Mis inicios
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ernesta.
Desde pequeño me sentí atraído por los hombres, tenía ocho años cuando me “enamoré” de Carlos, mi primo, él era todo lo que yo no, él era guapísimo, rubio, ojos verdes claro, de mucha personalidad, buen alumno, participaba en todas las actividades escolares y sociales que le fueran posible, destacando siempre, uno de los mejores alumnos del colegio en el que estudiamos, al contrario, yo nunca fui muy atractivo físicamente, mal alumno, intentaba participar igual que Carlos, pero las cosas no me salían, primero fue admiración, pero él me gustaba como hombre.
Al principio me acepté sin mayores problemas, nunca se lo dije a nadie, tampoco lo dejaba ver, en mi fuero interno no había problemas con ser gay, hasta que mi madre me descubrió con las uñas pintadas.
Desde los nueve años comencé a maquillarme a escondidas, no me resultaba demasiado difícil, pues gran parte de mi tiempo estaba solo, mi padre trabajaba todo el día y mi madre, una mujer hermosa, mantenía relaciones extramaritales continuamente, aunque ella creía que nadie lo sabía.
Cierto día llegó antes de que yo me fuera al colegio, alcancé a quitarme el maquillaje de los labios y los parpados, pero no de las uñas, ella me reprendió fuertemente, haciéndome entender de muy malas maneras que ser mariconcito era anormal, algo muy malo y como castigo me envió al colegio con las uñas pintadas, fue una tarde terrible para mí, escondí las manos lo mejor que pude, nadie se dio cuenta de la situación, me fui corriendo hasta la casa, no quedaba lejos, me metí al baño y limpie mis uñas, desde ese día nunca lo volví a hacer, pero también tuve conciencia de no ser normal, según los conceptos de mi madre, ser gay era de raritos y yo era uno de ellos.
Me esforcé en ser un niño “normal”, jugué fútbol como los demás, orinaba los muros junto a mis amigos y hacia lo que fuera posible para no delatarme, pues en realidad los muchachos me atraían demasiado y quería ir más allá, aunque todavía no me entusiasmaba el sexo, quería una relación niño y niña, obviamente yo sería la niña, sin embargo, nunca tuve la personalidad suficiente como para decirle a alguno de los niños que me gustaban lo que sentía por ellos.
Cuando cumplí los doce años, llegó un nuevo vecino, Juan, él tenía once años, aunque su físico era un poco más desarrollado que el mío, cierto día ingresó a jugar al patio de la casa en la que vivíamos, ahí mi papá guardaba una moto antigua, entonces decidimos jugar en ella, yo fui más rápido y me monté en la parte delantera de la moto, mi amigo quedó sentado justo detrás de mí, Juan había quedado molesto por aquello, se quiso desquitar de mi haciéndome sentir su pene en el trasero, se apegó lo más posible a mí, era imposible no notar su miembro, entonces yo se lo hice fácil, levante mi trasero para que él pudiera moverse y sentir mi culito sin problemas, al principio Juan se sorprendió, pero además se excito de sobremanera, comenzó a moverse desesperadamente, estaba muy agitado y yo muy caliente, puso mis manos alrededor de mi cintura y trataba de sentirme lo más posible, era increíble aquello que sin ser penetración, me tenía vuelta loca.
Le tomé la mano y lo llevé hasta el interior de la casa, verificamos que no había nadie, entonces me bajé el pantalón y el calzoncillo, me doble sobre la mesa mirando hacia el jardín de la casa, si alguien venía yo podría verlo, entonces Juan sacó su pico y me lo metió, no tenía un gran aparato, ni siquiera lo sentí cuando ingresó en mí, pero me gustaba demasiado la forma en que se movía, él quería llegar a terminar rápido, mientras yo disfrutaba de sus movimientos, luego de unos minutos, se detuvo, guardó su pene y se fue, nunca comentó nada, pero no volvió a hablarme, alguna vez intenté acercarme a él, quería llevarlo a la casa, pero él se alejó sin decir nada.
Un día debí acompañar a mi madre hasta la ciudad de Antofagasta, el viaje era solo por el día, llegamos donde una tía que nos esperaba, me permitieron quedarme en la casa de ella, mientras se fueron a realizar algunos trámites que mi mamá necesitaba hacer ahí, en esa casa estaba Raúl, un muchacho de catorce años, no muy atractivo, mucho más alto que yo, me preguntó si había visto el mar desde el balcón de aquella casa, le dije que no, entonces subimos hasta una de las piezas, en realidad no había balcón alguno, lo que encontré al llegar fue una ventana desde donde se veía el mar y los botes en la costa, me pareció preciosa la vista, él permitió que yo estuviera delante, él se puso atrás, me indicaba algunas cosas, mientras se apegaba a mí, era un juego parecido al de Juan, pero más osado, porque no estábamos solos en esa casa, lo que no impidió que yo bajara los pantalones lo suficiente para que Raúl pudiera clavarme su estaca en el potito, él solo sacó su pene, me penetró rápido, este pico si lo sentí, se movía lentamente para no levantar sospechas, conversábamos de lo que veíamos, aunque en realidad no mirábamos nada, sentía muy rico esa penetración, me decía que tenía un poto muy rico, de mujer, redondito y paradito, a ratos me lo acariciaba como podía, como sus movimientos eran lentos permitió que se demorara algún rato en acabar, agradecí de sobremanera aquella culeada rica que me estaba dando, su pico duro me daba mucho placer, terminó, él salió antes, mientras me acomodaba la ropa, al rato nos juntamos en la sala de la casa, como si no hubiera pasado nada.
Días después, por primera vez, llevé a un vecino mayor hasta la casa y le ofrecí mi culo, me bajé el pantalón y el calzoncillo, mostrándole mi trasero, sin palabras, sin nada, había vencido mis temores, él, que tenía 17 años, lo acarició suavemente, me dijo que estaba muy rico, bajó su ropa y me hizo sentar sobre él, a pesar de estar encima suyo, él era el que bombeaba, yo me sentía cada más mujer, él tenía una pichula muy rica, larga, no gruesa, pero larga, mi culo estaba más que abierto, no sentía ningún dolor mientras él se movía, solo gozaba aquello, me sentí en la gloria, que manera de moverse rico, yo no me quejaba ni nada, pero creo que se notaba demasiado mi calentura, el vecino me tomo de la cintura, me levantó, me dejó caer sobre su pico y eyaculó en mi culo, fue muy rico aquello.
Con Carlos la historia sería después.
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