Mis inicios con el señor fotógrafo
De cómo aprendí a masturbarme.
Mis inicios con el señor fotógrafo
Mi nombre es Adrián, nací en un pequeño pueblo de Colombia, suspendido en la ladera de una montaña, con aire puro y una temperatura agradable todos los días del año. A los seis años entré a la escuela y todo transcurría normal y algo aburrido. Vivía con mi madre ya que mi padre nos abandonó a los pocos mese de yo haber nacido y nuestro sustento provenía de las labores de sirvienta que ella hacía en diferentes casas. Yo era un niño de piel blanca, cabellos castaños, ojos cafés, delgado, pero con muy buenas nalgas que las señoras amigas de mi mamá siempre me elogiaban y pellizcaban.
Tenía yo ocho añitos cuando en una ocasión venía de la escuela, pero por una ruta diferente a la de siempre cuando pasé por un local comercial correspondiente a una fotografía y entre muchas fotos familiares que el fotógrafo tenía exhibidas colgadas de la pared, había una de una mujer desnuda, pero ocultando sus senos y su pelvis con las manos, esto me excitó sobremanera y cuando estaba en mi casa lo recordaba y mi pipicito se empezaba a parar y yo me lo acariciaba, pues aún no sabía masturbarme. Sucede que los lunes me correspondía hacer aseo en la escuela y por esta razón salía más tarde que todos mis compañeritos y aprovechaba para pasar por ese negocio de fotografías y casi siempre estaba el señor fotógrafo parado en la puerta del local, un hombre de unos 50 años, siempre muy bien vestido y elegante, blanco delgado y alto.
En una ocasión, un lunes precisamente en que mi mamá se había ido para un pueblo vecino a visitar a su hermana que estaba enferma, este señor al que voy a llamar Lucas estaba parado en el umbral de la puerta recostado contra el marco
— Hola niño— me dijo con una vocecita lago afeminada
— Buenas tardes señor— le respondí tímidamente con algo de temor de que descubriera mi interés por ese desnudo
— Veo que te gusta la fotografía—
— Si señor, es usted muy buen fotógrafo— me ofreció su blanca mano
— Mucho gusto, soy Sebastián, pero me dicen Sebas— le tomé su cálida y suave mano
— Mucho gusto, soy Adrián— le dije con mucha timidez
— Si quieres te puedo mostrar otras fotos más bonitas que tengo— en mi inocencia de niño pueblerino no sospeché nada
— Si señor, muchas gracias. Me encantaría verlas—
— Ven, entra— lo seguí, él se sentó en su escritorio y sacó un álbum, con portada de cuero café y muy voluminoso y antes de mostrármelo
— Me tienes que prometer que no le dirás nada a nadie de lo que hay aquí, esto es muy delicado—
— Se lo prometo— le dije sin pensarlo porque la curiosidad me embargaba. Las primeras páginas eran fotos en blanco y negro, normales, de familias del pueblo, de algunas damas y algunos caballeros que yo conocía, después vinieron varias hojas en blanco y por último unas fotos de señoras desnudas, pero esta vez si dejaban ver todos sus encantos y lo que me extrañó mucho fueron los pelos en sus pelvis. Mi pipicito empezó a reaccionar y como en esa época los niños no usábamos ropa interior, me empezó a incomodar, él lo notó
— ¿Qué pasa? — me preguntó con malicia
— No nada…— le dije con mucha vergüenza
— No te preocupes que eso es normal, a mi también me pasa— se sentó a mi lado y me puso su mano sobre mi espalda y empezó conmigo a ver las fotos y en ocasiones hacía algún comentario sobre la señora de la fotografía mientras que su mano subía y bajaba por mi espalda hasta mi cintura, sentí su olor a loción muy fina y esto me agradó mucho y me hizo sentir más confiado y le pregunté en medio de mi inocencia
— ¿Todas las señoras tienen pelos ahí abajo? —
— Si y todos los hombres también— me dijo muy comprensivo y muy imprudentemente repregunté
— ¿Usted también tiene? —
— Yo sí, también me salen, pero a mi no me gustan los pelos, yo me los rasuro— y cambiando abruptamente de tema
— Es hora de cerrar el negocio— intenté pararme, pero me dijo
— No mi niño, si tú quieres te puedes quedar o ¿te quieres ir? ¿No quieres seguir mirando las fotos? —
— ¡Ah! Si señor, me gustaría seguir mirando las fotos y como mi mamá no está, no tengo afán— después de cerrar la puerta se volvió a sentar a mi lado y puso su mano en mi cintura y la metió por debajo de mi camisa, mi piel se erizó al sentir este delicioso contacto, pero no dije nada y seguí mirando con detenimiento las fotos y de pronto su mano se metió bajo la pretina de mis pantaloncitos y con sus suaves dedos tocó una de mis nalguitas y ese contacto me gustó haciendo que mi pipí se pusiera aún más duro. Terminamos de ver el álbum y me ofreció un refresco, que acepté de buen agrado y le había tomado un poco más de confianza al hombre que cuando me puse de pie no me importó que viera mi notoria erección.
— Si tienes calor, te puedes quitar la camisa— como para nosotros los niños era muy común andar sin camisa, acepté y la puse sobre el espaldar de la silla. Las caricias de don Sebas y las fotos que estábamos viendo me tenían realmente excitado y todo esto me impedía pensar con claridad, fue por eso que cuando don Sebas me dijo, mirando mi entrepierna
— Mírate cómo estás— miré mi pantalón, metí mi mano debajo y me acomodé mi verguita hacia arriba sin pudor
— Es que esas fotos me pusieron así…— le dije disculpándome mientras nos dirigíamos al patio trasero de la casa que tenía un hermoso y bien cuidado jardín y bajo un frondoso árbol de naranjas, una silla rústica para cuatro personas
— ¿Me dejas verlo? — preguntó con algo de inseguridad. Me negué a hacerlo por un poco de pudor, pero en el fondo deseaba estar empelota, él insistió diciéndome que estábamos entre hombres y que no había problema así que accedí de buena gana y me empeloté totalmente, hasta los zapatos me los quité, se sentó en la silla viéndome correr por el jardín con mi verguita toda paradita, que rebotaba graciosamente a cada salto que daba, me llamó
— ¿Cada cuánto tiempo te haces la pajita? — no entendí a lo que se refería, así era yo de inocente
— ¿Hacerme qué? —
— La pajita ¿No sabes que es eso? — me preguntó sonriendo
— No señor ¿Qué es eso de la pajita? —
— Es lo mas delicioso que puede haber— me dijo con entusiasmo
— No sé qué es eso ¿Me enseña? — dije muy entusiasmado
— Mira, es muy sencillo, tomas tu pipí de esta forma— cogió mi verguita con su mano y empezó a masajeármela de arriba abajo
— Bueno, ahora hazlo tú— siguiendo sus instrucciones empecé a hacerme mi primera paja y tan excitado estaba que después de unos cuantos movimientos, empecé a sentir lo más delicioso que había sentido en mi vida, mi manito se movía frenética en mi verguita mientras las más deliciosas corrientes recorrían todo mi infantil cuerpecito, mi cuerpo se sacudía y temblaba frenéticamente y sin poder ni quererlo controlar, esta sensación tan deliciosa duró una eternidad en la que perdí la noción del tiempo y del lugar en donde estaba, con mi respiración agitada, sentí que de mi pipicito salía algo, pero en ese momento no me importaba y seguía sacudiendo mi hermoso apéndice hasta caer desfallecido en la silla al lado de don Sebas que me miraba extasiado y alcancé a notar un bulto bajo su pantalón, pero no le di importancia. Cuando me recuperé mi pequeño amiguito estaba desfallecido y reposando sobre uno de mis muslos, sentía un agradable dolorcillo en mis bolitas que disfruté de momento.
— ¿Cómo te pareció? — me dijo con una acogedora sonrisa en sus labios
— Eso es muy rico— le dije sin mucha energía, estaba agotado. Miré al suelo y me asusté al ver un charco
— Don Sebas, perdóneme que me oriné en el suelo…— pero no me dejó terminar
— No mi niño, no te orinaste, eso sale siempre que te haces la paja, se llama semen, pero a mi me gusta más llamarlo “leche” . y no te preocupes que eso se seca—
Ya era hora de regresar a la casa, me vestí y le agradecí a don Sebas por el buen rato que acababa de pasar, nos despedimos y me ofreció que volviera cuando quisiera que habían más cosas que podría enseñarme, yo le prometí volver tan pronto me fuera posible y me recomendó también que no abusara dela paja y yo le prometí que iba a ser muy juicioso con esto.
Si te gustó mi relato, me gustaría recibir tus comentarios en mi correo [email protected] Pronto continuaré con esta aventura
uff ke rico
Gracias por leerlo
«yo le prometí que iba a ser muy juicioso con esto» ¡Qué bueno que yo nunca hice una promesa así!
Desde que aprendí a jalármela, y antes de casarme, derramé muchos litros de semen.
A la fecha, si no hay alguna depositaria cerca para dárselo, sigo tirándolo con las estiradotas que me doy.
Gracias por tus comentarios. La paja es puro amor propio. Bravo por eso que todos lo niegan pero a todos nos gusta.
Espero que haya más partes y si te hizo un oral sería la cereza del pastel
Gracias por leerlo. Pronto estaré publicando la segunda parte