Mis amigos machines de la Facultad I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Cojo.
Estudié filosofía y hace relativamente pocos años pasé por la Facultad en la materia cursar la licenciatura.
Una vez que entré, el primer día reconocí a un joven que me resultaba muy atractivo.
Yo lo identificaba, aún antes de ingresar a la universidad, porque yo participaba de la vida cultural de la ciudad y a menudo él estaba involucrado en vario eventos de ese tipo.
Teto, un joven de 190cm de alto aproximadamente y muy delgado.
De tez morena clara pero de rasgos caucásicos, incluso con ojos verdes.
El cabello siempre lo traía revuelto y un poco largo, además de que lo tenía rizado.
Su barba era gruesa y tupida; en general era velludo y de su camisa siempre se asomaban los pelos de su pecho.
Cuando demoraba días en afeitarse le me miraba como lija.
Él tenía cerca de 24 años y estaba en un nivel superior; yo andaba por los 21.
Blanco, 175 cm, delgado, con cintura y buenas proporciones de pecho/espalda y nalguitas, apuesto, cabellera y barba castañas y largas, velludo, rasgos finos y siempre varonil, aunque nunca de closet; no grito mi condición pero gradualmente la gente se da cuenta.
Pasados los meses, más o menos cerca de enero cuando las evaluaciones semestrales estabas sobre nosotros, ya hacía meses que yo era alumno y ya teníamos lazos amistosos con Teto pues el número de estudiantes de esta carrera se presta para socializar bien en una ciudad pequeña como la mía pues de antemano son pocos con esta vocación.
A veces nos frecuentábamos, con la compañía de más amigos y compañeros, pues vivíamos cerca.
Convivíamos hablando de la vida, de filosofía, enfiestándonos, brindando y fumando yerba.
Regresando a enero, alguna vez vi a Teto angustiado porque debía entregar varios trabajo que tenía retrasados y traía el tiempo encima.
–Si en algo puedo ayudarte, estoy a tus órdenes- le dije.
De esta manera tomó mi palabra.
Salíamos a las 9 de la noche de la Facultad y habíamos quedado ir directo a su casa, para escribir.
Yo la haría de secretario.
Él me dictaría sus pendientes y así agilizaríamos los productos textuales que debía terminar.
Llegamos a su casa y sacó una botella de tinto y un par de vasos mientras preparaba unos tacos cuyo relleno no recuerdo.
Cenamos y comenzamos a trabajar sin terminar de comer.
Seguimos trabajando al terminar la cena y hasta entrada la madrugada.
Tuvimos muy buen ritmo, en gran medida porque él debía entregar sus pendientes a las 10 de la mañana del siguiente día.
Él me dictaba y yo escribía.
Dábamos sorbos al vino hasta que se terminó la botella y consumimos los restos de otra más.
Fumábamos yerba de cuando en cuando y por fin terminamos casi a las 4 de la madrugada.
Cansados e intoxicados, nos dispusimos descansar.
Había una cama matrimonial y me invitó a dormir ahí, con él, a su lado.
Era un hombre riso y me tenía que inquietar.
Nos acostamos vestidos y echamos las cobijas encima.
Yo estaba inquieto y no podía descansar.
Realmente estaba inquieto y muchas travesuras atravesaron mi mente.
Por fin, harto de no poder dormir, me volteé de dorso frente a él que yacía bocarriba y sutilmente empecé por acercar mi brazo a su cuerpo.
Lo puse sobre su pecho y ante reacción carente, bajé a su abdomen y comencé a acariciar su cuerpo con mi mano.
Él seguía inmóvil, pero sorpresa, cuando yo estaba por poner la mano en su cintura, rápidamente tomó mi muñeca con su mano.
De repente hasta la verga parada que traía se me bajó porque la sangre se me fue hasta los pies.
Yo sentís que me iba a poner en mi lugar porque me tomó con rudeza.
Algún putazo o una reprimenda seria al menos.
Pero la angustia duró poco pues su mano dirigió la mía hasta su pene.
Maniobré y lo tomé por encima del pantalón para, casi de inmediato, meter la mano entre sus ropas y palpar su fierrote.
No exagero pero en serio medía más de 20cm.
Nunca lo vi pero lo sentí muy bien.
Era muy largo, pero delgado y se paraba curvado hacia abajo, como gancho; también tampoco estaba circunciso y tenía el prepucio bien amplio, de tal modo que larguísima y super dura, su cuero aún cubría la cabeza.
Pensé que no se retraía pero no.
Me senté a su lado y de inmediato comencé a comer verga y a hacer arcadas por lo larga que era.
Mamé y mamé.
Era enorme y ustedes saben que eso excita mucho.
Descubrí que sólo tenía el prepucio largo pues se la pelé todita con mis labios.
Qué babosa tenía la cabeza y todo el jugo lo comí pues se había guardado en su cuerito.
Era saladito y de textura espesa.
Delicioso.
Duré mucho mamándosela y él gemía.
Tete gemía con mi cabeza en su pelvis.
Comencé a sobar sus nalgas y piernas que parecía que traía una ropa rara de lo peludo que era.
Casi no podía sentir su piel.
Puros pelos.
Su aroma era delicioso.
A ninguna loción pero a ninguna peste.
Olía a sudor de macho sin ser sucio o desagradable.
Comí mucha verga y estaba decidido a tragarme sus mecos cuando así lo quisiera y por fin habló.
-Penétrame por favor y dame verga- dijo mientras acabalaba –quiero sentir cómo me abres el culo, mi niño.
Me arrodillé frente a él y puse sus piernas a mis hombros, tomé la que era mi almohada y lo levanté un poco para ponerla debajo de su espalda baja.
En ese instante él escupió su mano y puso su saliva en su culo.
Se limpió con la mano el precum de su verga y lo embarró en el tronco de la mía que por fin tomaba entre sus manos.
Apunté mi cabecita a su hoyo y se la dejé ir.
Creo que la excitación y la lubricación improvisada ayudaron de maravilla.
Su quejido de dolor duró poco y al quererme salir para dejarle respirar, extendió su brazo hasta que sus manos tocaron mis nalgas y me retuvo.
Me apretó contra él metiéndole lo poco mío que quedaba fuera.
Teto gemía y se estremecía.
Yo le mordía los pezones duros y peludos y él gritaba.
Se sacó mi verga pero no era para dejarla ir.
Se sacó la almohada y se recostó de dorso para pedirme que se la metiera de nuevo.
Lo hice.
Quedamos de cucharita y él gemía ahora femeninamente sin inhibirse.
Yo estaba super caliente y no pude resistir más.
Me corrí abundante en su culo y seguí ahí con la verga tiesa, mientras se masturbaba.
Se la saqué hasta que sentí que se vino.
Lo volteé bocarriba y lamí su glande hipersensible empapado de mecos, para ahcerlo retorcerse.
Me acosté y nos dormimos.
A la mañana siguiente despertamos y me fui a casa mientras Teto tomaba camino para la facultad.
Me dio las gracias por toda la ayuda y me trató como si anda hubiera pasado.
Así ha sido nuestra relación de ya muchos años desde entonces, como si anda hubiera pasado.
Hace un par de años a un amigo en común le confesó que antes de entrar a la universidad había practicado la bisexualidad y una vez en ella sólo lo había repetido conmigo y que conservaba excelentes recuerdos de esa su última vez con un hombre.
Yo me sentí alagado y espero la coyuntura para cogerlo de nuevo y ahora sí hacerlo venir en mi boca mientras mamo su larguísima vergota.
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