Mis inicios con mi primo-hermano (primera parte)
Crecí con mi primo desde que perdió a sus padres y fuimos criados como hermanos. Aprendimos a compartir habitación, escuela, amigos, y en un punto, también aprendimos a disfrutar del sexo juntos. En esta primera parte les cuento como fue ese descubrimiento que tuvimos y que nos llevó a coger diario..
Me llamo Carlos (nombre inventado para mantener la confidencialidad), tengo 23 años y vivo en México. Soy un chico de complexión robusta sin llegar a ser gordo, de tez morena clara y mido 1.68. Actualmente estoy en la universidad, pero lo que contaré hoy pasó cuando tenía 14 e iba en la secundaria.
Vivo con mis padres y mii primo-hermano Luis (tampoco es su nombre real), que actualmente tiene 21 años y aunque es menor siempre ha parecido el mayor por su actitud y estatura. Su tez es más oscura que la mía, y su cuerpo, delgado y algo fornido, es el resultado de años de actividad física constante. Aunque somos primos de sangre, él perdió a sus padres a los 11, por lo que mi familia lo adoptó y desde entonces hemos sido criados como hermanos.
Vivimos juntos en un pequeño departamento que mis padres rentan; un espacio tan limitado que compartimos la misma habitación desde pequeños.
Luis y yo siempre hemos sido muy distintos, casi opuestos, lo que antes generaba inevitables comparaciones en nuestra familia. Mientras él era la representación del ideal masculino, con su carácter fuerte, habilidades deportivas y actitud dominante, yo me inclinaba más por las artes, ser bueno en la escuela y la compañía de mujeres como amigas. Para mi padre, Luis era el modelo que yo debía seguir, y esa presión constante a veces se sentía como una nube negra sobre mi. Sin embargo, entre nosotros nunca hubo rivalidad. Al contrario, siempre fuimos un apoyo uno para el otro.
La confianza entre Luis y yo siempre fue natural. Desde pequeños estábamos bastante acostumbrados a vernos con poca ropa porque compartíamos habitación. Crecimos sin prejuicios sobre nuestros cuerpos ni sobre la cercanía que teníamos.
Ese ambiente de intimidad y confianza marcó el inicio de muchas cosas, incluyendo las conversaciones nocturnas que lentamente se transformaron conforme entramos en la adolescencia.
A mis 14 años no era muy diferente de como soy hoy en día. De hecho, solo era ligeramente más bajo. Luis por otra parte, no tenía ese físico trabajado que ahora presume. De hecho, fue hasta que cumplió 15 que empezó a ejercitarse más estrictamente en el gimnasio.
Descubrí que me gustaban los hombres a corta edad. Mucho antes de que Luis llegara a vivir con nosotros. Cuando entré a secundaria algunos de mis compañeros de clase eran bastante atractivos y en unos años, después de salir del closet, llegué a tener intimidad con algunos de ellos. Pero me era difícil llegar a experimentar la masturbación en casa por la poca privacidad de la que podía gozar.
Luis, por su parte, se identificaba aún como hetero. Y no lo culpo, toda su niñez la vivió en un pueblo alejado y pequeño en Michoacán, dónde la realidad es muy machista. Aunque no me lo había dicho entonces, él ya sabía bastante sobre el sexo e incluso había experimentado su primera mamada gracias a que se juntaba con chicos de 16 a 20 años cuando tenía solo 9. Lo que hizo que empezará a descubrirse sexualmente a temprana edad.
Un día, después de la escuela, regresamos a casa caminando. No era una distancia muy larga, la escuela nos quedaba a 15 minutos caminando. Para nosotros era normal llegar horas antes que mis papás. Ellos nos habían enseñado a ser autosuficientes y cargábamos siempre con un juego de llaves para entrar al departamento.
Al llegar a casa, como era costumbre, fuimos al cuarto a cambiarnos. Él y yo disfrutábamos de jugar videojuegos en lo que llegaban nuestros padres. En tiempos de calor solíamos quedarnos en ropa interior y camisetas para refrescarnos sin que los adultos nos dijeran algo, pero ese día en particular el calor era insoportable, así que Luis decidió no ponerse camiseta esa vez.
Yo lo observé detenidamente, examinando con especial cuidado su culito. El boxer de licra que traía puesto resaltaba muy bien sus nalgas, que siempre había tenido muy bien formado gracias al fut.
Nos fuimos a la sala y yo prendí la consola. Luis pasó al baño y desde el sillón escuché el chorro de orina chocando en el inodoro. Al poco rato, salió del baño y nos pusimos a jugar. Pasaron unos 40 minutos y pagamos todo. Normalmente después de eso tomábamos turnos para bañarnos y esperábamos a nuestros padres viendo la televisión y haciendo alguna tarea en la sala.
Luis fue el primero en meterse, tenía mucha urgencia porque detestaba sentirse sudoroso y más con tanto calor. Salió al cabo de un rato y me dispuse a entrar luego de que se fuera a la habitación. Ya en el baño noté que no había tomado mi toalla, así que salí sin hacer ruido, pues no había cerrado la puerta aún. Me acerqué a la habitación y estaba a punto de anunciar mi presencia tocando la puerta cuando ví algo que me dejó sin palabras.
Luis estaba acostado en su cama aún desnudo y masturbándose intensamente. En ese tiempo el único que tenía celular era yo, por lo que lo que sea que estaba haciendo lo hacía con su imaginación. Yo no supe cómo reaccionar. Nunca había visto a mi hermano de esa forma. Y lo peor de todo, nunca habría imaginado que a su edad hiciera esas cosas, pero parecía ser todo un experto.
Parecía disfrutarlo mucho, pues si cabeza estaba recostada hacia atrás y con los ojos entrecerrados. De la nada, regresó la cabeza hacia delante y se hizo consciente de que el chorro de agua de la regadera no se escuchaba. Miró hacia la puerta y me vio. Se tapó de inmediato y se levantó de un salto dándome la espalda.
Luis: por qué no tocas?
Yo: lo iba a hacer pero no quería interrumpirte
Luis: y por qué me estabas viendo?
Yo: pues no fue mi intención, se me olvidó la toalla y vine por ella. . . .
Un silencio se hizo presente, y de la nada volví a hablar
Yo: te estabas masturbando?
Luis: no, me la estaba jalando
Yo: no sabía que ya hacías esas cosas
Luis: pues si, seguro tu también, pero aún no me sale nada
Yo: no, nunca lo he hecho, pero si he tenido curiosidad
Luis: no mames, jajaja, ya tienes pelos ahí abajo y no lo has hecho? Yo lo hago dos o tres veces al día desde hace años. Me relaja bastante
Yo: (con mucha curiosidad y comenzando a excitarme bastante) y como aprendiste a hacerlo o que?
Luis: en el pueblo, me enseñó un amigo en su casa, cuando tenía 9 más o menos, me enseñó como se la jalaba y me enseñó a coger
Yo me quedé impactado con lo que me decía y la naturalidad con la que contaba todo. Sentía una mezcla de curiosidad por seguir preguntando más y más y algo de envidia, de haber vivido lo mismo que el.
Luis: entonces?
Yo regresé a la realidad y le pedí que me repitiera su pregunta: que dijiste?
Luis: que si quieres que te enseñe como se hace?
Yo: no lo sé, que tal que nos cachan y nos castigan
Luis: pues mejor ahorita que no hay nadie, así también ya no me la jalo solo, podemos ver videos en tu teléfono
Yo: videos? Porno?
Luis: pues sí, que más? Mi amigo decía que siempre era mejor hacerlo acompañado, por eso me enseñó
Yo: bueno, pues podemos probarlo
Luis: va, entonces quítate los calzones
Yo bajé lentamente mis boxers dejando que saliera mi evidente erección. No voy a mentir, nunca la he tenido muy grande, a lo mucho me media unos 10-11 cm y era algo delgada, pero bastante recta. Luis al ver mi verga por primera vez se quedó asombrado, pues en ese entonces yo la tenía más grande que él.
Vaya, al menos ya la tienes tiesa, me dijo mientras comenzaba a estimular la suya. Nos acostamos en una de las camas y con su mano me empezó a guiar.
Luis: mira, primero la tomas ya firme y empiezas a subir y bajar tu pellejo. Y le puedes poner un poco de saliva para que se sienta más rico.
Yo comencé a hacer lo que me decía poniendo atención de como lo hacía él. Pasaron unos minutos y de mi miembro brotaron unos 2 o 3 chorros muy cargados.
Luis se quedó viendo sólamente.
Luis: a mi aún no me salen, pero ya quiero
Yo: sentí que me iba a orinar jaja
Luis: siii, yo solo siento cosquillas
Nos levantamos de la cama, me metí a bañar y salí para recibir a mis papás como de costumbre.
Esa noche, antes de dormir, como siempre, Luis y yo hablábamos desde nuestras camas. Pero ese día, la conversación fue sobre lo que habíamos hecho unas horas atrás.
Luis: aún no puedo creer que ya te salga, solo me llevas un año, y yo siempre me la estoy jalando, por qué a mí no me sale?
Yo: no lo sé jaja, suerte de principiante? Pero sentí que fue mucho, ya habías visto chorros antes?
Luis: pues si. Lo que te salió no fue nada, a mí amigo le salían muchos más y menos espesos.
Yo estaba muy interesado en saber mucho más de esas interacciones que Luis había tenido con otro hombres pero no quería sonar insistente.
Yo: supongo que fue por su edad
Luis: pues, también veía porno. . .
Yo: y crees que eso ayude?
Luis: tal vez sí. Quieres intentarlo?
Yo: podemos intentarlo mañana, y vemos si sirve . . . tal vez está vez si te salga algo
Luis: espero que sí
En esa época yo era el único que tenía celular porque mis padres no querían que nuestra atención se distrajera de la escuela con tanto aparato electrónico. Tenía permitido tenerlo para ir a la escuela, regresar y antes de dormir me lo quitaban, para que durmiéramos temprano. Aunque con Luis en el mismo cuarto, lo último que hacíamos era dormir. Pasábamos horas hablando antes de descansar.
Luis: ya te vas a dormir, Carlos?
Yo: por qué? Ya tienes sueño?
Luis: no, pero . . . No quieres volver a pajearte?
Yo: otra vez?
Luis: pues si, no? Para dormir bien, jaja
Sentí como la calentura comenzó a adueñarse de mi cuerpo. Estaba pensando aún en nuestra primera paja entre hermanos que habíamos tenido ese mismo día, y si quería repetirlo, pero no pensé que Luis quisiera hacerlo tan pronto.
Yo: pues. . . Si quieres, pero me voy a tu cama o vienes aquí? O. . . Desde nuestras camas?
Luis se levantó y caminó hacia mi cama. Yo me moví para hacerle un espacio y dejar que tomara lugar junto a mi. El calor de su cuerpo se hizo presente en la oscuridad de la habitación y sentir su presencia tan cerca de mi hizo que mi erección creciera mucho más.
Mi hermano no tardó en bajar su pijama junto con su ropa interior casi de inmediato. Al poco tiempo, comencé a sentir las vibraciones de la cama, que anunciaban su intensa masturbación. Yo estaba aún en ropa interior, tratando de ver en la oscuridad el miembro de Luis, pero me era imposible.
De pronto sentí su mano izquierda tanteando mi muslo y llegando hasta mi erección. Yo me congelé.
Yo: que haces?
Luis: por qué no te la has sacado?
Yo: es que no sabía que lo haríamos tan rápido
Luis: no importa, yo te ayudo si quieres
Con iniciativa, inusual en él, tiró del resorte de mis boxers para comenzar a bajarlos. Yo le ayudé y los retiré para quedar igual que él. De inmediato su mano tocó mi verga. Sus manos suaves y calientes se sentían tan bien. Comenzó a pajearme y ocasionalmente escupía en su mano antes de regresarla hacia mí.
Luis: te gusta?
Yo: sí, me está encantando
Luis: se me está cansando la mano
Yo: no pares por favor
Luis: bueno, pero ayúdame tu a mi también
Sin pensarlo dos veces, dirigí mi mano derecha hasta su miembro. En la oscuridad se sentía bastante duro y grueso. Aunque ciertamente no era más larga, si era ligeramente más gruesa. Comencé a pajear a mi hermano mientras el seguía muy entretenido con mi verga.
Se sentía un momento completamente irreal. Nuestros cuerpos casi desnudos y tan cercanos. Cada uno tocando el miembro del otro. Todo en esa situación me ponía cada vez más y más caliente. Y sin que me diera tiempo de avisar me corrí en las manos de mi hermano.
Está vez brotaron 5 o 6 chorros bastante calientes que volaron hasta mi cara y mancharon las manitas de mi hermano.
Luis: woooooow. Eso fue mucho más que hace rato. Te gustó?
Yo: si, creo que hasta me cansé jaja
Luis regresó a su cama y luego de limpiarnos nos dispusimos a dormir. Yo aún recordaba en mi mente una y otra vez lo que había pasado. Pero era solo el inicio de lo que estaba por venir. Nuestras pajas mutuas se hicieron más y más frecuentes. Hacíamos una después de llegar del colegio y una más en la noche. Era una rutina casi perfecta. Hasta que nos aburrimos y quisimos explorar qué más podíamos hacer, pero eso se los contaré en otro relato.
Espero que les haya gustado. Leeré sus comentarios y si hay apoyo escribiré como fue que pasamos de hacernos simples pajas a llegar a cogernos mutuamente. . .
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