenta de la monstruosidad que me había penetrado, algo flácida era de tal grosor que al vicioso más experimentado amedrentaría. Nunca imaginé ni en mis más calenturientas fantasías que una verga así podría existir, mucho menos que mi culo sería tan hambriento con capacidad de adaptación para tragar semejante dimensiones. Instintivamente palpé mi sexo, era un alargado agujero abierto con bordes inflamados manando semen teñido sangre, dando cuenta de lo que me acababa de ocurrir… a los 12 años de edad, totalmente rota con formas vaginales insinuándose en el culo, pletórica de voluptuosos regodeos no dejaba de agradecer.
¿El epílogo de mi relato? A los 16 años recorriendo exitosamente por cuánto baño público conocía, me topé con un degenerado que impúdico exhibía su tremenda pija revienta- putos en los orinales. Yo terminaba de coger con otro y viéndome salir del excusado, blandiendo su “instrumento” me invitó que entrara nuevamente. Jamás me negaría a pija alguna, menos si por sus dimensiones es garantía de sentir lo que más me gusta. Inmediatamente me quité toda la ropa, y apoyando las manos sobre el wáter, me agaché hacia delante ofreciéndome insinuante, esperando recibir esa maravilla. Pero en cambio fueron sus dedos lo que entraba en mi culo inundado, siguiendo inmediatamente la mano entera, y gritando dolorida me estremecía gustosa cuándo sin la resistencia inicial, en mi dilatación total empezó un mete y saca sumando movimientos giratorios.
Salvajemente era cogida con una mano que en mi “concha” hacía lo inimaginable. Yo quería continuar, pero mi “vagina” completamente inflamada ya no aguantaba más, cuándo en semejante agujero apenas percibí la tibia suavidad de la pija que me entraba, inmediatamente la atrapé contrayendo toda la musculatura interna de mi sexo, siendo yo quién lo terminaría cogiendo con mis contracciones. El macho acabando me pajeaba, terminando yo también en un orgasmo colosal, gozando lo indecible percibiendo exquisitamente en mi vapuleado sexo dolorido, los mínimos movimientos, las palpitaciones de cada espasmo, el grosor y las protuberancias de esa pija que me hacía agradecer en cada instante ser tan puta.
Quedaría extenuada, con las piernas temblorosas casi negando sostener mí peso, pero bien degenerada no dejaba de gozar. Satisfecha con mi sangrante sexo dolorido, del que fluyendo semen embadurnando libremente nalgas y muslos, quedaba transformaba en “adicta extrema a la dilatación extrema”.
Hoy por hoy, totalmente pervertida, engolosinada con prácticas extremas que hace tiempo borraron estrías o cualquier otro vestigio de apariencia anal, dejaron en su lugar gruesos y alargados labios de una verdadera concha de mujer. Una insinuante y apetitosa entrada vaginal que manejo a voluntad, para enloquecerme disfrutando del fisting que pido a rabiar hasta qué, extenuada y dolorida no aguante más. Quedando entonces mi raja preparada para seguir gozando con el macho (o machos), enloqueciéndonos de placer con la pija que sea, en nuestra eyaculación final… carlitadilatada@hotmail.com
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