Miguelito de 6 prueba por primera vez una verga pt 2
Tremenda deslechada que dio Miguelito al sexy Max.
En ese momento, mi presencia se hallaba allí, observando la escena. Ahí en mi habitación de dinosaurios, yo de seis añitos una adorable combinación de vitalidad y ternura. Mí piel tiene un tono claro, que resplandecía con una cálida luminosidad, y mis mejillas teñidas de un rosado juguetón que reflejaba su constante energía. Mí cabello, suave y ondulado, cae de manera caprichosa alrededor de mí cabecita, añadiendo un toque encantador a mí apariencia.
En ese instante, me hallaba en una posición entre el estar sentado y de pie, deleitándome con la vista de aquella verga imponente y jugosa, cuyos líquidos resbalaban sensualmente por su piel, humedeciendo el suelo. Delicados hilos de líquido, una sustancia intrigante, con la dualidad de ser acuosa en su fluidez, pero al mismo tiempo revelando una densidad envolvente y seductora descendían por sus piernas, impregnando la habitación con el embriagador aroma a testosterona de sus testículos suculentos y sensuales, que parecían goteantes y exquisitamente sudados del día ajetreado que tuvo.
Finalmente, ante mí se presentaban esos genitales claramente desarrollados, un conjunto que había admirado tanto en las páginas de mi libro de texto escolar, despertando en mí el deseo de saborearlo y sentir con mi lengua todo su cuerpo. No me preocupaba tanto que fuera a darme leche, sino que ansiaba con intensidad devorarlo.
Experimenté una sensación tan carnal y primitiva que, en ese momento, el juicio sobre lo correcto o incorrecto quedó en segundo plano. Acerqué mi nariz a esos huevos tentadores, inhalando su aroma cautivador mientras ellos jugaban, oscilando de arriba abajo. Max, testigo de mi acción abrupta, se estremeció ligeramente, tambaleándose ante el eco de mi provocadora iniciativa. Continué inhalándolos sin cerrar los ojos, los huevos rozaban mis párpados, pero su calor era tan embriagador y el aroma, ¡Dios!, tan exquisito. Moví mi cabeza de un lado a otro, permitiendo que los testículos y el escroto acariciaran toda mi cara y, especialmente, mi boca, que ya los estaba humedeciendo con anticipación, dejando que mi saliva los impregnará.
Tras unos breves minutos entregado a ese acto, decidí finalmente saborearlas con mi lengua húmeda y temerosa. Comencé a lamer los huevos de arriba abajo, disfrutando de su movimiento mientras se balanceaban. Cada lamida hacía que uno de ellos cayera, solo para ser nuevamente sostenido por mi lengua, creando un juego de vaivén que las sumergía en el líquido salivoso proveniente de mi boca. Maximiliano se estremecía aún más, sus manos se postraron sobre mi cabeza acariciándola, comunicándome con su cuerpo lo bien que lo estaba haciendo. Él se desplazaba de un lado a otro, incitando a que sus testículos se tambalearan, rozando aún más mi cara y dejando mis mejillas empapadas con mi propia esencia. El aroma de los huevos florecía aún más al estar impregnadas de humedad. Sacando mi lengua y manteniéndola firme, permití que ellos continuaran frotándose contra ella. En la habitación, resonaba un sonido exquisito como resultado de esa acción tan provocadora.
La escena parecía hablar por sí misma. Max, en su sacudida y susurro natural, me dijo en voz bajita:
«Lo estás haciendo maravillosamente, no imaginé lo exquisito que se sentiría, y tú, tan encantador como pareces. ¿Tienes muchas ganas de ordeñar esta vaca lechera, ¿verdad?»
Respondí con un sí afirmativo, acompañado de una mirada audaz y llena de deseo, sumergiéndome completamente en la sensualidad de la situación.
En ese preciso momento, la atmósfera cargada de deseo se vio interrumpida bruscamente por un toque en la puerta, desconcentrándonos por completo. Max se apartó rápidamente con los testículos empapados de mi saliva, dejando caer varias gotas al suelo. Silenciosamente, se escondió en el armario y me hizo una señal para que guardara silencio. Comprendí que era mejor no decir nada, así que me sequé la boca y con calma fui a abrir la puerta. Al abrir la puerta, me encontré con mi hermana Marisa, quien venía a entregarme mis galletas y leche. Al entrar, preguntó con curiosidad:
«¿Está todo bien? ¿Te estás portando bien?»
Sus palabras resonaron en la habitación, recordándome la realidad que se escondía tras la interrupción inesperada. Ella notó el peculiar olor y comentó:
«Abre la ventana, aquí huele extraño».
Una vez que la abrió, observé cómo las suelas de sus zapatos se manchaban con la saliva que previamente había caído de los genitales de Max. La situación se volvía cada vez más intrigante y peligrosa.
Ella me preguntó:
«Por cierto, ¿has visto al chico que te presenté hace un rato en la sala?»
Mostré confusión y le respondí que no lo había visto. Ella continuó, describiéndolo como «el chico güerito, alto, castaño claro, casi rubio, y con barba, bastante fuerte.
“¿De verdad no lo has visto?» Su tono denotaba cierta molestia ante lo que parecía ser mi incompetencia para recordar a la persona que había presentado.
«Déjalo así, no importa. Eres solo un niño, no sé por qué pensé que eras más inteligente de lo que aparentabas.» Su comentario llevaba consigo un toque de resignación y quizás cierta decepción, como si hubiera esperado algo diferente de mí.
Cerró la puerta y, antes de hacerlo, me dijo:
«No quiero que salgas por ningún motivo. Ya te di tu cena, así que vete a dormir. Mis amigos se quedarán un rato más. Si necesitas ir al baño, simplemente ve. Y si te sientes mal, llámame al celular.»
Con esas indicaciones, me dejó solo en la habitación, envuelto en una mezcla de curiosidad, incomodidad y de extrañez. Resulta que le había mentido, y desde el armario se escuchó el sonido de este abriéndose. Aquel chico apuesto y bien descrito por mi hermana salió con una mirada de sorpresa, posiblemente temiendo ser descubierto. Se acercó a la puerta y la cerró con seguro, acompañando la acción con una sonrisa lujuriosa. La escena se volvía cada vez más excitante, Max se acerco a mí y me dijo:
«Casi nos descubre tu hermana, ¿verdad?»
Se alegró de que no hubiera dicho nada, pero notó que ya me habían traído la cena y preguntó de manera sugerente:
«¿No querrás mi leche, o sí?»
La situación tomaba un giro aún más provocador y desconcertante.
Respondí que podía esperar para tomar la cena que me había traído mi hermana. Mis mejillas comenzaron a ponerse rojas de nuevo al sentir el aliento cargado de alcohol emanar de su boca. El aroma llegó hasta mis pulmones, calentando mi pequeño cuerpo de retoño. La atmósfera se cargaba cada vez más con una mezcla de excitación y nerviosismo. En ese momento, Max bajó sus manos hasta la parte inferior de su cintura y comenzó a apretarse el bulto, que se erguía de nuevo. Lentamente, desabrochó su pantalón y sacó sus huevos junto con su verga. Los testículos aún conservaban la humedad de mi saliva, y la verga lucía más rosada e inflada que al principio.
El aroma a testosterona liberado por los testículos, especialmente por la verga, se apoderó nuevamente de mi ser. Hipnotizado, sostuve sus testículos, apretándolos y acariciándolos lentamente entre mis manos. Luego, abrí grandemente mi boca, introduciendo cada centímetro de su pito en mi cavidad bucal ansiosa y salivante.
El orificio del glande despedía un aroma varonil y cautivador. El prepucio se retrajo, y finalmente, experimenté la mayoría de su tamaño y grosor en mi boca. Era una verga de 18 o 19 cm, notablemente generosa para alguien pequeño y tan dulce como yo. Esta era mi primera vez probando una vergota de tan imponente calibre, y la experiencia estaba imbuida de un placer jugoso y exquisito.
Aún quedaban aproximadamente 8 cm de verga por tragar, así que comencé a ensanchar más mi garganta, produciendo un sonido tosco, como si me estuviera ahogando al intentar comerme toda esa verga. Cuanto más lo intentaba, Max gemía de placer, recargado en la pared, siendo testigo de toda la escena intensa que se desarrollaba. El ambiente se cargaba con una mezcla de sonidos eróticos y la excitación palpable en el aire.
Max me dijo:
«Increíble, estás haciendo esto tan bien que pronto te recompensaré con la leche especial que te dije que sería para ti.»
Yo continuaba llevando a cabo aquello que al hermoso y sexy Max le proporcionaba tanto placer. Podía notar cómo su rostro se coloreaba, sus labios tornándose más rojos por la mordida constante y comenzaba a desprender un suave sudor a lo largo de su cuerpo pues la temperatura era muy alta. La sensualidad del momento se intensificaba nuestro momento, creando una conexión única y cargada de deseo entre el nene y Max.
Max me saco su verga de la boca y me dijo que me acostará sobre mi cama, luego se quito los tenis y se sacó todo el pantalón que hacía falta, sus piernas velludas y duras me provocaban mucho erotismo y yo me sentía petrificado ante lo que estaba haciendo. Sabía que no era algo que un niño haría con un adulto. Luego se subió a la cama y paso encima de mí dejándome ver como se tambaleaban esos huevotes y su verga bien babeada y parada, se acomodó en una posición tan erótica.
El gran chico de 22 años se acomodó con gracia, abriendo sus piernas en una sensual sentadilla. Con un movimiento seductor, dejó caer sus jugosos huevos sobre mi barbilla, mientras que la verga se depositaba con deseo en mi cálida boca. Comenzó un juego apasionado de meter y sacar, creando un sonido embriagador y pegajoso que acariciaba mi barbilla, inundando la habitación con una atmósfera de placer. El se apoyaba en sus rodillas mientras me daba verga hasta el punto que vomite un poco de saliva, mojando mis mejillas por completo, me espante y la saque rápidamente. Max me dijo que si estaba bien, en un tono seductor acerco sus labios a mi oreja y yo le respondí que sí apenado. Me comento que ya faltabaa menos para que me diera mi leche.
Volví abrir la boca y nuevamente comenzó a follarmela lentamente. La culminación del juego apasionado estaba cerca; Max extendió sus piernas, apretando mi cuerpo con firmeza, creando una conexión intensa. Mientras tanto, la verga se expandía, intensificando aún más su sabor, desafiándome a mostrarle que quería liberarla de mi boca pues me estaba ahogando, cada ves mis esfuerzos eran en vano, mi garganta se quería cerrar por lo que apretaba el glande y algo más de su tronco.
Con temor palpable, aferré mis manos sobre sus piernas que se encontraban alrededor de mi cuerpo y comencé a apretar, buscando liberarme de la intensa unión. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano. Desesperado, mi lengua se desplegó involuntariamente en un intento de buscar una bocanada de aire, pero se encontró con los jugosos testiculos, duros y mojados de tanto estar golpeando y frotando mi pequeña barbilla. Lamiéndolas con urgencia en un intento frenético de encontrar oxígeno.
En ese momento, Max soltó un grito de éxtasis, y solo pude sentir cómo mi boca se llenaba sin control con su espesa leche, creando una experiencia sensorial abrumadora e incontrolable.
Max comenzó a sacarme su verga completamente mojada de saliva y sémenes mesclados mientras soltaba gemidos, yo estaba bastante confundido, el sabor dulce de dicha leche no se parecía a la de vaca y me sentía muy excitado, una excitación infantil. Medio que sabía que lo que acababa de pasar era algo no bueno para un nene de 6 añitos.
Max se acerco a mi oreja y me dijo
“toda esa leche es tuya, has ordeñado excelentemente a esta vaca”
El aroma a alcohol se apodero una ultima vez de mí, dándole un beso, el abrió sus labios nerviosamente y dejo que sintiera su lengua con la mía, luego se aparto de mí, lentamente se vistió y yo terminaba de saborear la leche que quedaba en mi boquita. Me comento que nadie debía saber por ningún motivo lo que ocurrió. Yo tan feliz de lo que viví me fue impensable contar algo así.
Me acaricio mi cabello y me dijo “Que niño tan obediente no como ponchito, eres muy inteligente, ahora comete la cena que te trajo tu hermana, iré abajo.
Yo en silencio, pero con una sonrisa me despedí de él, abrió la puerta y se marcho mientras yo iba donde mi cena para comer ya que aunque me hubiese dado la leche mi estomago comenzaba a gruñir de hambre.
Me encanta miguelito… se nota que ya le va agarrando gusto a tener una verga en su boca.
Miguelito es todo un adicto a la leche de hombre ya, como se nota que el pequeño nadie para satisfacer a su macho.
Que delicia dios mio!!! estoy tan excitado que estoy soltando precum sin parar.
Miguelito es una ricura de niño, me encanta como disfruta de la verga de su macho y como se toma toda su leche sin rechistar.
Como sigue? necesito mas de esta historia… me excita demasiado…
Me encanta cómo escribes, tu forma de relatar todo es muy excitante, y hace que no quede nada a la imaginación.
Me encanta que lo disfrutes y claro que seguirán habiendo más de estos relatos.
Me gusto mucho la forma en que narras todo y tu forma de escribir. También me excita como miguelito obedece ilusionado a Max, como todo un putito que obedece a su macho.
Muchas gracias! Ya está por publicarse otro relato, tentativamente el día de mañana para que te corras!
Necesito mas de estos 2 personajes… miguelito ha conseguido ponerme super hot, al convertirse en un putito obediente y complaciente y Max es todo un macho que sabe ganarse a su putito.
Ya hay una segunda historia con dos partes espero que te gusten posiblemente mañana estén publicadas
gran relato como sigue