Miguelito, el Pequeño Demente: Locuras Lechosas desde los 6 Años / 5
Un niño de 6 mamando la verga de un hombre en el WC .
Continuación de las locuras de Miguelito…
Después del gran susto que nos llevamos Ricardo y yo, no nos dirigimos las miradas ni mucho menos la palabra. Me sentía muy nervioso pues sabría que si nos descubría podría tener grandes problemas y lo peor de todo, que Ricardo habría abusado de mí. Yo me subí a la cama y la destendi un poco para poder taparme con la sabana y una pequeña frazada, por la ventana de la habitación de Luis y Ricardo comenzaba a entrar aire fresco, así que me hice bolita y me dispuse a dormir sin embargo sentí cómo mi corazón empezó a latir fuerte de solo recordar lo que hace un momento había sucedido. Era la primera vez que comenzaba a tener fantasías con Ricardo o algún otro hombre, era una sensación de desesperación ya que en mis pequeños genitales empezaba a sentir cosquilleos y sentía que con nuevas travesuras como estás y la del camión cesarían. Así que antes de quedarme dormido fantasee con Ricardo y con volver a jugar con él.
Amaneció y yo entre sueños me percate que nadie estaba en mi cama, no supe cuando Luis salió del baño pero me sentí más tranquilo ya que así no me preguntó por cosas que pudieran afectar a Ricardo. En eso escucho la voz de Luis, me dijo “ Miguelito, hijo ya despierta que tenemos que bajar a desayunar y no tardan en venir tus papás para que te den un enjuagon (bañarme)” . yo sentía mucho sueño así que no le hice caso y seguía aferrado a mi almohada, de pronto sentí ambas manos de Luis sosteniendo mis costillas, como tenía mi playerita alzada a mitad de mi cuerpo sentí el calor de sus palmas, sus dedos suaves y calientes lo que inmediatamente provocó que se me erizará la piel y abrí los ojos de golpe.
Luis se percató y me dijo “Ay bebé perdón pero ya hay que despertar, de hecho Ricardo ya se bajó porque tenía mucha hambre” me puso en el piso de pie y al verlo bien solo traía un boxer y su camisa blanca, mi cara quedó al raz de su bulto que no se remarcaba mucho ya que yo media 1.20 cm a mis 6 añitos. Claro, Luis no imaginaba absolutamente nada de malo en ello, pues el era un adulto y yo solo el hijo de su compañero al que cuido en la noche sin saber que mi sexualidad comenzaba a despertar y que para mí verlo de esa manera me hizo excitarme de modo infantil, solo sentía un cosquilleo en mis genitales pero me gustaba.
Tocaron a la puerta y rápidamente Luis se puso su shorts y sus sandalias, abrió la puerta y era mi papá preguntando por mi y si no les di molestias. Luis les contó que no di ninguna molestia pues me dormí muy rápido, Luis me llamo “chaparro, ya llegó tu papa ve con ellos y mas tarde nos vemos” Luis le dijo a mi papá que el se adelantaba con su hermano para desayunar y que nos viéramos más tarde, dando a entender que cada familia explorará a su conveniencia el hotel y sus amenidades.
Llegué con mi familia y mi mamá me abrazó y me preguntó si no los había extrañado, ya saben conversaciones típicas que tiene una madre con su hijo. Nos bañamos y nos fuimos a desayunar para seguido de ello ir al malecón a pasear.
Durante nuestro paseo familiar por el malecón para conocer el puerto, no pude evitar notar la variedad de hombres que pululaban por allí, todos luciendo shorts y sandalias bajo el sol radiante de Cancún. Mi mirada se deslizaba de un cuerpo a otro, admirando la diversidad de formas y tamaños, sintiendo una extraña fascinación por la belleza masculina en sus diferentes manifestaciones. Cada paso que daba me permitía apreciar la gama de cuerpos, desde los esbeltos hasta los más robustos, y me sorprendía gratamente la diversidad de atracciones que ofrecía el lugar. Sin duda, aquel paseo por el malecón me abrió los ojos a una nueva apreciación de la masculinidad en todas sus formas y colores.
A pesar de disfrutar de la belleza masculina en el malecón, me invadió un sentimiento de confusión y culpa. Desde pequeño, siempre supe cuál era mi rol de género, y el simple hecho de sentirme atraído por otros hombres me hacía cuestionar mi identidad. Aunque intentaba reprimir esos pensamientos, la culpa se aferraba a mí al recordar desde mi primer contacto con Max en aquella fiesta en mi casa y hasta el juego del yogurt que tuve hace una noche con Ricardo, recordándome que mis sentimientos no encajaban con lo que se esperaba de mí como niño varón.
De repente, mi mirada se encontró con un chico de unos 25 años rascándose el bulto sobre su short, lo cual me hizo sentir excitado. Mi reacción fue ponerme rojo, y cuando mi mamá me preguntó por qué, rápidamente respondí que era porque necesitaba ir al baño, tratando de disimular mi excitación aunque no se notaba nada puesto que aún era un niño y mi pijita no se ponía dura como los hombres desarrollados y yo aún me preguntaba porque ellos les crecía así.
Fuimos al baño público donde cobraban 5 pesos. Eran baños sucios y poco vigilados. Mi mamá me dijo que me esperaría afuera mientras mi papá fue con mis hermanos a una tienda de souvenirs. Mientras tanto, mi mamá sacó su teléfono y comenzó a hablar con mi abuelita. Antes de entrar al baño, me aseguré de tener el dinero listo. Una vez dentro, me dirigí hacia los mingitorios, pero descubrí que no alcanzaba. Decidí entrar a uno de los cubículos y fue entonces cuando noté un orificio en la pared, era redondo y de una circunferencia no tan grande pero dejaba entre ver al otro lado. Yo no preste mucha atención y alcé la tapa del inodoro para orinar, en eso escuché como en el baño de alado donde estaba el orificio se metió alguien, mi reacción fue de curiosidad y quise ver así que acerque mi ojo al orificio y vi que había un hombre, no sabría su edad pero estaría entre los 30 y 40 años de edad. Tenía brazos velludos y portaba un reloj en su muñeca. Vestía una guayabera verde y sus vellos en el pecho estaban mojados por el sudor. Tenía barba y era un poco cachetón, pero su rostro era agraciado. Tenía una tez blanca y llevaba puestos unos lentes que le daban un aire intelectual. Mientras lo observaba, el hombre comenzó a desabrocharse el pantalón, comenzando por su cinturón. El ruido de la hebilla resonaba en el cubículo, pero extrañamente me resultó intrigante, como si estuviera atrapado por la clandestinidad de la situación. De repente, el hombre volteó hacia abajo, lo que me hizo reaccionar rápidamente y retirarme del orificio. Seguramente solo notó mi sombra, y me sentí aliviado de evitar ser descubierto.
En medio de la escena, noté que el orificio por donde entraba la luz se oscurecía gradualmente. De repente, algo esponjoso y rosado comenzó a introducirse por ese agujero. Parecía estar apretado, ya que luchaba por pasar al otro lado.
Mientras me agachaba para ver qué ocurría, solo podía distinguir los huaraches del individuo debajo de mí, indicando que sus pies ya estaban en el espacio de mi cubículo. De repente, sentí algo que rozaba mi oreja, y al alejarme un poco para ver, me encontré con aquel pene monstruoso. Era sin duda el más grande que había visto, de un tono rosado con el prepucio retractil. Debía medir al menos 20 cm de largo y unos 4 cm de grosor, lo que hacía que las venas se destacaran debido a la presión del orificio. La escena era tan inesperada como impactante.
¡Qué momento tan caliente! El monstruoso pene se movía hacia adelante, como si estuviera rogando ser adorado. Me quedé boquiabierto ante el tamaño impresionante que poseía; ninguno de los que había probado antes se le comparaba en tamaño o dimensiones. Todo esto sucedía en apenas unos 3 minutos desde que entré al cubículo, ¡y mi mente estaba en modo turbo! Mi excitación se disparaba una vez más, y me sentí completamente cautivado por ese vergón que parecía llamarme. Con un conocimiento implícito de lo que debía hacer, me acerqué y comencé a bajar suavemente su prepucio con mi manita. Y ahí fue cuando golpeó mi nariz ese aroma embriagador a sudor y olor a pene, tan potente que impregnó todo mi cubículo. ¡Oh, sí! La intensidad de la situación era simplemente increíble, y yo estaba completamente absorto en el momento.
Ese olor invadía mis fosas nasales como una droga poderosa, recordándome al aroma del chico del bus que tanto me excitaba. Mi pulso latía con fuerza, mis manos temblaban de anticipación. Comencé a menear su pene con movimientos lentos, jalando su prepucio de arriba abajo, y entonces escuché un gemido resonar desde el cubículo. La sola idea de la apariencia de ese hombre me encendía aún más. Veía cómo sus pies se apretaban, indicando que disfrutaba cada momento de placer. En un instante, recordé todas mis experiencias pasadas y eso me impulsó a aumentar un poco el ritmo, jalándolo con más rapidez y fuerza.
Escuché con una voz bastante grave y varonil del otro lado “¡Ya chupalo!» Cuando escuché su orden con esa voz, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Sin pensarlo dos veces, obedecí y comencé a chuparlo con ansias. Saqué mi lengua y la pasé por todo el glande, tratando desesperadamente de cubrir cada centímetro y dándole vueltas en círculo mientras le daba apretones con mi manita en el tronco. Cada movimiento hacía que el hombre gimiera aún más fuerte, y el sonido resonaba en todo el baño, aunque parecía que éramos los únicos presentes. Me esforzaba al máximo por meterlo en mi boca, pero era imposible, apenas cabía todo el glande y babeaba por el esfuerzo. Mi saliva caía sobre sus pies y él los movía un poco, quizás intentando hacer que escurriera al suelo.
En eso escuché como alguien entro al bañó y comenzó a orinar. Con el sonido de alguien orinando en el mingitorio, mi ritmo al chupar disminuyó, pero rápidamente adapté mis manos para comenzar a agarrar ese tremendo tronco y masturbarlo. Era un desafío manejar ambas manos al mismo tiempo, pero me esforcé lentamente, sintiendo cada centímetro de su piel bajo mis dedos. Cuando el extraño desapareció, aumenté la velocidad, deseando complacer aún más al misterioso hombre del otro lado. Entonces, su voz resonó nuevamente, ordenándome que sacara la lengua, y obedecí de inmediato, dejando que la saliva escurriera aún más al piso y mojara sus pies. Parecía que cada vez estaba más excitado por la escena y yo también lo estaba, aunque era un nene de 6 ya había descubierto dicha sensación que se apoderaba de mi y ya no me era desconocida.
Yo continuaba en mi labor, lamía desesperadamente el glande pues ese enorme glande esponjoso y redondo era lo único que cabía dentro de mi boquita. De pronto escuchó nuevamente la voz dominante “Ya sacamela” yo supuse que se refería a la leche, esa que todos los hombres poseen y sirve para crecer. Yo comencé abrazar fuertemente su glande con mis labios, tanta era la presión que me había causado fisuras en las comisuras de mis labios y empezaban arderme. Mientras con mis manitas seguía masturbandolo, solo veía como sus pies mojados por mi saliva se retorcían, en eso escucho la voz de fondo de mi madre “Miguel hijo apúrate que ya me esta dando el sol aquí” eso pareció excitarle al extraño mucho y me dijo en voz baja “Tragatelos” y sentí como se ancho aún más dentro de mi boca su glande. Disparos de leche caliente entraron a mí garganta, era un drenado de leche entrando a mí, tanto que lleno mi cavidad bucal y tuve que sacarme abruptamente su glande de mi boquita dejando caer los últimos chorros al piso. Se ensucio un poco sus dedos de su propio semen, pude observar todo el piso mojado de mi saliva y me espante un poco, no sabía que tenía tanta saliva dentro de mí.
Poco a poco la verga de aquel viril hombre fue perdiendo grosor y comenzó a retirarlo del orificio. Yo solo ví como se metía esa vergota semi erecta a sus boxer y subía su shorts nuevamente. Salió del cubículo y yo rápidamente salí para apreciarlo mejor, pronto giro el cuello para ver quién le habia ordeñado en aquel cubículo. Cuando me vio, su cara se puso pálida, su recién sonrisa cambio y me miró con mucho miedo, yo en mi inocencia pensé que no le había gustado. El rápidamente se apresuró a la puerta para salir de ahí puesto que no pudo creer que un niño de 6 años le habría estado mamando el glande y masturbando la verga hasta hacerlo venir. Yo me dirigí lentamente al lavabo para niños y pude verlo por el espejo ya que el reflejo daba hacia los torniquetes de salida del baño de hombres y de hecho escuché como mi madre le dijo “Cuidado señor no se vaya a caer, trae muy mojados los huaraches” .
Me lave mis manos y me dirigí con mi mamá, ella me dijo que porque tarde tanto tiempo, yo le dije que porque fui hacer del dos, ella me dijo «Ese señor casi se resbala, trae los pies bien mojados y cuando le dije que tuviese cuidado me volteo a ver pero con mucho miedo, que gente tan rara» , yo solo reí con una carita angelical y fuimos a encontrarnos donde mi padre y mis hermanos.
Muy buen relato. Cosas así suelen pasar.