Mis inicios, el tío.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ernesta.
Durante mi adolescencia no tuve mucha actividad sexual, mi madre con su reprimenda de los nueve años logró convencerme de lo malo que era ser gay, desde entonces me dediqué a ocultarlo lo mejor posible, sin lugar a dudas si tuve un éxito en la vida fue ese, ocultar mis sentimientos y emociones femeninas, hasta el punto de no levantar sospechas.
Fui penetrado tres veces, el placer en esos encuentros era ser mujer y tener a un macho sobre mí, sus movimientos o su aliento en la nuca, de alguna manera el miedo a ser descubierto o delatado siempre estuvo presente y en vez de disfrutar al máximo, buscaba la forma de pasarlo bien pero con la tensión de darme a conocer abiertamente, ser gay era inconcebible no tan solo en mi familia, lo era en la comunidad en la que me desenvolvía, aún recuerdo las burlas a las que se sometían hombres de verdad por el simple hecho de decir que eran hembras en cuerpos de macho, claro algo tenía que ver el amaneramiento exagerado de muchos de ellos, lo que no era justificación para los apelativos de aquellos años.
Yo tengo un tío de nombre Mario, en ese tiempo él tenía 22 años y yo 15, desde mi última penetración había transcurrido más de un año, no tenía contemplado tener sexo con un tío, mucho menos con el más atractivo, mi tío sigue siendo muy guapo, muy rico, yo lo miro y recuerdo lo que hicimos aquella tarde, en ese tiempo él estaba lleno de deseo sexual, era todo un semental, dispuesto a todo, algo que no descubrí hasta tenerlo encima.
Mario administraba un pequeño almacén propiedad de mi abuela materna, se le ocurrió que fuéramos hasta el negocio y luego nos escapáramos hasta unos canales cercanos donde podríamos disfrutar de una tarde de baños y entretención, algo que acepté sin mayor problema.
Al llegar al almacén nos dimos cuenta que el movimiento era nulo, el verano en la ciudad es aburrido, mucha gente busca salir de ahí, se dirige hasta la playa o algunos otros lugares donde puedan huir del atosigante calor que parece concentrarse en el desierto, esta fuga masiva declara una especie de tregua para todas las actividades económicas y el almacén de la abuela no escapa a eso.
Mi tío me dijo que revisáramos la existencia de mercadería en la bodega y luego saldríamos hacia el río, entonces bajamos rápido, ahí, sin sospechar nada, él acercó una banca larga que estaba guardada ahí, se puso a conversar de cosas sin importancia hasta que llegó el momento del sexo, entonces me preguntó “¿cómo estás con las mujeres?”, “no pasa nada con ellas” le dije, “no les atraigo mucho y además ninguna niña me gusta todavía”, él me dijo “se me hace que te gustan los hombres a ti”, “no pasa nada” le respondí, “¿ por qué piensa eso?”, “te encuentro pinta rara a ti”, “nooooo”, colocándome nervioso.
Entonces sacó su pene desde el interior de su ropa, “¿no te gusta entonces?”, quizás los nervios excesivos o la manera de mirarlo, algo, no sé qué, me delataban.
Su pene no era muy grande, tal vez unos 17 centímetros de largo y delgado, rosadito y lindo, eso sí, no puedo negarlo, se veía delicioso para mí, un gay pasivo sin mucha experiencia, creo que el hoyito se me apretaba de solo pensar que podría ser penetrado por esa carne tan rica que se ponía a mi disposición de manera tan sorpresiva.
“Si vamos a culiar, tenemos que hacerlo rápido, no sea que nos pillen aquí” me dijo, entonces saqué mis pantalones y calzoncillos, ahí entendí que la banca larga era para yo acostarme boca abajo sobre ella, él se bajó su ropa y comenzó a tocarme el culito, “rico, casi como el de una mina”, lo notaba muy excitado, me asustaba un poco, “ya te culiaron ¿cierto?”, con vergüenza le dije que sí, “uffffffffffffff, como debieron disfrutar esos chutos tu poto rico, te gastai la mansa raja”, ya no podía más de mi calentura, se montó sobre mí, mientras sus manos separaban mis nalgas para que su pico pudiera ubicar sin problemas mi ano, el que seguía apretándose esperando que lo volvieran a abrir con un tronquito como ese, logró penetrarme sin mayores problemas, su pene entraba haciendo notar su presencia, me dolía un poco el culo, pero nada que no pudiera tolerar, puso sus manos en mi cintura y comenzó a moverse, a ratos besaba mi cuello o pasaba la lengua por alguna parte superior de la espalda, su pene era delicioso, lo sentía apretadito dentro de mi culo, sentía como podía subir y bajar, como mi trasero estaba seco tenía la sensación de estar pegado con ese chuto tan rico, comenzó poco a poco a moverse mucho más rápido, no había cariño ni preocupación por lo que pudiera sentir, él quería eyacular lo más pronto posible, le interesaba eso y que no nos descubrieran, yo mordía mis labios intentando no quejarme, entre miedo de ser descubiertos y gozo por sentirlo moverse sobre mí, uf, era una situación indescriptible, nada más hermoso para una mujer como yo, sentir que un macho como Mario me deseaba y se movía intensamente, no para darme placer, seguramente para él era obvio que yo también lo disfrutara, pero no era su forma de bombear, era su sola presencia sobre mí lo que me aturdía de placer, sentir rozar ese pene en el interior de mi hoyito me calentaba de sobremanera, entonces el gimió y su cuerpo se contrajo, fue ahí cuando eyaculó, se dejó caer sobre mi espalda, estuvo unos dos minutos y luego se levantó con una velocidad asombrosa, sin decir nada subió su ropa y salió de la bodeguita, yo me demoré un poco más, sentía mi ano palpitar, pasé mis dedos buscando alguna gota de semen, algo que poder oler o saborear, un tesoro pequeño que pudiera ser recompensa para mí.
Con Mario nunca más lo hicimos, por bastante tiempo me esquivó, aunque nunca lo busqué, tampoco le insinué algo que pudiera justificar su actitud, solo lo dejé ser, hasta que se convirtió en un recuerdo para mí, no el mejor recuerdo, pero uno que de vez en cuando aflora con cierta ternura.
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